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  • Llevándose bien con criaturas fieras
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¡Despertad! 1980
g80 8/11 págs. 9-15

Llevándose bien con criaturas fieras

Un ex domador de un parque natural explica por qué es necesario entender el temperamento de los animales con los cuales se trabaja

DIO una vuelta en el aire para quedar de frente hacia la leona, a la misma vez que cruzó los brazos sobre el pecho y la cara con la esperanza de defenderse del ataque de ésta. Pero ella fue demasiado rápida. ¡Su hocico dio vigorosamente contra la defensa del hombre y la venció, y el hombre quedó tendido! Los dientes del animal le rasparon la parte trasera de la cabeza y le arrancaron un mechón de cabello. De alguna manera el hombre logró ponerse de pie y zigzaguear hacia una salida. De nuevo ella lo dejó tendido, pero esta vez, después de hacerlo, salió a retozos de la arena.

“Ella solo estaba jugando,” dijo el amaestrador Larry Titus, encogiéndose de hombros. “Por lo general dejamos salir al animal a un espacio más grande y jugamos con él, a fin de ponerlo en el humor apropiado antes de efectuar esta hazaña de exhibición,” explicó. “Esta vez la mantuvimos en su jaula hasta el último minuto y ella no estaba preparada para desempeñar su papel correctamente. No se le debe culpar. La culpa fue nuestra.”

Aquí en este parque natural donde los animales corrían libremente en un ambiente parecido al de África, los espectadores se reunían alrededor de una arena que medía poco más de 15 metros para ver espectáculos especiales. “Imagínese que usted está viendo a un nativo correr por la selva,” exclamaba el anunciador. ¡Un amaestrador salía repentinamente de un túnel, con un león o un tigre detrás de él!

“Estos salían a una velocidad de 48 kilómetros por hora, nos derribaban y jugaban con nosotros como si fuéramos los discos de goma en un juego de hockey. Aquello era violento para nosotros. Por eso ejecutábamos esta hazaña solamente dos o tres veces al día, y nos turnábamos.”

Larry Titus admitió que la vida de un amaestrador de animales puede estar muy llena de problemas. “En el transcurso de dos días me disloqué los dos hombros. Una vez fue con un puma... el que se ve en los anuncios de automóviles de la televisión. Yo estaba amaestrándolo con lo que llamamos la llamada de zumbador. Cuando le di la orden de que viniera a conseguir la carne, vino más bien por mí. Hice girar la cadena que tenía en la mano con tanta fuerza que me disloqué el hombro.”

El día siguiente Larry se dislocó el otro hombro mientras trataba de administrar una enema a un elefante. Chris, su esposa, quien es entrenadora de animales, dijo con risa pícara: “Relata cómo se administra una enema a un elefante.”

“Con una manguera. A este elefante no le gustó, y de una patada me puso a 6 metros de allí, al otro lado del establo.”

Larry pasó el peor susto de su vida cuando era principiante, entrenador en el sentido sencillo de “manejador.” Aquello ocurrió en las montañas de California, en un extenso coto donde se entrenaba a animales salvajes para emplearlos en películas. Él relata lo que sucedió como sigue:

“En el establo de los elefantes las casillas eran negras como la noche hasta que se abría una ventana. Entré en la casilla de Squeakie. Squeakie era un puerco espín. Me puse a hablarle a Squeakie para dejarle saber que no iba a hacerle ningún daño. Lo que oí no fue el sonido de Squeakie, sino un rugido profundo. Entonces vi unos ojos verdes. Abrí la ventana y, allí, extendido contra la pared, al otro extremo de la casilla, vi a un tigre siberiano de casi 4 metros de largo. Es normal sentirse impulsado a gritar como un loco en tal situación. Pero yo estaba bastante bien informado como para saber que debía seguir hablándole como si fuera Squeakie, mientras retrocedía de lado hacia la puerta hasta salir.

“Fue en estas montañas de California donde mi hermano gemelo Gary y yo recibimos el entrenamiento que resultó en que llegáramos a ser amaestradores de animales. Había entre 2.500 y 3.000 animales en el coto. Las jaulas eran débiles, y cada día algún animal se escapaba. La gerencia notó que mi hermano y yo teníamos habilidad especial en cuanto a capturar a los fugitivos.

“En una ocasión estuvimos afuera persiguiendo a un canguro. Oí que bajaba por una barranca, me escondí, y cuando vino pasando le caí encima. Entonces sí que se fugó por el desfiladero. Perdí la camisa y quedé magullado y arañado de pies a cabeza, pero después de 20 minutos él se cansó. Me he montado sobre avestruces, jirafas, rinocerontes, ñúes, antílopes... cualquier animal sobre el cual es posible montarse. Después de cinco años de este tipo de experiencia, Gary y yo empezamos a ganar destreza en amaestrar criaturas silvestres.”

Arreglándoselas con el instinto de matador

La mayoría de nosotros sentimos temor y susto al mirar a un león o a un lobo, o hasta a un águila gigantesca. Los amaestradores profesionales ven a los animales desde otro punto de vista.

“Yo veo su fiereza natural,” explica Larry, “lo peligrosos que son por naturaleza, pero no de intento ni por maldad como los humanos. Y aunque de temperamento no son domesticados, son juguetones y amigables a su manera. Pueden demostrar afecto, y son amigables siempre y cuando uno comprenda que ellos pueden aceptar la amigabilidad solamente a su manera. Pero al aprender cómo llevarse con ellos, uno nunca debe pasar por alto su instinto de matador. Aquello era lo primero que buscábamos al recibir nuevos animales en la isla de los Tigres.

“La isla de los Tigres estaba situada poco más allá del territorio continental (en California) donde estaba el extenso parque natural... el lugar donde la leona me arrancó un mechón de cabello. La gente viajaba alrededor de la isla en botes para observar a los leones y tigres que corrían por la isla libremente. Yo era uno de los amaestradores principales que se aseguraban de que los 15 ó 20 grandes gatos continuaran haciendo sus hazañas de exhibición. La mayoría de los animales se habían criado en el continente, en zonas de espectáculos. Las personas que habían cuidado de ellos mientras éstos estaban en edad tierna habían sido en su mayoría mujeres, de modo que a veces los animales llegaron a engreírse... pues a veces las mujeres sí engríen a las criaturitas. Cuando los animales han crecido, nos los mandan a la isla de los Tigres, y si se les ha engreído nos vemos ante un verdadero y peligroso problema.

“Un día recibí un león de unos 11 meses de edad que pesaba más de 90 kilos. Lo primero que hay que lograr cuando un animal llega a la isla de los Tigres es que se deshaga de todo sentimiento posesivo. Si él agarra algo y lo tiene por algún tiempo, llega a creer que es suyo. Entonces, si uno tratara de quitárselo, podría poner la vida en peligro. Yo tenía una manera de poner a prueba el temperamento posesivo. Daba al animal alguna cosa con la cual jugar, entonces le decía que la dejara antes de que llegara a sentirse dueño del objeto... si el animal se siente dueño de un juguete cree que tiene derecho a destrozarlo, y en alguna ocasión el juguete pudiera ser uno mismo.

“Este nuevo leoncito se llamaba Diente de León. Yo le di un saco de yute. Cuando se puso a jugar con él, le dije que lo dejara. Se lo dije tres o cuatro veces. Él gruñó y retrocedió sobre las patas traseras a la misma vez que me mordiscaba y me mordía y boxeaba conmigo, a la derecha, a la izquierda, a la derecha, a la izquierda. Yo esquivaba sus golpes o les ponía obstáculo, y a ratos lo golpeaba en la nariz. Él me obligó a retroceder unos cuantos metros a un árbol donde yo tenía un garrote. Fue más o menos en ese momento cuando se tiró al suelo y volvió corriendo a medio galope a su saco de yute.

“Yo no podía permitirle quedar sin castigo. Conseguí el garrote y lo mantuve detrás de mí mientras me acercaba a él. De nuevo le dije: ‘Déjalo.’ Él gruñó. Le dije: ‘Déjalo,’ una vez más. Él se lanzó contra mí. Le di duro en la nariz. Era para su propio bien y el mío. Si no aprendía a obedecer sería enviado a un zoológico donde permanecería en una jaula por el resto de su vida. Para este leoncillo aquello podría significar 20 años. Una hora más tarde llegó el tiempo para otra lección. Le di el saco de yute, pero él no quiso tener nada que ver con él. Esperé hasta el día siguiente.

“Al día siguiente, él tendió a sentirse posesivo de nuevo, pero después de tres veces de decirle: ‘Déjalo,’ lo dejó. Aquello estaba bien, pero no lo suficientemente bien. Él tenía que aprender a dejarlo la primera vez que yo le dijera que lo hiciera. Continuamos haciendo aquello hasta que él lo dejó la primera vez que le dije: ‘Déjalo.’ De allí en adelante yo podía estar en cualquier parte de la isla, por lejos que fuera, y si él tendía a sentirse dueño de cualquier cosa yo gritaba: ‘Déjalo.’ Las orejas de Diente de León se le doblaban hacia atrás y él echaba a correr. Así estaba bien. Aquello era una protección y en ello estaba envuelta la supervivencia.”

El que un animal obedezca el mandato: “Déjalo,” pudiera salvarle la vida al amaestrador. Gary, el hermano de Larry, iba a estar trabajando con un elefante africano en la granja Knott’s Berry del sur de California. El nombre de este elefante era Punky, y después que el amaestrador le hubo mostrado a Gary las señales y los mandatos que Punky conocía, Gary empuñó un garrote de roble que medía unos 60 centímetros de largo y tenía un gancho en una de las dos extremidades y empezó a poner a prueba a Punky.

Pero los animales son como los niños... tienden a poner a prueba a uno. Punky envolvió su trompa alrededor de las piernas de Gary, lo levantó por encima de su cabeza y se puso a correr por el coto. El garrote cayó al suelo, y Gary pensó que pronto todo acabaría para él. De repente el elefante se detuvo, lanzó a Gary al suelo y levantó el pie para aplastarlo. El amaestrador original de Punky vino corriendo, le enganchó la pierna con el garrote y gritó: “¡Déjalo!” Punky se fue caminando como si no hubiera sucedido nada.

Llegando a conocer su temperamento

El amaestrador tiene que conocer el temperamento de los animales con los cuales trata. Un día Larry estaba alimentando a Harpie, un águila sudamericana de la variedad llamada harpía; ésta fue la que estuvo en la película “Harpie.” Pesaba poco más de 7 kilos, medía 66 centímetros de alto y tenía garras que podían envolverse alrededor de la muñeca de una persona y todavía tener de sobra unos 7 centímetros. Su agarro equivalía a 317 kilos de presión. Aquel día Larry estaba alimentándola con pescuezos de pollo mientras la tenía posada sobre el brazo. Él relata lo que sucedió entonces:

“Moví el brazo un poquito y ella lo agarró como con una grapa. Yo había hecho algo mal. Ella no estaba tragando su alimento de la manera acostumbrada; si se ponía posesiva con el pescuezo de pollo podría romperme la muñeca. Cada vez que yo hacía un movimiento, por mínimo que fuera, ella se sujetaba con mayor fuerza. Esto continuó por 20 minutos. El brazo me temblaba. La mano se me fue poniendo azul. De repente ella se tragó el pescuezo de pollo y dejó de ejercerme presión en la muñeca. En lo que tocaba a Harpie, nada había sucedido, pero yo tuve el brazo inútil por días.

“Toma años aprender lo que se debe y no se debe hacer al amaestrar a los animales. Los animales difieren unos de otros en temperamento. Se puede amaestrar a algunos por medio de reprenderlos. El león y el tigre reaccionan hasta cierto grado como el perro. Es posible reprenderlos aun con un golpe. Pero nunca se da un golpe a un lobo ni a un ave de rapiña. A éstos no se les puede enseñar a la fuerza. Tampoco se debe tratar de asustarlos.

“He visto a amaestradores experimentados que han recibido colmillazos por haber tratado de golpear a un lobo. Un amaestrador tal vez blanda un garrote hacia un lobo, con la idea: ‘Lo hice ayer con un león y dio buen resultado.’ Pero trate uno de hacerle eso a un lobo, y éste le dará una mordida. Ese tipo de trato no le cae bien al lobo. Tampoco se puede reprender a un ave de rapiña por medio de darle un golpecito en el pico. Una relación apacible es el único tipo de relación que se puede tener con un ave de rapiña. No hay lugar para movimientos súbitos ni para palabras agudas. Ella tiene que sentirse segura con uno. Este es el único método eficaz, además de darle alimento.

“Y no se debe esperar que toda criatura silvestre se deje amaestrar por un ser humano. Yo mismo capturé la mayoría de mis aves de rapiña en la selva. Capturaba 10 ó 12 halcones, los llevaba a casa y veía cuáles se dejarían amaestrar sin que hubiera que causarles daño. Entonces dejaba ir a los demás.”

Larry y Chris trabajaban mayormente con leones y tigres.

“Los leones son malhumorados,” explicó Larry. “No quieren que se les moleste, especialmente en la parte más calurosa del día. Con un tigre uno puede jugar a la lucha todo el día. Pero si uno se pone a jugar con un león en pleno mediodía se encuentra con una pelea.”

Cuando Larry y Chris trabajaban en el parque natural, Naji, un tigre de Bengala, era su animal favorito.

“Naji era tranquilo, sereno y sosegado. Le gustaba simplemente pasear. Era realmente manso. Aceptaba casi cualquier rutina porque sabía que no se le iba a obligar a nada. Recorría la isla a la ventura según le daba la gana.”

“Relata como Naji te protegía,” sugirió Chris.

“Había otro tigre, hembra, de nombre Bagdad,” dijo Larry. “Bagdad era diferente... agresiva, juguetona, algo sutil en sus mañas. Solía caminar por la isla a puntillas y esconderse detrás de las cosas. Cuando uno pasaba, ella se lanzaba desde atrás y atacaba. Casi podía ocasionarle un ataque cardíaco a alguien, pero simplemente era como una gata doméstica, aunque unos cuantos cientos de kilos más pesada. Todo lo que hacía era dejar a uno tendido contra el suelo, entonces hacer chocar las patas traseras una contra otra en el aire y seguir corriendo. Bueno, si Naji estaba por allí, él salía corriendo y le cortaba el paso a Bagdad, y terminaban peleando. Bagdad se iba corriendo y Naji iba adonde yo estaba y se quedaba a mi lado.

“Había una tigre siberiana llamada Shantee que era bizca. Corría hacia mí desviada de su blanco por unos 3 metros, y entonces, cuando ya estaba para llegar, corregía su curso con una curva grande, y se me abalanzaba encima. Era juguetona. Shantee me seguía en todo lo que yo quisiera hacer.

“Un tigre siberiano de 3 metros de largo, más de un metro de alto y más de 270 kilos de peso, tenía un deporte favorito. Le gustaba que yo montara sobre él. Esto ocurrió por casualidad. Un día él estaba sentado en la arena donde se daban los espectáculos. Yo me acerqué para acariciarlo y le pasé la pierna por encima. Él se puso de pie inmediatamente, y me encontré montado sobre él. Los espectadores prorrumpieron en aplausos... creían que lo que estaba sucediendo era parte del espectáculo. El tigre dio una o dos vueltas alrededor de la arena y entonces se lanzó por el túnel como un cohete. Después de eso yo iba montado en él por el parque, o por dondequiera, pasando por entre la gente como un rayo. No son muchas las personas que llegan a montar un tigre siberiano.”

Pero éste se hizo demasiado grande; quizás llegó a pesar más de 360 kilos y medir más de 4 metros de largo. Los tigres siberianos figuran entre los mayores predatores de tierra, y, con algunas excepciones, se excitan fácilmente, y es difícil llegar a conocerlos. Los Titus no querían que él se fuera, pero la gerencia finalmente lo envió a China.

Amaestramiento por afición

“Nuestros espectáculos no se presentaban en zoológicos ni en circos,” explicó Larry, “sino en el ambiente natural de la isla de los Tigres. Por lo general criábamos a los animales desde cachorros. Les permitíamos brincar y juguetear, y entonces creábamos un espectáculo en torno a su comportamiento natural. Fortalecíamos cualquier característica individual que descubríamos en cada animal. De ese modo el animal era responsable por más o menos el 90 por ciento de las decisiones. Si estaba aficionado a revolcarse y jugar con palos, él aprendía que cada vez que se revolcaba se le alimentaba. Si le gustaba mantenerse en cierta posición, se le premiaba por hacerlo. Este sistema se llama amaestramiento por afición.

“El amaestramiento por afición exterioriza lo mejor que hay en la naturaleza de un animal silvestre. Una actuación de circo por lo general exterioriza lo peor. En las arenas de los circos uno ve a leones y a tigres gruñendo ante látigos, sillas, y pistolas. Se les aguijonea para que desplieguen esa ferocidad. Los participantes humanos quieren hacer que los animales parezcan peligrosos y mortíferos, para impresionar a los espectadores.

“Detrás del escenario de los circos he visto a amaestradores gritar y punzar a los animales a fin de excitarlos. He visto que les han dado poco alimento o los han privado de alimentación a fin de que presenten un buen espectáculo. Si se comportaban como se esperaba, tal vez los alimentaban.”

Actualmente cuando los Titus tratan con animales lo hacen como amaestradores independientes especializados. Las circunstancias son más agradables.

“Por ejemplo,” dijo Larry, “yo dirigí a los animales de una película intitulada ‘Silencio.’ Esta requería un oso, un cachorro, un puerco espín y dos coyotes. El guión indicaba que debía haber comportamiento natural. Los animales debían ir desde el punto A al B, o desde el C al D. Yo colocaba alimento en el suelo en forma de caminito para los diferentes animales, y entonces los conducía con una trailla por el caminito un par de veces. Puesto que no se les daba alimento la noche antes, ellos estaban deseosos de ir por la ruta del alimento, exactamente como lo indicaba el guión. En un caso se suponía que el puerco espín acosara al actor Will Geer e hiciera que éste saliera de la cabaña y corriera cuesta abajo. Todo lo que Geer tuvo que hacer fue colocarse delante del puerco espín en el caminito de alimento y el animal se puso a acosarlo.”

Chris resume el sentir y las esperanzas actuales de ella y su esposo:

“Cuando uno observa a las criaturas de la selva en su ambiente natural, se siente triste al ver que se las llevan y las encierran en las jaulas de zoológicos y circos tal como se encarcela a los criminales humanos. El haber compartido experiencias con los animales como lo hicimos nosotros nos ayudó en gran manera a aceptar la verdad de la Palabra de Dios en cuanto a un paraíso terrestre bajo el reino de Cristo.

“Nos entusiasmó el aprender en cuanto a las condiciones que se prometen para los animales en Isaías 11:6-9, donde se predicen condiciones de apacibilidad para toda clase de animal, y se dice que un niñito los guiará. Tal promesa nos dio el deseo de aprender más en cuanto a lo que Jehová tiene para la humanidad en el futuro.

“Aunque ya ha pasado bastante tiempo desde que trabajamos con los animales que acabamos de mencionar, a menudo regresamos a visitarlos. Algunos, como Naji, el tigre, se acuerdan de nosotros.

“Esperamos y oramos que en su nuevo sistema Jehová tenga para nosotros un lugar que esté relacionado con los animales, dado que tanto los animales silvestres como los domésticos tal vez necesiten la atención humana. Anhelamos muchísimo el nuevo sistema, y sabemos que cualquier cosa que hagamos en el justo nuevo orden de Dios satisfará los deseos de nuestro corazón.

“Llegamos a aprender las verdades en cuanto al nuevo orden con la ayuda de Gary, el hermano gemelo de Larry, quien hace un año se durmió en la muerte. Él también anhelaba poder montar sobre rinocerontes y acariciar leones de nuevo, como él y Larry lo habían hecho juntos anteriormente.

“Así el lector puede darse cuenta de que nos queda mucho por delante. ¡Qué Creador más amoroso el que promete tanta felicidad a toda la humanidad obediente!”

[Ilustración en la página 10]

‘Nunca se debe golpear a un lobo... no responde bien a esa clase de tratamiento’

[Ilustración en la página 11]

‘Harpie... puede agarrar con una presión de más de 317 kilos’

[Ilustración de la página 12 (completa)]

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