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Yo fui un sanador por fe¡Despertad! 1976 | 22 de julio
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Yo fui un sanador por fe
Por el corresponsal de “¡Despertad!” en Guadalupe
MI PACIENTE está sentada frente a mí. En una mesa colocada entre nosotros hay un plato común en el cual arden tres velas. Debajo del plato hay una hoja grande de papel blanco con tres letras iniciales alineadas en dirección paralela a las velas. La primera vela representa a la paciente misma; corresponde con la letra inicial de su nombre. La segunda vela representa a su casa o familia. La tercera, a sus intereses externos. Mientras escucho su relato, observo intensamente el color de la llama de cada vela, el humo, el pabilo, si es que se inclina hacia la izquierda o hacia la derecha, y el correr de la cera derretida.
Esta mujer ha estado enferma por un año. Su pierna está muy hinchada y, aunque ha recibido atención médica, todavía sufre dolor. Por eso ha venido a mí para pedir que le cure su enfermedad.
Después de haber observado atentamente las señales en las velas, y después de haber invocado el espíritu, toco su pierna enferma, diciendo: “En el nombre de las tres personas de la Santísima Trinidad, sé sana.” Entonces le prescribo a mi paciente algunas pociones hechas de hierbas y le impongo que le rece a la Santísima Trinidad al prender velas en su casa en ciertos días que le designo.
En tiempos pasados, sesiones como ésa eran comunes en mi casa. La gente venía a mí de toda la isla de Guadalupe aquí en el Caribe, trayendo con ellos sus propios problemas particulares. Algunos estaban físicamente enfermos, mientras que otros querían que “diera una mirada a sus negocios.” Un hombre pudiera estar en busca de trabajo, o pudiera querer casarse y por eso estar buscando una buena esposa. O una mujer pudiera estar teniendo dificultades maritales. Aun otros, convencidos de que sus enemigos los habían hechizado, pedían protección.
Así es que por casi veinte años fui un sanador por fe, convencido de que Dios me había dado este poder. Sin embargo, ahora, nadie me visita para recurrir a mi poder. ¿Se pregunta usted por qué ya no soy un sanador por fe? Permítame contarle por qué.
Entrenamiento religioso temprano
Yo nací aquí en Guadalupe en una pequeña aldea pesquera del lado atlántico de la isla. Mis padres eran humildes campesinos de extracción hindú y, aunque eran sinceros en su práctica del catolicismo, también se atenían a la adoración y a los ritos religiosos que sus antepasados habían traído de la India.
Junto a nuestra casa había un poste de bambú de diez metros de alto del cual pendía un paño rojo en su extremo en honor de la divinidad “Maliemin.” Temprano por la mañana, y por varias horas, se hacía sonar el tambor para atraer la atención de Maliemin y para notificarle que se estaban haciendo los preparativos para ofrecerle sacrificios. Mi padre encendía las velas, primero hacía las oraciones y entonces ofrecía los sacrificios, que consistían en alimentos como budín de arroz, cocos y bananas. A veces se ofrecía un cabrito, y hasta que cumplí los veinte años yo era el que sostenía la cuerda mientras se le cortaba el cuello. El fuego de ramas secas despedía olor hacia la divinidad. Entonces se servían los alimentos a las mujeres y a los niños, debido a que se les consideraba sagrados. La mujer, por su fecundidad, y los niños, por su inocencia.
Aunque toda mi familia practicaba esta adoración de Maliemin, todos concurrían a la Misa católica, porque el sacerdote nunca puso reparos a la adoración Maliemin. En cuanto a mí, al nacer me bautizaron católico. Se me enseñó el catecismo, y asistía a la Comunión, y fui confirmado y casado según los ritos de la Iglesia Católica. Y la divinidad Maliemin, por su parte, nunca me impidió practicar mi adoración católica.
Siempre me ha gustado leer, y cuando tuve catorce años de edad mi tío me dio un pequeño misal católico. Más tarde fui a ver al sacerdote y le pedí un ejemplar de los Evangelios. Un día cuando estaba leyendo el Evangelio de Marcos hallé este pasaje: “Además, estas señales acompañarán a los que creen: Mediante el uso de mi nombre expulsarán demonios, hablarán en lenguas, y con las manos tomarán serpientes, y si beben algo mortífero no les hará ningún daño. Pondrán las manos sobre los enfermos, y éstos sanarán.” (Mar. 16:17, 18) En ese tiempo no sabía que estos versículos al final del Evangelio según Marcos (versículos 9 hasta el 20) eran espurios, puesto que no se hallan en los manuscritos más antiguos de las Escrituras Cristianas Griegas. También leí muchos libros que trataban de astrología y de horóscopos. Me asociaba con amigos que supuestamente recibían mensajes de los espíritus.
Pronto quedé convencido de que yo también podía curar a personas enfermas así como solucionar sus otros problemas. Comencé a hacer amuletos para dar buena suerte a la gente. Cuando invocaba a las tres personas de la Trinidad por medio de las tres velas todo mi cuerpo temblaba. Entonces sentía que estaba en contacto con mi dios y que podía ayudar a la gente con sus problemas.
Sin embargo, leí en el Evangelio como Jesús curaba instantáneamente a personas enfermas, tullidas y paralíticas. En cuanto a mí, nunca pude curar de ese modo. Necesitaba varios días y algunas veces varias sesiones. Así es que me preguntaba si alguna vez podría imitar a Jesús.
Fue alrededor de ese tiempo que me sucedió una terrible calamidad. Mi hijito se enfermó. Probé todo para curarlo, pero sin resultado. “La Santísima Trinidad” no hizo nada para mí. Varios médicos lo atendieron durante tres años, pero finalmente murió a la edad de doce años. Esto ciertamente fue un golpe terrible. Me preguntaba: “¿Por qué es Dios tan injusto conmigo? Quizás le hice algún mal. Si podía curar a otros, ¿por qué no pude curar a mi hijo?”
Aprendiendo la verdad que liberta
Continué practicando la curación por fe, pero desde entonces con menos entusiasmo, hasta 1969 cuando un gran cambio empezó a tener lugar en mi vida. Había comprado una Biblia de un vendedor adventista y había asistido a unas cuantas reuniones en el templo de los adventistas del séptimo día. Pero no continué más. Me apegué a mi adoración católica y a mis dones de sanador por fe.
Entonces un día un testigo de Jehová me dio un libro, ‘Cosas en las cuales es imposible que Dios mienta.’ Me puse a leerlo de inmediato, y aunque no entendí todo, comprendí que los adventistas estaban equivocados. Poco después comencé a estudiar la Biblia seriamente con un testigo de Jehová. Se me hizo fácil este estudio con la ayuda del libro La verdad que lleva a vida eterna. Este hombre sabía quién era yo y lo que practicaba. Así es que fue discreto al explicar que los milagrosos dones que poseían los cristianos del primer siglo tenían que terminar cuando la asamblea cristiana llegara a la madurez, como se muestra en 1 Corintios capítulo 13, donde Pablo dice: “Sea que haya dones de profetizar, serán eliminados; sea que haya lenguas, cesarán; . . . cuando llegue lo que es completo, lo que es parcial será eliminado.” (1 Cor. 13:8-10) Este visitante también me enseñó que el solo hacer algo que se considere milagroso no prueba que sea por el poder del Dios verdadero. Me pidió que leyera la declaración de Jesús en Mateo 7:21-23: “No todo el que me dice: ‘Señor, Señor,’ entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos. Muchos me dirán en aquel día: ‘Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre expulsamos demonios, y en tu nombre ejecutamos muchas obras poderosas?’ Y sin embargo, entonces les confesaré: ¡Nunca los conocí! Apártense de mí, obreros del desafuero.”
A medida que progresaba el estudio me daba cuenta de la diferencia entre mis obras de curación y las que realizó Jesucristo. Me sentí verdaderamente avergonzado al pensar en cómo acostumbraba recibir dinero so pretexto de curar a la gente, y sin embargo Jesús les dijo a sus fieles seguidores: “Recibieron gratis, den gratis.”—Mat. 10:8.
Usted puede imaginarse cuánto me asombré cuando se llamó a mi atención Deuteronomio 18:10-14. Allí está escrito: “No debería hallarse en ti nadie que haga pasar por el fuego a su hijo o su hija, nadie que emplee adivinación, practicante de magia ni nadie que busque agüeros ni hechicero, ni uno que ate a otros con maleficio ni nadie que consulte a un médium espiritista o a un pronosticador profesional de sucesos ni nadie que pregunte a los muertos. Porque todo el que hace estas cosas es algo detestable a Jehová, y a causa de estas cosas detestables Jehová tu Dios está expulsándolas de delante de ti. Debes resultar exento de tacha con Jehová tu Dios. Porque estas naciones que estás desposeyendo solían escuchar a los que practican magia y a los que adivinan; pero en cuanto a ti, Jehová tu Dios no te ha dado nada semejante a esto.”
Estaba realmente emocionado y decidí de inmediato renunciar a estas prácticas. Ahora comprendí que había estado sirviendo al Diablo y a sus demonios por medio de la astrología y la práctica de la magia y por medio de confiar en la llamada “Santísima Trinidad” por ayuda, la cual idea trinitaria en realidad había sido adaptada de la antigua religión babilónica.
Pasé varias noches sin poder dormir. Tuve pesadillas espantosas en las cuales las personas enfermas me imploraban que las curara. A veces oía ruidos espantosos, como de piedras cayendo sobre el techo, o sentía que alguien me tocaba. En mi miedo le oraba a Jehová, rogándole que me rescatara, porque comprendía que estaba sufriendo ataques de los demonios. Sufrí un mes entero de este modo. De hecho, solo comencé a recobrarme después que seguí el consejo de un testigo de Jehová que me instó a quemar todos mis viejos libros acerca de curación por fe, astrología y magia, como lo hicieron aquellas personas de Éfeso en los días de los apóstoles.—Hech. 19:17-20.
Dos meses después que empecé a estudiar la Biblia con los testigos de Jehová estaba concurriendo a las reuniones en el Salón del Reino. Después de nueve meses de estudio dediqué mi vida a Jehová y me bauticé en símbolo de esto en 1970. De ser un llamado “sanador por fe” de otros, yo mismo había sido sanado. La verdad me había liberado... liberado de ser un esclavo de los demonios y sus mentiras. (Juan 8:32) De mis propias experiencias sé que mediante poderes demoníacos se puede efectuar toda clase de obras mentirosas, señales y prodigios, como el apóstol Pablo mismo dice en 2 Corintios 11:14: “Satanás mismo sigue transformándose en ángel de luz.” ¡Gracias a Jehová, que me ha llamado de la oscuridad y de la trampa del Diablo a su luz maravillosa!—1 Ped. 2:9.
Después de eso cuando mis anteriores pacientes venían a mí, les decía: “He dejado de trabajar para el Diablo y sus demonios. He quemado todos mis libros. Ahora, si me permite puedo ayudarlo a conocer al Dios verdadero y su camino a la salud perfecta que se expone en la Biblia.”
Ahora usted sabe por qué la gente ya no viene a mí en busca de una curación para sus enfermedades. Por lo contrario, yo voy a la gente. Antes, deseaba vanamente imitar las curaciones instantáneas, milagrosas, que efectuaba Jesús. Ahora me he hecho un imitador de Jesús de otro modo... predicando de lugar en lugar las buenas nuevas del reino de Dios. A veces las personas me preguntan: “¡Vaya! ¿No es usted el hombre que curaba a la gente . . . ?” Y entonces les muestro que la liberación eterna del dolor corporal se realizará en conformidad con la promesa de Dios en el perfecto y nuevo sistema de cosas, de acuerdo con Revelación 21:4, que dice: “Y él limpiará toda lágrima de sus ojos, y la muerte no será más, ni existirá ya más lamento ni clamor ni dolor. Las cosas anteriores han pasado.”
Anteriormente yo conservaba para mí mis secretos de la práctica de magia. No quería que la gente supiera cómo podía “sanarla.” Ahora estoy convencido de que he hallado la verdad y quiero que todos sepan de qué fuente la he aprendido. Estoy agradecido a Jehová porque me ha hecho conocer y apreciar su preciosa Palabra y promesas y disfruto del privilegio de trabajar para la curación espiritual de la humanidad, que es más ventajosa para ella, ¡puesto que conduce a la vida eterna en el Paraíso terrenal con salud y felicidad perfectas!
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¿Se acabarán las guerras?¡Despertad! 1976 | 22 de julio
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¿Se acabarán las guerras?
En años recientes se ha advertido al público desde muchos sectores acerca del problema de la contaminación y la destrucción de la ecología de la Tierra. El Dr. Oscar W. Johnson, profesor de biología en la Universidad Estatal Moorhead, consideró algunos de los pasos necesarios para corregir la situación en su ensayo “El impacto de la industria en nuestro ambiente.”
El profesor Johnson dijo: “Ya no es herético sugerir que nuestro punto de vista tradicional del ‘progreso’ tiene que cambiar. Nuestro planeta es finito.” En cuanto a los pasos que él cree que son necesarios, mencionó estabilizar el aumento demográfico, una nueva técnica de convertir artículos desperdiciados en materia que pueda usarse de nuevo, en vez de la explotación, y programas masivos para disminuir la contaminación. Finalmente, señaló: “La guerra tendrá que pasar de moda si la especie humana tiene intención de satisfacer las demandas económicas asociadas con hacerse miembro de un sistema ecológico que se sostiene a sí mismo por sus propios recursos. Tal vez este último requisito sea el más difícil de todos.”
Mientras que un repaso de la historia del hombre parece señalar a la improbabilidad de que se acaben las guerras, la Biblia describe a Jehová Dios como El que “está haciendo cesar las guerras hasta la extremidad de la tierra.” (Sal. 46:9) Esa es una bendición que existirá por toda la Tierra cuando el reino celestial de Dios actúe para reemplazar la gobernación humana por gobernación divina.—Dan. 2:44.
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