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Uno que realmente se interesa por la humanidad¡Despertad! 1975 | 8 de octubre
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belleza, cosas que atraen la vista y el oído así como a los sentidos del tacto, del olfato y del gusto. Aunque los sistemas imperfectos del hombre a menudo impiden que nos beneficiemos totalmente de la prodigalidad de la Tierra, tenemos que concordar con las palabras del apóstol Pablo: “Dios . . . proporciona todas las cosas ricamente para que disfrutemos de ellas.”—1 Tim. 6:17.
Guía moral... más evidencia del interés de Dios
Otra sobresaliente evidencia del interés de Dios es el hecho de que el hombre está dotado de una capacidad moral, la facultad de la conciencia. Esa facultad sirve para refrenarnos de hacernos mal a nosotros mismos y al prójimo. Nos hace comprender que necesitamos a otros y que debemos respetar sus derechos e interesarnos en su bienestar. Piense en cuánto más terribles serían las condiciones sobre la Tierra si los hombres no tuvieran una conciencia, si aun cosas como el asesinar, asaltar, robar y el latrocinio se aceptaran como cosas normales y apropiadas.
La conciencia, sin embargo, tiene que estar entrenada en armonía con los principios justos si ha de servir como una guía provechosa. Esto se debe a que la conciencia puede tanto excusar como acusar. Al hablar de los que están sin la ley escrita de Dios, la Biblia dice: “Porque siempre que los de las naciones que no tienen ley hacen por naturaleza las cosas de la ley, éstos, aunque no tienen ley, son una ley para sí mismos. Son los mismísimos que demuestran tener la sustancia de la ley escrita en su corazón, mientras su conciencia da testimonio con ellos y, entre sus propios pensamientos, están siendo acusados o hasta excusados.”—Rom. 2:14, 15.
Si el ambiente, las costumbres locales o los puntos de vista religiosos falsos influyen adversamente en la conciencia, ésta puede excusar hasta males graves. El caso de Saulo, quien más tarde llegó a ser el fiel apóstol Pablo, ilustra esto. Él salió con intenciones asesinas en contra de los discípulos de Jesucristo, pensando que de ese modo estaba sirviendo a Dios.—Hech. 9:1, 2; Gál. 1:13-16.
Claro está, pues, que se necesita una norma confiable para ayudar a la conciencia a justipreciar apropiadamente los asuntos. Debido a que Jehová Dios se interesa en la humanidad, proveyó esa norma en forma escrita. Esta norma, que se encuentra en la Biblia, se basa en el amor.—Rom. 13:8-10.
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El fundamento para resolver los problemas de la humanidad¡Despertad! 1975 | 8 de octubre
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El fundamento para resolver los problemas de la humanidad
LA CONDICIÓN pecaminosa de la humanidad y los problemas resultantes llegaron a existir debido a la pérdida de una relación apropiada con Dios, ocasionada por la desobediencia de nuestro antepasado Adán. Por lo tanto el fundamento para resolver los muchos problemas graves a que nos encaramos tiene que ser una provisión por medio de la cual podamos recobrar la filiación perfecta de la que disfrutó Adán antes de su transgresión. Tenemos que llegar a una unidad perfecta con nuestro Creador. Puesto que Jehová Dios realmente se interesa en nosotros, ya ha establecido los fundamentos para esto.
Para comprender lo que él ha hecho, las razones para ello y por qué su arreglo liberará a la humanidad de las debilidades e imperfecciones, tenemos que considerar los asuntos desde su punto de vista. La Biblia revela que Dios es justo y “santo,” puro hasta el grado superlativo. (Éxo. 39:30; Sal. 89:14; Isa. 6:3; Juan 17:11) Por eso los que son pecadores, imperfectos, inmundos o impuros no pueden por mérito propio entrar en una relación aprobada con él. (Col. 1:21) Solo lo pueden hacer si sus pecados han sido expiados. El arreglo para efectuar la expiación de los pecados tendría que estar en plena armonía con la justicia y santidad de Dios. A sus criaturas inteligentes les debería ser posible reconocer lo justo del arreglo de Dios. Para comprender lo que estaba implicado, tenemos que remontarnos hasta el mismísimo comienzo de la raza humana.
La Biblia nos dice que cuando el primer hombre Adán transgredió la ley de Dios, él se vendió a sí mismo y a su prole aún no nacida a la esclavitud del pecado y la muerte. (Rom. 5:12-19; 7:14-25) Así todos los descendientes de Adán se hallaron en necesidad de ser liberados. La justicia requería el pago de un precio.
Para ilustrarlo, un padre podría usar mal sus bienes y contraer una deuda enorme. ¿Se debería requerir que sus acreedores pasen por alto su deuda para evitar el sufrimiento a sus hijos? Después de la muerte del padre, ¿sería correcto permitir que la familia se endeudara más y más sin nunca tener que preocuparse por el despilfarro? ¿No tendría esto un mal efecto aun sobre las personas no implicadas directamente, animándolas a desperdiciar sus propios bienes y los de otras personas?
¿Cómo sería posible corregir los asuntos si los hijos estuvieran infectados con las costumbres de su padre y fueran propensos a desperdiciar bienes y recursos? ¿Cómo se podrían pagar las deudas y ayudar a los hijos a vencer sus debilidades?
Alguien fuera de la familia tendría que intervenir y hacerse cargo de las deudas. Entonces, en el caso de los hijos que dieran evidencia de realmente querer evitar el derrotero de su padre, este extraño podría asumir la responsabilidad por cualquier deuda que contrajeran hasta tal tiempo que él pudiera ayudarlos a vencer sus debilidades.
Esto es parecido a lo que Jehová Dios se propuso realizar para producir la liberación de la humanidad de la esclavitud al pecado y a la muerte. El primer paso fue proveer lo necesario para el pago del precio de redención. ¿Cuál fue el precio? Adán había usado de modo muy incorrecto su posesión, su vida humana perfecta, y la perdió al rebelarse contra Dios. Así él perdió la vida humana perfecta para sus descendientes. El precio de redención para su prole, por lo tanto, tenía que ser de un valor que correspondiera con lo que se había perdido. Esto estaría en armonía con el principio de justicia que se halla en la ley mosaica: “Alma será por alma.”—Deu. 19:21.
Ninguno de los descendientes de Adán podía proveer ese precio valioso, ya que ninguno poseía vida humana perfecta. La Biblia dice: “Ninguno de ellos puede de manera alguna redimir siquiera a un hermano, ni dar a Dios un rescate por él; (y el precio de redención del alma de ellos es tan precioso que ha cesado hasta tiempo indefinido).”—Sal. 49:7, 8.
Sin embargo, Jehová Dios proveyó ese precio valioso en la persona de su propio Hijo. Transfirió la vida de éste desde la región celestial al vientre de la virgen María. De este modo, el niño al que María dio a luz, Jesús, llegó a ser un hijo humano perfecto de Dios. (Luc. 1:35; Fili. 2:5-7) Por lo tanto el hombre Jesucristo podía entregar su vida humana perfecta en sacrificio.—Mat. 20:28.
Cuando Jesucristo lo hizo, proveyó el precio exacto que se necesitaba para rescatar o comprar la raza humana. Sin embargo, para que los individuos obtuvieran la cancelación de sus “deudas” o el perdón de sus pecados sobre la base del valor expiatorio del sacrificio de Jesús, tenían que aprovecharse de esta provisión según las estipulaciones de Dios. Habiendo provisto la base legal para el perdón de los pecados, junto con los requisitos para que se les perdonen, Jehová Dios mantiene su propia justicia cuando trata con los seres humanos imperfectos que sinceramente desean servirle. De ningún modo está él estimulando al desafuero.—Mat. 6:12; Rom. 3:25, 26; 1 Juan 1:9.
Ya han pasado más de mil novecientos años desde que la raza humana fue comprada con la sangre preciosa de Jesucristo y desde su resurrección a vida celestial inmortal. (Hech. 13:34-37) No obstante, las criaturas humanas todavía mueren. ¿Por qué? Porque el tiempo de Dios para aplicar los beneficios expiatorios del sacrificio de Cristo al grado de liberar a la humanidad de la imperfección todavía está en el futuro. (Rev. 22:1, 2) ¿Significa esto que Dios no ha hecho nada más para liberar a la raza humana de sus debilidades e incapacidades?
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Un gobierno que liberará a la humanidad¡Despertad! 1975 | 8 de octubre
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Un gobierno que liberará a la humanidad
POR unos mil novecientos años Jehová Dios ha estado preparando un gobierno que traerá alivio a la humanidad pecadora y moribunda. Él ha estado seleccionando de entre la humanidad a los gobernantes de ese gobierno y unificándolos bajo su Hijo como cabeza. (Efe. 1:9, 10) La perspectiva delante de éstos es la resurrección a la vida celestial inmortal, para servir como reyes-sacerdotes. (1 Cor. 15:42-54; Efe. 1:3-23; Rev. 20:6) Junto con Jesucristo, estos reyes-sacerdotes administrarán los beneficios expiatorios del sacrificio de Jesús y liberarán a la humanidad de la esclavitud al pecado y a la muerte. Miles de millones de individuos que ahora están muertos estarán incluidos entre los que se beneficiarán de dichos servicios al ser restaurados a la vida.—Hech. 17:31.
¿Qué seguridad tenemos de que el gobierno de Jesucristo y sus asociados no tendrá ninguna de las características indeseables de los gobiernos del hombre? ¿Por qué podemos confiar en el cuerpo gobernante que Dios ha estado seleccionando por tantos siglos?
Cuando uno piensa en términos de gobierno humano, quizás tenga poca confianza en que algún gobierno tenga la solución de nuestros muchos problemas. A través de la historia, la posición social, rango, hazañas militares, fama, riquezas o cosas parecidas a menudo han determinado quién gobernaba. En muchos países aun la persona más capacitada tendría dificultad en conseguir algún cargo público elevado sin el apoyo de partidos políticos fuertes y generosas contribuciones a su campaña. Los hombres no han podido diseñar un sistema por el cual puedan estar seguros de que los individuos que coloquen en los cargos oficiales tengan tal integridad que no puedan ser corrompidos o influenciados de modo que usen su posición para fines egoístas.
Gobernantes probados y capacitados
¿Qué hay de la selección de reyes-sacerdotes en el gobierno de Dios, su reino celestial? La manera en que las personas obtienen una posición de gobierno en ese Reino es completamente diferente de lo que ha sido el caso con los gobiernos del mundo. La Biblia claramente muestra que la posición social, educación, rango, fama mundial, dinero y cosas semejantes no comprarán un lugar en ese gobierno. (1 Cor. 1:26, 27) Nadie puede hacer campaña por el puesto. El individuo tiene que ser probado para el cargo. En circunstancias difíciles, tiene que probar que es una
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