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  • La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1968
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La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1968
w68 1/9 págs. 520-524

Apreciando el servicio del “esclavo fiel y discreto”

SEGUN LO RELATO MARIA HANNAN

“¿POR qué no vienes conmigo al estudio bíblico?” me preguntó mi madre un domingo por la mañana cuando ella, mi hermana y mi hermano mayor se preparaban para el viaje de diez kilómetros al pueblo en carruaje tirado por caballos. “Lo haré si me devuelven a tiempo para la escuela dominical,” contesté. La ocasión era antes de la I Guerra Mundial. El lugar: una granja de unas 30 hectáreas al sur de Nueva Jersey. Nuestra familia constaba de mi padre, mi madre, cuatro muchachos y dos muchachas, y en su mayor parte nuestra afiliación religiosa había sido con los presbiterianos.

Pero mi madre había cambiado recientemente. Alguien le había enviado por correo un ejemplar individual de una revista que se llamaba “La Atalaya” que contenía prueba bíblica de que no había tal lugar como un infierno ardiente para la gente inicua. Mi madre siempre había creído que lo había, pero también era creyente firme en la Biblia. Usted quizás se pueda imaginar lo que sintió cuando aprendió la verdad acerca del infierno. Hablaba de ello a todos... los vecinos, los parientes y a nosotros, sus hijos, en casa. Algunos de aquellos a quienes les habló hasta creyeron que se estaba volviendo loca.

Mi madre llegó a ser una ardiente estudiante de la Biblia. Compró y devoró los “Estudios de las Escrituras,” una serie de libros encuadernados publicados por la Sociedad Watch Tower. Comenzó a estudiar regularmente con un grupito de Estudiantes de la Biblia que solía reunirse en una casa particular en una población cercana. Con frecuencia nos hablaba a nosotros, sus hijos, de las cosas que estaba aprendiendo. Lecturas de las Escrituras, también, recibían prominencia especial a la mesa. Recuerdo una de aquellas lecturas que se grabó firmemente en mi mente joven... el capítulo sesenta y cinco de la profecía de Isaías.

Finalmente, para agradar a mi madre, empecé a asistir a reuniones para estudio de la Biblia con ella, pero con mi hermana siempre me las arreglaba para ir también a la escuela dominical. Sin embargo, mientras más aprendíamos de nuestra madre más difíciles solían ser las preguntas que le hacíamos a la maestra de la escuela dominical. Cuando no recibimos respuestas a nuestras preguntas, pronto perdimos el interés en la escuela dominical.

EMPRENDÍ UNA CARRERA

Cuando terminé la escuela secundaria, decidí hacer del magisterio mi carrera, e ingresé en la Escuela Normal del Estado en el otoño de 1915 para un curso preparatorio de dos años. En la escuela me enfrenté a tener que registrar mi afiliación religiosa, para que se me permitiera ir a un lugar de adoración cada domingo sin acompañante. No conociendo a ningún Estudiante de la Biblia en aquella zona, y todavía no habiendo roto toda conexión con la Iglesia Presbiteriana, me registré como presbiteriana.

Ahora, por mi propia cuenta, comencé a pensar muy seriamente... especialmente sobre religión. Muy pocas de mis condiscípulas estaban dispuestas a discutir el tema. Sin embargo, yo había traído conmigo el juego de seis “Estudios de las Escrituras,” y ahora me puse a leerlos cabalmente mientras que al mismo tiempo me mantenía al día con la lectura de la Biblia.

Entretanto, rabiaba la guerra en Europa, y en todas partes se estaba elogiando la guerra como algo noble y abnegado. Un domingo por la mañana me decidí a asistir a la iglesia presbiteriana cerca de nuestra escuela. Esperaba obtener algún consuelo espiritual. En cambio, escuché a un predicador que agitaba el espíritu bélico mediante un sermón político. Me disgusté cabalmente y decidí jamás volver a poner un pie en la iglesia. Pero mi amor a la Biblia y sus principios excelentes continuó sin disminuir.

Jamás olvidaré mi primera reunión con los Estudiantes de la Biblia en una dirección que me suministró mi madre. Un domingo por la mañana encontré la dirección y subí por una escalera oscura hasta un cuarto en los altos. Pero, ¡qué gozo fue el unirme al grupo de estudiantes sinceros! Felizmente, también, había una muchacha de mi edad, una que llegó a ser para mí una verdadera compañera.

Cuando fui a casa durante mis vacaciones de verano, me enteré de que mi madre, mi hermana y mi hermano mayor habían simbolizado su dedicación a Jehová Dios mediante bautismo en agua. Yo, también, había llegado a comprender el privilegio de dar este paso de “consagración,” como se conocía entonces, y me bauticé antes de que terminaran las vacaciones.

Cuando regresé a la escuela ese otoño me enteré de que en una ciudad cercana se iba a exhibir durante cuatro noches el Foto-Drama de la Creación, una maravillosa presentación de la historia bíblica con transparencias y películas. Pero a ninguna muchacha se le permitía salir de la escuela por la noche sin acompañante y sin permiso especial. Abordé a la preceptora principal con mi petición y le mostré algunas de las hojas que anunciaban el Drama. Al dignarse echarles un vistazo vio un cuadro de Adán y Eva en el Edén. Lo llamó obsceno, y cuando traté de explicarle de qué se trataba, terminó la entrevista, diciendo: “¡No trate de decirme cuál es la religión correcta!”

Cuando mi madre se enteró de este incidente le escribió al director de la escuela, un bondadoso caballero anciano, y él con gusto concordó en conceder el permiso. La preceptora tuvo que contentarse con advertirme que no hablara acerca del Foto–Drama a las otras estudiantes. Pero, ¡cuánto me alegré de haber visto ese Drama! Valió la pena todo el esfuerzo que hice por estar presente. Recordando más tarde este incidente, le envié por correo al director de la escuela un ejemplar del libro El Arpa de Dios, poco después de publicarlo la Sociedad Watch Tower. Imagínese mi sorpresa al obtener un acuse de recibo en el cual me aseguraba que había “leído el libro con interés y provecho.”

ALGUNOS RECUERDOS VIVIDOS

Cuando supimos que había muerto el presidente de la Sociedad Watch Tower, Carlos T. Russell, yo fui una de la multitud que asistió al funeral. Entre la gran cantidad de hermosos diseños florales puedo recordar uno que llevaba el texto significativo: “Sé fiel hasta la muerte.” Después vino mi primer viaje en barco a Boston para asistir a una asamblea de Estudiantes de la Biblia. Allí fue cuando algunos de nosotros nos enteramos por primera vez acerca de un movimiento de la oposición que había tratado de echar a pique a la Sociedad y su obra de predicación del Reino desde adentro.

Nuevamente, con la llegada del otoño, regresé al magisterio. Sí, había emprendido la profesión de maestra. Pero no había de ser por mucho tiempo. El espíritu bélico había invadido las escuelas y las universidades. A los maestros se les pidió que se esforzaran 100 por ciento por promover el modo de pensar bélico o renunciaran. Para mí el punto en cuestión estaba bien definido. Renuncié. De modo que regresé a casa para ayudarle a mi madre y para participar en la muy emocionante obra de distribuir folletos con otros Estudiantes de la Biblia.

En aquellos días, también, recuerdo cuán refrescantes eran las ocasiones en que dos o tres congregaciones de Estudiantes de la Biblia se reunían para una visita especial de un representante de la central de la Sociedad en Brooklyn. Podíamos esperar un abundante banquete espiritual.

Nos llegó la noticia de que una asamblea de Estudiantes de la Biblia se celebraría en Pittsburgo, Pensilvania, durante los tensos días de 1918. El entonces presidente de la Sociedad, J. F. Rutherford, y sus compañeros todavía estaban en la prisión. ¿Podríamos asistir a esta asamblea? Mi hermano y yo decidimos ir con otros hermanos en un tren especial. ¡Qué emocionante ocasión fue aquélla! El hermano Rutherford, aunque estaba ausente, fue reelecto presidente. Hubo una petición para hacerla circular; en ella se pedía que fueran puestos en libertad estos excelentes y responsables cristianos... ¡una petición que finalmente tuvo más de 700.000 firmas! Y hubo el gozo de conocer nuevos amigos y relatar experiencias.

Regresé al magisterio. Pero, ¡cuán ansiosamente solía esperar mis ejemplares de la nueva revista que publicó la Sociedad, The Golden Age (ahora ¡Despertad!)! Solía viajar a la escuela en carruaje de caballos y trataba de leer cada nuevo número en el viaje. Más tarde le suministré transportación a una de las otras maestras, y dejaba que ella condujera mientras yo le leía porciones de la revista.

En aquellos días tuve que perderme algunas de las primeras asambleas debido a las responsabilidades escolares, pero entonces llegó la buena noticia de una asamblea grande en Columbus, Ohio, y que se celebraría en el verano, cuando yo estaría libre. No es preciso decir que nuestra familia viajó en auto y disfrutó de todo el programa. La asistencia al principio fue de 7.000 personas. Pero aquello era una inmensa muchedumbre para nosotros. ¡Cuán emocionante, entonces, fue el ver que la cantidad aumentó día tras día hasta llegar al máximo de 35.000 el domingo!

¿QUÉ PUEDO HACER?

Al pasar los años, aumentaba mi anhelo de tener alguna participación en la obra de testificación, mientras que al mismo tiempo ya no estaba satisfecha en el magisterio. Comencé a comprender que Jehová Dios estaba usando a su pueblo en la Tierra, impulsándolo a organizarse y servirle. Siempre que algunos representantes de la Sociedad visitaban nuestro distrito les preguntaba todo lo que tenía que ver con la actividad de predicación de tiempo cabal. Uno de esos visitantes me hizo recordar un texto bíblico que dice: “El que siega recibe salario.” Yo quería ser segadora.—Juan 4:36, VA.

En 1926 la Sociedad publicó un nuevo libro llamado “¡Liberación!” Este hizo una clara distinción entre la organización de Jehová en la Tierra y la de Satanás. Quedé convencida como nunca antes de que no podía haber terreno intermedio. Yo quería servir con los siervos organizados y ungidos del Señor sobre la Tierra, su “esclavo fiel y discreto.” (Mat. 24:45) El mensaje dio impulso a mi deseo de renunciar a mi profesión e ingresar en las filas de los “precursores” o predicadores de tiempo cabal. Pero, ¿sabía lo bastante acerca de la Biblia? ¿Podría sufragar los gastos? ¿Qué sucedería si fracasaba? ¿Podría obtener trabajo de nuevo?

Bueno, hice mi decisión. No era fácil para una muchacha. No obstante, jamás podría expresar con palabras la libertad que ahora sentí... el alivio de las presiones mundanas. Sentí como si se hubiera quitado un peso de mis hombros. Ahora, bien surtida del nuevo libro ¡Liberación!, mi compañera y yo pudimos empezar a trabajar en nuestro primer territorio asignado, una región minera en Pensilvania. Mi compañera ya tenía alguna experiencia, de modo que pude aprender mucho de ella. Día tras día aceptábamos pedidos de las publicaciones bíblicas que llevábamos, y después, en un día determinado, hacíamos las entregas a quienes las habían pedido. Y verdaderamente era satisfactorio el poder considerar preguntas bíblicas con algunos de ellos.

Sin embargo, los inviernos eran severos. Teníamos que abrigarnos bien para poder hacer la obra, y aun así encontré que mi salud se estaba deteriorando. Con el tiempo me decidí a regresar a casa y ver si podía recuperarme. Pasaron algunas semanas antes de sentirme bien, y mientras tanto había señas de que se acercaba la primavera. Estaba lista para regresar a mi compañera. Pero entonces recibí una llamada telefónica de la central de la Sociedad en Brooklyn: “¿Le gustaría considerar el servicio en Betel (Betel se refiere a la casa donde el personal de la central vive y trabaja)?” Por supuesto, me gustaría, especialmente cuando dos de mis hermanos y un primo ya estaban sirviendo allí. Convine en venir a Brooklyn para una entrevista.

BENDICIONES EN BETEL

“Usted parece algo frágil,” fue la primera observación del presidente de la Sociedad, el hermano Rutherford. Pero cuando le expliqué mi reciente enfermedad, preguntó: “¿Está usted preparada para quedarse y empezar a trabajar inmediatamente?” Por supuesto que sí, aunque antes de venir para la entrevista había preparado mi maleta para pasar solo una noche. Y fui a trabajar, los primeros meses haciendo trabajo de limpieza en la nueva casa Betel y en el anexo que estaba usándose mientras progresaba el trabajo de construcción.

Después, cierto día, el hermano Rutherford habló conmigo acerca de mi trabajo y me preguntó si me gustaría intentar leer y corregir pruebas en la oficina de la imprenta. Bueno, lo he estado intentando desde entonces. Palabras no pueden expresar la satisfacción y el gozo que he experimentado en los muchos años desde entonces. El comentario de uno de los hermanos de mayor edad me ayudó en particular a apreciar el privilegio de tan estrecha asociación con el “esclavo fiel y discreto” del Señor. Dijo él: “Usted tiene uno de los mayores privilegios que cualquier mujer en la Tierra pudiera tener.” Ciertamente estoy de acuerdo con ello.

Después, por un tiempo, hubo cuatro de mi familia sirviendo aquí en Betel, pues mi hermana Harriet fue aceptada para servir en la central un año después que yo vine. Sin embargo, después de una breve enfermedad en 1951 terminó su carrera terrestre. El mantenerme ocupada en la obra del Señor resultó ser un verdadero provecho para mí, porque la tristeza y las dificultades fueron empujadas a un último término, y la tranquilidad de ánimo que proviene del servicio concienzudo calmó todo pensamiento angustioso.

Los gozos del servicio aquí en Betel por mucho sobrepujaron lo que yo esperaba. Y hubo más bendiciones, como el ir a las asambleas. Durante los años, he asistido a asambleas en más de doce estados de los EE. UU., y también he disfrutado de dos viajes a asambleas en Europa. ¿Y las vacaciones? Sí, éstas también se han provisto, y con frecuencia las han hecho sumamente refrescantes y edificantes hermanos amorosos y generosos.

PUNTOS SIGNIFICATIVOS A LO LARGO DEL CAMINO

En 1931, en Columbus, Ohio, bien recuerdo que estaba sentada en la última fila cuando se anunció desde la plataforma el nuevo nombre, testigos de Jehová. Aún puedo oír el tremendo aplauso que brotó del gran auditorio. A principios de los años treinta otra cosa que recuerdo es la ocasión cuando fui escoltada por la policía a la oficina del jefe mientras participaba en la testificación de casa en casa en Floral Park, Nueva York. Pero el jefe de la policía descartó la queja, y fui llevada de vuelta a la misma calle, donde coloqué más literatura como resultado de la publicidad.

Después llegó el tiempo cuando utilizábamos el fonógrafo en la mayor parte en nuestro ministerio de puerta en puerta, dejando que los discos grabados por el hermano Rutherford hablaran e introdujeran nuestro mensaje. Y otro rasgo de nuestro servicio en aquel entonces fue: el caminar por Broadway, en la ciudad de Nueva York, portando un letrero a manera de “emparedado” y un estandarte con la inscripción: “La religión es un lazo y una estafa.” Los transeúntes se quedaban mirándonos como si estuvieran viendo algo muy raro, pero lo importante era la atención que se atraía al mensaje vital.

Cada asamblea grande, también, tuvo su punto relevante inolvidable. En Washington, en 1935, hubo el gozo de ver ponerse de pie a “una grande muchedumbre” al ser identificada como la clase terrestre de seguidores de Jesús. En 1941, en Saint Louis, Misuri, vimos a 15.000 Testigos jóvenes ponerse de pie y desfilar para recibir sus ejemplares gratis del recién publicado libro Hijos. En la ciudad de Nueva York, en 1942, muchos de nosotros escuchamos la primera transmisión pública desde Cleveland por el nuevo presidente de la Sociedad, N. H. Knorr. Y ese mismo año algunos de nosotros pasamos nuestras vacaciones en la Hacienda del Reino cerca de Ithaca, donde vimos los edificios bien equipados que se habían acabado de construir. No sabíamos en ese tiempo que ésta iba a ser la ubicación de una escuela especial, la Escuela Bíblica de Galaad de la Watchtower. ¡Ciertamente el Señor Jesús estaba haciendo prosperar a su “esclavo fiel y discreto”!

Fue magnífico, también, en 1950, el ver a las multitudes de nuestros hermanos y hermanas espirituales y personas interesadas que hicieron una gira por Betel y la fábrica durante la asamblea que se celebró en el Estadio Yankee. Muchas fueron las palabras alentadoras que nos dijeron al desfilar ellos por los edificios y maravillarse de la limpieza y el orden que había.

Particularmente aprecié en aquellos días el privilegio especial de participar en leer y corregir las pruebas de la completa Traducción del Nuevo Mundo de las Santas Escrituras, un instrumento que aclamaron los Testigos de todo el mundo con mucho entusiasmo. También, fue fascinante observar el nuevo proyecto de construcción aquí en Brooklyn, desde 1958, al asumir forma la nueva casa Betel en el número 107 de Columbia Heights.

En 1961, fue excelente el estar presentes para el comienzo de la Clase 36.ta de la Escuela de Galaad, al empezar su curso de diez meses en su nuevo sitio en nuestro nuevo edificio. Y desde entonces hemos asistido a muchas graduaciones, y hemos visto a muchos hombres y mujeres jóvenes, fuertes, salir para asignaciones lejanas como misioneros después.

De vez en cuando nuestro cuerpo físico necesita descanso y reparaciones para poder seguir adelante eficazmente, y eso es lo que me sucedió en 1962. Debido a una intervención quirúrgica necesaria tuve que descansar por un tiempo, una situación muy penosa cuando uno quiere estar en el trabajo que ama. Pero el cuidado y el estímulo amorosos que me ofrecieron mis compañeros Testigos me alegraron, y particularmente consolador para mí fue la seguridad del cuidado del Señor como se expresa en el Salmo 23:4.

Hay muchas otras experiencias gozosas que podría contar. Pero me faltaría el tiempo y el espacio. Además de nuestros deberes aquí en Betel también usamos las noches y los fines de semana para participar en la obra de predicación de casa en casa. He tenido el gozo de ver a algunas personas con las cuales empecé estudios bíblicos llegar a ser publicadores del mensaje del Reino ellos mismos, en un caso hasta la tercera generación. ¿Qué mayor gozo podría tener uno? Aunque no me estoy haciendo más joven en años, todavía espero, por la bondad inmerecida de Jehová, emplear todavía más tiempo en mostrar mi aprecio por el servicio del “esclavo fiel y discreto.”

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