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  • ¿Es posible eliminar el crimen por medio de la ley?
    ¡Despertad! 1979 | 22 de noviembre
    • demostró gran celo en pro de la aplicación estricta de la ley. Escribió esto a los cristianos: “¿Por qué, pues, la Ley? Fue añadida para poner de manifiesto las transgresiones, hasta que llegara la descendencia a quien se había hecho la promesa.” (Gál. 3:19) La Ley, al designar los diferentes actos injustos que todos los hombres cometen, puso de manifiesto el hecho de que todos son pecadores y que no pueden cumplir o vivir de acuerdo con una ley perfecta. Es tal como pasó a decir Pablo: “Realmente no hubiera llegado yo a conocer el pecado si no hubiese sido por la Ley; y, por ejemplo, no hubiera conocido la codicia si la Ley no hubiese dicho: ‘No debes codiciar.’”—Rom. 7:7; Éxo. 20:17.

      Prescindiendo de cómo viviera una persona —sin robar, ni cometer adulterio ni asesinato ni ninguna de las otras violaciones especialmente denominadas— no podía decir que nunca había codiciado o deseado algo incorrecto. Por lo tanto, sabía que era pecador. Pero la Ley servía para su bien, porque le hacía ver que ni él ni ninguna otra persona podía cumplir con ningún código de ley.—Rom. 3:10-20.

      Se ve, pues, que por estar el pecado en toda la humanidad todos los seres humanos son imperfectos, todos son naturalmente desobedientes. Sin embargo, puede que alguien diga: ‘Aunque todos son pecadores, algunos son muy respetuosos de las leyes, de modo que ¿cómo significa esto que no se puede acabar por completo con el desafuero?’ El pecado que tenemos en nosotros, y que pasamos a nuestra prole, es tantísimo peor de lo que nos imaginamos. La Biblia, con la prueba verdadera —una nación que estuvo bajo la ley mosaica por unos 15 siglos— nos lo dice. El apóstol, hablando a sus compañeros cristianos, dice: “Cuando estábamos en conformidad con la carne, las pasiones pecaminosas que eran excitadas por la Ley obraban en nuestros miembros para que produjésemos fruto para muerte.” (Rom. 7:5; 1 Cor. 15:56) Según esta declaración, los diferentes mandamientos de la Ley que prohibían ciertos actos incorrectos incitaban a la gente a hacer precisamente esas cosas.

      Por lo tanto, ¿fue mala la Ley, o es malo tener ley hoy día? ¡De ninguna manera! El apóstol explica: “¿Vino, pues, a ser muerte para mí lo que es bueno? ¡Jamás suceda eso! Mas el pecado sí vino a serlo, para que se mostrase como pecado obrando muerte para mí por medio de lo que es bueno; para que el pecado llegara a ser mucho más pecaminoso por medio del mandamiento. Porque sabemos que la Ley es espiritual; mas yo soy carnal, vendido bajo el pecado.” (Rom. 7:13, 14) ¿No nos muestra esto cuán profundamente arraigado tenemos en nosotros el pecado? ¿No sirve como prueba de que somos pecadores el hecho de que somos tan tercos y tan propensos a desobedecer, sí, a rebelarnos, que cuando la autoridad nos dice que no hagamos cierta cosa que resultará en nuestro perjuicio, esto es precisamente lo que queremos hacer, aunque tal vez no habíamos pensado en ello antes?

      El criminólogo Jerome H. Skolnick de la Universidad de California en Berkeley subrayó esta tendencia del género humano cuando dijo: “No todos reverencian las leyes penales, o no de la misma manera. Al adoptar una ley puede que hasta hagamos más popular la conducta prohibida.”

      Esto muestra por qué los gobiernos del mundo no pueden erradicar el crimen por medio de la ley. ¿Dónde, pues, podemos hallar esperanza?

  • Cómo se pondrá alto al crimen
    ¡Despertad! 1979 | 22 de noviembre
    • Cómo se pondrá alto al crimen

      Llegando a la raíz del problema

      ES OBVIO que la eliminación del crimen exige la eliminación del pecado... la erradicación de todo vestigio del pecado que mora en cada uno de nosotros individualmente. Pues la ley no puede funcionar de la manera que se propone o se desea que funcione a menos que, individualmente, las personas apoyen sus principios. A la inversa, si se remueve el pecado de nosotros, entonces desde nuestro interior, desde el corazón, nos dejaríamos guiar por el amor y los principios correctos, que son la sustancia de la ley. Entonces no habría necesidad de un código de leyes que prohibiera ciertos males y especificara las penalidades.

      Como declaran las Escrituras: “No se promulga la ley para el justo, sino para los desaforados e ingobernables, impíos y pecadores.” (1 Tim. 1:9) La persona justa, puesto que está libre de deseos y pensamientos malos, “naturalmente” haría lo correcto.

      Fue para revelarnos este hecho, para informarnos de nuestra necesidad, que Dios dio a Israel la Ley, y ésa es la razón por la cual la tenemos en forma impresa hoy día, para que todos puedan leerla. Al estar convencidos de nuestra mala situación, estamos en la debida posición para investigar el camino de justicia de Dios. Solo Dios, que es el Soberano Universal, puede proveernos el camino. Él ha hecho esto, y el camino verdaderamente es muy sencillo.

      El arreglo de Dios para justicia

      La Biblia traza las líneas generales del arreglo de Dios. Está al alcance de todo el género humano. Puesto que todos somos pecadores, que hemos heredado la imperfección de nuestros antecesores, empezando con el pecaminoso Adán, no podemos librarnos por nuestra propia cuenta. Ninguna ley nos puede salvar. El único modo en que se nos puede librar es que alguien no culpable tome sobre sí la pena por nuestros pecados. Esto es lo que Dios ha arreglado por medio de enviar a su Hijo a la Tierra como hombre perfecto, justo. Leemos: “Pues, dado que había incapacidad de parte de la Ley, en tanto que era débil a causa de la carne, Dios, por medio de enviar a su propio Hijo en semejanza de carne pecaminosa y tocante al pecado, condenó al pecado en la carne.”—Rom. 8:3.

      Aclaran aún más este hecho los apóstoles Pablo y Pedro al escribir, respectivamente: “Al que no conoció pecado [Cristo] él lo hizo pecado por nosotros, para que

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