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  • Determinando los principios bíblicos
    La Atalaya 1968 | 15 de febrero
    • Como cabeza de la casa, el esposo es responsable de hacer la decisión final. (Efe. 5:22; 6:4) Debe evitarse la asociación con adoradores falsos. (2 Cor. 6:16, 17; Sal. 106:35, 36) ¿Pudiera resultar en un matrimonio con un incrédulo? (Deu. 7:3, 4; Neh. 13:25, 26; 1 Cor. 7:39) Los padres deben proteger la integridad moral de sus hijos. (Gén. 34:1, 2; Pro. 5:1-4) Los hijos pueden mostrar respeto al arreglo de cosas de Jehová siendo obedientes a sus padres. (Efe. 6:1)

      5. ¿Está bien ponerse las “minifaldas” que están de moda al tiempo presente?

      El adorno femenino debe ser modesto. (1 Tim. 2:9, 10) Una esposa cristiana ha de estar en sujeción a su esposo; una hija menor de edad ha de ser obediente a su padre. (Col. 3:18, 20) Los cristianos no se esfuerzan por imitar al mundo, sino que ponen un ejemplo de bondad. (1 Ped. 4:4; Efe. 5:9-12; 1 Cor. 10:31) Necesitamos evitar todo lo que causaría tropiezo o quitaría mérito a nuestro ministerio. (2 Cor. 6:3, 4; 1 Cor. 13:4, 5)

      6. ¿Es compatible con los principios cristianos ir de caza o de pesca?

      Los animales pueden ser muertos para alimento. (Gén. 9:3) Los adoradores verdaderos pueden obtener alimento pescando. (Juan 21:6-13; Luc. 24:42, 43) Aunque el hombre tiene dominio sobre los animales, no debe tratarlos cruelmente. (Gén. 1:28; Pro. 12:10) Debemos evitar el espíritu sanguinario de Nemrod, matando simplemente por pasatiempo. (Gén. 10:9)

      7. ¿Es correcto que una esposa cristiana vaya a un “club nocturno” con su esposo incrédulo?

      Las esposas cristianas han de estar en sujeción a sus esposos. (Tito 2:5) Si un cristiano maduro visita un lugar que tiene mala reputación, esto podría lastimar la conciencia de una persona débil. (1 Cor. 8:10-13) Los cristianos no se esfuerzan por estar presentes donde es común la conducta o el habla vergonzosa. (Efe. 5:3-5) Los siervos de Dios se esfuerzan por mantener una conciencia buena delante de Jehová. (1 Ped. 3:16, 21)

  • Seguridad verdadera... ¿dónde?
    La Atalaya 1968 | 15 de febrero
    • Seguridad verdadera... ¿dónde?

      HACE unos tres mil años el rey fiel David de Israel confesó la fuente de su seguridad. Escribió: “En paz ciertamente me acostaré y también dormiré, porque tú, si, tú solo, oh Jehová, me haces morar en seguridad.” (Sal. 4:8) No obstante en los años desde que fueron escritas esas palabras, ¡cuántas personas no han buscado a Jehová como la verdadera fuente de seguridad! Los hombres, en cambio, cifran sus esperanzas en cuentas bancarias, seguros para la vejez y planes de jubilación. Estando la situación económica en el mundo sujeta a cambio rápido, ¡cuán frágiles son las esperanzas de seguridad que se basan enteramente en las finanzas!

      Con abundante prueba de que Jehová va a restablecer un paraíso en la Tierra dentro de nuestro tiempo, tenemos tanto más razón para acudir a él por seguridad. Sin embargo, esta actitud vino como una sacudida a un agente de seguros en Connecticut que visitó una noche el hogar de un testigo de Jehová. El Testigo relata lo que sucedió:

      “Pidió unos cuantos minutos de mi tiempo para explicar los rasgos descollantes de un programa de seguros que él creía que sería interesante e importante para mí. Conviniendo en una discusión breve, escuché mientras él bosquejó un programa de seguridad y jubilación. Aunque estuve profundamente impresionado por su manera sincera, no pude evitar el sonreírme cuando describió los beneficios que recibiría mi familia para fines de este siglo. Percibiendo mi incredulidad, preguntó: ‘¿No está usted de acuerdo en que un programa de esta naturaleza es el enfoque más sensato para la seguridad verdadera?’

      “Contesté: ‘La idea que yo tengo de lo que constituye seguridad verdadera y la idea que usted tiene de la seguridad verdadera son mundos separados.’ ‘¿Qué quiere usted decir con eso?’ preguntó él. Contestando, ‘Me da gusto que usted haya hecho esa pregunta,’ cogí mi Biblia y comencé a mostrarle lo que yo creía que constituía la seguridad verdadera.”

      La conversación duró un poco más de tres horas... cinco minutos para tratar de seguros, tres horas para tratar de verdades bíblicas. Varias veces el agente de seguros preguntó: “Pero, ¿cómo sabe usted que eso es cierto?” El ministro respondió: “Usted nunca lo sabrá ni estará seguro a menos que usted mismo investigue, cuidadosa, metódica y cabalmente.”

      Aproximadamente un mes después al ministro le dio gusto recibir una llamada telefónica de parte del agente de seguros. Parece que quería una Biblia en lenguaje moderno, como la que se usó durante la conversación. El Testigo convino en llevarle una a su oficina y trajo consigo un ejemplar de una ayuda para el estudio de la Biblia. Aceptándolas, el agente de seguros preguntó: “¿Qué ganaría yo al estudiar la Biblia como usted sugiere?” ¿Qué diría usted a esa pregunta? El ministro contestó: “La satisfacción de conocer la verdad acerca de Dios y de sus propósitos para la Tierra y el hombre. También, la habilidad de conseguir su favor y merecer la vida bajo el prometido nuevo sistema de cosas, sin mencionar el hallar la seguridad verdadera y permanente.”

      Usted se puede imaginar el gozo que recibió el Testigo al poder dar una respuesta afirmativa a la pregunta: “¿Podría usted hacer arreglos para que alguien celebre un estudio bíblico semanal conmigo?” Ahora el vendedor de seguros está aumentando rápidamente su conocimiento de las verdades bíblicas.

      ¡Cuán feliz puede ser la porción de todas esas personas que ahora dan un paso positivo hacia el adquirir la seguridad verdadera! Esa seguridad será de la clase más confiable, teniendo a Jehová Dios como su Fuente. Él nos asegura que la seguridad de su nuevo orden no será estropeada por guerras ni carencia. (Sal. 72:7, 16) Entonces los hombres experimentarán la seguridad a manos de Jehová, porque él promete: “Haré que se acuesten en seguridad.”—Ose. 2:18.

  • Preguntas de los lectores
    La Atalaya 1968 | 15 de febrero
    • Preguntas de los lectores

      ● ¿Está obligado un cristiano a aceptar una transfusión de sangre simplemente por mandato de un tribunal?—M. C., EE. UU.

      El cristiano verdadero gobierna su vida mediante las leyes de Dios, obedeciendo todas las leyes humanas que no están en pugna con las de Dios. (Mar. 12:17) De interés para los cristianos es la ley de Dios dada al antiguo Israel: “Queda firmemente resuelto a no comer la sangre, porque la sangre es el alma y no debes comer el alma con la carne.” (Deu. 12:23) De modo que Dios esperaba que los israelitas estuvieran ‘firmemente resueltos’ a no comer sangre, aun si alguien tratara de obligarlos a comerla.—Vea también Génesis 9:4; Levítico 17:11, 12, 14.

      ¿Es diferente hoy la situación para los adoradores de Jehová? No, porque la ley divina concerniente a la sangre aún es la misma, así como se declara en las Escrituras Griegas Cristianas: “Al espíritu santo y a nosotros mismos nos ha parecido bien no añadirles ninguna otra carga, salvo estas cosas necesarias: que se abstengan de cosas sacrificadas a ídolos y de sangre y de cosas estranguladas y de fornicación.” (Hech. 15:28, 29, 25) Sírvase notar que esta prohibición sobre el uso de la sangre para alimentar el cuerpo humano está enlazada con la prohibición de lo que equivale a idolatría. Bueno, ¿cometería usted un acto de idolatría si se lo ordenara un tribunal? Si un juez le ordenara a usted que se inclinara ante un ídolo, ¿lo haría usted? ¿O estaría usted firmemente resuelto a poner en primer lugar la ley de Dios, obedeciendo a Dios como gobernante más bien que a los hombres? (Hech. 5:29) Los cristianos primitivos rehusaron demandas de que ellos ejecutaran actos idólatras, aunque eso resultó en la muerte en una arena romana.

      De modo que hoy los cristianos dedicados tienen que estar tan firmemente resueltos a obedecer a Dios como lo estuvieron los israelitas fieles y los cristianos primitivos. Sin embargo, se ha notado que en algunos casos en que los tribunales han ordenado transfusiones de sangre evidentemente no ha habido una firme resolución de parte del que afirma ser cristiano. Algunos han indicado al tribunal que, aunque ellos no autorizarían transfusiones, no se opondrían a ellas si el tribunal las ordenara. En un caso, después de tal declaración, el juez ordenó una transfusión, dando fuerte énfasis al hecho de que el individuo parecía indicar que, con tal que él mismo no autorizara la transfusión de sangre, él no se opondría. Pero, ¿no se opondría Dios? ¿Es esto estar “firmemente resuelto” a obedecer la ley de Dios sobre la sangre?

      Es verdad que el tribunal lleva la responsabilidad

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