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  • El cerebro humano... 1,4 kilos de misterio

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  • El cerebro humano... 1,4 kilos de misterio
  • La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1978
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La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1978
w78 1/12 págs. 14-18

El cerebro humano... 1,4 kilos de misterio

¿Quién defendería la idea de que un edificio pudiera construirse a sí mismo, o un televisor producirse a sí mismo, o una computadora diseñarse o programarse a sí misma? Se necesita cerebro para hacer estas cosas. Pero hay quienes alegan que el cerebro se presentó por casualidad. ¿Es más sencillo que los edificios, los televisores y las computadoras el cerebro humano?

DAVID levantó la vista a la bóveda estrellada que se extendía sobre él y vio el mensaje que se reflejaba allí: “Los cielos están declarando la gloria de Dios; y de la obra de sus manos la expansión está informando.” La inmensidad de los cielos infundió en él temor reverente, y se preguntó por qué Dios tomaría en consideración al hombre, que tan insignificante es: “Cuando veo tus cielos, las obras de tus dedos, la luna y las estrellas que tú has preparado, ¿qué es el hombre mortal para que lo tengas presente, y el hijo del hombre terrestre que cuides de él?” Pero cuando David contemplaba su propio cuerpo, de nuevo se maravillaba: “Te elogiaré porque de manera que inspira temor estoy hecho maravillosamente. Tus obras son maravillosas, como muy bien se da cuenta mi alma.”—Sal. 19:1; 8:3, 4; 139:14.

¡Qué contraste con los hombres de hoy día! David quedó pasmado de asombro ante el poder majestuoso de Jehová cuando vio unas 2.000 estrellas. Hoy los hombres disciernen centenares de miles de millones de estrellas en nuestra galaxia, la Vía Láctea, calculan que hay otros cien mil millones de galaxias en el universo (cada una con miles de millones de estrellas), y sin embargo niegan la existencia de un Creador. David se maravilló ante el intrincado diseño de su propio cuerpo y alabó a Jehová. Hoy los hombres saben mucho más acerca de las maravillas del cuerpo, pero lo atribuyen todo a una evolución ciega. Siempre están aprendiendo, pero parece que no pueden llegar al conocimiento de la verdad que sus descubrimientos declaran, a saber, que se necesita un sabio y poderoso Creador para dar existencia a estas maravillas de diseño.

La revista Scientific American llamó atención a este diseño y dijo: “Casi parece como si en algún sentido el universo tuviera que haber sabido que nos presentaríamos aquí.” La revista atribuyó esta preparación para nosotros a “los muchos accidentes de la física y la astronomía que han trabajado juntos para nuestro beneficio.” Sin embargo, no fue el universo, sino Jehová Dios, quien sabía que nos presentaríamos, y no fue por accidente que él preparó la Tierra y sus cielos inmediatos para nosotros. No hay duda de que nos sentimos como David se sintió cuando vemos la grandeza de la Tierra y la vasta expansión de los cielos... pequeños e insignificantes. Pero cuando Jehová nos dice que la Tierra fue hecha para el hombre, que espera que el hombre sea quien la cuide y atienda, y que ha equipado al hombre con la aptitud para cumplir con esta responsabilidad, entonces no tenemos que sentir que nuestra pequeñez nos descalifique de ser dignos de su atención.—Gén. 1:14-18, 26-28; 2:15; Isa. 45:18.

1,4 KILOS DE MISTERIO

El más grande de los dones que Dios nos ha dado para equiparnos para atender la Tierra es una sustancia gris y blanda un poco mayor que una toronja. Lo precioso de este don está enfatizado por el hecho de que está en una ubicación protegida. Está envuelto en tres membranas y virtualmente flota en un fluido acojinador o amortiguador, y todo esto está encerrado en hueso sólido... el cráneo. Esto es lo que nos separa de los animales irracionales y nos imparte la posibilidad de estar a la imagen y semejanza de Dios. Con esto podemos pensar, aprender, sentir, soñar y recordar... pero no lo podemos entender. A pesar de toda la intensa investigación científica para penetrar en la manera en que funciona, sigue siendo un misterio. El fisiólogo británico sir Charles Sherrington escribió: “El cerebro es un misterio. Lo ha sido y todavía lo será. ¿Cómo produce pensamientos el cerebro? Esa es la pregunta central y todavía no tenemos respuesta para ella.” El famoso antropólogo Dr. Henry Fairfield Osborn escribió: “Mi opinión es que el cerebro humano es el objeto más maravilloso y misterioso de todo el universo.”

El sistema nervioso es de complejidad tremendamente asombrosa. Sus células se llaman neuronas y se extienden por todo el cuerpo. Algunas solo miden una fracción de centímetro; otras pueden medir metros. La más larga conecta el cerebro con el dedo gordo del pie. Los impulsos electroquímicos que llevan mensajes al cerebro y desde el cerebro viajan de 3,2 a 320 kilómetros por hora. Los nervios mayores se componen de miles de fibras, como el nervio óptico, que tiene algunos millones de fibras, cada una de las cuales lleva un mensaje diferente. El sistema nervioso autonómico dirige, sin pensamiento consciente por parte de uno, el funcionamiento de órganos, el sistema circulatorio, membranas y muchos músculos, como los que tienen que ver con la respiración, el tragar y los movimientos peristálticos de los intestinos.

El cerebro mismo tiene 10 mil millones de neuronas y 100 mil millones de células glías que forman estructuras sustentadoras y probablemente tienen funciones alimenticias. Las neuronas del cerebro están activas día y noche, hasta durante el sueño, y utilizan energía a gran velocidad. En cada célula la energía se deriva de la oxidación de glucosa. El cerebro permanece inmóvil, ni se contrae ni crece, y tiene únicamente 2 por ciento del peso del cuerpo. Y sin embargo, para continuar funcionando, tiene que recibir 20 por ciento de la sangre que se bombea desde el corazón; exige el 25 por ciento del suministro de oxígeno de la sangre. Si por 15 segundos se le priva de sangre, se pierde el sentido; si por cuatro minutos, puede ocurrir daño cerebral irreparable. Su actividad eléctrica se puede medir y registrar en papel como líneas ondulantes, llamadas ondas cerebrales, y a este registro se le llama electroencefalograma, o EEG.

Los procesos de más alto pensamiento del cerebro tienen su centro en el cerebrum, con sus varios lóbulos, y éste está dividido en un lado derecho y un lado izquierdo. El cerebro izquierdo controla el lado derecho del cuerpo, generalmente es el dominante, y es el centro de la lógica, las facultades verbales y de la acumulación y proceso a que se someten los millones de datos que entran en grandes cantidades en el cerebro cada segundo. El cerebro derecho controla el lado izquierdo del cuerpo, y está dedicado a las actividades creadoras e intuitivas de la mente. Pero si a edad tierna falla un lado del cerebrum, el otro lado asume la mayoría de sus funciones. Se cree que el cerebro no se usa a capacidad plena; tiene la potencialidad de hacer genios de gente sencilla y ordinaria.

MENSAJES, PENSAMIENTOS, EMOCIONES

“El oído que oye y el ojo que ve... Jehová mismo los ha hecho aun a ambos.” (Pro. 20:12) El oído recibe ondas sonoras y las convierte en disparadores eléctricos que dan principio a impulsos en el nervio auditivo. Cuando éstos llegan a la zona auditiva del cerebro, se les interpreta como sonidos, y se crean pensamientos. La luz entra en el ojo, y bastones y conos convierten esta luz en disparadores eléctricos que envían impulsos por el nervio óptico hasta el cerebro, donde se convierten en escenas que estimulan el pensamiento. De manera similar, Jehová ha provisto receptores nerviosos sensorios en la nariz y la boca y la piel que hacen disparadores eléctricos de los olores y gustos y toques y el calor. Estos envían impulsos al cerebro, que, a su vez, analiza los mensajes recibidos así, y decide qué respuestas apropiadas dar.

Las neuronas o células nerviosas tienen en un extremo dendritas que se extienden hacia fuera como las ramas de un árbol; el otro extremo es un hilo largo llamado axón. Las dendritas reciben los impulsos y los envían por el axón, que los pasa a las dendritas de la siguiente neurona. Pero el axón y las dendritas nunca se tocan. Hay una minúscula brecha de 1/500 de lo ancho de un pelo humano que los impulsos tienen que pasar mientras corren de neurona a neurona hasta que llegan al cerebro. Estas brechas, o sinapsis como se les llama, son cruzadas usualmente por mensajeros químicos conocidos como neurotransmisores. Los mensajes no viajan hacia el cerebro y de regreso del cerebro como la electricidad pasa por un alambre. Son de naturaleza electroquímica, viajan en impulsos que varían en frecuencia según la intensidad del estímulo, y no tienen que ser empujados por una fuente externa de energía como la electricidad en un alambre. Cada neurona es como una pequeña batería, es su propia fuente de energía, y la intensidad o poder del impulso es constante durante todo el viaje al cerebro o de regreso de él. No hay pérdidas en el camino.

La aptitud del cerebro para acumular y procesar información desafía el entendimiento. ¡Imagínese lo que debe pasar en el cerebro del conductor de una gran orquesta sinfónica! Hay conductores que se han aprendido de memoria las partituras para 50 ó 100 instrumentos. Mientras la orquesta toca, y centenares de notas por segundo con sus diversas frecuencias entran apresuradamente en el cerebro del conductor, él está comparando las notas con los patrones que tiene en la memoria. ¡Si uno de los muchos instrumentos toca una nota equivocada, él lo percibe! ¡O considere al pianista de concierto que toca una difícil partitura mientras todos sus dedos vuelan sobre el teclado! ¡Qué maravilloso sentido cinemático tiene que tener su cerebro, para ordenar con exactitud la relación espacial de los dedos, de modo que den en las teclas correctas que casen con las notas que tiene en la memoria!

Las redes de interconexiones entre los 10 mil millones de neuronas del cerebro llegan a cantidades tan astronómicas que se hacen incomprensibles. La investigación reciente muestra no solo conexiones entre los axones y las dendritas, sino también conexiones entre axón y axón, y microcircuitos entre las dendritas mismas. Las siguientes citas suministran más información.

“De los muchos miles de millones de células nerviosas en la corteza cerebral, la gran mayoría de éstas, por mucho, se utilizan en memoria asociativa. Estas células están eslabonadas en cadenas por miles de millones de fibras de asociación. Estas células y fibras pueden volver a usarse indefinidamente; cada vez que se usan, los impulsos cruzan las sinapsis de ellas con mayor facilidad. Los recuerdos almacenados en algunas células pueden asociarse así con los que están almacenados en otras, y pueden compararse nuevas impresiones con las memorias de impresiones previas. Así se puede llegar a conclusiones lógicas y éstas pueden, además, resultar en pensamiento creativo.”—Encyclopedia Americana, tomo 4, pág. 423, edición de 1977.

“El cerebro pesa menos de 1,4 kilogramos; sin embargo, una computadora que pueda encargarse de la producción de un solo cerebro pudiera cubrir la Tierra entera. El cerebro clasifica cien millones de datos procedentes de los ojos, los oídos, la nariz y otros puestos de avanzada sensorios cada segundo, pero usa menos electricidad que una bombilla de término medio. . . . Puesto que cada neurona contiene unas doscientos mil sinapsis a lo largo de sus numerosos puntos de follaje, y hay miles de millones de neuronas, los sinapsis le suministran al cerebro una flexibilidad casi ilimitada.”—Mainliner Magazine, marzo de 1978, págs. 43, 44.

Un pensamiento, si es lo suficientemente fuerte, produce un sentimiento. El sentimiento, si es lo suficientemente fuerte, causa una acción. Usted piensa en las creaciones de Jehová, siente gratitud, le sirve. Usted piensa en una persona amada que se halla en peligro, siente temor, entra en acción para salvar a esa persona. Los pensamientos malos trabajan de la misma manera. Cuando alguien mira a una mujer con pensamientos de adulterio, el deseo crece; pudiera suceder que se cometiera adulterio. Tanto Jesús como el discípulo Santiago confirman esto: “Cada uno es probado por medio de ser provocado y atraído seductoramente por su propio deseo. Luego el deseo, cuando se ha hecho fecundo, da a luz el pecado.” (Sant. 1:14, 15; Mat. 5:27, 28) Los nervios sensitivos que van al cerebro producen sentimientos. Por ejemplo, hay centros de placer en el cerebro que, cuando se les estimula por medio de electrodos, producen placer. Otros centros de la emoción, cuando se les estimula por medio de electrodos, producen ira, temor o paz. Se puede hacer que gatos a los cuales se estimula así se sobrecojan de temor al ver un ratón. Las ratas con electrodos en cierto punto sienten ira; en otro punto, sienten placer. Se han arreglado pedales de modo que unas ratas, al pisarlos, estimularan sus centros de placer. ¡Ellas pisaron estos pedales hasta 5.000 veces en una hora, pasando por alto el alimentarse, el coito y el sueño hasta desplomarse de puro agotamiento!

QUEDAN MUCHOS MISTERIOS

Mucho se ha aprendido acerca del cerebro, pero es mucho más lo que sigue siendo un misterio. Por medio de usar electrodos, se han hecho mapas de las zonas de la corteza cerebral en los cuales se muestra qué funciones se ejecutan y dónde. Se han removido algunas creencias falsas, tales como la frenología... el estudio de “rasgos del carácter” por medio de tocar protuberancias en la cabeza. La forma del cerebro no determina la forma del cráneo, ni es posible asignar “rasgos del carácter” a zonas específicas del cerebro.

Sin embargo, no se sabe cómo las puntas de los nervios en los receptores sensorios convierten los estímulos que reciben en disparadores eléctricos. No se sabe cómo funciona la memoria. No se sabe cómo surge el pensamiento de los impulsos electroquímicos, ni cómo se toman decisiones, o cómo se inician las respuestas que se envían sobre los nervios motores. Hasta las transmisiones de impulsos a través de las neuronas no se entienden completamente. No podemos entender cómo estos impulsos eléctricos causan sueños, llevan a escribir poemas, componer música... ¡o, en cuanto a ello, cómo hacen que el estado consciente mismo exista!

¿Ha considerado usted la magnitud del trabajo cerebral que se requiere para actos que damos por sentados... caminar, hablar, comer, nadar, transportarnos en bicicleta, o echar mano a una pelota que alguien haya lanzado? Un principiante se mueve de un lado a otro tratando de atrapar una pelota que ha sido lanzada a gran altura, y ésta por lo general cae a cierta distancia de él. En contraste, el jugador de pelota profesional sale disparado al sonido del golpe que el bate da a la pelota. El sonido del bate al pegarle a la pelota le dice con cuánta fuerza ha sido golpeada, su ojo nota la trayectoria y velocidad de la pelota, y su cerebro calcula como por computadora la zona general en la cual caerá. El pelotero corre en esa dirección, pero, mientras corre, su cerebro computador está efectuando calculaciones continuamente para determinar con exactitud el punto donde él tiene que estar para capturar la pelota. ¿Hay viento? ¿Qué fuerza tiene? ¿Está empujando la pelota a la derecha o la izquierda? ¿Está retardando el movimiento de la pelota o la está empujando hacia más lejos? ¿Tiene que cambiar de dirección él, o correr más rápidamente o menos rápido? ¿Está el terreno accidentado, habrá un hoyo que tenga que ser evitado, viene otro pelotero a echar mano a la pelota y debería dejársele a él, o debería hacérsele señas para que se vaya?

¡Él tiene que notar todas estas cosas, pero sin quitar sus ojos de la pelota! Si hiciera eso, “desconectaría su computadora,” y fracasaría en su intento. No hay tiempo para hacer todos estos cálculos y decisiones conscientemente. La mente y los músculos del jugador, entrenados por experiencias registradas en su memoria, efectúan una ejecución automática debido a que su cerebro ha sido programado por la práctica para hacer todo esto. ¡Es un misterio en sí mismo cómo fue que el pelotero llegó a adquirir la habilidad de atrapar en sus manos una pelota que caía!

¿Puede atribuirse a la casualidad la inteligencia del cerebro, como hacen actualmente tantos científicos? Ellos son muy inconsistentes cuando consideran la casualidad o el azar. Hablan de enviar señales de radio a las estrellas para establecer comunicación con una civilización distante en un planeta hipotético. ¿Cómo reconocerían los que en la distancia recibieran las señales que estas señales venían de una fuente inteligente y no eran solo casualidad? Estas señales pudieran llevar ecuaciones matemáticas simples, como la de dos por tres son seis. Esto se puede hacer fácilmente. También, las señales pudieran ser mucho más complicadas, pero en cierto orden que comunicara información, y quizás hasta trazaran la figura de un hombre. Ciertamente si uno de nuestros grandes radiotelescopios que investigan el espacio profundo recibiera un mensaje pictórico de esa índole los científicos jamás dudarían de que el mensaje se hubiera originado de una fuente inteligente. Sin embargo, ¡esto es tan sencillo al compararse con el cerebro, y mucho más simple que la una sola célula en una matriz que puede hacer no solo un cerebro, sino una criatura humana completa! ¿Es consistente decir que el cerebro puede simplemente haber llegado a existir por casualidad, que la célula en la matriz puede llegar a ser por casualidad, pero que las señales de radio que sigan un patrón prueban sin lugar a duda que hay una fuente inteligente tras ellas? Tal pregunta no necesita respuesta.

Mientras conversaba sobre la naturaleza de Dios, el universo y el hombre, Alberto Einstein de súbito miró al cielo y dijo: “No sabemos nada en absoluto en cuanto a ello. Nuestro conocimiento es simplemente el conocimiento de chiquillos colegiales.” Le preguntaron: “¿Cree usted que alguna vez descubriremos el secreto?” Respondió: “Es posible que lleguemos a conocer un poco más que ahora. Pero la verdadera naturaleza de las cosas... eso jamás lo sabremos, jamás.”

Tanto Einstein como David quedaron asombrados profundamente por los misterios del cielo nocturno y el hombre. Y nosotros continuamos experimentando asombro extraordinario por ese aproximadamente kilo y medio de misterio encerrado dentro de nuestro cráneo... el cerebro humano.

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