El criar hijos sin la ayuda de un cónyuge... los placeres y dolores
“¡DIJE que no, Cheryl, y no lo voy a repetir!” Así habló Dorothy, quien está criando a cuatro hijos sin la ayuda de un cónyuge. Pero, Cheryl, de 13 años de edad, respondió gritando: “¡Te odio!,” y se marchó del cuarto enfurecida.
“Cuando ella dice eso me hiere,” se lamentó la madre, y agregó: “Yo la he herido, y por eso ella trata de herirme a mí... y lo logra. He tratado de disimular mis sentimientos y no dejarle ver cuánto me duele, pero simplemente no puedo contenerme.” Luego, después de titubear un poco, la madre dice: “Sé que ella realmente necesita de su padre. Toda niñita necesita un padre... es el primer hombre que ella conoce en la vida. Porque él ya no está aquí, ella se siente muy frustrada.”
Dorothy describe bien parte del dolor que experimentan las personas que tienen que criar a sus hijos sin la ayuda de un cónyuge. No obstante, alguien que había observado y entrevistado a varias personas que estaban haciendo precisamente tal cosa, declaró: “En unos cuantos casos los padres y las madres que están criando a sus hijos sin la ayuda de un cónyuge están teniendo mayor éxito que el que se observa en familias donde hay padre y madre. Indudablemente esto se debe a que estas personas están más agudamente conscientes de los problemas que esto encierra y hacen un mayor esfuerzo por compensar por la situación.”
Durante la década pasada muchos países han experimentado un dramático aumento en la cantidad de hogares en los cuales solo hay el padre o la madre. En casi el 10 por ciento de todos los hogares de Gran Bretaña, Australia y el Canadá los hijos están siendo criados solo por el padre o la madre. En los Estados Unidos esta situación existe en casi una de cada seis familias, y la cantidad de tales familias se ha duplicado en los últimos 10 años. Dado que hay la posibilidad de que (por lo menos en los Estados Unidos) de cada cinco niños que ahora viven dos pasen parte de su vida en un hogar donde solo hay uno de los padres, la crianza de estos niños debe ser de interés primordial.
La preocupación por los problemas a los cuales se enfrentan las familias donde solo hay uno de los padres resultó en que se llevara a cabo mundialmente una serie de entrevistas con unos cuantos centenares de testigos de Jehová en cuyos hogares existía esta situación. Los resultados no solo proporcionaron una vívida comprensión de los problemas envueltos en la crianza de hijos donde falta la ayuda de uno de los cónyuges, sino que también suministraron algunas sugerencias útiles. Un consejo que se dio fue el de
¡Comunicarse!
“Hallé que cuando confiaba a mis hijos mis preocupaciones y les describía con exactitud la situación, ellos estaban más que dispuestos a ayudar, y todos los asuntos del hogar marchaban sin contratiempo,” informó una madre divorciada cuyos niños tienen 9 y 12 años de edad, respectivamente. El comunicarse con confianza con los hijos y apelar a ellos por ayuda es un medio de mantener abiertas las líneas de comunicación. Frecuentemente surgen problemas porque los hijos que solo tienen consigo al padre o la madre no comprenden del todo las limitaciones que las circunstancias de la familia imponen desde el punto de vista financiero y demás.
Para guiar aptamente a los hijos, el padre o la madre tiene que saber lo que se halla en la mente juvenil. Para lograr esto, cierta persona que está criando a su hija sin ayuda de un cónyuge hace lo siguiente, según informa: “Por las noches, después del trabajo, hago todo lo que puedo para penetrar en el mundito de mi hija. Ella me dice lo que ha sucedido en la escuela, y me relata los problemas que ha tenido con los profesores y con sus condiscípulos. Me intereso profundamente en la vida de ella. Y escucho. Entonces le hablo acerca de mi trabajo y de las personas con quienes trato.”
No obstante, el que un hijo o una hija relate todos sus problemas a su padre o su madre no sucede automáticamente. Padres y madres que han logrado esta clase de relación con sus hijos han hallado que tuvieron que desplegar la actitud que en la Biblia se describe así: “¡Si puedes, replícame, apréstate ante mí, tente firme! He aquí que yo soy como tú para Dios, de arcilla he sido modelado yo también. Así, pues, mi terror no te espantará, y mi carga [“presión,” margen] sobre ti no gravitará.”—Job 33:5-7, Bover-Cantera.
Aquí se expresa una actitud mental muy afectuosa, franca y honrada. Cuando un hijo discierne que su padre o madre tiene tal actitud, usualmente responde, pues no se siente ‘asustado’ de su progenitor. Este no trata de dar la impresión de ser persona perfecta. Una viuda que tuvo que criar a tres hijos adolescentes adoptó esa actitud: “Se me hizo más fácil conservar una estrecha relación con los muchachos cuando estuve dispuesta a admitir mis propios errores.”
A veces el padre o la madre tal vez tenga que insistir en que su prole haga algo que sea para el propio bien de ésta, algo que a la joven persona no le guste. Por ejemplo, una madre de un hijo de 17 años de edad a quien criaba sola insistió en que el muchacho pusiera fin a una relación malsana que podía envolver al joven en problemas. Después de varias semanas de intensas discusiones, el muchacho respondió: “Mamá, no puedes imaginarte lo enojado que he estado contigo, pero ahora comprendo tu punto de vista.” La comunicación franca produjo el cambio deseado.
Demuestre su amor
Cuando un niño pierde a uno de sus padres, especialmente debido al divorcio o la separación, la situación puede ser aplastante para su frágil condición emocional. Una madre divorciada describió lo que puede suceder: “Frecuentemente la reacción del niño se manifiesta en rabietas, en prorrumpir en llanto sin motivo patente, ataques de celos, asirse desesperadamente del padre o la madre y regreso al comportamiento de infante.” Suele suceder que el niño crea que ha sido culpable de la separación. Si se ha quedado con la madre, tal vez tema perderla ahora a ella también, o, si ha quedado con el padre, tal vez tema perder a éste y quedar huérfano. Un niño en tal situación necesita que se le comunique seguridad, que se le preste atención, que se le muestre interés genuino... en una palabra: necesita amor.
Para ser eficaz, el amor tiene que manifestarse abiertamente, por obras. “No amemos de palabra ni con la lengua,” recomienda la Biblia, “sino en hecho y verdad.” (1 Juan 3:18) Esto no significa que nunca se debería decir a los hijos que se les ama, sino que los hechos, lo que en realidad se hace, dicen más que las palabras. Los niños saben que el hablar es fácil. Los que viven en un hogar donde la causa de que estén con solamente uno de los progenitores ha sido el divorcio saben lo que es una promesa no cumplida. Pero, ¿cómo puede demostrar amor genuino el progenitor que queda sin su cónyuge?
“Para los pequeñuelos el contacto físico es importante. Yo tomo a mi hijita en los brazos cuando le hablo,” escribió una persona que está criando por sí sola a una niña de cinco años. Otra persona en situación similar concordó, pues dijo: “De vez en cuando simplemente me detengo y abrazo a mi hijo.” Expresiones de cariño como éstas pueden ayudar a convencer a la prole de que se le ama.
La empatía, o el despliegue de ‘sentimiento de compañerismo’ por parte del progenitor, es también muestra de amor. (1 Ped. 3:8) Una adolescente, que estaba siendo criada solamente por su madre, atacó a ésta con un torrente de palabras cuando su madre le pidió que efectuara ciertos quehaceres. La madre respondió: “Sin importar cómo te comportes, todavía te amo. No amo la manera en que te estás comportando, pero sí te amo a ti. Nada que digas ni hagas puede hacer que yo deje de amarte.” La muchacha inmediatamente inclinó la cabeza, se esforzó por contener las lágrimas, y entonces tranquilamente hizo lo que su madre le había pedido que hiciera. En lo profundo de su corazón sabía que su madre se interesaba en ella, que su madre la amaba.
Una madre que estaba criando sola a sus hijos dijo: “Nunca olvidaré aquella mañana en que mi hijita menor me dijo: ‘No vayas a trabajar hoy, mamá.’ Aquel ruego salía de un corazón inseguro.” ¿Cómo respondió la madre? Dijo: “Consideré que era más importante mantener mi relación con ella lo más estrecha posible, y por eso decidí dejar de trabajar y entendérmelas con menos en sentido material.” Claro, no toda persona que esté criando a sus hijos por sí sola puede resolver el problema de esta manera. No obstante, muchos que están en tal situación han examinado desde un punto de vista práctico el efecto de su empleo seglar en la crianza de sus hijos.
Para mantener a su familia, personas con hijos y sin cónyuge han optado por trabajar en casa. Han proporcionado serviciosa o vendido productos que ellas mismas han hecho en casa, como en el caso de una madre que tenía que alimentar a cuatro hijos y, con la ayuda de éstos, hizo buñuelos y otras golosinas para vender a los restaurantes. Otras personas han procurado conseguir empleo de media jornada para estar en casa cuando sus hijos no estén en la escuela. Con todo, no siempre se puede hacer esto, como informa Joyce Miller, presidenta de la Confederación de Mujeres en Sindicatos Laborales: “Más del cuarenta y dos por ciento de las mujeres que trabajan están manteniendo a sus familias por su propia cuenta. ¿Cómo puede decírseles que acepten un salario de media jornada cuando tienen que pagar todo el alquiler?”
No obstante, a pesar de verse obligadas a tener un empleo de jornada completa, muchas personas que se hallan sin cónyuge logran mantener una relación muy estrecha con sus hijos, como en el caso de una que dijo: “Expliqué vez tras vez a los niños que la única razón por la cual yo iba a trabajar era para comprar alimento y ropa y proveer un lugar donde pudiéramos vivir. Les dije que me quedaría en casa con ellos si no fuera porque era absolutamente necesario que yo trabajara. Finalmente los niños comprendieron, hasta el de dos años de edad, y ahora pueden enfrentarse más fácilmente a la situación.”
Los niños pueden percibir si el padre o la madre prefiere trabajar más bien que pasar tiempo con ellos. Eso quizás signifique que sea necesario ajustar un poco el estilo de vida, aun en lo que atañe a los jovencitos, para poder arreglárselas con menos desde el punto de vista material. No obstante, muchos padres y madres, así como también los hijos de éstos, han reconocido la veracidad del proverbio bíblico (Pro. 15:17): “Mejor es un plato de legumbres [no una abundancia] donde hay amor que un toro cebado en pesebre [una abundancia] y odio junto con él.”
Disciplina firme, pero amorosa
“El amor no basta,” advierte el Dr. Arnon Bentovim, autoridad en el cuidado de niños. “Para sentirse seguro, el niño tiene que recibir disciplina y pautas.” Algunos padres y madres que crían sin la ayuda de un cónyuge tratan de compensar por la pérdida de la madre o el padre por medio de ser demasiado tolerantes. No suele ser fácil el que una madre discipline a los hijos, especialmente a los varones, quienes tal vez estén resentidos por haber perdido a su padre.
Una madre que tuvo éxito en criar a solas cinco hijos admitió: “Es solo natural que los niños trataran de hacer cosas que no habrían hecho si mi esposo hubiera estado presente. Tuve que mostrarme muy resuelta. A veces hallé que era mejor sentarme con todos ellos y hacerles un llamamiento por cooperación más bien que lanzar un ataque de frente. Realmente gané su respeto de esta manera.”
Los niños reconocen —aunque por lo general mucho más tarde— que necesitan disciplina, lo que incluye castigo. Un grupo de jóvenes que se vieron en dificultades con la ley prepararon un código de reglas para padres y madres. Admitieron lo siguiente: ‘Sean estrictos y muéstrense consecuentes al administrar la disciplina. Así se nos da un sentido de seguridad. Los jóvenes no quieren que se les dé todo lo que piden.’ Esta expresión refleja la veracidad de lo que se dijo en la Biblia hace mucho tiempo: “El que retiene su vara [de autoridad paternal o maternal] odia a su hijo, pero el que lo ama es el que de veras lo busca con disciplina.”—Pro. 13:24.
Resultados gratos
No es fácil hacer el esfuerzo necesario para criar a los hijos sin la ayuda de un cónyuge. Pero muchas personas que se están esforzando por hacerlo están obteniendo resultados satisfacientes. Están manteniendo una relación estrecha con sus hijos y viendo que éstos llegan a ser personas de buenos principios.
A menudo los hijos criados en medio de estas condiciones alcanzan la madurez más pronto, pues sus circunstancias les obligan a asumir más responsabilidades en el hogar. Una madre distribuyó a sus hijos tareas diarias que ella ya no podía atender, y dijo: “Mis hijos ya están acostumbrados a sus quehaceres, los llevan a cabo eficazmente y no hay ningún problema en el hogar. Saben dónde poner su ropa cuando se la quitan y mantienen el hogar ordenado. Saben limpiar el baño, preparar comidas, lavar y planchar la ropa, hacer las compras y hasta desyerbar el jardín.” Tales jóvenes bien entrenados se crían en adultos responsables y están bien preparados para desempeñar sus papeles en la vida adulta.
Claro, a veces aun dentro de una familia cuyos miembros están estrechamente allegados unos a otros pueden surgir graves desacuerdos. No se dan todas las soluciones en el presente artículo. Sin embargo, por lo general los padres y madres que han hecho todo lo posible para seguir los principios que el Originador de la vida de familia presenta en la Biblia han hallado que el criar a sus hijos les ha proporcionado placer. Si tienen estudios bíblicos con sus hijos y les inculcan principios bíblicos, padres y madres en estas condiciones pueden lograr mucho en cuanto a proteger a éstos de la presión que ejercen otros niños que están deseosos de llevarlos a hacer lo malo.
Si tanto el progenitor como los hijos siguen el mandato divino que se da en Efesios 6:1-4, puede evitarse mucho pesar: “Hijos, sean obedientes a sus padres en unión con el Señor, porque esto es justo: ‘Honra a tu padre y a tu madre’; que es el primer mandato con promesa: ‘Para que te vaya bien y dures largo tiempo sobre la tierra.’ Y ustedes, padres, no estén irritando a sus hijos, sino sigan criándolos en la disciplina y regulación mental de Jehová.”
[Nota a pie de página]
a Para sugerencias, sírvase ver el artículo “Creando su propio trabajo” en la ¡Despertad! del 8 de diciembre de 1975, páginas 9-11, y “Hallando trabajo que permita mayor libertad” en la del 8 de marzo de 1976, páginas 13-16.