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¿Es posible eliminar el crimen por medio de la ley?¡Despertad! 1979 | 22 de noviembre
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Al adoptar una ley puede que hasta hagamos más popular la conducta prohibida.”
Esto muestra por qué los gobiernos del mundo no pueden erradicar el crimen por medio de la ley. ¿Dónde, pues, podemos hallar esperanza?
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Cómo se pondrá alto al crimen¡Despertad! 1979 | 22 de noviembre
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Cómo se pondrá alto al crimen
Llegando a la raíz del problema
ES OBVIO que la eliminación del crimen exige la eliminación del pecado... la erradicación de todo vestigio del pecado que mora en cada uno de nosotros individualmente. Pues la ley no puede funcionar de la manera que se propone o se desea que funcione a menos que, individualmente, las personas apoyen sus principios. A la inversa, si se remueve el pecado de nosotros, entonces desde nuestro interior, desde el corazón, nos dejaríamos guiar por el amor y los principios correctos, que son la sustancia de la ley. Entonces no habría necesidad de un código de leyes que prohibiera ciertos males y especificara las penalidades.
Como declaran las Escrituras: “No se promulga la ley para el justo, sino para los desaforados e ingobernables, impíos y pecadores.” (1 Tim. 1:9) La persona justa, puesto que está libre de deseos y pensamientos malos, “naturalmente” haría lo correcto.
Fue para revelarnos este hecho, para informarnos de nuestra necesidad, que Dios dio a Israel la Ley, y ésa es la razón por la cual la tenemos en forma impresa hoy día, para que todos puedan leerla. Al estar convencidos de nuestra mala situación, estamos en la debida posición para investigar el camino de justicia de Dios. Solo Dios, que es el Soberano Universal, puede proveernos el camino. Él ha hecho esto, y el camino verdaderamente es muy sencillo.
El arreglo de Dios para justicia
La Biblia traza las líneas generales del arreglo de Dios. Está al alcance de todo el género humano. Puesto que todos somos pecadores, que hemos heredado la imperfección de nuestros antecesores, empezando con el pecaminoso Adán, no podemos librarnos por nuestra propia cuenta. Ninguna ley nos puede salvar. El único modo en que se nos puede librar es que alguien no culpable tome sobre sí la pena por nuestros pecados. Esto es lo que Dios ha arreglado por medio de enviar a su Hijo a la Tierra como hombre perfecto, justo. Leemos: “Pues, dado que había incapacidad de parte de la Ley, en tanto que era débil a causa de la carne, Dios, por medio de enviar a su propio Hijo en semejanza de carne pecaminosa y tocante al pecado, condenó al pecado en la carne.”—Rom. 8:3.
Aclaran aún más este hecho los apóstoles Pablo y Pedro al escribir, respectivamente: “Al que no conoció pecado [Cristo] él lo hizo pecado por nosotros, para que nosotros llegásemos a ser justicia de Dios por medio de él.” Y: “Él [Cristo] mismo cargó con nuestros pecados en su propio cuerpo sobre el madero, para que acabásemos con los pecados y viviésemos a la justicia.”—2 Cor. 5:21; 1 Ped. 2:24.
Aun si aceptamos el arreglo de Dios ejerciendo fe en su provisión por medio de Cristo, no nos libramos de nuestra imperfección en la carne en este tiempo, pero sí llegamos a disfrutar de una condición favorable ante Dios. Entonces, “si alguno comete un pecado, tenemos un ayudante para con el Padre, a Jesucristo, uno que es justo. Y él es un sacrificio propiciatorio por nuestros pecados, empero no solo por los nuestros, sino también por los de todo el mundo.” (1 Juan 2:1, 2) De modo que toda persona tiene la oportunidad, si así lo desea, de ejercer fe en el arreglo y las promesas de Dios.
Habiendo hecho esto, el que tiene fe vivirá lo mejor que puede según los justos principios que se exponen en la Biblia. Las líneas generales de estos principios están trazadas especialmente en las Escrituras Griegas Cristianas, que comúnmente se llaman el Nuevo Testamento. Cuando peque, puede recibir perdón por medio de arrepentimiento y oración sobre la base del sacrificio expiatorio de Cristo. (Compare con Salmo 51:1-7.) Entonces hace todo lo posible para no repetir ese pecado. Pero Dios no lo declara culpable y condena sobre la base de algún código de leyes, puesto que los cristianos están libres de la ley mosaica. (Gál. 5:18) El apóstol Pablo explicó que Dios nos da su espíritu para ayudarnos. Al referirse a su ministerio dijo que no era “de un código escrito, sino de espíritu; porque el código escrito condena a muerte, mas el espíritu vivifica.”—2 Cor. 3:6.
Pero, si los que ejercen fe en Cristo y tratan de seguir su ejemplo cometen pecados, ¿cómo podría haber un mundo sin ley? Porque los cristianos esperan con anhelo que se les haga perfectos al debido tiempo, y así se les libre de la contaminación del pecado heredado. En cuanto a un mundo justo sin ley, los cristianos oran: “Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre. Venga tu reino. Efectúese tu voluntad, como en el cielo, también sobre la tierra.” (Mat. 6:9, 10) El que se haga la voluntad de Dios en la Tierra así como se hace en el cielo quiere decir que habrá perfección absoluta en este planeta, como se propuso Dios al tiempo que originalmente creó a la humanidad. (Gén. 1:26-28) Él prometió efectuar esta condición por medio de limpiar de la Tierra a todos los que insisten en cometer desafuero. (Sal. 37:34) Dios describe, en Revelación 21:3, 4, las condiciones terrestres que existirán bajo su reino: “Él limpiará toda lágrima de sus ojos, y la muerte no será más, ni existirá ya más lamento ni clamor ni dolor. Las cosas anteriores han pasado.”
Entonces, puesto que la gente amará a Dios, se amarán unos a otros y se deleitarán en hacer cosas que resulten en bien y no en daño, no hará falta un código de leyes. ¿Cómo será posible esto? Porque el espíritu de Dios prevalecerá y guiará a la gente desde el corazón, no por medio de un código escrito. La Biblia describe esta influencia del espíritu de Dios: “El fruto del espíritu es: amor, gozo, paz, gran paciencia, benignidad, bondad, fe, apacibilidad, gobierno de uno mismo. Contra tales cosas no hay ley.” (Gál. 5:22, 23) No se necesitarán leyes que restrinjan o regulen estas cualidades. Al describir esta situación la Biblia la asemeja a estar bajo la “ley [cristiana] que pertenece a la libertad.” (Sant. 1:25) Dios les escribirá esta ley “en su corazón.” (Heb. 8:10; 10:16) Mientras más abundantes sean estos frutos del espíritu, más abundantemente se promueve la paz. Esta es la libertad que Dios promete a los que, por fe, llegan a ser sus hijos.—Rom. 8:21.
[Ilustración de la página 13]
Por fe, “la creación misma también será libertada de la esclavitud a la corrupción y tendrá la gloriosa libertad de los hijos de Dios.”—Rom. 8:21.
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