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Matrimonios en que ambos cónyuges trabajan por salario... una larga historia¡Despertad! 1985 | 8 de febrero
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al hogar. Entonces llegó la revolución industrial, y los hombres buscaron empleo en las fábricas de las ciudades grandes. Sin embargo, al cambiar de la agricultura e industrias caseras a empleos de esa índole, los hombres llegaron a tener “empleos lejos del hogar... empleos que no exigían la participación de las esposas ni de los hijos”. ¿Cuál fue el resultado? Las mujeres —dicen algunos— llegaron a ser “gravámenes económicos”. (Scientific American.)
No obstante, la industrialización trajo cierto grado de prosperidad. Y a medida que las naciones de Occidente fueron saliendo de una depresión y una segunda guerra mundial, el nivel de vida de la clase media (o de una clase aun más alta) llegó a ser la meta que muchas familias procuraron ansiosamente alcanzar. Y por cierto tiempo los salarios altos, los precios bajos, y la facilidad de conseguir crédito permitieron que algunos hombres proporcionaran a sus familias casas, automóviles... y hasta algunos componentes de la asombrosa serie de nuevos productos y aparatos que entonces se hacía brillar delante de ellos.
Sin embargo, en el caso de muchos, el sueño acerca de la clase media resultó ser una trampa sutil a medida que la inflación empezó su mortífero ascenso en espiral. Ya en la década de los sesenta, dice el escritor Marvin Harris, “a los padres se les estaba haciendo cada vez más difícil alcanzar la categoría de la clase media o mantenerse en ella”. Por ejemplo: En 1965 el precio medio de venta de una casa nueva para una familia en los Estados Unidos era de $20.000. Para mediados de 1984, ¡el precio había subido rápidamente a unos $100.000! De igual manera, el costo de los alimentos y la ropa quedó fuera de control. Así que las mujeres empezaron a buscar trabajo a raudales, en cantidades sin precedente.
‘Necesitábamos más dinero’
Richard y Carol (a quienes mencionamos al principio) son dueños de una casa cómoda pero modesta, según las normas estadounidenses. Pero al igual que muchos otros matrimonios, se encontraron atrapados en las garras de la inflación. Carol dice: “Sencillamente necesitábamos más dinero para poder pagar nuestras cuentas. Me daba cuenta de que Richard no podía ganar mucho más de lo que ya estaba ganando. De modo que yo realmente no tuve más remedio que conseguir un empleo de tiempo completo”. No, la filosofía del movimiento de la liberación femenina no ha sido la fuerza principal que ha impelido a las mujeres a buscar empleo. Cuando se pregunta a los matrimonios por qué trabajan ambos, la mayor parte de ellos contestan: ‘¡Porque necesitamos el dinero!’. (Véase la página 5.)
A algunas mujeres les desagrada que se las desarraigue del hogar. “El trabajar fuera del hogar me está matando poco a poco”, se lamentó cierta esposa. No obstante, hay muchas que aceptan de buena gana sus empleos. “Me encanta trabajar —dice otra esposa, quien es gerente de una sala de exhibición de muebles—. Sencillamente no soy ama de casa.” Los índices de divorcio en aumento vertiginoso y el espectro de la viudez han contribuido también a atraer a las mujeres a los empleos. “Me asustaría muchísimo el no trabajar —dice cierta esposa—. Perdí a mi primer esposo cuando yo tenía 22 años de edad [...] Ahora siempre tengo en lo más recóndito de la mente la idea de que si Stephen muriera o huyera con alguna joven, yo estaría en un terrible apuro si no tuviera empleo.”
Con todo, en el caso de la mayoría de los matrimonios, el deseo de mantenerse a flote en sentido financiero es lo que los ha convertido en familias en que ambos cónyuges trabajan por salario. ¿Cuáles son, pues, algunos de los desafíos a que se encaran dichos matrimonios, y cómo pueden hacerles frente con éxito?
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Matrimonios en que ambos cónyuges trabajan por salario... los desafíos a que se encaran¡Despertad! 1985 | 8 de febrero
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Matrimonios en que ambos cónyuges trabajan por salario... los desafíos a que se encaran
“ME PARECE que el hombre debería hacer el trabajo, y que debería traer el dinero al hogar —afirma cierto esposo—. Y cuando terminara de trabajar, debería sentarse y descansar el resto del día.” Sin embargo, a pesar de tal opinión obviamente arraigada, su esposa trabaja.
Muchos hombres se encuentran igualmente atrapados en una lucha emocional: la necesidad económica contra las obstinadas ideas sobre la hombría. La socióloga Lillian Rubin comenta: “En una sociedad en que personas de todas las clases están atrapadas en un esfuerzo frenético por adquirir bienes, en que el sentido de valía del hombre y la definición de su hombría dependen grandemente de su capacidad para proveer dichos bienes, a él se le hace difícil admitir que la familia sí necesita en realidad los ingresos de su esposa para vivir como ambos quisieran”.
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