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¿Dice realmente la verdad la Biblia?¡Despertad! 1983 | 8 de noviembre
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¿Dice realmente la verdad la Biblia?
‘Allá en los tiempos bíblicos la gente era ignorante y supersticiosa. No sabía leer ni escribir. Solo transmitía la historia verbalmente. Así ¿cómo puede la Biblia decir realmente la verdad?’
¿Ha pensado usted así alguna vez respecto a la Biblia?
MUCHAS personas sinceras han pensado así. Claro, otras simplemente se valen de tal razonamiento para evadir la responsabilidad. Pero ¿es verdad que la sociedad era sumamente primitiva e ignorante en tiempos bíblicos?
Últimamente, excavaciones que se han efectuado en Ebla, Siria, han revelado una biblioteca de más de 16.500 tabletas con escritura cuneiforme (escritura en forma de cuña sobre barro) y fragmentos en los que se representan muchos aspectos de la vida de aquella zona. ¿Qué período abarcan? Los cálculos más recientes de los arqueólogos indican que se trata del tercer milenio antes de la Era Común (a. de la E.C.).
¿Qué nos informan acerca de aquella antigua sociedad humana? ¿Era primitiva, ignorante e iletrada? El filólogo Giovanni Pettinato declara: “Del estudio inicial del material ya podemos deducir que Ebla fue un estado sumamente industrializado, cuya economía no estaba basada en la agricultura y la crianza de ovejas, sino en productos industriales y el comercio internacional”.
¿Qué clase de información se almacenó en aquella extensa biblioteca oficial? El erudito Pettinato explica: “De los textos que se han preservado, 70 por 100 tratan temas relacionados con la economía y la administración [...] Otro 10 por 100 de ellos son históricos y, puesto que contienen importantes tratados internacionales, tenían que ser protegidos celosamente. Por lo menos 20 por 100 son textos literarios”.
Habrá que esperar para ver si esta biblioteca de Ebla ha de arrojar luz sobre los sucesos y lugares que se mencionan en la Biblia. Pero da a conocer que hace más de cuatro mil años la vida no era tan primitiva como quisieran hacernos creer algunos.
¿Hay prueba de la exactitud de la Biblia?
Ahora la pregunta que se plantea es: ¿Hay antiguos escritos e inscripciones cuneiformes que arrojen luz en cuanto a lo que la Biblia presenta como material histórico? Examinemos varios ejemplos breves del registro bíblico. Primero, considere un caso relacionado con la conquista de Canaán por los israelitas en el siglo XV a. de la E.C.
1. “Josué se volvió en aquel tiempo y tomó a Hazor [...] y quemó a Hazor en el fuego.” (Josué 11:10, 11.)
En 1928 el difunto profesor John Garstang identificó Tell-el-Qedah, al norte del mar de Galilea, como el sitio donde estuvo la ciudad cananea de Hazor. Durante el período de 1955-1958 un equipo de arqueólogos excavó el sitio. Allí se halló una tabla con escritura cuneiforme que prueba que es correcto identificar dicho lugar como Hazor. Además “en la esquina suroeste de la ciudad inferior se hallaron casas cananeas [...] En el nivel de la ciudad del cual estas casas formaron parte [...] se veían indicios de destrucción violenta y de abandono. Esto ahora concuerda de manera excelente con la tradición de la captura efectuada por Josué después del Éxodo” (Illustrations of Old Testament History, R. D. Barnett). Esto claramente apoya la exactitud de la Biblia.
2. En el libro de Esdras la Biblia nos relata que Ciro, rey de Persia y conquistador de Babilonia, emitió un edicto respecto a la libertad de religión que permitía que los judíos exiliados regresaran a sus tierras y restablecieran su forma de adoración (Esdras 1:1-3). ¿Hay alguna prueba que corrobore esta norma de tolerancia religiosa, que forma un contraste vívido con las normas que siguieron antes de ello Babilonia y Asiria?
En 1879 H. Rassam, al efectuar excavaciones en Babilonia para el Museo Británico, descubrió lo que se conoce como el Cilindro de Ciro, que tiene inscripciones cuneiformes. En 1970 se identificó un fragmento adicional como parte de aquel cilindro. Así se restauró otra parte del texto. ¿Qué indica la traducción de la conclusión del texto?
“En lo que tiene que ver con Asur y Susa, Agadé, Esnunna [...] como también la región de los Gutianes, devolví a estas ciudades sagradas al otro lado del Tigris, cuyos santuarios han estado hechos ruinas por largo tiempo, las imágenes que habitaban allí y establecí para ellas santuarios permanentes. (También) reuní a todos sus (antiguos) habitantes y (los) hice regresar a sus moradas.”
Este texto cuneiforme confirma de manera notable la exactitud de la Biblia con relación a la norma de Ciro tocante a la tolerancia para con las religiones extranjeras.
3. La Biblia declara que “en el año catorce del rey Ezequías, Senaquerib el rey de Asiria subió contra todas las ciudades fortificadas de Judá y procedió a apoderarse de ellas”. Ante dicha amenaza Ezequías optó por pagar cierto tributo a Senaquerib. “Por lo tanto el rey de Asiria le impuso a Ezequías el rey de Judá trescientos talentos de plata y treinta talentos de oro.” (2 Reyes 18:13-16.)
¿Hay alguna otra fuente que confirme dichos sucesos? Entre 1847-1851 el arqueólogo británico A. H. Layard descubrió, en las ruinas del palacio de Senaquerib, lo que ahora se conoce como el Prisma del rey Senaquerib o el Prisma de Taylor. En escritura cuneiforme se describen las hazañas de Senaquerib, según él las relató. ¿Se menciona a Ezequías? ¿Se dice algo acerca del tributo? Una traducción dice:
“Respecto a Ezequías el judío, que no se sometió a mi yugo, 46 de sus ciudades fuertes rodeadas de muros, como también las ciudades pequeñas circunvecinas, [...] yo asedié y las tomé”. El relato pasa a decir: “A él mismo, como a un pájaro en una jaula, lo encerré en Jerusalén, su ciudad real”. Sírvase notar que Senaquerib no afirma haber conquistado a Jerusalén, lo cual está en armonía con el relato bíblico. Pero ¿qué hay del tributo? “Aumenté el antiguo tributo, y le impuse como pago anual, un impuesto [...] de 30 talentos de oro y 800 talentos de plata [...] [y] toda clase de tesoros valiosos.” La versión bíblica claramente concuerda con el Prisma de Senaquerib, con la excepción del valor que se asigna al tributo de plata. ¿Debería esto hacernos dudar de la exactitud de la Biblia? ¿Por qué deberíamos creer la versión jactanciosa de Senaquerib en vez del modesto relato de la Biblia?
En el relato del Prisma, Senaquerib también afirma que se llevó a 200.150 prisioneros de Judá, mientras que el registro bíblico muestra que él mismo sufrió una pérdida terrible de 185.000 soldados en una noche (2 Reyes 18:13–19:36). ¿Cómo podemos explicar estas diferencias?
En su libro Light From the Ancient Past, el profesor Jack Finegan habla acerca del “tono generalmente jactancioso que impregna las inscripciones de los reyes asirios”. En Assyrian Historiography, el profesor Olmstead ofrece la siguiente opinión: “Cuando Senaquerib nos dice que él tomó de [...] Judá no menos de 200.150 prisioneros, y eso a pesar del hecho de que Jerusalén misma no fue capturada, podemos restar 200.000 [prisioneros] como producto de la imaginación exuberante del escriba asirio y aceptar 150 como la cifra que se aproxima a la verdadera cantidad [de prisioneros] que fueron capturados”.
¡Evidentemente, los informes de guerra exagerados no son una característica tan solo del siglo XX! Y el no admitir una derrota aplastante en un registro oficial no es nada nuevo. Pero ¡el punto es que la inscripción del Prisma de Taylor señala a la exactitud de la Biblia!
4. Consideremos un ejemplo más que confirma la historia bíblica. Cuando los israelitas ocuparon la Tierra Prometida hace más de 3.400 años, la tribu de Dan se apoderó del territorio al norte de Galilea. El registro bíblico dice:
“Y los hijos de Dan procedieron a subir y a guerrear contra [la ciudad cananea de] Lesem [Lais] y a tomarla [...] y empezaron a llamar Dan a Lesem, conforme al nombre de Dan su antepasado”. (Josué 19:47; Jueces 18:29.)
¿Existió alguna vez tal ciudad? ¿Se llamó alguna vez Dan? En Tell el-Qadi, en 1976, el arqueólogo Avraham Biran descubrió una loza de caliza que tenía una inscripción escrita en griego y arameo. El texto griego hace referencia a cierta persona llamada Zoilos, que hizo un voto al “dios que está en Dan”. Así los arqueólogos saben que están trabajando en el sitio de la antigua ciudad israelita de Dan, que antes se conocía como Lais o Lesem. Una vez más se muestra que la Biblia es exacta. Esto podría ilustrarse en mayor detalle con muchos otros ejemplos de hallazgos arqueológicos, si el espacio lo permitiera.
¿Es la Biblia una base confiable?
De hecho, vez tras vez los arqueólogos han usado la Biblia para establecer la localidad geográfica de muchos sitios antiguos. El arqueólogo Yohanan Aharoni saca a relucir el valor de la Biblia al respecto, pues escribe: “La Biblia sigue siendo la fuente principal de la geografía histórica de Palestina durante el período israelita. Sus narraciones y descripciones reflejan el ambiente geográfico como también los sucesos históricos que tuvieron lugar. Hace referencia a unos 475 nombres geográficos de la localidad, muchas de ellas en contextos que proporcionan detalles pertinentes acerca de la naturaleza, la ubicación y la historia de cierto lugar”. Esto es cierto a pesar del hecho de que “la Biblia no es ni un libro de texto geográfico ni una enciclopedia”.
Mientras más ahondamos tocante a los hechos y artefactos relacionados con la Biblia, más profundo llega a ser nuestro aprecio de lo exacta que es ésta. Pero los hechos y artefactos son una cosa, y la interpretación, teoría y especulación son otra. ¿Concuerdan siempre las interpretaciones de los arqueólogos? ¿Son ellos siempre completamente objetivos? ¿Se han de preferir las teorías de ellos al registro histórico de la Biblia?
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¿Debería dudarse de la Biblia por lo que diga la arqueología?¡Despertad! 1983 | 8 de noviembre
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¿Debería dudarse de la Biblia por lo que diga la arqueología?
¿POR qué es de interés la arqueología hoy día? Se debe a que es un instrumento valioso para investigar el pasado del hombre. Por ejemplo, por medio de ella se aclaran las ideas acerca de la geografía y la historia de las tierras bíblicas y los pueblos que vivían en éstas. Se basa en gran medida en las ciencias exactas y se propone alcanzar la misma norma de exactitud de éstas. Pero hay un factor principal que obra en contra de que se logre esto... el factor humano. Todo arqueólogo tiene sus propias creencias, sea que él o ella sea ateo, agnóstico, cristiano, judío o musulmán. ¿Hasta qué grado influirán en sus interpretaciones las creencias o ideas preconcebidas que él o ella tenga? ¿Pudieran impedirle que llegara a conclusiones exactas?
La investigación arqueológica es como el trabajo de detective. Se desentierran pruebas circunstanciales, en la forma de artefactos y restos (alfarería, fragmentos, ruinas, escombros de civilizaciones anteriores, esqueletos y cosas por el estilo). Entonces comienza la fase en la que se hacen deducciones: ¿Qué era el original del cual provino el fragmento? ¿A qué período corresponde su forma, color y composición? ¿Para qué se usaba? ¿De dónde provino originalmente... del lugar donde se encontró, o de algún otro sitio? ¿Procede de la capa de tierra donde se encontró, o se hundió a un nivel inferior con el pasar del tiempo debido a las condiciones de la localidad? Éstos y muchos otros factores pueden influir en la interpretación. Por eso, las conclusiones se basan en evidencia circunstancial y una combinación de interpretación objetiva y subjetiva.
El arqueólogo hebreo Yohanan Aharoni tenía mucha razón cuando escribió: “En lo que tiene que ver con interpretación histórica o historiogeográfica, el arqueólogo va más allá del campo de las ciencias exactas, y tiene que confiar en avaloraciones e hipótesis [suposiciones provisionales] para alcanzar un cuadro histórico general”.
¿Cuáles son algunos de los escollos que pueden existir cuando se evalúan los hallazgos de las excavaciones? El profesor Aharoni contesta: “La persona que excava tiene que distinguir cuidadosamente entre los diversos estratos de su montículo [que cubre las ruinas de una ciudad antigua] [...] Por lo general ésta no es una tarea fácil, pues los niveles mismos de un montículo en particular no descansan uniformemente unos sobre otros. [...] Generalmente las inscripciones solo suministran un terminus a quo [punto de partida] para el estrato al que corresponden porque siempre existe la posibilidad de que los objetos que tengan las inscripciones hayan sido usados por un largo período, o hasta se hayan vuelto a usar después que los primeros propietarios se hayan deshecho de ellos. [...] El establecer comparaciones con otros países es a veces peligroso también, pues uno pudiera caer en el círculo vicioso que consiste en que los objetos de la otra cultura tal vez hayan sido fechados según su relación con la [cultura] palestina, sin que se diera suficiente importancia a las circunstancias en torno al descubrimiento y a las cronologías relativas implicadas en el asunto. Está de más decir que las consideraciones históricas son especialmente arriesgadas, puesto que siempre envuelven ciertas presuposiciones y actitudes subjetivas. Por lo tanto, siempre tenemos que recordar que no todas las fechas son absolutas, y que son dudosas a diversos grados”. (Cursivas nuestras.)
¿Cómo cruzaron el mar Rojo los israelitas?
Las advertencias que se dan arriba son muy apropiadas hoy día, cuando tantos arqueólogos están publicando sus hallazgos, teorías y cronologías contradictorias. Tomemos como ejemplo el éxodo de los israelitas, cuando salieron de Egipto y escaparon a través del mar Rojo. El registro bíblico indica claramente que los carros y la caballería de Egipto persiguieron a los israelitas y se acercaron a ellos cuando éstos llegaron al mar Rojo. ¿Cómo podían escapar los israelitas si el mar les impedía el paso? El relato bíblico contesta:
“Moisés ahora extendió su mano sobre el mar; y Jehová empezó a hacer que se retirara el mar [¿cómo?] por un fuerte viento del este durante toda la noche y que se convirtiera la cuenca del mar en suelo seco, y las aguas iban partiéndose. Por fin los hijos de Israel fueron por en medio del mar sobre tierra seca, mientras las aguas eran un muro para ellos a su derecha y a su izquierda”. (Éxodo 14:21, 22.)
Sírvase notar los detalles específicos de este relato. No habla simplemente de un viento fuerte, sino de un “fuerte viento del este”. Las aguas se dividieron, de modo que el suelo del mar se convirtió en tierra seca. La atención que se da a los detalles demuestra que se trata del relato de un testigo ocular, como en el caso de la versión poética de este acontecimiento que se describe en la canción de Moisés, la cual se encuentra en el capítulo 15 de Éxodo. A medida que los carros y las fuerzas militares de Faraón se apresuraron dentro de aquella misma brecha para perseguir a los israelitas, “las aguas agitadas procedieron a cubrirlos; bajaron cual piedra a las profundidades”. (Éxodo 15:5.)
El método que se usó para dividir las aguas se confirma en la canción: “Y por un soplo de tus narices se amontonaron aguas; paradas quedaron como una represa de inundaciones; las aguas agitadas se quedaron cuajadas en el corazón del mar”. (Éxodo 15:8.)
¿Qué dicen los eruditos?
Varios expertos han formulado diversas teorías para buscar una explicación racional de aquel acontecimiento milagroso. No necesariamente tratan de decir que los israelitas no cruzaron el mar Rojo, sino que tratan de dar una explicación que muestre que no fue cuestión de intervención divina. Por ejemplo, las palabras hebreas para mar Rojo son yam suph, “mar de juncos o cañas”. Por eso algunos dicen que los israelitas simplemente cruzaron una región pantanosa. Pero si se hubiera tratado de una región pantanosa, difícilmente hubiera habido una columna de agua a la derecha y otra a la izquierda, como el relato dice que hubo. Las aguas de un pantano ciertamente no ‘cubrirían los carros de guerra y a los soldados de caballería’ de la fuerza militar egipcia. (Éxodo 14:28.)
El egiptólogo Hans Goedicke propuso recientemente otra teoría. Su explicación del relato de Éxodo es que en el año 1477 a. de la E.C. hubo una tremenda erupción volcánica en la isla de Thera, a unos 800 kilómetros al noroeste del punto donde los israelitas supuestamente cruzaron el mar. Dicha erupción creó un tsunami, o una enorme ola marina, que pudiera haberse extendido hasta la zona sureste del Mediterráneo y entrado en el delta del Nilo hasta la orilla de la meseta desértica. Esto, teóricamente, hubiera hecho que los egipcios se ahogaran en tierra de bajo nivel, mientras los israelitas estaban a salvo en terreno que supuestamente era más alto.
Es patente que esta teoría casi no toma en cuenta los hechos que se presentan en la Biblia. Pero ¿qué han opinado otros eruditos acerca de la teoría del Dr. Goedicke? Charles Krahmalkov, de la Universidad de Michigan (E.U.A.), la rechaza debido a que, entre otras razones, “no hay nada en ninguna de las descripciones bíblicas del Éxodo que dé la idea más remota de que hubiera habido una ola enorme”. Entonces pasa a ofrecer otra teoría, ¡según la cual los israelitas cruzaron el mar en embarcaciones y los egipcios que los perseguían se ahogaron debido a vientos tempestuosos que hundieron sus barcazas! Entonces añadió: “Está de más decir que dicha reconstrucción es pura conjetura. Pero se apega mucho más al texto bíblico que la versión del profesor Goedicke”. Esto ciertamente es asunto de opinión.
Un tercer erudito, Eliezer D. Oren, de la Universidad Ben Gurion, del Neguev, presentó argumentos convincentes en contra de la teoría de un tsunami y sugirió otra teoría que él consideraba todavía más apegada a la realidad. Sin embargo, añadió la siguiente declaración importante: “No debemos olvidar que [esto] [...] de ningún modo se puede demostrar mediante pruebas arqueológicas. Personalmente estoy convencido de que el Milagro del Mar —obra maestra de composición literaria— tiene muy poca relación con la historia o [...] ‘la experiencia real’”.
¿Quién tiene la razón?
La declaración del Dr. Oren nos lleva al punto crucial del asunto. ¿Han de creer los cristianos que las porciones principales de la Biblia son meramente ‘obras maestras literarias’ que no tienen relación con la “experiencia real”? ¿O pueden ellos confiar en la Biblia como la Palabra inspirada de Dios? ¿Debemos dejar que influyan en nosotros las teorías contradictorias de los arqueólogos y los eruditos, o deberíamos aceptar como confiable el testimonio de los escritores bíblicos y de Jesucristo mismo?
El apóstol Pablo escribió a su compañero cristiano Timoteo: “Desde la infancia has conocido los santos escritos, que pueden hacerte sabio para la salvación por medio de la fe relacionada con Cristo Jesús. Toda Escritura es inspirada de Dios y provechosa [...] para rectificar las cosas”. Algún tiempo antes él había dicho a los creyentes de Roma: “¿Cuál, pues, es el caso? Si algunos no expresaron fe, ¿acaso su falta de fe hará sin efecto la fidelidad de Dios? ¡Jamás suceda eso! Antes sea Dios hallado veraz, aunque todo hombre sea hallado mentiroso”. (2 Timoteo 3:15, 16; Romanos 3:3, 4.)
Entonces, ¿por qué creen los testigos de Jehová que la Biblia es inspirada? ¿Depende la fe de ellos de los hallazgos arqueológicos? En pocas palabras, la prueba de que la Biblia es inspirada se halla en la Biblia misma, no en la arqueología. Es una cosa escribir la historia con exactitud; es otra escribir la historia con exactitud de antemano. Lo último es profecía. La Biblia contiene centenares de profecías que se han cumplido, lo cual atestigua que es de origen divino. Por ejemplo, se ha calculado que tan solo en Jesucristo se cumplieron 332 diferentes profecías de las Escrituras Hebreas.
Otro factor poderoso que apoya la autenticidad de la Biblia es el que su testimonio se basa en relatos suministrados por verdaderos testigos oculares de aquellos sucesos, entre los cuales a menudo figura el escritor mismo. Es así en el caso del relato de Éxodo, que Moisés escribió. ¿Tenemos alguna razón para dudar de su honradez como testigo? No, si también admitimos que escribió por inspiración divina (2 Timoteo 3:16). El hecho de que francamente se haya criticado a sí mismo es también una prueba excelente de que él es digno de confianza. No oculta el hecho de que mató a un egipcio al defender a un compañero israelita. Tampoco minimiza la falta de humildad que desplegó y el castigo que le sobrevino cuando hizo que de la roca saliera agua. (Éxodo 2:11, 12; Números 20:9-13; compare el caso de David en 2 Samuel 11; Salmo 51.) Para prueba más detallada sírvase leer el libro ¿Es la Biblia realmente la Palabra de Dios?, publicado por la Sociedad Watchtower.
¿Deberían las teorías hacer vacilar su fe?
Los cristianos reciben estímulo cuando los arqueólogos desentierran con paciencia y destreza pruebas positivas, las cuales a menudo confirman y aclaran lo que dice la Biblia. Los hechos y los artefactos pueden decirnos mucho tocante al modo de vivir en la antigüedad. Las inscripciones pueden suministrar información valiosa. Por supuesto, ya que muy pocas personas escriben una autobiografía desfavorable, las inscripciones se tienen que examinar con gran cuidado.
Sin embargo, cuando los expertos comienzan a ofrecer sus interpretaciones, conjeturas y teorías sobre el significado de algún descubrimiento arqueológico o el fechar cierto artefacto, entonces es prudente que el cristiano proceda con cautela. Jehová inspiró a hombres fieles para que escribieran Su Palabra, no para que nos engañaran con fantasías literarias. Yohanan Aharoni tenía razón al declarar: “Diferentes eruditos consideran que varios pasajes [de la Biblia] son puramente creaciones utópicas o literarias que no tienen absolutamente ninguna base política, geográfica ni práctica. Ponemos seriamente en duda esta opinión; parece que la mayoría de los textos geográficos provienen de situaciones de la vida real, mientras que solo nuestro entendimiento imperfecto y la información incompleta impiden que establezcamos su contenido histórico”. (Las cursivas son nuestras.)
Parece que la arqueología bíblica de nuestro día se divide en dos campos que están vagamente definidos. Por un lado tenemos a los investigadores beatos y patrióticos que procuran apoyar el registro bíblico y sus propias alegaciones nacionales y étnicas. Y por otro lado está el campo de los que, en las palabras del profesor J. E. Barrett, tienden “a desprestigiar el fervor, el patriotismo o la sabiduría aceptada de sus colegas (generalmente de más edad)”. El mismo profesor de arqueología agrega: “Hay una extraña clase de fariseísmo (por no decir regocijo sadístico) entre los que nos aseguran que ellos no son beatos. [...] El estudiante moderno de arqueología debería estar al tanto de estos juegos que los profesionales juegan entre sí para superarse unos a otros”.
Tenemos que recordar que los arqueólogos solo son humanos y, por lo tanto, están llenos de todas las debilidades que caracterizan la imperfecta naturaleza humana. La ambición, el deseo de obtener gloria, el espíritu de competencia, el verse profundamente envuelto en lo subjetivo... éstos y otros factores pueden influir en la opinión o interpretación del experto.
Por ejemplo, cierto arqueólogo prominente del siglo XIX exageró gravemente su posición con relación a las joyas antiguas que había descubierto en Troya y las máscaras de oro que se habían hallado en Micenas. Respecto a dicha exageración un profesor de arqueología moderna hizo el siguiente comentario significativo: “Estos dos ejemplos ilustran cómo el interés romántico en el mundo antiguo puede influir en el juicio del arqueólogo... la tentación de identificar lo que hallamos con lo que queremos hallar. Tal vez el problema se intensifique en el caso del arqueólogo bíblico, cuya religiosidad y patriotismo a menudo nutren y renuevan el interés romántico que le movió a hacerse arqueólogo o arqueóloga en primer lugar”. (Cursivas nuestras.) Y, por supuesto, el mismo problema también puede influir en los arqueólogos agnósticos o ateos, prescindiendo de lo sincero que él o ella sea.
Entonces, ¿debería vacilar la fe cristiana debido a las teorías que tantos eruditos y arqueólogos han presentado? Recuerde que solo son teorías y opiniones humanas, sujetas a cambios y a los caprichos del tiempo y la erudición. El elemento humano, incluso el orgullo y la ambición, es muy patente también. Lo que el profesor Barrett escribió en Biblical Archaeology Review (enero/febrero de 1981) es cierto: “La religiosidad, el patriotismo, la ideología, el entrenamiento, y las expresiones contrarias a estas cosas, ejercen influencia en el juicio del arqueólogo, tal como influyen en el del historiador. En momentos de sinceridad, todo arqueólogo profesional sabe esto... los mejores eruditos lo reconocen en su propio caso; otros solo lo reconocen en el caso de sus colegas”. (Cursivas nuestras.)
Por lo tanto, el cristiano razonable no espera que la arqueología suministre pruebas absolutas tocante a todo lo que se dice en la Biblia, especialmente en este sistema de cosas imperfecto. No obstante, sabe que pronto vendrá el tiempo en que será posible verificar perfectamente muchísimos de los relatos bíblicos tocante a personas y sucesos. ¿Por qué? “Porque viene la hora en que todos los que están en las tumbas conmemorativas oirán su voz y saldrán” (Juan 5:28, 29). Sí, cuando acontezca la resurrección será posible hacer preguntas a los que de veras vivieron la historia bíblica. ¡Qué fascinante será escucharles proveer los detalles de tantos relatos bíblicos que nos intrigan hoy día! Ya no será asunto de recurrir a teorías y especulación humanas para saber dichos detalles. ¡Los mismos testigos oculares de tales acontecimientos presentarán los hechos! ¿Estará usted presente para oírlos?
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