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  • Las mujeres invaden el mercado de empleos
    ¡Despertad! 1978 | 8 de febrero
    • Las mujeres invaden el mercado de empleos

      SI DURANTE la generación pasada usted le hubiese preguntado a una jovencita qué deseaba ser cuando creciera, bien pudiera haber respondido: “Una madre.” Hoy día, si usted le hiciese la misma pregunta a una chica de los Estados Unidos, es más probable que la respuesta fuera: “La presidenta,” o, “Una astronauta y una madre.”

      En otro tiempo cuando mujeres que tenían niños pequeños trabajaban en empleos seglares, o se compadecían de ellas o las criticaban. Pero tan grande ha sido el cambio en actitud que cada vez más mujeres se disculpan si son “solo amas de casa.”

      Más del 47 por ciento de todas las mujeres adultas de los Estados Unidos ahora trabajan fuera del hogar, y el número de obreras aumenta rápidamente. En ese país las mujeres constituyen aproximadamente el 40 por ciento de la fuerza de trabajo. En tan solo 1976, un nuevo grupo grande de 1,5 millones de mujeres salieron a buscar trabajo y lo hallaron.

      Semejante invasión femenina en el mercado de empleos ha sorprendido a los economistas y a los miembros del Ministerio del Trabajo que predicen las tendencias. La han llamado “extraordinaria,” y “el fenómeno individual más sobresaliente del siglo.” No se esperaba que las mujeres constituyeran más del 40 por ciento de la fuerza de trabajo, por lo menos no antes de 1985.

      Lo mismo sucede en otros países. En Bélgica, un oficial del Ministerio de la Salud culpó a las mujeres que trabajan fuera del hogar por el aumento de piojos, pulgas y cucarachas que se ha informado. “Ahora sucede con mayor frecuencia que el marido y la mujer salen juntos a trabajar por la mañana,” dijo él, “y a menudo están demasiado cansados para ponerse a limpiar la casa cuando regresan de noche.”

      En Israel, las mujeres sirven de sargentos instructores del ejército. “Aumenta la motivación de los hombres,” explicó una de ellas, porque “cuando yo termino una marcha forzada o carrera de dos millas a la cabeza de mi pelotón, nadie se retira o queda atrás.”

      No es solo la cantidad de mujeres que de repente desean trabajar lo que sorprende a los observadores en los EE. UU., sino las edades de las mujeres. Especialmente en los pasados dos años los aumentos más sobresalientes han ocurrido entre las mujeres que tienen de 25 a 44 años de edad, y las de estas edades son las que tradicionalmente se quedan en casa para criar a sus familias. El que muchas de estas mujeres opten por trabajar no se debe a que no tengan esposos que las mantengan, sino a que prefieren trabajar fuera del hogar a “solo ser amas de casa.”

      Situación fluctuante

      Los modelos recientes de las mujeres en el mercado de empleos revelan una situación fluctuante. Antes de la I Guerra Mundial, las mujeres rara vez trabajaban fuera del hogar, y si lo hacían, generalmente solo era en trabajos que se consideraban adecuados para las mujeres. Hasta casi el fin de la década que empezó en 1880 se consideraba que hasta la mecanografía y secretaría eran trabajos estrictamente para los hombres. Pero debido las necesidades laborales de la I Guerra Mundial las mujeres entraron en el mercado en masa. Entonces, en el derrumbe económico de 1929, las mujeres fueron las primeras que fueron despedidas de sus trabajos en una ola de desempleo que barrió a través de toda la nación.

      El efecto de la II Guerra Mundial en la fuerza laboral de la nación fue aún más dramático a medida que mujeres en cantidades nunca antes vistas se pusieron a trabajar. Hicieron trabajos de toda clase que anteriormente se consideraban adecuados únicamente para los hombres, y produjeron muchos de los materiales para la guerra. “Rosita la perita remachadora” llegó a ser la heroína nacional del día. Pero cuando se efectuó la paz, grandes números de mujeres regresaron de nuevo al hogar, puesto que se cerraron las fábricas de material de defensa y a las mujeres las despidieron a fin de dejar sitio para los millones de hombres que volvían de rendir servicio militar.

      Muchas mujeres volvieron a casa gustosamente, y se notó un cambio vigoroso en el espíritu del país que ya no animaba a las mujeres a emprender carreras seglares. La marca establecida durante el período de la guerra para el mayor número de mujeres que habían trabajado hasta la fecha —más o menos el 37 por ciento de todas las mujeres— fue reemplazada por la mayor proporción de matrimonios y nacimientos del siglo veinte. Pero empezando alrededor de 1950, la cantidad de mujeres que trabajaban comenzó a aumentar de nuevo, y para 1962 había vuelto al 36 por ciento, un poquito menos que la marca que se había establecido durante la II Guerra Mundial; y actualmente, ha ascendido a más de 47 por ciento, y sigue aumentando.

      Esto ha hecho surgir una cuestión que se debate con ardor: ¿Dónde deben estar las mujeres? ¿En el hogar? ¿En algún empleo? ¿O en ambos? Pero antes de considerar esto, examinemos las razones por las cuales las mujeres entran en el mercado de empleos en números tan grandes.

  • Por qué buscan empleo las mujeres
    ¡Despertad! 1978 | 8 de febrero
    • Por qué buscan empleo las mujeres

      LOS sociólogos mencionan varias razones al explicar por qué las mujeres buscan empleo fuera del hogar. El caso es que la mujer moderna simplemente tiene menos que hacer en el hogar que lo que tenía que hacer su bisabuela. Cuando se considera que la duración máxima de la vida ha sido alargada, la gente tiene menos hijos, están disponibles más dispositivos que ahorran trabajo y nuevos alimentos fáciles de preparar, es posible que la mujer moderna a la edad de treinta y cinco años se halle con su hijo más joven en la escuela y ella se pregunte qué hacer para ocupar las horas del día.

      Muchas mujeres ven como solución el trabajar fuera del hogar después que todos los hijos estén en la escuela o hayan crecido. Como resultado, para 1962 la edad media de las mujeres que trabajaban en los EE. UU. era 41 en comparación con 26 en 1900 y 37 en 1950.

      La proporción de divorcios que aumenta rápidamente —en tan solo los EE. UU. más de un millón de mujeres se divorcian cada año— también empuja a las mujeres al mercado de empleos. A menudo tienen que trabajar para vivir. Una investigación reciente mostró que los pagos ordenados por los tribunales para el sostén de los hijos, aun cuando se pagan fielmente, por lo general sufragan menos de la mitad de lo que cuesta el criarlos. Esto ayuda a explicar por qué casi dos de cada tres mujeres en la fuerza laboral son mujeres divorciadas o separadas.

      Además, muchas mujeres modernas al ver que sus amistades, vecinos, y hasta sus padres, se divorcian se preguntan si no sería prudente incluir en sus planes la posibilidad de que ellas, también, tengan que mantenerse más tarde en la vida. ¿Es práctico, quizás pregunten las mujeres, el confiar en que un hombre las mantenga durante toda la vida? Por eso, la mujer puede considerar que el trabajar durante toda su vida de casada es una forma de seguro contra el hallarse, a la edad de cuarenta, divorciada y con hijos que mantener, y sin el apoyo de un registro de trabajo seglar o pericia especial.

      Otra razón por la cual muchas casadas buscan empleo es para reforzar el sueldo de su esposo. Debido al rápido paso de la inflación, algunas familias necesitan el dinero adicional para las necesidades. Otras simplemente quieren comprar comodidades o artículos de lujo que la familia no pudiera obtener de otro modo, o quieren elevar su estándar de vida a un nivel que al esposo solo no le sería posible mantener.

      Si el esposo tiene trabajo de temporada, o uno en que hay despidos periódicos, las rentas del trabajo de la esposa pueden suministrar un apoyo económico estabilizador y ayudar a superar la dificultad en que a veces se halla la familia. Esto es especialmente cierto porque la mayoría de las mujeres trabajan en profesiones de servicio, y hay menos probabilidad de que el desempleo afecte a este campo tan rápida o duramente como a los campos que los hombres dominan tradicionalmente, como, por ejemplo, la construcción y la fabricación.

      Una influencia dominante

      Aunque los factores mencionados han contribuido a que muchas mujeres consigan trabajo, parece que el movimiento de la liberación femenina es responsable en gran manera de esta tendencia. El movimiento ha dado prominencia a ciertos conceptos que han impulsado a muchas mujeres, hasta a las que no tienen lazos directos con el movimiento, a expresar su disgusto con el ser amas de casa y a buscar identidad personal e independencia. Desean envolverse en un mundo más allá de su propia familia.

      A algunas mujeres les parece que el matrimonio mismo está por desaparecer ya que no se le considera como una institución viable en el mundo moderno con su nueva moralidad. Además, cada vez más mujeres están repudiando su papel tradicional... el de criar a los jóvenes. En los EE. UU. la tasa de natalidad ha descendido a su punto más bajo de la historia: de 3,7 hijos para cada familia en 1957 a 1,8 en 1975, y siguió disminuyendo dramáticamente en 1976.

      En los años cincuenta las madres tendían a quedarse en casa con sus hijos recién nacidos y preescolares antes de ingresar en la fuerza de obreras, pero hoy día muchas mujeres no quieren esperar. Muchas mujeres consideran la vida de un ama de casa y madre, con su grado de aislamiento y énfasis en servir a otros, como algo anticuado, aburrido y restringente.

      “Después que nació mi primera hija, me pareció que la había dado a luz a ella pero que yo misma había muerto,” dice una joven madre de dos hijas, una graduada universitaria que estaba acostumbrada a trabajar. “Fue el fin de mí como persona independiente con lazos con el mundo exterior.”

      A esta mujer se le hizo deprimente el ajuste necesario para dedicar todo su tiempo a ser ama de casa y madre. “Opté por volver a trabajar después que me di cuenta de que estaba comprando revistas de mujeres que contenían artículos acerca de cosas que hacer para ahorrar dinero,” dijo ella. “Me di cuenta de que podía ganar más dinero estando empleada.” Por eso dejó a sus dos hijitas, la menor de solo unos meses de edad, a cargo de una casera y volvió a trabajar.

      La opinión de que la categoría de ama de casa es la “más inferior de todas” ha impelido a muchas mujeres a buscar empleo. “Si uno se queda en casa, la gente cree que lo hace porque uno es demasiado torpe para trabajar,” explicó una joven. Por otra parte, más esposos están instando a sus esposas a conseguir trabajo. Un esposo estimuló a su esposa que no quería volver a trabajar a hacerlo poco después del nacimiento de su primer hijo. ¿Por qué?

      “En parte se debió a mi egoísmo,” dijo él. “No me gusta llegar a casa y oír que el precio de las zanahorias ha subido al doble.” Teme que con el tiempo su esposa lo aburrirá si se queda en casa. “Pienso en su madre,” explica él. “Al principio era una mujer inteligente pero actualmente no recuerdo nada que haya dicho que sea ligeramente interesante. Lo único que ha hecho es manejar una casa, y como resultado ya tiene la mente embobecida. No quiero que eso le pase a mi esposa. Casi todo lo que mi esposa hace para el bebé es estrictamente mecánico... como cocer el alimento y majarlo, y así por el estilo. Uno se puede gloriar hasta cierto punto en un trabajo bien hecho, pero no me parece que haya mucha diversión en eso o que sea muy interesante.”

      Una comparación de dos encuestas muestra el efecto de actitudes como ésa para con el papel tradicional de las mujeres. En la encuesta que se realizó en los años sesenta, antes que el movimiento de las mujeres hubiese tenido un impacto tan fuerte en la mujer media, el 72 por ciento de las mujeres abarcadas en la investigación dijeron que realmente les gustaba el trabajo de amas de casa. La mayoría de ellas se complacían, o dijeron que no tenían inconveniente, en hacer trabajo que se considera penoso y tedioso, como el limpiar la casa. Pero solo como la mitad de las mujeres abarcadas en una encuesta reciente dijeron que las tareas domésticas les proporcionaban siquiera “placer de vez en cuando.”

      Pero ¿cuáles son los sentimientos de las mujeres casadas y madres que asumen las responsabilidades de estar empleadas y manejar una casa? ¿Les produce esto satisfacción y felicidad?

  • Los problemas de las mujeres que trabajan
    ¡Despertad! 1978 | 8 de febrero
    • Los problemas de las mujeres que trabajan

      A MENUDO los titulares nos dicen de mujeres en puestos atractivos y bien remunerados que antes eran ocupados casi exclusivamente por hombres. Algunas llegan a ser presidentas de países, miembros de los gabinetes gubernativos, presidentas o moderadoras de grupos que debaten por TV, bolsistas, etc. Sin embargo, todavía es cierto que la gran mayoría de las mujeres tienen trabajos de sueldo bajo, de categoría inferior, con escasa oportunidad de adelanto.

      El hecho es que a pesar de las victorias legales y las leyes federales que prohíben el discriminar contra las mujeres en los empleos, parece que el cuadro está empeorando, no mejorando, para las mujeres que trabajan. “¿Progreso? ¿Qué progreso?” exclamó en 1976 la Organización Nacional para las Mujeres. “Estamos retrocediendo. Las cosas ni siquiera se quedan como estaban.”

      Las estadísticas recientes del gobierno muestran que en los pasados 20 años la diferencia entre lo que gana el hombre medio y la mujer media ha estado aumentando, no disminuyendo. Más del 80 por ciento de todas las mujeres que trabajan en los EE. UU. ganan menos de 10.000 dólares al año, en contraste con solo el 38 por ciento de los hombres. Según el Departamento de Censo de los EE. UU., algunas graduadas universitarias solo ganan el 60 por ciento de lo que ganan los graduados universitarios. Además, un estudio realizado por una organización de investigación de Nueva York indicó que desde ahora hasta 1985 más de las dos terceras partes del aumento en empleo femenino sería en trabajos de oficina modestos, y que los sueldos seguirían a un nivel sustancialmente inferior a los sueldos de los hombres.

      Lo que todo esto quiere decir es que la mujer que espera hallar un trabajo excitante, que le pague un sueldo suficientemente alto como para hacerla financieramente independiente, probablemente sufrirá una desilusión. No solo hay gran posibilidad de que su trabajo sea mecánico y de naturaleza servil, sino que si ella le paga a alguien para cuidar a sus hijos mientras ella trabaja, puede que apenas saque para los gastos. El caso es que casi siempre hay otros gastos: transporte, almuerzos alejados de la casa, ropa necesaria para trabajar, alimentos fáciles de preparar más costosos, servicio de lavandería, visitas a la peinadora... todo lo cual reduce a buen grado su sueldo.

      Problemas en el trabajo mismo

      Además, el ambiente del trabajo a menudo tiene un efecto muy adverso en los nervios de la mujer. A muchas no les gusta la murmuración, las intrigas de oficina, la rivalidad y a veces la falta de honradez del mundo comercial movido por despiadado egoísmo. Tampoco es edificante en todo caso el clima moral. Muchas mujeres han sufrido hostigamiento sexual por parte de los hombres empleados allí o los patronos.

      El Programa de Cornell sobre Asuntos Humanos realizó una encuesta sobre este tema y descubrió que el 92 por ciento de las mujeres interrogadas expresaron que el hostigamiento sexual en los trabajos era un problema grave, y no menos del 70 por ciento dijeron que lo habían sufrido personalmente. La encuesta reveló que casos de hostigamiento sexual, que según la definición de ellas incluía constantes miradas lascivas y de atrevida familiaridad, apretujones y pellizcos, el rozar continuamente con el cuerpo de una mujer, propuestas sexuales apoyadas por la amenaza de perder el empleo, y, en casos extremos, hasta relaciones sexuales forzadas, ocurrían en toda categoría de trabajo, prescindiendo de edad, estado marital y sueldo.

      ¿Qué hay del hogar?

      Otro problema que perturba a muchas madres que trabajan es que su empleo las deja rendidas. No obstante, cuando llegan a casa todavía hay muchas cosas que tienen que atender. En muchos casos el que las mujeres asuman la carga adicional de trabajar fuera del hogar no resulta en que los esposos cooperen y ayuden con los quehaceres domésticos a mayor grado que antes que sus esposas empezaran a trabajar.

      Considere, por ejemplo, una encuesta que se hizo de médicas en la zona de Detroit, Michigan, en 1976. En ésta se manifestó que además de trabajar una jornada completa como médicas, tres de cada cuatro de estas mujeres se encargaban cabalmente de hacer las compras y cocinar para la familia, cuidar a los niños y manejar el dinero. Las dos terceras partes de ellas tenían alguna ayuda doméstica durante un día o dos de la semana para ayudar con el lavado de la ropa y la limpieza, pero la tercera parte restante hasta hacía todas sus propias tareas domésticas.

      La energía que esto exige de la mujer que trata de llevar esta carga sobrehumana por largo tiempo puede llevar a un problema grave. Las mujeres que han tratado de hacerlo confiesan francamente que es inevitable que los quehaceres domésticos se desatiendan. Una madre que trabaja declaró que ahora cuando saca las toallas de su secadora literalmente las arroja a su armario para ropa blanca a fin de ahorrar el tiempo que se precisaría para doblarlas. Otra dice que su esposo solía quejarse si ella no le planchaba sus pañuelos; ahora que ella trabaja él se siente complacido si ella tan siquiera los saca de la secadora y se los pone en el cajón.

      ¿Qué les sucede a los hijos?

      Aunque hoy día muchos esposos están dispuestos a pasar por alto mucho de lo que en otro tiempo esperaban de sus esposas, hay otro asunto del cual las madres que trabajan no pueden deshacerse tan fácilmente... las necesidades de sus hijos. Tal vez arguyan que lo que vale es la calidad del tiempo que pasan con sus hijos, no la cantidad, y hasta cierto grado esto es cierto. No obstante, una madre que trabaja puede quedar tan rendida que su cansancio no solo afecta la cantidad sino también la calidad del tiempo que dedica a sus hijos.

      Los autores de un libro que anima a las amas de casa a trabajar reconocen este problema de la madre que trabaja y recomiendan que ella haga lo siguiente cuando llega a casa y la reciben sus hijos deseosos de contarle acerca de su día: “Dígales a esas adorables caritas sonrientes que se queden calladitos hasta que Mamá tenga 15 minutos sola en su cuarto para efectuar la transición, recobrar la calma, mudar de ropa, y posiblemente tragarse un coctel rápido. Cierre la puerta con llave si eso es necesario, porque, en cuanto a nosotros, ésta es una parte sumamente importante en el horario de cualquier madre que trabaja.”

      Lo que pasa con este consejo es que la madre que trabaja quizás descubra, como lo han hecho algunas, que para el tiempo en que ella está lista para sus hijos, ellos han perdido interés. El precioso y vehemente deseo de compartir con su madre las cosas que ellos consideran importantes ha desaparecido, y ha sido reemplazado por una barrera de silencio.

      Un siquiatra que se especializa en los conflictos emocionales de las mujeres de carrera dice que a los hijos simplemente no les gusta que sus madres trabajen. “Aunque los hijos rara vez se quejan porque los padres no están en casa, libremente expresan su ira contra su madre por estar alejada,” afirma él. “La madre, les parece a ellos, debe ser solamente para ellos.”

      Este siquiatra afirma que debido al movimiento de liberación feminista, las mujeres que tienen carreras se han hecho intolerantes de toda clase de dependencia. “Para las que tienen hijos,” dice él, “significa que esperan que sus hijos crezcan tan pronto como nazcan. Quieren que los hijos sean muy parecidos a ellas, ingeniosos e independientes. Y los hijos no están preparados para eso.”

      Ni son los hijos pequeños los únicos que requieren atención, como señala una madre y ama de casa que tiene dos hijos grandes y un hijo de dieciséis años de edad todavía en casa. “Uno tiene que aguijonear a los hijos,” dice ella, “realmente mostrarles que uno está interesado en ellos, en lo que les sucedió durante el día. No lo cuentan espontáneamente. Y si uno no está en casa para considerar estas cosas con ellos, hallarán a otra persona en quien confiar. ¿Cómo sabe uno si no confiarán en una persona inmoral o inmatura?”

      Esta madre añadió: “Dos muchachas de esta vecindad, cuyas madres trabajan, a menudo vienen acá a visitar después de la escuela hasta que alguien llegue a su casa. Me cuentan cosas que nunca les dicen a sus madres. Cuando sugiero que lo hagan, dicen que sus madres están demasiado ocupadas para atenderlas.”

      El problema del buen éxito

      Algunas mujeres logran verdadero éxito en el mundo de los negocios. Ganan mucho dinero, ejercen considerable influencia y cuentan con el respeto de sus socios comerciales. Pero su trabajo a menudo exige que trabajen horas adicionales y que hasta viajen. Para una madre, esto quiere decir que no solo tiene que dejar a sus hijos sino también a su esposo. Sin embargo, si rehúsa hacer eso, puede perder su trabajo.

      Una mujer que es directora de la bolsa de Valores Americana, un trabajo que hasta recientemente se clasificaba tradicionalmente como ‘solo para varones,’ está de viaje más del 30 por ciento del tiempo. También tiene gemelas infantes. ¿Su solución? Tiene una casera de día y, cuando está de viaje, su esposo le sirve de niñera después que llega a casa de su trabajo. Cuando ella está de viaje, su día normal de trabajo empieza a las seis de la mañana y termina a las once de la noche... un horario que excluye toda posibilidad de cumplir como madre aunque estuviera físicamente cerca de sus hijas.

      Así para la verdadera “mujer de carrera” el hogar y la familia tienen que ser de importancia secundaria, porque, como señala la antropóloga Margaret Mead: “Por lo general el cuidado continuo que se da a los hijos pequeños, al esposo y a la casa no tiene compatibilidad con el total y concentrado esfuerzo de seguir una carrera. Hay un contraste agudo entre el estilo de vida de una buena esposa y madre y la de una buena científica, artista o directora.”

      A menudo resulta desastroso el tratar de mezclar una carrera en el mundo con el cuidar a una familia. Una mujer cuyo matrimonio se desbarató explica: “Mi trabajo casi se había convertido en un amante para mí. Cuando digo que mi carrera ocupa un lugar elevado en mi vida, es porque es mi vida.”

      Sin embargo, aun las mujeres que trabajan pero que no están dedicadas a una carrera necesitan reconocer lo muy profundamente que su trabajo puede afectar su relación marital. Una mujer que, después de unos veinte años de casada, volvió a trabajar comenta: “Me parece que Luis me echa de menos mucho cuando no estoy en casa . . . Y actualmente me siento algo irritada cuando oigo: ‘Ven y ayúdame a hacer mi maleta.’ Pienso: ‘¡Haz tu propia maleta!’ Y nunca antes me sentía así. Siempre me deleitaba en ayudarlo porque me parecía que ése era el papel que debía desempeñar.”

      Esto nos trae de nuevo a la pregunta: ¿Dónde debe estar la mujer? ¿En el hogar? ¿En algún empleo? ¿Cuál es su papel debido?

  • ¿Debe trabajar la mujer... o no?
    ¡Despertad! 1978 | 8 de febrero
    • ¿Debe trabajar la mujer... o no?

      TRADICIONALMENTE el lugar de la mujer ha sido en el hogar, no en algún empleo fuera de la casa. En el pasado las mujeres tenían mucho que hacer en casa, pues se decía: “El hombre trabaja y después reposa. La que no descansa es la dulce esposa.”

      Algunos arguyen que el lugar de la mujer todavía es el hogar, aunque en muchas partes la situación ha cambiado dramáticamente. Por ejemplo, en los Estados Unidos en más del 47 por ciento de los matrimonios, tanto el esposo como la esposa están empleados.

      En muchos casos aun las esposas que tienen hijos trabajan. De hecho, casi la mitad de las esposas de los EE. UU. cuyos hijos tienen menos de dieciocho años de edad tienen trabajo seglar. Y de las que tienen hijos preescolares, como la tercera parte trabaja fuera del hogar. Ahora es común dejar a los hijos en lugares donde los cuidan durante las horas que trabajan los padres.

      Señalando al tremendo cambio que ha ocurrido, el Departamento del Trabajo de los EE. UU. informa: “El concepto de una familia en la que el esposo es el único que gana la vida para la familia, la esposa es un ama de casa alejada de la fuerza laboral y hay hijos, bien puede ser un concepto útil para propósitos de ilustración, pero no representa la familia estadounidense típica a mediados de los años setenta.”

      ¿Es deseable esta situación? ¿Es mejor que la mujer esté empleada? ¿Qué hay si está casada y tiene hijos?

      Cuando sea necesario trabajar

      Hoy día muchas mujeres tienen que trabajar fuera del hogar. Por ejemplo, hay millones de mujeres divorciadas o separadas de sus esposos; algunas tienen hijos a los que tienen que mantener. Posiblemente la única manera que tienen de hacerles frente a los gastos de la vida es trabajando. También hay muchas solteras que tienen que trabajar para su sostén. Pero, ¿qué hay de las mujeres que tienen esposos y, tal vez, hijos?

      Posiblemente muchas de éstas también tengan que trabajar debido a la inflación persistente. Tal vez el esposo no pueda conseguir un sueldo que sea adecuado para mantener a su familia. (Sant. 5:4) De modo que la situación puede exigir que la esposa trabaje fuera del hogar. Pero, ¿son muchas las familias que realmente precisan dos trabajadores hoy día?

      Hay quienes piensan que sí. En 1970, según un folleto de los asuntos públicos de los EE. UU.: “Aproximadamente 21 millones de mujeres trabajaban porque ellas y sus familias necesitaban el dinero para vivir, para alimento, ropa y alojamiento.” El escritor añadió: “Estas cifras deben disipar el mito, que algunas personas todavía creen, de que un número significativo de mujeres de este país trabajan solo porque les gusta trabajar o porque quieren dinero adicional.”

      Sin duda algunas madres que tienen hijos que atender, aun las que también tienen esposos, necesitan trabajar a fin de ayudar a sufragar los gastos diarios. Y lo que hacen estas mujeres casadas está en armonía con el propósito de Dios de que la esposa le sea una “ayudante” a su esposo. (Gén. 2:18) Pero una pregunta importante que el marido y su mujer deben considerar juntos —especialmente si tienen hijos— es si la esposa realmente tiene que trabajar fuera del hogar.

      ¿Realmente necesitan trabajar las madres?

      Esta pregunta ciertamente es importante, porque los hijos necesitan a sus madres más de lo que algunos se dan cuenta. Nuestro Creador hizo a las mujeres de modo que pudieran dar a luz hijos. Pero hizo más. También instituyó el matrimonio y el arreglo de familia, y equipó a las madres para criar a los jovencitos y darles el tierno cuidado que realmente necesitan. (Mat. 19:4-6; 1 Tes. 2:7) Si los esposos y las esposas apreciaran esto a grado cabal, tal vez ajustarían su modo de vivir para que la madre pudiera estar en casa con los hijos.

      Una joven, al reflexionar, expresó el fuerte sentimiento de que gustosamente se las hubiera arreglado con menos cosas materiales si pudiera haber tenido la guía y asociación más estrecha de su madre. Esta mujer explica:

      “Después que partí de mi hogar tuve como compañera de cuarto por un tiempo a una joven que se había criado en un hogar mucho más pobre que el mío, y ella realmente me enseñó la diferencia entre lo que uno realmente necesita y lo que cree que necesita. Ella se sentía feliz con frijoles y tortillas y ropa usada. Yo no estaba acostumbrada a eso. Ella me enseñó a ser más económica y me ayudó a reconocer que mi familia gastaba más dinero de lo que realmente era necesario.

      “Tal vez si hubiésemos estado satisfechos con menos en cuanto a lo material, mi madre pudiera haberse quedado en casa. Dos de mis hermanas se vieron en dificultades graves... una usaba drogas. No pude menos que preguntarme: ¿Qué hay si alguien hubiera estado en casa para saber lo que mi hermana hacía? Estos niños están expuestos al mundo durante todo el día en la escuela. ¿Cómo pueden los padres neutralizar todo eso si no están en casa para hablar con ellos de una manera natural mientras hacen cosas juntos, como cocinar o lo que sea?”

      Esto es algo en que deben pensar seriamente los padres. En estos días, cada vez más niños están metiéndose en dificultades, y sin duda un factor importante que contribuye a ello es el hecho de que las madres no están en casa sino que están trabajando afuera. Una mujer, que tenía un trabajo interesante como periodista, explica: “Yo no era una feminista militante, pero estaba de acuerdo con la línea de acción del movimiento de que cualquier trabajo era más importante que el cuidar a los niños. Se entendía que ésa era una faena penosa.” No obstante, esta mujer dimitió su empleo para cuidar a su hijo y actualmente, después de un período de ajuste, prefiere ser ama de casa.

      Aunque posiblemente no todas las madres puedan dejar de trabajar por completo, tal vez puedan hacer algunas concesiones y obtener trabajo de tiempo parcial. Así, quizás puedan arreglárselas para estar alejadas del hogar únicamente mientras los hijitos estén en la escuela.

      La decisión de qué hacer

      ¿Significa esto que si una esposa no tiene hijos debe conseguir un empleo fuera del hogar si lo desea? No necesariamente. Este es un asunto que los matrimonios deben considerar y decidir entre sí. Algunos hombres se sienten agraviados si sus esposas están empleadas porque prefieren ser el que gana la vida para la familia. Tal vez consideren de mucha importancia el que sus esposas cuiden bien de su hogar, lo cual por lo general excluye el tener otro trabajo de tiempo cabal.

      Una mujer, que se puso a trabajar después que los hijos habían crecido, descubrió que tenía un esposo que abrigaba esos sentimientos. Explica: “Me di cuenta de que la situación lo estaba irritando. Habíamos estado casados demasiados años para que yo no lo notara. Entonces hablamos acerca del asunto y yo simplemente tuve que investigar el por qué de todo ello. ¿Estaba trabajando simplemente para satisfacer mi ego? La ayuda que tenía que conseguir cada día me costaba casi tanto como ganaba, de modo que el trabajar no tenía mucho sentido desde el punto de vista financiero. . . . No me molestó el tener que renunciar a mi trabajo. Alberto necesita mucho apoyo —¿quién no lo necesita?— para llevar la carga que él tiene.”

      Pero ¿por qué será que tantas mujeres creen que no se han realizado plenamente si no tienen un trabajo? La propaganda moderna es responsable en gran manera. Como ya se mencionó, el ser ama de casa ha perdido prestigio a los ojos del mundo. A menudo se considera que un ama de casa es una persona que carece de suficiente inteligencia para conseguir un trabajo. Pero éste es un error; se requiere verdadera habilidad para ser una buena ama de casa.

      Considérelo: ¡La esposa tiene que combinar las habilidades de una decoradora de interiores, maestra, secretaria, enfermera, criada, lavandera y cocinera! Al referirse a “todos los detalles envueltos en manejar una casa,” una autoridad dice: “Sin duda alguna es una de las ocupaciones más complejas y de más facetas que se espera que una sola persona maneje.” Los esposos que han tenido que manejar la casa en una emergencia reconocen que el cumplir bien con todo lo que hay que hacer no es una tarea fácil.

      Sin embargo, las esposas necesitan oír repetida la afirmación de que su trabajo en el hogar realmente se aprecia y es importante. Como dijo una mujer: “Cuando uno está en casa todo el día sigue diciéndose: ‘Soy persona de valía.’ Pero no hay nadie que diga: ‘Seguro que sí.’” Por eso un buen esposo, especialmente hoy día, muestra prudencia al alabar a su esposa por su duro trabajo al hacer del hogar un lugar limpio y cómodo al cual él puede regresar cada noche. Y la larga descripción que la Biblia da del trabajo de una buena esposa hace resaltar la verdad de que el manejo de un hogar no es tarea fácil.—Pro. 31:10-31.

      Es obvio que los tiempos han cambiado; las circunstancias son algo diferentes de lo que eran en el pasado, y hacen necesario que más mujeres trabajen fuera del hogar. No obstante, cuando se presta atención al estímulo bíblico de que las mujeres sean “trabajadoras en casa,” es muy probable que se disfrute de una vida de familia más estable y feliz.—Tito 2:3-5.

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