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¿Pudiera ser usted su propio enemigo?La Atalaya 1980 | 15 de julio
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¿Pudiera ser usted su propio enemigo?
“Un corazón calmado es la vida del organismo de carne, pero los celos son podredumbre a los huesos.”—Pro. 14:30.
CIERTA señora comenzó a tener serios problemas auditivos. Su médico particular no pudo encontrar nada que diera lugar a una causa orgánica. ¿Por qué se estaba quedando sorda la señora? Debido a frecuentes discusiones acaloradas con su hija, simplemente había comenzado a dejar de oír. De esta forma, ella aparentemente esperaba defenderse de una situación desagradable. Una vez que reconoció el problema, volvió a oír normalmente.
Un hombre de 29 años de edad comenzó a sentir dolor en la región cardíaca. Por unos 10 años esta molestia persistió y se intensificó. Esto ocurrió a pesar de que él tenía considerable atención médica y extensos períodos de descanso. Su problema de salud interfería con su trabajo y lo privaba de felicidad.
¿Tenía él realmente un problema cardíaco? No. A la edad de 21 había contraído una seria enfermedad de la cual se había recuperado completamente. Sin embargo, después de haber leído personalmente sobre esta seria enfermedad y haber oído comentarios de otros, quedó convencido de que aquella enfermedad le había traído el mal del corazón. Como resultado, aunque no tenía una enfermedad orgánica, sufría de los síntomas que se acaban de describir. Luego, cuando recibió ayuda profesional, la cual dio con su problema emocional, el dolor de este hombre desapareció y él comenzó a llevar una vida productiva.
Como miembro de una familia en la que los problemas de espalda eran comunes, una joven comenzó a sentir dolores de espalda. Comenzó a perturbarse profundamente sobre este asunto, pero temía ir a un médico, porque esperaba lo peor. Mientras más se preocupaba, mayor le parecía el dolor. Finalmente fue a un médico, pero éste sólo le dijo que no había podido encontrar ninguna razón para el problema que ella tenía. ¿Qué había sucedido? El primer dolor de espalda comenzó cuando esta joven recibió mayor responsabilidad con relación a su empleo. Comenzó a preocuparse por la posibilidad de fracasar. Luego la preocupación por el dolor le empeoró el dolor de espalda. Después que hubo reconocido la fuente de su dificultad, esta joven dejó de inquietarse en cuanto a ello, y el dolor cesó.
Estos son solo unos cuantos de los muchos ejemplos que ilustran que los factores emocionales pueden ejercer una fuerte influencia en el bienestar físico de uno. Sin darse cuenta de ello, uno puede ser su propio enemigo. De acuerdo con la Encyclopedia Americana (edición de 1977, tomo 22, pág. 732), “se calcula que un 50 por ciento de todos los pacientes tienen enfermedades que se pueden clasificar entera o parcialmente como sicosomáticas,” es decir, “provocadas o sustentadas por factores emocionales.” Parece que el corazón es especialmente susceptible a esta tensión emocional.
No ha sido sino hasta el siglo 20 que los médicos han llegado a aceptar el punto de vista de que los problemas emocionales pueden ser la raíz de muchas enfermedades. Sin embargo, el Hacedor del hombre, Jehová Dios, había revelado esto en su Palabra, la Biblia. Por ejemplo, en ella leemos: “Un corazón calmado es la vida del organismo de carne, pero los celos son podredumbre a los huesos.” (Pro. 14:30) Mientras que un espíritu calmado puede tener un efecto saludable en el corazón, el abrigar celos o envidia para con otros puede ser destructivo para el cuerpo.
Puesto que ciertos factores emocionales pueden ser perjudiciales, tenemos que mantenerlos refrenados. El actuar en armonía con las Escrituras nos puede ayudar. Pero, ¿cómo?
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Ayuda segura procedente de la Palabra de DiosLa Atalaya 1980 | 15 de julio
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Ayuda segura procedente de la Palabra de Dios
SE NECESITA fuerte motivación para luchar contra el sucumbir a emociones perjudiciales. La Biblia provee esa motivación, y ayuda a la persona a afrontar con buen éxito los sentimientos de culpa, celos, inquietudes por ganarse la vida y un sinnúmero de otros factores emocionales que podrían ser perjudiciales a la salud.
TRATANDO CON SENTIMIENTOS DE CULPA
A menudo los sentimientos de culpa causan o agravan ciertas dolencias. Uno pudiera llegar a estar envuelto en conducta que le angustiara la conciencia. Quizás experimente lo mismo que David, un rey israelita que vivió hace unos 3.000 años. Al describir el efecto de sus sentimientos de culpa, David escribió: “Se gastaron mis huesos debido a mi gemir todo el día. . . . La humedad de mi vida se ha cambiado como en el calor seco del verano.” (Sal. 32:3, 4) Estas palabras indican que los esfuerzos de David por suprimir las punzadas de una conciencia culpable lo llevaron a sentirse fatigado. Como un árbol privado de la humedad necesaria durante una sequía o un verano demasiado caliente y seco, la fuerza o vitalidad de David se desecó. ¿Cómo consiguió alivio David?
Confesó todos sus pecados a Dios y, con fe, aceptó el perdón divino. Por eso David pudo escribir: “Feliz es aquel cuya sublevación le es perdonada, cuyo pecado le es cubierto. Feliz es el hombre en cuya cuenta Jehová no imputa error.”—Sal. 32:1, 2.
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