Esgrimiendo la espada espiritual contra fuerzas espirituales inicuas
CON pocas excepciones los protestantes y católicos, los judíos y los musulmanes creen en la supervivencia después de la muerte. A eso se debe el que tantas personas acongojadas por la muerte de personas amadas acudan al espiritismo en busca de consuelo, esperando comunicarse con sus amados muertos. A veces parece que lo hacen. Ya que los materialistas niegan la posibilidad de sobrevivir después de la muerte tanto como niegan la existencia de entidades espirituales, buenas o malas, no pueden explicar estos fenómenos espiritistas.a
Sólo la Biblia puede. Ella relata que Dios creó criaturas invisibles mucho antes de hacer la tierra y el hombre y que una de éstas se rebeló al tiempo que Adán y Eva estaban en Edén y se convirtió en Satanás el Diablo. En el día de Noé otras criaturas espirituales se unieron a Satanás. Desde el Diluvio estos demonios han estado refrenados en un estado de tinieblas llamado Tártaro. Estos, al imitar a los muertos, tratan de tornar en mentira la declaración llana de la Biblia de que “los muertos nada saben ya.”—Eze. 28:14, 15; 2 Ped. 2:4, 5; Ecl. 9:5.
A los israelitas no se les permitía tener nada que ver con el demonismo; y Pablo advirtió que la “práctica de espiritismo” excluiría a uno del reino de Dios.—Lev. 19:31; Gál. 5:20, NM.
Como cristianos no sólo tenemos nosotros que evitar el espiritismo, sino esgrimir “la espada del espíritu, es decir, la palabra de Dios,” “contra los gobernantes mundiales de esta oscuridad, contra las inicuas fuerzas espirituales en los lugares celestiales.” Hay que usar la verdad de la Biblia para descubrir las mentiras tras las cuales el espiritismo trabaja.—Efe. 6:17, 12, NM.
Convencidos de la veracidad de la Biblia, instamos a la gente a que la consulte más bien que a los muertos. (Isa. 8:19, 20) La Biblia nos dice que al ser creado “el hombre vino a ser alma viviente,” que “el alma que pecare, ésa es la que morirá,” y que en la muerte “ninguna preeminencia tiene el hombre sobre la bestia.” Muestra también que al principio Jehová Dios era el único que tenía inmortalidad y que se la ha concedido a unos cuantos escogidos, incluso a su Hijo unigénito, y que al debido tiempo “todos los que están en las tumbas memorialescas oirán su voz [la de Jesús] y saldrán,” sea a una resurrección de vida o de juicio.—Gén. 2:7; Eze. 18:4; Ecl. 3:19; Juan 5:28, 29, NM.
Al ser diligentes y esgrimir con destreza la espada espiritual contra las fuerzas espirituales inicuas dejaremos “que sea Dios hallado veraz, aunque todo hombre sea hallado mentiroso,” y cumpliremos con nuestra comisión de “consolar a todos los que lloran.” (Rom. 3:4, NM; Isa. 61:2) Pero para hacerlo tenemos que ponernos toda la armadura de Dios y persistir en oración. Así triunfaremos en la guerra contra las fuerzas espirituales inicuas.—Efe. 6:11-20, NM.
[Notas]
a Para detalles véase La Atalaya del 15 de abril y del 1 y 15 de mayo de 1956.