Desperdicios tóxicos y el hampa

En muchas ocasiones durante 1980, los residentes de Pittston, pueblo de Pensilvania, E.U.A., observaron que ciertos camiones se dirigían a la parte trasera de cierta estación de gasolina en la carretera 81, se detenían allí brevemente y entonces seguían su rumbo.

Más o menos al mismo tiempo, empezó a aparecer en las aguas del río Susquehanna, que queda cerca de la gasolinera, una mezcla potente de “sustancias carcinógenas, mutágenas y teratógenas” (es decir, sustancias químicas que producen cáncer, mutaciones y graves deformidades relacionadas con el desarrollo). De acuerdo con un informe que apareció en el periódico Star-News, de California, una vez que se descubrió la contaminación mortífera, se la detuvo con dificultad a una distancia de tan solo 40 kilómetros (25 millas) de la zona pesquera de la bahía de Chesapeake.

¿De dónde provenían los venenos? Se descubrió que provenían de un riachuelo cerca de una mina abandonada. En la mina había un tubo que salía de la tierra detrás de la gasolinera, donde todos aquellos camiones habían estado deteniéndose. Aparentemente, la compañía de camiones había estado colectando sustancias químicas peligrosas de firmas acreditadas, cobraba hasta $1.000 por cada carga para cubrir gastos tales como el costo de usar vertederos aprobados de desperdicios tóxicos, y entonces ilegalmente echaba las sustancias químicas mortíferas dentro del tubo, por el cual éstas pasaban a la mina, entonces al riachuelo y después al río Susquehanna, y casi llegaron a la zona pesquera de la bahía de Chesapeake.

¿Quién haría tal cosa? En los informes se atribuyó la acción a un grupo del hampa. De acuerdo con los informes que se sometieron a los subcomités del Senado, éste es tan solo uno de “docenas de casos en que delincuentes se han aprovechado de alguna situación para ganarse grandes sumas de dinero por medio de deshacerse de desperdicios de la industria moderna de manera ilegal”, dice el Star-News.

La tecnología moderna contra los lobos

Recientemente se informó en el periódico The New York Times acerca de cómo se está utilizando la tecnología moderna en la guerra del hombre contra los lobos de Alaska. Alaska es un estado enorme, más grande que España, Francia e Italia en conjunto. Su población total es de poco más de 400.000 personas, y no hay más de 12.000 lobos. En el resto de los Estados Unidos hay más de 200.000.000 de personas, pero hay solo unos mil lobos. Evidentemente, está en peligro la existencia del lobo. No obstante, tiradores estatales de primera han estado cazando a los lobos desde aviones y, para tener mayor éxito en la caza, han estado atrapando cachorros de lobo y poniéndoles un collar que tiene un transmisor de radio. Cuando el cachorro trata de volver a unirse a la manada, los cazadores aéreos siguen las señales del transmisor y atacan a la manada entera.

¿Por qué procuran matar a los lobos? El razonamiento, que muchos no aceptan, es que los lobos matan a los alces, que los cazadores humanos quieren para sí mismos. Pero muchas personas están perturbadas por otra razón. Los collares equipados con radios se desarrollaron para llegar a saber más acerca de los animales, con el propósito de preservar especies amenazadas por la extinción. “Ésta es la primera vez que se utiliza el sistema de radio para fines destructivos”, informa The New York Times.