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  • ¿Por qué hay pecados imperdonables?

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  • ¿Por qué hay pecados imperdonables?
  • La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1975
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La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1975
w75 15/12 págs. 751-752

¿Por qué hay pecados imperdonables?

CUANDO el poeta alemán Heinrich Heine yacía en su lecho de muerte y reflexionó sobre la vida relajada que había llevado, se infundió confianza con este pensamiento: “Dios me perdonará. Para eso está.” Al decir eso, Heine solo estaba haciendo eco a lo que el poeta inglés Pope dijo un siglo antes: “El pecar es humano; perdonar, divino.”

Es cierto que Jehová Dios se deleita en perdonar. Por eso el profeta Miqueas escribió: “¿Quién es un Dios como tú, uno que perdona el error y pasa por alto la transgresión del resto de su herencia? Ciertamente no tendrá asida su cólera para siempre, porque se deleita en la bondad amorosa.” Moisés y David dieron testimonio similar de la anuencia de Dios a perdonar.—Miq. 7:18; Éxo. 34:6, 7; Sal. 103:2, 3.

Pero no debemos concluir por esos textos que Dios se deleita tanto en la misericordia que está dispuesto a perdonar todos los pecados, prescindiendo de su naturaleza. ¿Por qué no? Porque Jehová es un Dios, no solo de amor, sino también de sabiduría y justicia. El que él perdonara todos los pecados no sería ni sabio ni justo, y precisamente las leyes de Dios son sabias y justas, para que haya paz y orden en su universo.

El que Dios perdonara todos los pecados sería dar estímulo a la comisión de pecados. De hecho, eso haría que sus leyes fueran fútiles, vacías, inútiles. ¿Cómo? Por ejemplo, si a todos los que violaran las leyes de tránsito se les perdonara benignamente, ¿por qué molestarse en hacer esas leyes?

Jehová Dios hizo al hombre con libre albedrío; es decir, lo hizo con capacidad de distinguir entre hacer lo que es correcto por medio de obedecer la ley de Dios y hacer lo que es incorrecto por medio de desobedecerla, y hacer cualquiera de las dos cosas con libertad para escoger. Sin embargo, con la libertad de escoger también vino la responsabilidad de uno por sus acciones. Es por eso que, cuando Jehová Dios le habló a Moisés en cuanto a Su gran bondad amorosa y Su anuencia a perdonar, pasó a decir: “pero de ninguna manera dará exención de castigo.” Sin embargo, Jehová no se estaba refiriendo aquí al castigo de destrucción eterna.—Éxo. 34:7.

No obstante, el apóstol Juan expresa que hay pecados que ‘incurren en muerte,’ es decir, que sí merecen destrucción eterna, y que sería inútil el que otros oraran por el perdón de esos pecados. (1 Juan 5:16, 17) ¿Qué gobierna el que cierto pecado sea perdonable o no? Su índole y circunstancias. Entre los pecados que Jehová sin duda no perdonó estuvieron los de Adán y Eva. Como prueba para determinar su aprecio Dios les dio un mandamiento sencillo; no habían de comer del fruto de cierto árbol; y les advirtió las consecuencias que les vendrían si comían de él. Ellos fueron creados en perfección de mente y cuerpo. Voluntariosa y deliberadamente desobedecieron. No podían ni aducir ignorancia, como pudo hacer más tarde el apóstol Pablo, ni alegar imperfección heredada y la tendencia a pecar, como pudo hacer el rey David. Por eso, ¿qué base había para perdonar los pecados de Adán y Eva? ¡Absolutamente ninguna!

Sin duda uno de los ejemplos más notorios de un pecado imperdonable fue el que cometió Judas Iscariote. Judas había acompañado a Jesús por dos años o más, había oído la enseñanza de Jesús, lo vio ejecutar milagros, y sabía que Jesús era el Hijo de Dios. También debe haber notado que el grupo entero de evangelizadores eran sinceros, honrados, altruistas. Sin embargo, ante todo esto Judas fue un hipócrita, un ladrón voluntarioso y deliberado. Y traicionó a Jesús no simplemente por codicia, sino por rencor, porque Jesús aprobó que lo ungieran con ungüento costoso. Judas se enfadó porque el que este dinero se usara para ungüento lo privó de otra oportunidad de hurtar, ya que él era el tesorero del grupo de discípulos de Jesús. Habiendo endurecido tanto su corazón, se había extralimitado tanto que no podía expresar ningún pesar a Dios, se había extralimitado tanto que no podía hacer ninguna petición de perdón divino. Por estas razones Jesús lo llamó el “hijo de destrucción.”—Mat. 26:6-16; Juan 12:1-8; 17:12.

Entre otros pecados que no podían ser perdonados estuvieron los de los escribas y fariseos al perseguir a Jesús y hacer que fuera ejecutado. Ellos podían ver, por lo que Jesús enseñaba y los milagros que ejecutaba, que Dios lo había enviado. (Juan 3:2; 14:11) Pero porque él puso de manifiesto la hipocresía de ellos y amenazó el dominio egoísta que ejercían sobre la gente común, maliciosamente atribuyeron Sus obras a Satanás el Diablo. Hablando del pecado de ellos, Jesús dijo: “A cualquiera que hable contra el espíritu santo, no le será perdonado, no, ni en este sistema de cosas ni en el venidero.”—Mat. 12:31, 32.

Sí, cuando estos hombres vieron el espíritu santo de Dios en acción en Jesús —echando fuera demonios, curando a los enfermos y levantando a los muertos— y expresaron con gesto escarnecedor que lo estaba haciendo por el poder del Diablo mismo, de veras estaban blasfemando contra el espíritu santo de Dios. Aptamente Jesús los censuró: “Serpientes, prole de víboras, ¿cómo habrán de huir del juicio del Gehena?”—Mat. 23:33.

Que los cristianos verdaderos tienen que estar en guardia contra el cometer pecados imperdonables se desprende claramente de las palabras del apóstol Pablo: “Porque es imposible tocante a los que una vez por todas han sido iluminados, . . . y que han llegado a ser participantes de espíritu santo, . . . pero que han caído en la apostasía, revivificarlos otra vez al arrepentimiento, porque de nuevo fijan en el madero al Hijo de Dios para sí mismos y lo exponen a vergüenza pública.” Y nuevamente: “Porque si practicamos el pecado voluntariosamente después de haber recibido el conocimiento exacto de la verdad, no queda ya sacrificio alguno por los pecados, sino que . . . hay celo ardiente que va a consumir a los que se oponen.”—Heb. 6:4-6; 10:26, 27.

El hecho de que un cristiano puede cometer pecados que Dios no perdona debe servir de advertencia sana a todos los cristianos para que vigilen su corazón a fin de que nunca lleguen a ser culpables de ellos. Pero note que, salvo en el caso de Adán y Eva, que eran perfectos, esos pecados invariablemente envuelven no solo un pecado sino la práctica del pecado. Así, pues, algunos cristianos que transigieron cuando fueron puestos bajo presión en la Alemania nazi y en Liberia, después se arrepintieron y mostraron evidencia de haber sido perdonados por Jehová Dios. Tanto el rey David como el apóstol Pedro fueron perdonados aunque cometieron pecados graves, pero no hicieron una práctica de ellos.

Mientras nos sintamos profundamente heridos por haber pecado y estemos sinceramente arrepentidos y nos esforcemos por mejorar en adherirnos a la norma de Dios, podemos recibir consuelo de estas palabras que infunden confianza: “Si estamos andando en la luz, como él mismo está en la luz, . . . la sangre de Jesús su Hijo nos limpia de todo pecado.” ¿De todo pecado? Sí, de todos los pecados que cometiéramos mientras anduviéramos en la luz, porque mientras hiciéramos eso no podríamos ser culpables de practicar pecado voluntarioso, imperdonable. (1 Juan 1:7) Y también podemos recibir consuelo del hecho de que Jehová es comprensivo y se deleita en mostrar misericordia por medio de Cristo.—Sal. 103:8-14; Miq. 7:18, 19.

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