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    La Atalaya 1972 | 1 de octubre
    • su estado matrimonial por medio de un anillo nupcial. Por consiguiente, al fin de cuentas la decisión es personal, y ha de tomarse a conciencia de acuerdo con los puntos de vista que uno tenga.

      ● ¿Por qué, mientras colgaba del madero, clamó Jesucristo: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?”—EE. UU.

      La pregunta de Jesús fue una cita de un salmo de David. (Sal. 22:1) En el caso de David la pregunta estaba relacionada con una condición momentánea de abandono. Rodeado de enemigos, David se halló en una situación en que parecía que Jehová lo había desamparado completamente. La tremenda tensión que resultó de eso movió a David a preguntar por qué había sucedido eso a pesar de que no estaba consciente de culpa alguna. Pero David no había perdido la fe, pues en el mismo salmo él oró: “Apresúrate, sí, en socorro mío.”—Sal. 22:16-19.

      De modo similar, cuando expresó las palabras del Salmo 22:1, Jesús percibió profundamente que su Padre había retirado momentáneamente su protección y lo “desamparó” o entregó a las manos de sus enemigos, para morir en un madero como un maldito criminal. (Gál. 3:13) Al preguntar “por qué,” Jesús no daba a entender que no sabía la razón de este abandono, tampoco esperaba una respuesta de su Padre. La situación es comparable a la de un cristiano que sabe la razón del sufrimiento humano pero que se siente impelido, bajo el peso de las intensas dificultades, a preguntar “por qué” ya sea callada o audiblemente. El inquiridor revela así que no tiene razón alguna para pensar que el sufrimiento se debe a sus transgresiones. Por eso, además de cumplir el Salmo 22:1, el clamor de Jesús evidentemente sirvió para confirmar su inocencia y concentró la atención en el verdadero propósito de su sufrimiento.—Mat. 27:46; compare con Juan 12:27, 28, 33.

      ● ¿Por qué prohibía la ley mosaica el comer grasa?—EE. UU.

      Bajo la Ley dada a los israelitas, se consideraba que tanto la sangre como la grasa eran exclusivamente de Jehová Dios. La Ley declaraba: “Es un estatuto hasta tiempo indefinido para las generaciones de ustedes, en todos los lugares donde moren: No deben comer grasa alguna ni sangre alguna.”—Lev. 3:17.

      La sangre representa la vida de una persona o un animal. Por esta razón la Biblia refiriéndose al “alma” dice que está “en la sangre.” (Gén. 9:4; Lev. 17:11, 14) Puesto que solo Jehová Dios puede dar vida, la vida o lo que representa la vida, la sangre, es de él correctamente.

      Se consideraba la grasa como la mejor parte o la parte más exquisita. Esto se hace patente de tales expresiones figurativas como la “parte más rica [literalmente, la grasa] de la tierra,” “lo mejor [literalmente, la grasa] del aceite,” y “lo mejor [literalmente, la grasa] del vino nuevo y el grano.” (Gén. 45:18; Núm. 18:12) Por consiguiente la prohibición contra el comer grasa evidentemente servía para impresionar en los israelitas que las “primeras” o mejores partes son de Jehová, que han de ofrecerse a él en sacrificio. Por lo tanto, el comer grasa habría sido una apropiación ilegal de algo que había sido santificado a Jehová. Habría sido una invasión de sus derechos. Sin embargo, en caso de que un animal muriera de por sí o lo matara otra bestia, la grasa podría usarse con otros propósitos.—Lev. 7:23-25.

      Muchos comentaristas bíblicos creen que el mandato en cuanto a la grasa solo aplicaba a animales aceptables para sacrificio. Pero hay indicaciones de que esta prohibición contra el comer grasa aplicaba a la grasa de todos los animales. El mandato tocante a la grasa se enlaza con el mandato tocante a la sangre. Y la sangre de todos los animales era prohibida para alimento. (Lev. 17:13, 14; Deu. 12:15, 16) Razonablemente, por lo tanto, la disposición reglamentaria tocante a la grasa igualmente abarcaba la grasa de todos los animales.

      También puede notarse que el sangrar apropiadamente no removía toda molécula de sangre de la carne, y no obstante el residuo de sangre que permanecía no hacía la carne inadecuada para consumo. De manera similar, la prohibición sobre el comer grasa no hacía inadecuada para alimento la carne con vestigios de grasa.

      Por supuesto, la prohibición de grasa no excluía el alimentar o engordar a las ovejas o el ganado para la mesa. Las Escrituras hasta mencionan “cuclillos engordados.” (1 Rey. 4:23) En vista de la restricción sobre el uso de grasa para alimento, evidentemente el ‘engordar’ no era con el propósito de producir capas de grasa, sino de que los animales llegaran a estar carnosos, no flacos.

      En Deuteronomio 32:14 la referencia a la “grasa de carneros” dada a los israelitas es figurativa. Designa lo mejor del rebaño (similar a la expresión española “la flor y nata”). Por consiguiente The Jerusalem Bible dice: “alimento rico de los pastos.” Las palabras de Nehemías 8:10: “Vayan, coman las cosas grasas,” han de entenderse de modo similar. Las “cosas grasas” figurativamente denotan porciones ricas, deliciosas, sin duda incluyendo artículos sabrosos preparados con aceite vegetal. La traducción por James Moffatt dice: “Coman las piezas exquisitas.” Algunas cosas, como tortas hechas de grano, se freían completamente sumergidas en grasa. Esta no era grasa de animal, sino aceite vegetal, a menudo aceite de oliva.—Lev. 2:7.

      Diferente de la prohibición sobre la sangre, que ha estado en vigencia para con toda la raza humana desde el diluvio del día de Noé, hoy los cristianos no están bajo las restricciones de la ley mosaica acerca de alimentos. (Gén. 9:4) Bajo inspiración el apóstol Pablo escribió: “Que nadie los juzgue en el comer y beber, o respecto de una fiesta, o de una observancia de la luna nueva, o de un sábado; porque esas cosas son una sombra de las cosas por venir, mas la realidad pertenece al Cristo.” (Col. 2:16, 17) Sin embargo, la ley acerca de la grasa debe recordar a los cristianos la necesidad continua de dar lo mejor que tienen a Jehová Dios. (Pro. 3:9, 10) Esto debe reflejarse en todo aspecto de la vida del cristiano. El consejo de la Biblia es: “Cualquier cosa que estén haciendo, trabajen en ello de toda alma como para Jehová, y no para los hombres, porque ustedes saben que es de Jehová que recibirán el debido galardón de la herencia.”—Col. 3:23, 24.

  • Dando la alarma
    La Atalaya 1972 | 1 de octubre
    • Dando la alarma

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