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  • Valores por los cuales vivir
  • ¡Despertad! 1979
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¡Despertad! 1979
g79 22/1 págs. 3-5

Valores por los cuales vivir

¿Cuáles son sus valores? Muchos necesitan hacer una revaluación

LOS valores están relacionados con las necesidades. Por lo general no consideramos de valor las cosas que no satisfacen alguna necesidad. Mientras más intensa la necesidad, más elevado el valor que atribuimos a la satisfacción de ella. Son muchas nuestras necesidades, y variadas. Son diferentes en diferentes tiempos. Son diferentes para diferentes personas. Algunas necesidades son inherentes. Otras las adquirimos. Algunas no son esenciales y hasta pueden ser perjudiciales. No nos damos cuenta de algunas de nuestras necesidades, y en cuanto a otras que conocemos, no las tenemos en mucho hasta que es demasiado tarde. Por estas razones la gente tiene diferentes conjuntos de valores por los cuales vive. ¿Ha pensado usted recientemente en lo que considera de valor? ¿Considera usted de más valor el satisfacer las necesidades más importantes?

Todos tenemos en común ciertas necesidades esenciales. Aire, agua, alimento, calor, sueño... éstas son necesidades que tenemos que satisfacer si hemos de sobrevivir. Cuando las demandas de estas necesidades se hacen agudas, todo lo demás tiene que esperar hasta que sean satisfechas. Es cierto que el hombre no vive solo de pan, pero cuando está muriendo de hambre, el alimento tiene prioridad. Lo mismo es cierto de las otras necesidades relacionadas con la supervivencia. Pero, cuando éstas están satisfechas, dirigimos nuestra atención a otras cosas.

El hombre es gregario, social, no una criatura solitaria como lo son algunos animales. Necesita el compañerismo de otros. Para que este compañerismo sea agradable, tiene que sentir que se le acepta. Considera esto de tanto valor que está dispuesto a sacrificar o privarse de algunas de sus preferencias personales a fin de llevarse bien con el grupo. Aunque la asociación a veces sea irritante, se prefiere a estar solo. Tan intensa es esta necesidad que algunos descartan sus propios principios y valores a fin de sentirse parte de un todo acogedor. Muchos atribuyen más valor a la estimación de parte de otros que a su propia integridad personal. Esta tendencia es lo que da fuerza a la advertencia bíblica: “Las malas asociaciones echan a perder los hábitos útiles.”—1 Cor. 15:33.

Estime el respeto de sí mismo

Si abandonamos nuestra integridad personal o nuestros valores a fin de ser populares, sufriremos por ello. Perderemos el respeto de nosotros mismos, nuestro sentimiento de dignidad personal, y el amor que nos tenemos. Es grande el daño sicológico de esto, y sus repercusiones son de largo alcance. La Biblia nos dice que amemos a otros como nos amamos a nosotros mismos. El amor que uno se tiene a sí mismo no es amor de la clase indulgente, egoísta, ególatra, sino que está relacionado con tener valores por los cuales vivir que hacen posible que uno se tenga respeto a sí mismo. Uno tiene que amarse a fin de amar a otros. Sin este amor uno se siente inseguro y envidia a otros y se ve tentado a criticarlos y chismear acerca de ellos. El censurar a otros hace que uno se sienta superior. Pero, la Biblia nos amonesta a no hacer nada “por egotismo, sino considerando con humildad de mente que los demás son superiores” a uno y a ‘retener esta actitud mental que también hubo en Cristo Jesús.’ (Fili. 2:3, 5; Juan 13:5) De modo que uno no debe tratar de edificar o elevarse por medio de denigrar a otros. El hacerlo disminuye el respeto de sí mismo y le resta valor a la persona.

Debemos apreciar el valor del trabajo útil. Jehová Dios, nuestro Creador, es un trabajador, y nosotros estamos hechos a su imagen y semejanza. A él le da gusto ver que Sus obras queden completas y las pronuncia buenas. (Gén. 1:10, 12, 18, 21, 25, 31) El hombre necesita trabajar, tener el sentido de haber logrado algo. El trabajo bien hecho da testimonio de las habilidades del obrero y le imparte un sentimiento de dignidad. La ociosidad nos hace sentir inútiles y de poco valor. El buen trabajo añade propósito y significado a la vida. Algunos dicen: ‘La vida no tiene significado. ¿Qué propósito tiene?’ Un sentido de futilidad abruma a estas personas.

Puede que trabajen duro y acumulen riquezas. Esto no satisface. “Un simple amador de la plata no estará satisfecho con plata, ni ningún amador de la riqueza con los ingresos. Esto también es vanidad.” (Ecl. 5:10) Basan sus valores en cosas materiales, “el deseo de la carne y el deseo de los ojos y la exhibición ostentosa del medio de vida de uno.” (1 Juan 2:16) Absortos en su esfuerzo por conseguir cosas materiales, pasan por alto lo que el espíritu necesita. Invierten todo su tiempo y energía en lo que más avalúan: riquezas o prestigio. Una vez que lo logran, no parece tan vital. Después de todo su afán, sufren desilusión porque el conjunto de valores por el cual vivieron era erróneo. No reconocieron que tenían necesidades espirituales.

Lo de más valor

“Felices son los que están conscientes de su necesidad espiritual,” dijo Jesús. (Mat. 5:3) Muchos no se dan cuenta de esta necesidad hasta tarde en la vida, cuando sus energías han menguado y queda poco tiempo. Apreciamos el valor de satisfacer las necesidades físicas, mentales y emocionales durante nuestra vida, pero debemos reconocer que ninguna de estas cosas puede prolongarla mucho más allá de los 70 u 80 años. Contribuyen a la supervivencia a corto plazo. El atribuir el debido valor a nuestra necesidad espiritual puede significar supervivencia eterna. Los hombres dicen: “No se lo puede llevar consigo cuando muera,” refiriéndose a las riquezas materiales. Pero hay algo de mucho más valor que uno sí puede llevar consigo: un buen nombre con Dios. Eclesiastés 7:2 (7:1 en otras versiones) declara: “Más vale la buena reputación que los más preciosos perfumes; mejor es el día de la muerte que el día del nacimiento.”—Editorial Herder.

¿Cómo puede ser eso? ¿Cómo puede el día en que uno muere ser mejor que el día en que empieza a vivir? Solo es cierto si en el día de morir uno tiene un buen nombre con Dios, un nombre que él recuerde cuando sea tiempo de resucitarlo. Esto querrá decir que saldrá a una vida que puede ser eterna, si la valora correctamente. Tendemos a dar por sentado las muchas bendiciones que poseemos... el poder ver, oír, nuestra salud general, la vida misma. Solo cuando estas bendiciones empiezan a decaer reconocemos su valor. Cuando uno está a punto de morir, puede que otros digan: ‘Bueno, vivió una buena y larga vida,’ como si eso hiciera más aceptable el morir. No le parece así al moribundo. El pasado no cuenta. El presente y el futuro es lo que cuenta, lo que llega a ser la verdadera necesidad. Por eso lo de más valor es satisfacer esa necesidad por medio de hacerse un buen nombre con Dios.

¿Se da cuenta usted de esto? ¿Necesita hacer una revaluación de los valores por los cuales vive? El siguiente artículo nos relata cuán feliz se sintió una persona que lo hizo.

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