El camino de escape
LA BIBLIA advierte: “Lo que el hombre sembrare, eso mismo cosechará” (Gálatas 6:7, Herder). Si estas palabras han resultado veraces en alguna generación, es en la de ahora. En las páginas precedentes hemos examinado la epidemia de la inmoralidad sexual y hemos visto algunas de las horribles plagas físicas que ésta ha causado. Otras enfermedades provocadas por la inmoralidad han producido resultados similares.
Por ejemplo, dos de las principales causas de muerte hoy día son el cáncer y las enfermedades cardíacas. Respecto a estas dos plagas, la Organización Mundial de la Salud informa: “Noventa por ciento de los casos [de cáncer del pulmón] ocurren entre fumadores [de tabaco]. El riesgo de contraer cáncer de la boca, la garganta y el esófago es entre cinco y diez veces mayor en el caso de los fumadores”. Dice a continuación: “Las enfermedades cardíacas coronarias son la causa principal de muerte en la mayor parte de los países desarrollados, y el riesgo de morir como resultado de éstas es entre dos y tres veces mayor entre los fumadores que entre las personas que no fuman”.
No, no todos los que mueren de cáncer o de alguna enfermedad del corazón fuman tabaco. Pero si nadie usara el tabaco, estas dos causas de muerte reclamarían muchísimas menos víctimas que en la actualidad. La satisfacción inmoderada de los propios deseos del fumador, quien arriesga la vida por un hábito, y la codicia de las empresas comerciales que sacan ganancias del vicio del fumador, se combinan y multiplican de manera horrenda las muertes innecesarias que resultan de estas epidemias.
Los países del Tercer Mundo aún están tambaleando debido a epidemias que están bajo control en otras partes. El Sunday Times, de Londres, informa: “Hoy [...] más de 500 niños se quedarán ciegos... simplemente debido a deficiencia de vitamina A. Y por aproximadamente 3p [5 centavos, E.U.A.] por niño se podría evitar esto. La perspectiva de que se halle el dinero y de que se dispensen las vitaminas es poco prometedora”.
Cada día alrededor del mundo mueren 25.000 personas debido a varias enfermedades físicas que resultan del beber agua contaminada. Existe la tecnología para proporcionar a todo humano sobre este planeta agua potable que sea limpia. El costo de poner en práctica dicha tecnología equivaldría a aproximadamente una décima parte de lo que el mundo gasta en tabaco y a solo una pequeña fracción de lo que se gasta en armamentos. Aún así, cada día mueren 25.000 personas. Ciertamente esto revela que existe una enfermedad de índole espiritual en la sociedad humana.
Además, considere el extenso abuso de las bebidas alcohólicas, que resulta en cirrosis del hígado y causa “entre una tercera parte y la mitad de todas las muertes por accidentes de tráfico en los países industriales... y una creciente cantidad en el Tercer Mundo” (World Health). Tenga presente lo extensa que es la práctica de deshacerse de sustancias químicas peligrosas de maneras ilegales, lo cual presenta un grave peligro para la población en general. Sí, en muchísimos casos, los problemas de la salud física de la humanidad están estrechamente relacionados con las enfermedades de índole moral.
Se predijo el problema
Jesucristo profetizó que habría un tiempo en que la humanidad estaría bajo el ataque de epidemias. Dijo: “Se levantará nación contra nación, y reino contra reino; y habrá grandes terremotos, y en un lugar tras otro pestes y escaseces de alimento”. (Lucas 21:10, 11.)
El apóstol Pablo predijo un ataque violento de epidemias del espíritu. Advirtió: “En los últimos días se presentarán tiempos críticos, difíciles de manejar. Porque los hombres serán amadores de sí mismos, amadores del dinero, [...] sin gobierno de sí mismos, [...] amadores de placeres más bien que amadores de Dios”. (2 Timoteo 3:1-5.)
No cabe duda alguna de que estas profecías se están cumpliendo hoy. ¿Significa esto que la raza humana está destinada a hundirse cada vez más profundamente en el fango de la decadencia moral y física, hasta que con el tiempo esté completamente sumida en dichas epidemias?
Usted puede ayudarse
No, éste no es el caso en absoluto. La Biblia no solo profetizó nuestra presente situación difícil, sino que también mostró el camino de escape. Aun hoy, si evitamos las epidemias que afligen a la humanidad en el campo de lo moral, nos protegemos hasta cierto grado de la enfermedad física. Considere este consejo bíblico:
“Que la fornicación e inmundicia de toda clase o avaricia ni siquiera se mencionen entre ustedes”. (Efesios 5:3.)
“Limpiémonos de toda contaminación de la carne y del espíritu”. (2 Corintios 7:1.)
“Suministren a su [...] conocimiento gobierno de sí mismos, a su gobierno de sí mismos perseverancia”. (2 Pedro 1:5, 6.)
¿Pone usted en práctica este consejo en su vida? Si lo hace, está evitando la epidemia de la inmoralidad y así se está protegiendo de la pandemia de las enfermedades venéreas. Además, usted no es esclavo del tabaco, de las drogas ni del alcohol; así ha disminuido considerablemente el riesgo de contraer muchísimas otras enfermedades. Esto le da un sentido de bienestar, ¿no es cierto?
Pero hemos mencionado solo parte del problema. ¿Qué hay de los vecinos que lo ponen a usted en peligro debido a las enfermedades de índole moral que ellos tienen? ¿Qué hay de la persona que, estando borracha, guía un automóvil y tal vez choque contra usted? O ¿qué hay de las personas que contaminan el ambiente? O ¿los intereses egoístas comerciales y nacionalistas que hacen que miles de personas se vuelvan ciegas o mueran innecesariamente? Está claro que no podemos evitar del todo los resultados de las epidemias de la inmoralidad de este sistema de cosas. Tampoco podemos evitar completamente las epidemias de índole física... las influenzas, los tipos de cáncer no relacionados con el fumar, y así por el estilo.
Para vencer estos problemas necesitamos una poderosa autoridad central que nos proteja de las acciones moralmente depravadas de otras personas y que promueva el tipo de sociedad en la que se ataquen y se venzan las epidemias físicas de la humanidad. Dicha autoridad existe. Se llama el Reino de Dios.
Se resuelve el problema
El Reino de Dios tiene un programa para salvar a la raza humana de las epidemias y, hasta la fecha, dicho programa está desarrollándose como fue previsto. Primero, después que el Reino fue establecido en los cielos en 1914, se tuvo que arrojar a Satanás a la Tierra y limpiar los cielos de la influencia nociva de éste (Revelación 12:7-12). También se tuvo que organizar un programa mundial educativo para dar a conocer a la humanidad la existencia del Reino y las metas de éste y empezar a curar a las personas de buen corazón de sus enfermedades del espíritu. (Mateo 24:14; 28:19, 20; Isaías 61:1, 2.)
La primera de estas dos medidas ya se ha tomado, y la segunda está en progreso. Cuando se haya completado la obra de predicar, los asuntos estarán listos para la tercera etapa: la intervención vigorosa del Reino en los asuntos mundiales. El profeta Daniel predijo esto: “En los días de aquellos reyes el Dios del cielo establecerá un reino que nunca será reducido a ruinas. Y el reino mismo no será pasado a ningún otro pueblo. Triturará y pondrá fin a todos estos reinos, y él mismo subsistirá hasta tiempos indefinidos”. (Daniel 2:44.)
Así, el Reino de Dios ha de “causar la ruina de los que están arruinando la tierra” (Revelación 11:18). Producirá un sistema de cosas en el que las epidemias físicas serán eliminadas. Y, lo que es más importante aún, se pondrá fin a las epidemias de la inmoralidad. (Compare con Isaías 33:24.)
Finalmente, la raza humana estará protegida para siempre de las epidemias de la carne y las epidemias del espíritu. Entonces se cumplirá plenamente la promesa divina: “[Dios] limpiará toda lágrima de sus ojos, y la muerte no será más, ni existirá ya más lamento ni clamor ni dolor. Las cosas anteriores han pasado”. (Revelación 21:4.)
Nadie dirá: “Estoy enfermo”. (Isaías 33:24.)