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  • La felicidad verdadera depende de usted

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  • La felicidad verdadera depende de usted
  • La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1981
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La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1981
w81 1/10 págs. 16-21

La felicidad verdadera depende de usted

“¡Feliz es el pueblo cuyo Dios es Jehová!”—Sal. 144:15.

1. ¿Por qué debería uno pensar en cuanto a qué es lo que lo hace feliz?

¿QUÉ precisa usted para ser feliz? ¿A qué grado determinan su felicidad las condiciones que lo rodean, las cosas materiales u otras personas? ¿Tienen Dios y la Biblia algo que ver con el que usted halle la felicidad? Consideremos estos asuntos, puesto que todos deseamos la felicidad.

2, 3. (a) ¿Cómo pueden las cosas u otras personas contribuir a la felicidad de uno? (b) ¿Qué punto de vista tiene Dios sobre esto?

2 Obviamente, las cosas externas pueden contribuir a que nos sintamos felices, como, por ejemplo, el disfrutar de una buena cantidad de comida sabrosa en un ambiente agradable. Especialmente podemos apreciar esto si en el pasado hemos experimentado el dolor del hambre prolongada. El que hallemos una medida de felicidad en el buen alimento no es contrario a la voluntad de Dios. El rey Salomón escribió esto bajo inspiración divina:

“He llegado a saber que no hay nada mejor para ellos que regocijarse y hacer el bien durante la vida de uno; y también que todo hombre coma y realmente beba y vea el bien por todo su duro trabajo. Es el don de Dios.”—Ecl. 3:12, 13; compare con Salmo 104:14, 15.

3 Además, otras personas pueden contribuir a nuestra felicidad. ¡Qué satisfaciente es tener personas a quienes amamos que se interesen en nuestro bienestar, sean éstas miembros de la familia o amigos íntimos!—Sal. 127:3-5; 128:3.

4. ¿Por qué no le dan a uno la seguridad de ser feliz el tener cosas o asociados? (Pro. 23:4, 5; Ecl. 5:11; Luc. 12:16–20)

4 Pero quizás usted sepa bien que el tener cosas materiales y asociados íntimos no le asegura a uno la felicidad genuina y duradera. Algunas personas tienen una abundancia de los alimentos más ricos y se rodean de lujos modernos; no obstante, la felicidad se les escapa. Dos años antes de morir, J. P. Getty, petrolero multimillonario, comentó: “El dinero no está relacionado necesariamente con la felicidad. Quizás lo esté con la infelicidad.”a (1 Tim. 6:9, 10) Tampoco contribuye el dinero a nuestra felicidad verdadera si los que afirman interesarse en nuestro bienestar son personas cuyo compañerismo está siendo comprado de alguna manera.—Pro. 19:6.

5. ¿Por qué es la felicidad en cierto sentido una paradoja?

5 Se ha observado que, en cierto sentido, la felicidad es una gran paradoja. Aunque la palabra “felicidad” puede hacer que uno piense en condiciones agradables, la felicidad realmente puede crecer en cualquier terreno, vivir bajo cualesquier condiciones, desafiar cualquier ambiente. La felicidad no depende tanto de lo que tenemos como de lo que somos. Eso explica por qué muchos de los que llevan una vida de lujo no son personas especialmente felices, mientras que algunos que tienen relativamente poco y cuya vida es bastante sencilla sí hallan felicidad. Además, tal vez usted haya conocido a algunas personas hospitalizadas o que padecen de alguna inhabilidad, pero que tienen una disposición alegre, un modo de siempre ver a las cosas su lado bueno, alegre. Claro está que no les agrada estar enfermas o ser personas impedidas y quisieran que la situación suya fuera diferente. (Hech. 3:1-8) Sin embargo, hallan razón para sentirse felices en la vida.

LA FELICIDAD Y NUESTRA NECESIDAD ESPIRITUAL

6, 7. (a) ¿Qué error han cometido muchos en su esfuerzo por ser felices? (b) ¿Puede usted pensar en ejemplos específicos de esto?

6 Muchas personas envidian a los felices, y quisieran ser felices también. Puede que traten de remediar su infelicidad por medios artificiales —drogas, uso excesivo de bebidas alcohólicas, relaciones sexuales ilícitas, indolencia— y todavía se preguntan por qué se les escapa la felicidad. Cualesquier emociones que se deriven de buscar la felicidad de los modos mencionados resulta ser una felicidad falsificada, la cual, bajo prueba, es tan falta de valor como la moneda falsa.

7 La evidencia que da la larga historia y la experiencia de millones de personas que están vivas ahora mismo prueban que no podemos volver la espalda a las normas o principios morales y sin embargo tener felicidad duradera. Los que han ‘llegado a estar más allá de todo sentido moral, que se han entregado a la conducta relajada para obrar toda clase de inmundicia con avaricia’ no son los felices. (Efe. 4:17-19; Rom. 13:13) Tal proceder produce pesares adicionales y levanta barreras en el camino a la felicidad, sea que eso suceda enseguida o posteriormente. ¿Puede usted pensar en casos verdaderos que son corroboración de esto? Por otra parte, el hacer las cosas a la manera de Dios —de acuerdo con sus normas morales— reduce los problemas de la vida y así elimina los obstáculos que impiden el que alcancemos la felicidad. Pero el simplemente evitar los problemas no es en sí mismo una garantía de que seremos felices. Se necesita más que eso. Podemos estar seguros de eso porque nuestro Hacedor nos lo dice.

8, 9. (a) ¿Qué necesidad fundamental tenemos? (b) ¿Qué dijo Jesús acerca de esto?

8 Necesitamos desarrollar una relación con el Creador, aprender su voluntad y propósitos y aceptarlos nosotros mismos. Sí, necesitamos eso. En su libro Man, God and Magic (El hombre, Dios y la magia), el Dr. Ivar Lissner señala que una “diferencia fundamental entre el hombre y la bestia” es que “el hombre no está satisfecho con simplemente dormir, comer y mantenerse caliente.” Nosotros los humanos tenemos un “impulso extraño e inherente” que puede llamarse “espiritualidad.” De hecho, el Dr. Lissner informa que ‘todas las civilizaciones de la humanidad han tenido su raíz en la búsqueda de Dios.’—Hech. 17:26-28.

9 Jesús reconoció este impulso fundamental al decir: “Felices son los que están conscientes de su necesidad espiritual,” o los que reconocen su hambre espiritual y hacen algo respecto a ella. (Mat. 5:3) Sin embargo, es fácil pasar por alto esa necesidad. Hasta una persona que por largo tiempo haya estado activamente interesada en los asuntos de Dios pudiera perder aprecio respecto a cuánta felicidad produce esta relación. Quizás vea a otros que disfrutan de lujos o a algunos que se dedican a pasatiempos y formas de recreo populares. De modo que pudiera pensar envidiosamente: ‘Tal vez me esté perdiendo algo.’ Si opta por seguir el proceder de ellos a costa del tiempo o interés que dedica a su relación con Dios, puede que, en sentido físico, su vida parezca más variada, más en armonía con las tendencias corrientes. Pero, ¿verdaderamente será más feliz? Puede que, en vez de comer, un hombre que tenga hambre salga a un paseo o vea una película. Estas actividades pudieran distraerlo o divertirlo. Pero, ¿satisfarán su hambre?

10. ¿Cómo está relacionada la felicidad con el estar uno consciente de esa necesidad?

10 Vermont Royster, ex director de la publicación The Wall Street Journal, comentó sobre los adelantos técnicos del hombre. Luego añadió:

“He aquí algo curioso. En la contemplación del hombre mismo, de sus dilemas, de su lugar en este universo, no estamos mucho más adelantados que cuando el tiempo empezó. Todavía quedamos con las preguntas en cuanto a quiénes somos y por qué lo somos y adónde vamos.”—Science Digest.

Se puede comprender que los que van a la deriva, que carecen de respuestas, no pueden sentirse enteramente contentos o felices. No obstante, a medida que damos la debida importancia a nuestra necesidad espiritual y buscamos entendimiento de la Palabra de Dios, vemos el lugar que nos corresponde. Nuestra vida tiene más dirección, más significado, más probabilidad de ser feliz.

11. ¿Por qué será uno más feliz si reconoce las normas de Dios? (Sal. 19:7, 8, 11)

11 Hay otra manera, también, en que el reconocer nuestra necesidad espiritual y tener una relación con Dios aumenta nuestra felicidad. Ya hemos mencionado que el que aceptemos las normas morales de Dios nos ayuda a evitar problemas, pero el hacerlo logra más que eso. Realmente necesitamos un conjunto de valores razonable y firme. La Palabra de Dios satisface esa necesidad a la perfección. Y las normas de Dios están en armonía con nuestro sentido inherente de conciencia. Por eso, al cumplir con ellas nos sentimos más satisfechos, más cómodos, más tranquilos. (Sal. 1:1-4; Rom. 2:14, 15) Hasta podemos ayudar a nuestros hijos a encaminarse hacia la felicidad por medio de compartir con ellos las normas de Dios. El Dr. Robert Coles, de la Universidad de Harvard, comentó lo siguiente acerca de los jóvenes:

‘Necesitan disciplina no solo para dominar los excesos de sus emociones, sino disciplina que también esté relacionada con valores morales enunciados y esclarecidos. Necesitan algo en lo cual creer que sea mayor que sus propios apetitos e impulsos. . . . Necesitan una vista mayor del mundo, un contexto moral, por decirlo así... una fe que se encare con el significado de esta vida que todos vivimos.’

12. ¿Qué verdad fundamental se le puede hacer clara acerca de su felicidad?

12 Por lo tanto, es razonable decir que la verdadera felicidad está relacionada con reconocer nuestra necesidad espiritual y tener una relación con Dios, tal como lo indicó con exactitud la Biblia: “Feliz es el hombre físicamente capacitado que ha puesto a Jehová por confianza suya,” que “se refugia en él,” “que teme a Jehová,” y que anda “en la ley de Jehová,” y que con ‘todo el corazón sigue buscando a Dios.’ (Sal. 40:4; 34:8; 112:1; 119:1, 2) Dios sinceramente quiere extender su amor a nosotros y entrar en una relación con nosotros. ¿Manifestamos nosotros sin cejar que estimamos mucho el estar en relación con él?—Rom. 8:38, 39.

LA FELICIDAD QUE VIENE DE OÍR Y HACER

13. ¿Cómo nos proporcionó Jesús comprensión respecto a lo que puede hacernos felices?

13 En una ocasión una mujer que oyó a Jesús enseñar gritó: “¡Feliz es la matriz que te llevó y los pechos que mamaste!” (Luc. 11:27) Probablemente ella estaba enterada de que la Biblia eleva la maternidad, y evidentemente pensó que María era bendita o que pudiera sentirse especialmente feliz a causa de que su Hijo Jesús fuera un maestro tan excelente y justo. Pero Jesús sabía que había una felicidad mayor que la paternidad o maternidad, aun que la de ser la madre del Mesías. Dijo en respuesta: “No, más bien: ¡Felices son los que oyen la palabra de Dios y la guardan!”—Luc. 11:28.

14, 15. ¿Qué requiere de uno el ‘oír la palabra de Dios’?

14 Note el énfasis que Jesús dio a interesarse activamente en —oír o leer— “la palabra de Dios.” En la Biblia se nos da repetidamente seguridad del provecho que viene de estar ocupados con la Palabra de Dios. El primer Salmo dice esto acerca del ‘hombre feliz’: “Su deleite está en la ley de Jehová, y en su ley lee en tono bajo día y noche.” (Sal. 1:1, 2) De modo que podemos preguntar: ‘¿Estoy hallando yo felicidad de esta fuente?’

15 Las Escrituras son como un almacén de felicidad, puesto que enriquecen la mente y el corazón. Avivan el espíritu. Dan esperanza. Señalan el camino a una vida productiva y agradable. Contienen pensamientos de Dios en los cuales podemos reflexionar en cualquier momento. Son la base para la sabiduría verdadera.—Compare con Proverbios 3:13-18.

16. Por lo tanto, por medio de hacer ajustes, ¿cómo pudiera usted aumentar su felicidad?

16 Son muchísimas las publicaciones que pudiéramos leer... periódicos, revistas de noticias, novelas, libros de historia, revistas acerca del hogar o de algún arte. Aunque algunas de éstas pueden ser interesantes y tener su lugar, podemos preguntarnos: ‘En el interés de mi felicidad, ¿puedo ajustar mi programa o mis hábitos de lectura a fin de leer y disfrutar más de la Palabra de Dios?’ Sí, por cierto, léala por puro placer. Lea parte de ella cada día, según un plan si prefiere. Lea la Biblia en el orden sucesivo de los libros. Lea las Escrituras junto con valiosas ayudas para entender la Biblia. De vez en cuando lea de otra traducción, o en una lengua diferente si usted es polígloto. Sí, el leer más la Palabra de Dios será un paso en dirección a la felicidad.—Rev. 1:3.

17, 18. Mencione un aspecto de ‘guardar la Palabra de Dios’ que puede incrementar su felicidad.

17 Jesús dijo que el ‘guardar la Palabra de Dios’ también está relacionado con que seamos felices. En lo antedicho ya notamos que esto resulta cierto porque si procedemos así evitamos problemas. Pero también es cierto desde otros puntos de vista.

18 Para muchas personas hoy día el interés predominante es el “YO.” Son muy egocéntricas en sus esfuerzos e intereses. Sin embargo, ¿son realmente felices? En contraste, de la Palabra de Dios emana el espíritu de interesarse en el bienestar de otros, de dar, de ayudar a otras personas. Podemos ver un ejemplo de esto demostrado en Jehová mismo, porque él es Aquel que “tanto amó . . . al mundo que dio a su Hijo unigénito, para que todo el que ejerce fe en él . . . tenga vida eterna.” A Jehová se le llama “el Dios feliz.” (Juan 3:16; 1 Tim. 1:11) De modo parecido, “Cristo no se agradó a sí mismo,” sino que murió por nosotros.—Rom. 15:3; Gál. 1:3-5.

19-21. (a) ¿Cómo puede usted hacer esto a mayor grado? (b) ¿Por qué cree usted que esto le traerá mas felicidad?

19 Nuestro dar puede, y debe, asumir muchas formas. Pero no tiene que ser algo grandioso y no debe tener como propósito impresionar a otros. Jesús aconsejó:

“Cuando des una comida o una cena, no llames a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes, ni a los vecinos ricos. Quizás alguna vez ellos también te inviten a ti en cambio y esto llegue a ser tu pago correspondiente. Pero cuando des un banquete, invita a los pobres, a los lisiados, a los cojos, a los ciegos; y serás feliz, porque ellos no tienen con qué pagártelo. Pues se te pagará en la resurrección de los justos.”—Luc. 14:12-14.

20 Eso subraya la verdad de que la felicidad viene de dar. (Hech. 20:35) En cuanto a una comida o alguna otra cosa, ¿puede usted pensar en algún modo en que pueda aplicar el consejo de Jesús? Si usted es esposo, esposa, u otro miembro de un grupo de familia, ¿por qué no se decide a hablar hoy mismo respecto a cómo pueden ustedes poner en acción la sugerencia de Jesús? Entonces noten cuán felices serán.

21 Un modo de lograr tal felicidad es por medio de compartir con otros las verdades de la Biblia que pueden aumentar la felicidad de éstos. Imagínese cómo se sentirá usted si halla a una persona que realmente tiene hambre espiritual y usted puede ayudarla a satisfacer esa necesidad. (Hech. 13:48, 52) Es cierto que tal vez requiera mucho esfuerzo persistente el hallar a una persona de esa índole, y mucho cuidado paciente el ayudarla a ingerir alimento espiritual de la Palabra de Dios. No obstante, esta persona hallará que son ciertas estas palabras de Jesús: “¡Felices son los que oyen la palabra de Dios y la guardan!” (Luc. 11:28; Juan 13:17) Y usted, también, será más feliz por haber dado de sí mismo en el interés de hacer feliz a otra persona.

LA FELICIDAD... ¿UNA META, O UN RESULTADO?

22-24. (a) ¿A qué grado debe usted hacer de la felicidad su meta? (b) ¿Cómo, pues, puede usted hallar la felicidad verdadera? (Pro. 8:32–35)

22 Hemos notado que la felicidad no es principalmente una vida de poseer, sino de ser y disfrutar. Muchas veces requiere que ajustemos nuestras miras para que estemos satisfechos con lo que tenemos y reconozcamos que la “devoción piadosa junto con el bastarse con lo que uno tiene” es algo valioso. (1 Tim. 6:6) Pero, ¿a qué grado debemos hacer de la felicidad una meta, un pico por escalar?

23 En realidad, lo que hemos considerado aquí acerca de entrar en una relación con Dios y acerca de dar debe ayudarnos a ver lo siguiente: La felicidad no es algo en pos de lo cual debamos ir principalmente. No viene por medio de hacer de ella un fin en sí mismo, sino que es un derivado o una consecuencia que proviene de vivir nosotros ante Dios desplegando Sus cualidades y portándonos de la manera que él quiere que lo hagamos. Es un fruto del amor y del servicio. La felicidad se ha comparado con una mariposa. Si corremos en pos de ella con gran entusiasmo y nos esforzamos por prenderla, siempre se nos escapará. Cuando la despedimos de la mente y seguimos adelante tranquilamente en conformidad con la voluntad de Dios, esa “mariposa” viene y se posa sobre nuestro hombro.—Rom. 12:9-21.

24 Por consiguiente, es cierto que en gran parte la felicidad depende de usted. No la persiga ansiosamente como si fuera la meta principal de la vida. Más bien, reconozca su necesidad espiritual, su necesidad de aprender acerca de su Creador y de adorarlo. El seguir las normas morales de Dios lo protegerá de muchos problemas y dará a su vida la estabilidad que necesita. Esfuércese por tener una relación íntima con Jehová Dios, porque hallará que el ser como “el Dios feliz” le proporcionará contentamiento y gozo. Aparte más tiempo en su vida para ‘oír la palabra de Dios.’ Entonces experimente lo recompensador que es el dar, el ayudar a otros a conocer a Jehová y sus propósitos. Ciertamente usted hallará, como lo han hecho millones de otras personas hoy día, que de este modo habrá conseguido la bendición de tener mucha felicidad.—Sal. 146:5.

[Nota a pie de página]

a Note también el comentario que hizo la sicóloga J. Brothers en la página 6.

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