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Pasando de la mocedad a la edad virilLa Atalaya 1973 | 1 de julio
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es probable que otro niño de su edad sepa hacerlo.
Aunque quizás no te acarrees ningún verdadero daño físico al experimentar, ciertamente podrías trastornarte mental, emocional y físicamente. Peor aún, podrías adquirir hábitos malos que te tomaría años para romperlos y que podrían perjudicar tu felicidad futura. Y, aunque la excitación inicial al sentir los efectos de estos cambios corporales pueden hacer que sientas un impulso de hablar con otros muchachos y comparar las experiencias, es bueno comprender que estas discusiones fácilmente pueden llevar a participar en actos nocivos, a masturbación o hasta a prácticas homosexuales.—Rom. 1:27, 28.
La mejor manera de obtener respuestas satisfactorias a tus preguntas en cuanto al desarrollo sexual es preguntar a tus padres, particularmente a tu padre. Tú, y otros muchachos en el grupo de tu misma edad, solo están comenzando a alcanzar la condición de ser hombres plenamente formados. Pero tu padre ha pasado ya por todo lo que tú has pasado y mucho más. También, aunque otros muchachos posiblemente te den información que solo es medio correcta —unos cuantos hechos y muchas ideas descabelladas— puedes abordar a tu padre con la confianza de que te dará buena información, hechos que te ayudarán y contribuirán a tu felicidad. Si tu padre no puede darte información o consejo que esté basado en la Palabra de Dios, te sería valioso saber lo que dice la Palabra de Dios. Hallarás que cualquiera de los ancianos en una congregación de los testigos de Jehová tendrá gusto en ayudarte.—Pro. 4:1; 13:20; Mat. 7:9, 10.
PROBÁNDOTE RESPONSABLE
Tu Creador te ha dotado de un maravilloso don al darte la capacidad de llegar a ser padre. Pero ahora queda de ti cuidar ese don de manera responsable, no como un niño a quien no se le puede confiar algo precioso. Y esto aplica a muchas otras cosas. Al acercarte a la edad adulta es natural que sientas el deseo de tener identidad propia —sentir que eres una persona distinta— y también el deseo de disfrutar de un grado de independencia. Es probable que tus padres comiencen a prepararte para el tiempo en que puedas ser independiente. ¿Cómo? Dándote gradualmente más responsabilidad y el privilegio de participar en tomar ciertas decisiones en cuanto a las cosas que harás. Quizás te inviten a expresar tu preferencia en cuanto a ciertas asignaturas que tomarás en la escuela o te dejen asumir un empleo de tiempo parcial. Quizás se te permita efectuar tu propia compra de algunos de tus artículos personales. Pero cualquier cosa que tus padres consideren conveniente hacer tocante a esto, entonces quedará de ti mostrar que mereces esa responsabilidad. Si obras de manera pueril o te pones “engreído,” entonces quizás tengan que reducir tus privilegios de nuevo hasta que muestres ser más hombre.
Este deseo de mayor identidad propia y un grado de independencia está acompañado de otros deseos naturales. Sentirás una necesidad de que otros te aprecien por lo que eres y por lo que puedes hacer. Si estos deseos no se dirigen apropiadamente, resultan en la formación de “pandillas,” donde muchos muchachos satisfacen su deseo de tener un ‘sentido de pertenecer.’ Pero estas pandillas por lo general forman su propio código de conducta, y los hechos muestran que esto casi siempre resulta en maldad, a veces hasta en crímenes serios. Probablemente más que cualquier otro factor individual, el compañerismo malo se halla a la raíz del problema cuando los jóvenes se meten en dificultades.—1 Cor. 15:33.
Durante este período de la vida comienzas a obtener alguna idea de la apariencia física que tendrás como hombre adulto. Pero también deberías comenzar a pensar cada vez más en cuanto a cómo serás por dentro, en lo que la Biblia llama “la persona secreta del corazón.” (1 Ped. 3:4) Esta etapa de tu vida no es el tiempo para dejar que un deseo de independencia aumentada te separe de alguna manera de tus padres y del resto de la familia. Los cambios que estás experimentando durante la pubertad, y los nuevos estímulos que sientes y que tienes que aprender a controlar, realmente aumentan la necesidad que tienes de su amor y de su influencia equilibrante. En vez de alejarte de tus padres y permitir que se desarrolle una brecha, acércate más a ellos y aprende todo cuanto puedas de ellos al acercarte ahora a la edad adulta. Jamás te pesará esto y les traerás verdadera felicidad también, haciéndolos orgullosos de tenerte como hijo suyo. (Pro. 23:24, 25) Además, no solo puedes satisfacer la sensación de ‘pertenecer’ por medio de participar en las actividades, entretenimiento y viajes de la familia, sino también por la asociación con cristianos genuinos, congregándote con ellos y ofreciendo tus habilidades y fuerzas aumentantes para desempeñar los servicios que se necesitan dentro de la congregación. Así no solo estarás creciendo y desarrollándote físicamente, sino también espiritualmente, y tu sentido de valía personal crecerá en conformidad con ello.
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¿Por qué confiar en Dios?La Atalaya 1973 | 1 de julio
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¿Por qué confiar en Dios?
EL Supremo, el Soberano del universo, Jehová Dios, quiere como siervos suyos solo a los que confían plenamente en él. Todos los que pretendan ser su pueblo pero resulten falsos a él en actitud, palabra y acción no pueden esperar recibir su aprobación y bendición. La Palabra de Dios dice: “Maldito es el hombre físicamente capacitado que cifra su fiada expectativa en el hombre terrestre y realmente hace de la carne su brazo, y cuyo corazón se aparta de Jehová mismo.”—Jer. 17:5.
Ciertamente no queremos estar entre los malditos. Puesto que Jehová Dios no cambia, lo que resultó en que la gente fuese bendecida o maldecida en el pasado resultará en las mismas consecuencias hoy día. (Mal. 3:6) Por lo tanto mostramos sabiduría si tomamos a pechos las lecciones del pasado antiguo según se encuentran en la Biblia.
UNA ALEGORÍA ANTIGUA
Una lección de esta clase se presenta como alegoría en Ezequiel, capítulo 23. La alegoría envuelve a dos hermanas que no confiaron en Dios y buscaron en otra parte bendición y protección. La hermana mayor era Oholá y la menor, Oholibá. Oholá se identifica como representando a Samaria, la capital final del reino septentrional o de diez tribus de Israel, y Oholibá como representando a Jerusalén, la capital del reino meridional de Judá. Puesto que las capitales son representativas de reinos, las hermanas representan dos reinos. De modo que su “madre” es la una sola organización nacional de Israel procreada por Abrahán, Isaac, Jacob y los doce hijos de Jacob.—Eze. 23:2, 4.
Desde el principio el registro de las dos hermanas no fue el mejor. “Empezaron a prostituirse en Egipto. En su juventud cometieron prostitución.” (Eze. 23:3) ¿Cómo fue esto? Los descendientes de Jacob, una vez establecidos en Egipto, no resistieron el lazo de la adoración idólatra llevada a cabo en ese país. Evidentemente comenzaron a creer que algo había de ganarse al venerar las deidades egipcias. Cesaron de acudir a Jehová como la Fuente de bendición y protección verdaderas, y por eso llegaron a ser culpables de cometer prostitución espiritual.
Por supuesto, cuando la hermana mayor Oholá y la hermana menor Oholibá empezaron a prostituirse en Egipto, el reino
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