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  • Un mundo confuso... ¿puede uno cambiarlo?
    ¡Despertad! 1976 | 8 de diciembre
    • Un mundo confuso... ¿puede uno cambiarlo?

      Millones de personas creen que la situación del mundo es extremadamente crítica. ¿Quién puede hacer que mejore? ¿Pueden los jóvenes?

      HAY mucho que anda mal en el mundo. Nadie discutirá eso. Muchos jóvenes creen que la situación es tan crítica que es necesario hacer cambios si es que ha de sobrevivir la familia humana. De hecho, algunos de ellos piensan que ya es demasiado tarde para evitar el desastre mundial. Comparan el derrotero que está siguiendo el mundo al de un tren fuera de control que corre montaña abajo hacia un cañón abierto del que el agua se ha llevado el puente.

      Sin embargo, la mayoría de las personas mayores, probablemente no estarán de acuerdo. Estas se sienten inclinadas a pensar que este mundo confuso se recobrará de algún modo y que todo resultará bien. “Mire a los días oscuros de la Gran Depresión, o los del período de la II Guerra Mundial,” quizás digan. “Las condiciones frecuentemente parecían desesperadas, pero mejoraron. El mundo sobrevivió, y volverá a hacerlo.”

      “Pero la situación no es la misma,” prontamente replican muchos jóvenes. “Ahora es completamente diferente.” Y, francamente, tienen razón.

      Se ha creado una sociedad muy diferente. En su libro Future Shock Alvin Toffler escribe: “Estamos experimentando simultáneamente una revolución juvenil, una revolución sexual, una revolución racial, una revolución colonial, una revolución económica, y la revolución tecnológica más rápida y profunda de la historia.”

      Si nos enfrentamos al mundo repleto de dificultades en que vivimos, tenemos que reconocer que lo que les sucedió a las generaciones anteriores tal vez no pueda aplicarse a las situaciones de la actualidad. Tenemos que tratar de entender el efecto que ha tenido sobre la juventud la estremecedora revolución en la sociedad.

      Por ejemplo, considere el efecto de la revolución tecnológica, que se alimenta principalmente de los cientos de millones de litros de petróleo diarios que se sacan de la tierra. Los jóvenes a menudo se horrorizan ante el mal manejo de los recursos. Si siguen consumiéndose al paso temerario actual, ¡no solo se agotarán pronto, sino que el aire, el agua y la tierra serán envenenados! Los jóvenes se sienten inclinados a exclamar: “¡Cómo se atreve la generación de nuestros padres a agotar los recursos de la Tierra y contaminar el ambiente, arruinándolo para nosotros y para nuestros hijos en perspectiva!” ¿No nos es fácil de entender ese punto de vista? ¿Cómo se sentiría usted si al entrar en un parque hallara pisoteadas las anteriormente hermosas flores y arbustos, quemados sus imponentes árboles y ensuciado con basura el suelo? Muchos jóvenes piensan que esto, en realidad, es lo que le ha hecho a la Tierra la generación más vieja, y que hay peligro de que le suceda aun peor. ¿Y no tienen buena razón para preocuparse?

      Piense acerca de esto. ¡Nunca antes ha crecido una generación de jóvenes con el conocimiento de que las armas nucleares podrían borrar varias veces nuestra civilización! Haciendo claro el contraste entre esta generación y la anterior, el comentarista inglés Jeff Nuttall señala que los jóvenes que alcanzaron la edad de la pubertad antes del amanecer de la era atómica “no podían concebir una vida sin un futuro.” Pero los que han crecido desde entonces, señala él, “no podían concebir una vida con un futuro.” Como recalca Nuttall: “Nunca conocieron un sentimiento de futuro.” La amenaza de que el mismo hombre haga volar en pedazos radiactivos a la civilización es una perspectiva real, creíble para ellos.

      Verdaderamente, ¿qué impresión podemos esperar que los jóvenes tengan de los hombres en el poder? Un joven de diecisiete años simplemente lo expresó de la manera que lo ven muchas personas cuando escribió para el Times de Nueva York del 22 de noviembre de 1975: “La gente iguala a un político con un ladrón, con un asaltante, y con un perito en estafar; muchos opinan que nuestros dirigentes no se ocupan de nadie sino de sus propios intereses constantemente.”

      Cuando los niños llegan a su adolescencia, empiezan a comprender que las personas de negocios en busca de ganancia económica son las que han sido responsables de exponerlos a una dieta mental venenosa de crimen y violencia. Una prominente revista de los Estados Unidos, en su número de septiembre de 1975, informó: “Su hijo, si es típico, verá morir a 13.000 personas en la televisión antes que tenga 15 años de edad. Si habría de mirar cada espectáculo en la hora principal de la red este año, presenciaría asesinatos, golpizas, violaciones, asaltos y robos a un promedio de ocho por hora, y en tres de cada cuatro programas la violencia sería el rasgo sobresaliente.”

      Además, a medida que los jóvenes crecen empiezan a discernir que el comercialismo codicioso es lo que pone en peligro la vida en la Tierra con sus contaminantes, y que los líderes hambrientos de poder son los que ponen en peligro a la civilización por medio de construir arsenales nucleares. ¿Podemos culpar a los jóvenes si llegan a odiar al sistema que ha hecho tanto para arruinar sus perspectivas de un futuro feliz y seguro? El científico ganador del Premio Nóbel Szent-Györgyi comprendió cómo se sienten los jóvenes y explicó:

      “Hallan que todo es mentira. Los grandes partidos políticos buscan las ganancias y el poder, los militares la dominación, y se aprovechan de los cuerpos jóvenes para ponerse gordos. . . . Ven que las religiones siempre están del lado del poder. Y ven que aunque la mitad de los niños del mundo se acuestan hambrientos, sin el alimento que necesitan para edificar mentes y cuerpos sanos, gastamos miles de millones de dólares para hacer cada vez más alta nuestra pila de bombas y proyectiles nucleares. Ven que la mayoría de sus líderes políticos realmente se ocupan solo de su propia reelección, de conservar su poder, y le dirigen a la gente argumentos que deberían ser rechazados por el más simple uso de la lógica.”

      ¡Sí, muchos jóvenes consideran que éste es un mundo corrupto y cruel! ¿Y no estamos de acuerdo en cuanto a eso? Pero, algunos dirán: ‘Se puede construir un mundo mejor. Hay que eliminar de los gobiernos los elementos corruptos, inmorales. Se puede hacer.’ Pero, ¿puede la juventud cambiar este mundo confuso, y crear un mundo nuevo y mejor? ¿Es una pérdida de tiempo el intentarlo?

  • ¿Se puede cambiar el mundo?
    ¡Despertad! 1976 | 8 de diciembre
    • ¿Se puede cambiar el mundo?

      MUCHAS personas tienen la idea de que se podría crear un mundo mejor. Y en el pasado, los jóvenes se han empeñado en tratar de hacerlo. Por ejemplo, durante los años sesenta los jóvenes comúnmente aparecían en los titulares de las noticias debido a sus esfuerzos por reformar al sistema. Miles de ellos protestaban en masa en contra de lo que ellos consideraban ser una sociedad racista, desaforada y cruel. Pero, más recientemente, casi todos esos esfuerzos por cambiar el sistema han cesado.

      Hace pocos años, cuando las prácticas corruptas de algunos de los hombres más poderosos del mundo fueron expuestas a vista del público, a los jóvenes casi no se les oyó hacer ni un sonido de indignación. ¡Esto fue un silencio asombroso en vista de los esfuerzos de reforma de los jóvenes tan solo unos pocos años antes! ¿Por qué?

      En su libro The Conspiracy of the Young, los maestros Paul Lauter y Florence Howe comentan acerca de lo que produjo el cambio de actitud en los jóvenes en tiempos recientes: “[Hace años] había una creencia fundamental, llámese optimismo de la clase media quizás, de que se podrían reconstruir las instituciones . . . Pero la guerra [de Vietnam] cambió todo eso.”

      Los concentrados esfuerzos de los jóvenes en los años sesenta por reformar el sistema los enfrentó a duras realidades. Llegaron a comprender algo que no habían comprendido antes, algo ante lo cual muchas personas mayores desean cerrar los ojos. Y es esto: el mundo es corrupto básica y fundamentalmente, y lo ha sido todo el tiempo. Un joven activista de los años sesenta hizo saber que reconocían esto cuando escribió lo siguiente recientemente para el Times Magazine de Nueva York: “Habíamos llegado a la conclusión, correctamente, de que vivíamos en un sistema podrido, corrupto, moralmente en bancarrota, brutalmente explotador, lo único que no habíamos comprendido era que esto simplemente significaba que el mundo seguía funcionando como de costumbre.”

      Por consiguiente, ¿a qué conclusión han llegado muchos jóvenes? A la conclusión de que no pueden hacer nada para cambiar la corrupción que existe; el sistema está totalmente podrido, incluso su política, su comercio, y las religiones. No puede ser cambiado en un mundo mejor. Y según escribió otro joven activista de los años sesenta respecto a sus esfuerzos por mejorar el mundo: “De estas experiencias percibí que no se podía reformar el sistema. Abandoné el tratar de cambiarlo... ‘come, bebe y diviértete’ vino a ser mi filosofía.” Y, juzgando por lo que vemos, millones de otros jóvenes han adoptado esta misma actitud.

      “Eso es lo que pasa con muchos jóvenes hoy,” quizás se quejen algunas personas mayores. “Son tan negativos y pesimistas.” Pero es muy probable que los jóvenes repliquen: “No somos negativos; simplemente nos apegamos a la realidad.” Y, ciertamente, cada vez más personas que han considerado la evidencia estarían de acuerdo. Por ejemplo, en la recopilación del ampliamente publicado Segundo Informe al Club de Roma, intitulado “La humanidad en el punto de viraje,” se llegó a la conclusión de que: “Estamos en un derrotero fatal. . . . Las probabilidades no parecen favorecer al hombre.”

      Además, los profesores Dennis C. Pirages y Paul R. Ehrlich prevén un desastre mundial y lo explican como sigue en la conclusión de su libro Ark II: “Lo que está sucediendo y lo que ha estado sucediendo en los Estados Unidos y por todo el mundo son síntomas de un inminente derrumbe masivo del orden industrial. Todos nos hallamos actualmente atrapados en una gigantesca tragedia del vulgo; cada persona, cada familia y cada nación está luchando para mantener la delantera mientras que todo el sistema está al borde del derrumbe.”

      Sin embargo, aunque la mayoría de las personas mayores no disputan que el mundo está en una condición mala, argumentan que éste es el único mundo que tenemos. Por lo tanto, dicen ellas, en vez de rendirnos y planear su derrumbe, deberíamos estar haciendo todo lo que podamos para salvarlo, para reformarlo. Pero los jóvenes hoy ven esos esfuerzos de reforma en general como una pérdida de tiempo, como tratar de vaciar el océano con un dedal.

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