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  • ¿Por qué es tan injusto mi maestro?

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  • ¿Por qué es tan injusto mi maestro?
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¡Despertad! 1985
g85 22/8 págs. 22-24

Los jóvenes preguntan...

¿Por qué es tan injusto mi maestro?

VICKY, de catorce años de edad, expresa la opinión de muchos jóvenes cuando dice: “No puedo aguantar a un maestro injusto”. De hecho, en un estudio que se efectuó en 1981, en que se entrevistó a 160.000 jóvenes estadounidenses, ¡76 por 100 de los jóvenes entrevistados acusaron a sus maestros de desplegar cierta especie de favoritismo! (The Private Life of the American Teenager.)

Claro que los jóvenes se molestan cuando reciben una calificación baja por un trabajo que ellos mismos consideran excelente. Se resienten cuando la disciplina parece excesiva, inmerecida o hasta motivada por el prejuicio. “En una ocasión bostecé y tuve que salir al pasillo solo porque soy negro”, dijo Ivan, de 12 años de edad.

Los jóvenes se enfadan también cuando el maestro da atención especial o trato preferente a sus alumnos favoritos. Diane, de trece años de edad, dice en tono acusador: “Favorecen a las más inteligentes, o a la más bonita”. ¡No es de extrañar, pues, que en el estudio mencionado anteriormente los jóvenes hayan considerado la imparcialidad del maestro más importante que el que conociera la materia que enseñaba!

Los maestros son personas también

Los maestros están muy lejos de ser infalibles. Tienen su buena porción de manías, peculiaridades y, sí, prejuicios. A veces sus emociones perjudican su buen juicio. Un joven llamado Freddy se dio cuenta de esto cuando notó que su maestro “estaba hablando bruscamente a todos”. Usando tacto, Freddy abordó al maestro y averiguó la causa de su mal humor. “Es que tuve problemas con el automóvil esta mañana —explicó el maestro—. Se calentó demasiado cuando venía de camino a la escuela y llegué tarde al trabajo.”

Puede que tú también —sin motivo aparente— te conviertas en el blanco de la furia de un maestro. No obstante, la Biblia advierte: “No te des prisa en tu espíritu a sentirte ofendido” (Eclesiastés 7:9). Sí, ¿cuánto deberías afligirte en realidad por el asunto? ¿Se trata simplemente de un arrebato de cólera temporal que pronto quedará en el olvido? ¿Puedes dar al maestro un margen de confianza y olvidar el asunto? El discípulo Santiago dijo: “Todos tropezamos muchas veces. Si alguno no tropieza en palabra, éste es varón perfecto, capaz de refrenar también el cuerpo entero”. (Santiago 3:2.)

Los maestros y sus alumnos favoritos

No obstante, son particularmente irritantes los favores especiales que se conceden a los alumnos favoritos del maestro. Caroline, de 13 años de edad, explica: “Los preferidos del maestro son alumnos favoritos... estudiantes a quienes los maestros quieren más que a otros. Generalmente los alumnos favoritos del maestro son los que sobresalen en la escuela y rara vez se meten en problemas”.

Un estudio en que se entrevistó a maestros de escuela primaria reveló de hecho que los maestros tienden a favorecer a los “conformistas pasivos y a los estudiantes cuya inteligencia es superior a la del estudiante de término medio, particularmente a las niñas obedientes y despiertas”. Además, en la revista Seventeen se citaron las siguientes palabras de un profesor universitario: “Una estudiante también pudiera atraer la atención porque resulta que es competente en algo que importa al maestro”. Sea cual sea la razón, cuando un maestro concede atención o favores especiales a un estudiante, a menudo provoca resentimiento en otros. Caroline dice: “No creo que sea justo para los demás estudiantes, que no son los ‘favoritos’ del maestro”.

¿Por qué se comportan así algunos maestros? Bueno, recuerda que el maestro se enfrenta a demandas y presiones singulares. El libro Being Adolescent describe a los maestros como personas que están en una “situación difícil” al decir: “Se enfrentan a veinte adolescentes o más, que comúnmente tienen la mente en otros asuntos. La labor de ellos consiste en captar la atención de los estudiantes presentándoles información [...] que no se relaciona con la vida inmediata de los estudiantes y que, además, se les pudiera hacer difícil aprender. Tienen ante sí un grupo de adolescentes sumamente caprichosos, que se distraen fácilmente y que por lo general no están acostumbrados a concentrar su atención en nada por más de 15 minutos”. Sin duda concordarás en que esta declaración tiene mucho de cierto.

¿Es de extrañar, entonces, que tal vez el maestro colme de atención al estudiante que ‘sobresale en la escuela y rara vez se mete en problemas’? Después de todo, es natural que como humanos nos sintamos atraídos a alguien que nos haga la vida más placentera. Es cierto que la Biblia condena el “hacer distinciones por parcialidad” (Santiago 3:17). Y quizás te moleste que a los supuestos aduladores se les conceda más atención que a ti. Pero ¿es esto necesariamente malo?

Pudiera parecer que sí. Pero recuerda que la Biblia nos dice que Jacob amaba más a José que a sus otros hijos. ¿Por qué? Algunos de los hijos de Jacob habían causado angustia a su padre. En cambio, la conducta de José era impecable. También José era el hijo de la esposa amada de Jacob, Raquel. ¿Significaba esto que Jacob no se interesaba en absoluto en sus otros hijos? Al contrario. En cierta ocasión Jacob hasta mandó a José a averiguar si sus otros hijos estaban “sanos y salvos”. Y cuando en su lecho de muerte Jacob impartió bendiciones, fue justo e imparcial para con todos sus hijos. (Génesis 34:30; 35:22; 37:2, 3, 14; 49:1-33.)

Así, ¿por qué sentirte molesto o celoso si algún estudiante diligente es el favorito del maestro con tal que no se pasen por alto tus necesidades educativas? Además, quizás no sería una mala idea que tú mismo seas un poco más diligente.

Guerra en el salón de clases

Pero ¿qué hay del maestro que parece desplegar una actitud verdaderamente hostil para con sus alumnos? Un estudiante dijo lo siguiente de su maestro: “Persistía en creer que todos le habíamos declarado la guerra y decidió atacarnos primero. Era un paranoico”. No obstante, muchos maestros opinan que tienen el derecho de ser un poco “paranoicos”.

Un joven dijo al corresponsal de ¡Despertad!: “En mi escuela los maestros temen a los estudiantes”. Sí, como lo predice la Biblia, estos son “tiempos críticos, difíciles de manejar”. A menudo los jóvenes son “sin gobierno de sí mismos, feroces, sin amor de la bondad” (2 Timoteo 3:1-3). La revista U.S.News & World Report dijo: “En muchos distritos escolares urbanos los maestros viven en temor de la violencia”.

Si no son víctimas de un ataque físico, los maestros a menudo hallan que está bajo ataque su dignidad. Roland W. Betts, ex maestro, escribió: “Los niños consideran que es su responsabilidad inherente [...] empujar a los maestros y aguijonearlos [en sentido figurado] para ver cuánto toleran antes de finalmente perder la razón [...] Cuando los niños perciben que han empujado a un maestro nuevo casi hasta su punto límite, lo empujan un poco más”. ¿Has participado tú, o tus condiscípulos, en travesuras irritantes y cosas por el estilo en el salón de clases? Entonces no te sorprendas ante la reacción del maestro.

La Biblia dice: “Porque la mera opresión puede hacer que un sabio se porte como loco” (Eclesiastés 7:7). En el ambiente de temor y falta de respeto que impera en algunas escuelas, es de esperar que algunos maestros reaccionen exageradamente y recurran a disciplina rigurosa. Muchos de ellos hasta se desilusionan y renuncian al magisterio. Por lo tanto, ¿pudieras tú tener empatía para con los maestros que están tratando de hacer lo mejor que pueden al enfrentarse a situaciones difíciles?

La disciplina... ¿por qué es necesaria?

Sin embargo, es difícil ser comprensivo cuando se trata de algo tan importante como tus notas o calificaciones. Por ejemplo, Stefan, de once años de edad, se queja: “No es justo que un maestro pueda vengarse de un niño por medio de las notas. Por ejemplo, uno de mis maestros hace esto. Si se sorprende a un niño tirando envolturas de dulces en el pupitre, le quita un punto y medio de la tarjeta de calificaciones”.

Claro que tal vez no parezca justo amenazar a los estudiantes con darles una mala calificación. Pero ¿es realmente injusto... o simplemente una medida estricta? Los maestros sí tienen la responsabilidad de mantener el orden, y a veces esto significa que tienen que administrar disciplina. No obstante, la Biblia aconseja: “Ásete de la disciplina; no sueltes. Salvaguárdala, pues ella misma es tu vida” (Proverbios 4:13). Recuerda que sin la disciplina el proceso de aprender se afecta. Un joven confesó lo siguiente: “No se aprende nada de los maestros que no son estrictos, a quienes se puede pisotear”.

Pero estás en la escuela para aprender. Y si esto significa que tienes que aceptar calladamente alguna disciplina inmerecida, o ser objeto de la ira de un maestro frustrado, que así sea. El saber tratar respetuosamente a los que están en puestos de autoridad es una habilidad que algún día pudiera significar la diferencia entre el empleo y el desempleo. Por supuesto, como se mostrará en un artículo futuro, no estás completamente indefenso ante actos de injusticia que se cometan en la escuela. Pero, mientras tanto, trata de mostrar un poco de empatía para con tus instructores. Quizás te des cuenta de que algunos de ellos no son tan injustos como crees.

[Ilustración en la página 23]

A menudo la atención que se concede a los favoritos del maestro produce resentimiento

[Ilustración en la página 24]

La creciente ola de violencia en las escuelas ha hecho difícil la tarea del maestro

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