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  • En las garras de la muerte
    ¡Despertad! 1981 | 8 de febrero
    • desde el primer golpe hasta que se volcó la plataforma, y no creo que pasó más de un cuarto de hora desde que caímos al agua hasta que nos hallamos a bordo de la balsa de goma.”

      Pero entonces pasaron unas tres horas flotando sobre las aguas.

      “Las olas se fueron haciendo cada vez más grandes. La mayoría de nosotros nos mareamos y vomitamos. Un hombre tenía una cortadura muy fea en la cabeza y parecía que estaba algo aturdido, pero pudo mantenerse sentado derecho. Más tarde empezamos a ver barcos de los que traían los suministros. A veces se acercaban mucho, pero, por ser tan altas las olas, dudo que nos vieran.”

      Un helicóptero allá arriba

      A bordo de la balsita de goma los hombres lentamente empezaron a cobrar el juicio y entonces empezaron a golpearse y a darse masajes para calentarse.

      “Durante todo el tiempo oíamos helicópteros,” recuerda Jahnsen, “pero pasaban y se iban. De repente, aproximadamente a las 11, un haz de luz fuerte se concentró en la abertura de la tienda de nuestra balsa. Oímos el sonido de un helicóptero, cada vez más fuerte. Nos asomamos y lo vimos cerniéndose sobre nosotros, y también vimos que de él estaban bajando a un hombre. Debido a las olas él no dio en la balsa, y tuvieron que volver a subirlo.”

      El helicóptero giró alrededor de nuevo, y, cuando regresó, el hombre acertó a dar en la pequeña balsa con el cable de rescate.

      “‘¿Está todo bien?’ fue todo lo que dijo. Sin esperar que respondiéramos, colocó una cinta alrededor del primer hombre. Hacia arriba se fue éste para que lo recogieran en el helicóptero militar británico. Uno tras otro los hombres fueron subiendo en rápida sucesión, y el último que salió de la balsa fue el inglés.

      “El helicóptero voló alrededor una vez más en busca de otros sobrevivientes, y luego, después de unos 20 minutos, bajaron a nuestro grupo de nueve hombres en el ‘hotel Ekofisk,’ una plataforma grande que fue construida como plataforma fija para servir exclusivamente como lugar de alojamiento. Unos hombres vinieron corriendo al helicóptero, de dos en dos, para llevarnos al hospital de la plataforma. Aquí nos envolvieron en mantas calientes, nos suministraron algo caliente de beber y nos dieron masajes.”

      Para cuando llegó a su fin la operación de salvamento, marineros y aviadores de muchos países habían participado en ella, la mayor que se había efectuado hasta entonces en el Mar del Norte. Tomaron parte en ella 2.000 hombres y 47 barcos, mientras que 24 helicópteros y aviones efectuaron su parte desde arriba en busca de los sobrevivientes.

      “Nosotros fuimos los primeros transportados al hotel Ekofisk,” dice Jahnsen. “Todos nosotros, hasta el que había recibido lesiones, salimos bien de la experiencia. A las 2:30 de la mañana un helicóptero nos llevó al Hospital Rogaland, en Stavanger, Noruega. La mañana siguiente me permitieron salir del hospital, y aquella misma noche me hallé de nuevo con mi familia en Grimstad, 24 horas después que todo aquello había empezado.”

      Jahnsen se considera afortunado. Sobrevivió, y no recibió lesiones ni tuvo problemas con los nervios después. Es albañil de profesión, y solo había aceptado trabajo en el Mar del Norte durante la temporada invernal de poca actividad. Ahora se ha propuesto permanecer en tierra.

      “El suceso imprevisto”

      Aquella noche de marzo en el Mar del Norte hubo para algunos escaso margen entre la vida y la muerte. Fue una ilustración terrible de cómo la casualidad puede decidir si un hombre ha de permanecer vivo o morir... o, para expresarlo como lo expresa la Biblia: “No tienen los veloces la carrera, ni los poderosos la batalla, . . . porque el tiempo y el suceso imprevisto les acaecen a todos.”—Ecl. 9:11.

      Cuando azota un desastre, muchas veces la pura casualidad puede ser el factor determinante. Si Jahn Otto Jahnsen hubiese ido al cine grande en vez de al pequeño, si hubiese entrado en el barco salvavidas en vez de haber salido sobre el inmenso soporte de la plataforma, si hubiese llegado demasiado tarde para recibir un chaleco salvavidas, si hubiese tenido agarrado el cable de acero cuando éste se partió, si no se hubiese subido a bordo de una balsa que estuviese cubierta con una tienda... en todos estos casos pudiera haber perdido la vida en vez de haber sobrevivido. No cabe duda de que el hecho de que él era joven y estaba bien entrenado y acostumbrado a la natación submarina contribuyó a su supervivencia, pero estos factores no fueron los factores determinantes.

      Lo que determina el resultado en situaciones como ésta no es el ser de “los veloces” ni de “los poderosos”; dominan el momento propicio y el “suceso imprevisto.” A pesar de lo que sostengan algunos líderes religiosos, no es cierto que Dios esté obrando de modo especial cuando ocurren desastres como éste. Al contrario, por medio de la Biblia Dios explica claramente que mucho de lo que acontece en la vida sucede por simple casualidad.

      El salir de las garras de la muerte fue como un milagro para muchos de los sobrevivientes y produjo un sentido de gratitud por estar vivos. De hecho, muchos de nosotros experimentamos el mismo sentido de gratitud al leer un relato como éste. Después de todo, debemos sentirnos agradecidos por la vida cada día, por tener tiempo en el cual podemos hacer algún bien a nuestro prójimo y manifestar gratitud a nuestro Creador... “porque el tiempo y el suceso imprevisto” nos acaecen a todos.

  • Nuestra búsqueda de la fama en el cuadrilátero
    ¡Despertad! 1981 | 8 de febrero
    • Nuestra búsqueda de la fama en el cuadrilátero

      ERA el 21 de enero de 1966. Mientras estaba sentado en el taburete de mi rincón del cuadrilátero, presentía que estaba por fin al umbral de la fama y la fortuna. Solo me quedaba ganar esta pelea para ser proclamado campeón español de los pesos pesados. El próximo paso sería el campeonato europeo.

      De repente, el sonido del gong interrumpió mis pensamientos, y empezó el primer asalto. Mi contrincante, Mariano Echevarría, evidentemente compartía mis ambiciones y entramos en un duelo durísimo que

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