¿Se envuelve usted en discusiones por el dinero?
“NUNCA olvide que un matrimonio es más importante que el dinero.” Este consejo que dio una pareja casada se relaciona con un problema bastante común.
En el mundo de hoy el dinero es una necesidad. Por lo tanto, se puede comprender el que, en cuanto a este tema, se pueda irritar fácilmente a un hombre que esté sin empleo o que lleve a casa un salario que ya no es adecuado. Cada vez que un ama de casa va al mercado, se enfrenta a una desmesurada alza en los precios. Las discusiones acerca del dinero parecen casi inevitables debido a la incertidumbre en cuanto a cómo vivir dentro de los recursos.
Pero, si el desempleo y la inflación realmente son la causa de estas discusiones, ¿a qué se debe que hasta personas acaudaladas —personas que no se ven gravemente afectadas por estos factores— discutan por dinero? ¿Podría haber una causa todavía mayor?
La raíz del problema
Frecuentemente se atribuye a la Biblia la siguiente cita errónea: “El dinero es la raíz de todo mal.” Pero lea el texto en 1 Timoteo 6:10 en su propia Biblia y vea lo que realmente dice. La Versión Valera dice: “El amor del dinero es la raíz de todos los males: el cual codiciando algunos, se descaminaron de la fe, y fueron traspasados de muchos dolores.”
“El dinero” es una cosa; pero “el amor del dinero” es otra. El dinero en sí no es malo. El cultivar un amor por el dinero sí es malo. No el dinero, sino “el amor del dinero” es lo que lleva a las personas a hacer cosas malas.
Reflexione sobre los muchos tipos de delitos cuyas raíces son la codicia y el amor extraordinario de los humanos al dinero: el robo, la extorsión, el soborno, sí, ¡aun el homicidio! Pero en el presente artículo nuestra atención se dirige a la relación entre marido y mujer. ¿Puede un punto de vista incorrecto en cuanto al dinero resultar en problemas maritales?
Considere la experiencia de una joven pareja alemana que empezó su vida matrimonial con muy poco dinero. Mientras el esposo completaba su entrenamiento profesional, la esposa se vio obligada a trabajar por las necesidades de la vida. Después de recibirse, el joven estableció su propio negocio, el cual al principio solamente proporcionaba a la pareja un ingreso módico. La escasez de dinero frecuentemente causaba discusiones que a veces eran bastante acaloradas.
Sin embargo, con el tiempo el hombre desarrolló un negocio muy próspero. El dinero —por lo menos una escasez de éste— ya no era problema. La pareja ahora tenía todo lo que necesitaba, sí, hasta más. Ellos podían permitirse el lujo de un bello hogar, automóviles, viajes durante largas vacaciones. Pero, ¿cesaron las discusiones acerca del dinero? No. Las riñas acerca de cómo vivir con tan poco dinero cedieron el lugar a riñas sobre qué hacer con tanto dinero.
Estaba desarrollándose el “amor del dinero.” Prácticas sospechosas en el negocio comenzaron a perturbar la conciencia de la pareja, lo cual en cambio resultó en que se hicieran tirantes sus relaciones con parientes y amistades. Peor aún, esta preocupación indebida por ganar dinero estaba arruinando su matrimonio. ¿En qué resultó esto? Se divorciaron, y sus hijos fueron víctima de un hogar desintegrado. ¿Es tan importante el dinero que uno deba permitir que el “amor del dinero” le destruya la felicidad?
En algunos hogares, el marido, si es el único que gana salario, tal vez use el dinero como instrumento para mantener a su esposa “en su lugar.” Intencionalmente le da poco dinero a fin de hacer que ella dependa demasiado de él; así ella se ve obligada a estar en la humillante situación de tener que rogarle constantemente por dinero para alimentar y vestir adecuadamente a la familia. Es fácil comprender la reacción de la esposa; se siente frustrada y esto puede resultar en que estallen discusiones amargas.
A veces la esposa es quien lleva la mayor culpa. Puede ser que ella haya decidido trabajar, no porque exista necesidad financiera alguna, sino solo porque ella quiere disfrutar de la libertad de tener “su propio dinero.” Su independencia financiera podría hacer que ella desarrollara un espíritu francamente independiente con relación a otros asuntos también. Esto inevitablemente resulta en discusiones domésticas.
¿Qué puede hacerse para evitar que surjan tales disputas acerca del dinero dentro de la familia?
“El dinero es para una protección”
La Biblia presenta un punto de vista equilibrado del dinero que puede contribuir mucho a la felicidad matrimonial. En Eclesiastés 7:12 se nos explica: “La sabiduría es para una protección lo mismo que el dinero es para una protección; pero la ventaja del conocimiento es que la sabiduría misma conserva vivos a sus dueños.”
El dinero puede usarse “para una protección” de muchas maneras. Con él podemos pagar el alquiler, comprar los alimentos y conseguir otras necesidades diarias de la vida. También podemos usarlo para rendir servicios a otros, y así ‘proteger’ nuestras amistades. Dentro del círculo familiar el dinero puede usarse para sufragar el costo de viajes que se tomen durante las vacaciones o para pagar las “otras cositas” —regalos inesperados, por ejemplo— que tan eficazmente sirven para estrechar los lazos de cariño que existen entre las personas. De todos estos modos, y otros más, el dinero puede servir para la protección de un matrimonio.
Normalmente cualquier cosa que vale la pena proteger es más importante que el medio que se use para protegerla. Por ejemplo, el cuerpo humano es más importante que la ropa que se usa para protegerlo de los elementos. La salud es más importante que la medicina que se prescribe como protección contra la enfermedad. Similarmente, un matrimonio feliz es infinitamente más importante que el dinero que se usa para protegerlo.
El reconocer que el dinero simplemente sirve “para una protección” nos ayuda a no olvidar las cosas que son de mayor importancia, las cosas que no se pueden comprar con dinero: a saber, ¡un cónyuge fiel, una amistad leal, salud física y espiritual, tranquilidad mental! Ninguna de estas cosas puede comprarse con dinero.
Además, “la sabiduría es para una protección.” Puede salvaguardarnos de tener un concepto exagerado de lo que el dinero puede lograr. El valor del dinero es limitado. El dinero puede abandonarnos al mismísimo momento en que más lo necesitamos, y a menudo lo hace. Pero no es así con la sabiduría verdadera. Esta puede dirigirnos con éxito a través de toda suerte de adversidades, hasta salvaguardarnos la vida, y ayudarnos a ganar la aprobación de Dios y la perspectiva de vida eterna.
Cómo evitar discusiones acerca del dinero
El evitar discusiones acerca del dinero no significa que nunca se debería considerar el asunto del dinero y cómo usarlo. La falta de comunicación a menudo causa discusiones. El considerar calmadamente tales asuntos es beneficioso, porque resulta en una relación más estrecha entre los cónyuges; las discusiones acaloradas no son beneficiosas, porque hacen que los cónyuges se alejen más y más el uno del otro. El considerar las cosas con calma se hace de manera amorosa; el discutirlas acaloradamente no se hace con amor. Las discusiones acaloradas resultan en comentarios indecorosos que son difíciles de pasar por alto y más difíciles aún de olvidar. Contribuyen al deterioro en las relaciones y fácilmente pueden llevar a la separación o al divorcio.
En el matrimonio está envuelto el compartir, ¿no es verdad? La filosofía que dice “esto es mío y aquello es tuyo” generalmente no resulta en un matrimonio feliz. Cuánto mejor es que la pareja casada formule un presupuesto práctico por medio de hacer una lista de sus prioridades y llegar a un acuerdo sobre cómo gastar el dinero de ambos. Periódicamente se puede considerar cómo el alza de los precios y las necesidades actuales de la familia afectan el presupuesto. Los cónyuges pueden lograr mucho en cuanto a evitar el peligro de argüir en cuanto al dinero si aprenden a tenerse confianza mutua, a ejercer sentido común y a vencer el orgullo.
El aprender a estar contento con lo que uno tiene es un secreto de la felicidad. En Hebreos 13:5 la Biblia aconseja: “Que su modo de vivir sea exento del amor al dinero, estando contentos con las cosas presentes.”
A la mayoría de nosotros se nos hace imposible tener todo lo que queremos, pero todos podemos aprender a apreciar las cosas que sí tenemos. No engendre el descontento por medio de alimentar deseos por cosas que, financieramente, estén fuera de su alcance. El tener demasiadas cuentas abiertas y usar con demasía las tarjetas de crédito no le ayudará a ahorrar dinero ni a vivir dentro de sus recursos, sino que puede precipitar desagradables discusiones acerca del dinero. Los matrimonios que han aprendido el secreto de estar contentos con lo que tienen disfrutan de mucha felicidad. Rara vez se sienten tentados a disputar por el dinero. Simplemente, ¡el dinero no es tan importante!
Si usted exagera la importancia del dinero y desarrolla un amor por él, de modo que llegue a hacerse esclavo de éste se acarreará muchas penas. ¡Mantenga el dinero en su lugar apropiado, considérelo simplemente como una “protección,” haga que él sea esclavo suyo, y usted conocerá mayor contentamiento y felicidad! Recuerde: “Un matrimonio es más importante que el dinero.”