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En las garras de la muerte¡Despertad! 1981 | 8 de febrero
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En las garras de la muerte
Un sobreviviente de un desastre en el Mar del Norte cuenta su historia
“SENTÍ la plataforma hundirse debajo de mí, y en cosa de segundos me hallé en el agua. Sentí que se me halaba hacia abajo, bien abajo,” recuerda Jahnsen. ¡Pero salió vivo de ello!
Jahn Otto Jahnsen, de 23 años de edad, residente de Grimstad, Noruega, estaba a bordo de la plataforma de servicio con función de hotel “Alexander L. Kielland” cuando ésta se volcó en medio del Mar del Norte el 27 de marzo de 1980. De los 212 hombres que estaban en la plataforma, 123 perdieron la vida en lo que fue el peor desastre de tiempos de paz de Noruega en este siglo.
La plataforma era una estructura inmensa con una altura total de 99 metros desde los flotadores inferiores hasta la parte superior de la torre de perforación. Se le había convertido de instalación para perforación en una plataforma-hotel, y estaba situada al lado de la plataforma de acero fija “Edda” en el yacimiento petrolífero de Ekofisk.
Aquella noche Jahnsen había bajado a un pequeño cine en la plataforma-hotel. Recuerda lo siguiente: “Oí un golpe, luego otro. Al principio pensé que era una oleada que estaba golpeando la cubierta de la plataforma, porque el tiempo estaba tempestuoso. Entonces oímos un tercer golpe, y de repente la entera plataforma se volcó hacia un lado. En segundos la cubierta estuvo en un ángulo de 35 a 40 grados.” Evidentemente se había fracturado una abrazadera, lo cual hizo que se quebrara uno de los cinco soportes principales de la plataforma.
Todos los que estaban en el cine salieron. Pero, más arriba en la estructura, los que se hallaban en un teatro más grande se vieron atrapados... no podían llegar a las puertas debido a que el piso estaba inclinado.
“Salí a un corredor y, con grandes esfuerzos, logré subir. Algunos hombres estaban sobrecogidos de terror. Se oían gritos. Algunos, al caer, se habían lastimado, y todos estábamos asustados.
“Logré abrir una salida de emergencia, una puerta de acero. Tuve que empujarla hacia arriba, y era muy pesada. Cuando por fin pude abrirla, salí trepando y llegué a la resbaladiza cubierta. Pero la ropa que llevaba puesta era demasiado ligera para los helados vientos invernizos.” La temperatura del aire era de unos cinco grados centígrados, y los vientos tenían la fuerza de una tempestad.
Subiendo con esfuerzo por una escalera, Jahnsen logró llegar a uno de los botes salvavidas que se hallaban en lo más alto de la cubierta inclinada.
¡Al mar!
“Algunos hombres se metieron en el bote salvavidas, pero yo simplemente no pude atreverme a hacerlo,” dice él. “Cuando lo bajaron, se estrelló contra la plataforma. Que yo sepa, solo uno de los hombres que subió a él salió vivo... y unos 10 perdieron la vida.”
Mientras observaba esto, Jahnsen recibió un chaleco salvavidas y se lo puso. Varios hombres se presentaron después de él, pero no había suficientes chalecos para todos.
“La cubierta se inclinó más todavía y comprendimos que teníamos que meternos en el agua,” recuerda Jahnsen. “Tratamos de bajar por uno de los gigantescos ejes o soportes. Este tenía un diámetro de ocho metros, y ahora salía desde la cubierta en posición casi horizontal, muy por encima del agua. Debe haber estado a una distancia de 20 metros de la superficie del mar. Otros rompieron los cristales de algunas ventanas de las secciones de alojamiento y luego bajaron andando por las paredes.”
Lo que aconteció entonces sucedió rápidamente.
“La plataforma siguió inclinándose cada vez más. Nos habíamos agarrado de un cable de 10 centímetros de grueso, que se extendía por todo el soporte. De repente este cable se quebró y hubo una lluvia de chispas alrededor de nosotros. Afortunadamente, el cable no me dio. Pero sí le dio a un hombre que estaba cerca de mí, y éste cayó al mar.”
Justamente en ese momento la plataforma se sumergió. Afortunadamente, Jahnsen tenía puesto el chaleco salvavidas.
La “Alexander L. Kielland” se había volcado. Los cuatro soportes que le quedaban a la plataforma sobresalían del agua. Muchos amigos de Jahnsen estaban presos en cuartos y corredores dentro de la plataforma gigantesca, de 40 a 50 metros bajo la superficie.
“Alcancé a ver un barco de abastecimiento. Este estaba averiado y lleno de agua, pero me metí en él y más tarde ayudé a otros cuatro hombres a subir a bordo,” dice él.
Durante unas cuantas horas después las olas aumentaron hasta alcanzar alturas de 15 metros.
“Mientras el viento y las olas lanzaban nuestra embarcación a un lado y después a otro, vimos a muchos hombres en el mar, algunos lesionados. Otros flotaban cabeza abajo, inmóviles.
Desde la cubierta de la plataforma de perforación vecina “Edda,” a 30 metros sobre el agua, se arrojaban balsas de goma a los hombres que luchaban por su vida abajo. El viento y las olas se llevaban la mayoría de éstas, pero en algunos casos manos fuertes lograron agarrarlas y utilizarlas. Jahnsen se agarró de una de ellas.
“La balsa estaba flotando al revés, pero pudimos voltearla, y tres de nosotros logramos subir a bordo. Nos sentamos en agua que nos llegó hasta la cintura. Pero era una balsa que tenía una tienda sobre ella, y ésta nos abrigó de los vientos helados. Dentro de unos minutos pudimos sacar a más hombres del agua, hasta que hubo nueve de nosotros a bordo de esta balsa.”
Todo esto aconteció con gran rapidez.
“Solo pasaron entre 10 y 15 minutos desde el primer golpe hasta que se volcó la plataforma, y no creo que pasó más de un cuarto de hora desde que caímos al agua hasta que nos hallamos a bordo de la balsa de goma.”
Pero entonces pasaron unas tres horas flotando sobre las aguas.
“Las olas se fueron haciendo cada vez más grandes. La mayoría de nosotros nos mareamos y vomitamos. Un hombre tenía una cortadura muy fea en la cabeza y parecía que estaba algo aturdido, pero pudo mantenerse sentado derecho. Más tarde empezamos a ver barcos de los que traían los suministros. A veces se acercaban mucho, pero, por ser tan altas las olas, dudo que nos vieran.”
Un helicóptero allá arriba
A bordo de la balsita de goma los hombres lentamente empezaron a cobrar el juicio y entonces empezaron a golpearse y a darse masajes para calentarse.
“Durante todo el tiempo oíamos helicópteros,” recuerda Jahnsen, “pero pasaban y se iban. De repente, aproximadamente a las 11, un haz de luz fuerte se concentró en la abertura de la tienda de nuestra balsa. Oímos el sonido de un helicóptero, cada vez más fuerte. Nos asomamos y lo vimos cerniéndose sobre nosotros, y también vimos que de él estaban bajando a un hombre. Debido a las olas él no dio en la balsa, y tuvieron que volver a subirlo.”
El helicóptero giró alrededor de nuevo, y, cuando regresó, el hombre acertó a dar en la pequeña balsa con el cable de rescate.
“‘¿Está todo bien?’ fue todo lo que dijo. Sin esperar que respondiéramos, colocó una cinta alrededor del primer hombre. Hacia arriba se fue éste para que lo recogieran en el helicóptero militar británico. Uno tras otro los hombres fueron subiendo en rápida sucesión, y el último que salió de la balsa fue el inglés.
“El helicóptero voló alrededor una vez más en busca de otros sobrevivientes, y luego, después de unos 20 minutos, bajaron a nuestro grupo de nueve hombres en el ‘hotel Ekofisk,’ una plataforma grande que fue construida como plataforma fija para servir exclusivamente como lugar de alojamiento. Unos hombres vinieron corriendo al helicóptero, de dos en dos, para llevarnos al hospital de la plataforma. Aquí nos envolvieron en mantas calientes, nos suministraron algo caliente de beber y nos dieron masajes.”
Para cuando llegó a su fin la operación de salvamento, marineros y aviadores de muchos países habían participado en ella, la mayor que se había efectuado hasta entonces en el Mar del Norte. Tomaron parte en ella 2.000 hombres y 47 barcos, mientras que 24 helicópteros y aviones efectuaron su parte desde arriba en busca de los sobrevivientes.
“Nosotros fuimos los primeros transportados al hotel Ekofisk,” dice Jahnsen. “Todos nosotros, hasta el que había recibido lesiones, salimos bien de la experiencia. A las 2:30 de la mañana un helicóptero nos llevó al Hospital Rogaland, en Stavanger, Noruega. La mañana siguiente me permitieron salir del hospital, y aquella misma noche me hallé de nuevo con mi familia en Grimstad, 24 horas después que todo aquello había empezado.”
Jahnsen se considera afortunado. Sobrevivió, y no recibió lesiones ni tuvo problemas con los nervios después. Es albañil de profesión, y solo había aceptado trabajo en el Mar del Norte durante la temporada invernal de poca actividad. Ahora se ha propuesto permanecer en tierra.
“El suceso imprevisto”
Aquella noche de marzo en el Mar del Norte hubo para algunos escaso margen entre la vida y la muerte. Fue una ilustración terrible de cómo la casualidad puede decidir si un hombre ha de permanecer vivo o morir... o, para expresarlo como lo expresa la Biblia: “No tienen los veloces la carrera, ni los poderosos la batalla, . . . porque el tiempo y el suceso imprevisto les acaecen a todos.”—Ecl. 9:11.
Cuando azota un desastre, muchas veces la pura casualidad puede ser el factor determinante. Si Jahn Otto Jahnsen hubiese ido al cine grande en vez de al pequeño, si hubiese entrado en el barco salvavidas en vez de haber salido sobre el inmenso soporte de la plataforma, si hubiese llegado demasiado tarde para recibir un chaleco salvavidas, si hubiese tenido agarrado el cable de acero cuando éste se partió, si no se hubiese subido a bordo de una balsa que estuviese cubierta con una tienda... en todos estos casos pudiera haber perdido la vida en vez de haber sobrevivido. No cabe duda de que el hecho de que él era joven y estaba bien entrenado y acostumbrado a la natación submarina contribuyó a su supervivencia, pero estos factores no fueron los factores determinantes.
Lo que determina el resultado en situaciones como ésta no es el ser de “los veloces” ni de “los poderosos”; dominan el momento propicio y el “suceso imprevisto.” A pesar de lo que sostengan algunos líderes religiosos, no es cierto que Dios esté obrando de modo especial cuando ocurren desastres como éste. Al contrario, por medio de la Biblia Dios explica claramente que mucho de lo que acontece en la vida sucede por simple casualidad.
El salir de las garras de la muerte fue como un milagro para muchos de los sobrevivientes y produjo un sentido de gratitud por estar vivos. De hecho, muchos de nosotros experimentamos el mismo sentido de gratitud al leer un relato como éste. Después de todo, debemos sentirnos agradecidos por la vida cada día, por tener tiempo en el cual podemos hacer algún bien a nuestro prójimo y manifestar gratitud a nuestro Creador... “porque el tiempo y el suceso imprevisto” nos acaecen a todos.
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Nuestra búsqueda de la fama en el cuadrilátero¡Despertad! 1981 | 8 de febrero
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Nuestra búsqueda de la fama en el cuadrilátero
ERA el 21 de enero de 1966. Mientras estaba sentado en el taburete de mi rincón del cuadrilátero, presentía que estaba por fin al umbral de la fama y la fortuna. Solo me quedaba ganar esta pelea para ser proclamado campeón español de los pesos pesados. El próximo paso sería el campeonato europeo.
De repente, el sonido del gong interrumpió mis pensamientos, y empezó el primer asalto. Mi contrincante, Mariano Echevarría, evidentemente compartía mis ambiciones y entramos en un duelo durísimo que
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