El punto de vista bíblico
¿Qué es “el reino de Dios”?
EL REINO de Dios fue el tema principal de la predicación de Jesús. Él dijo: “Tengo que declarar las buenas nuevas del reino de Dios, porque para esto fui enviado.” (Luc. 4:43) Por casi 2.000 años, los cristianos han expresado el pensamiento de la segunda petición de la oración modelo de Jesús: “Venga tu reino.” (Mat. 6:10) ¿Qué es el “reino” que Jesús proclamó y por el cual enseñó a sus discípulos a orar?
En la Biblia “reino” a veces significa soberanía, poder real, dominio, dignidad real, es decir, gobernación real. (Sal. 145:11-13; Dan. 1:1; 2:1; 8:1) La Palabra de Dios hace claro que en este sentido el Creador siempre ha poseído gobernación real. “Jehová es Rey hasta tiempo indefinido, aun para siempre,” declaró el salmista. (Sal. 10:16; compare con Daniel 4:3, 34, 35; 1 Timoteo 1:17.) La Biblia también usa el término “reino” como el medio por el cual se expresa la soberanía de un rey. Considere el modo en que las Escrituras desarrollan este asunto.
Daniel, un siervo fiel de Dios, recibió una visión que predecía la subida y caída de una serie de reinos mundanos hasta el mismo fin del presente sistema de cosas. (Dan. 2:31-33, 36-43) Después de aquellos reinos vendría algo extraordinario. Leemos: “En los días de aquellos reyes el Dios del cielo establecerá un reino [de su Hijo, el Mesías] que nunca será reducido a ruinas. Y el reino mismo no será pasado a ningún otro pueblo. Triturará y pondrá fin a todos estos reinos, y él mismo subsistirá hasta tiempos indefinidos.”—Dan. 2:44.
La completa destrucción de todas las gobernaciones humanas no podría lograrse por ningún otro medio. El reino que hace esto es el poder y la autoridad del rey que él usa para expresar o poner en vigor la soberanía de Dios. Otra visión profética provee detalles adicionales acerca del reino. Daniel escribe: “Con las nubes de los cielos sucedía que venía alguien como un hijo del hombre; y al Anciano de Días [Jehová Dios] obtuvo acceso, y lo presentaron cerca, aun delante, de Aquél. Y a él fueron dados gobernación y dignidad y reino, para que los pueblos, grupos nacionales y lenguajes todos le sirvieran aun a él. Su gobernación es una gobernación indefinidamente duradera que no pasará, y su reino uno que no será reducido a ruinas.” (Dan. 7:13, 14) Ese “hijo del hombre” es el glorificado Jesucristo.—Mat. 26:64; Rev. 1:7.
Sin embargo, en este reino el “hijo del hombre” tendrá un cuerpo de gobernantes asociados, acerca de los cuales Daniel 7:18, 22, 27 dice lo siguiente: “Pero los santos del Supremo recibirán el reino, y ellos tomarán posesión del reino . . . Llegó el tiempo definido en que los santos tomaron posesión del reino mismo. Y el reino y la gobernación y la grandeza de los reinos bajo todos los cielos fueron dados al pueblo que son los santos del Supremo. Su reino es un reino indefinidamente duradero, y todas las gobernaciones servirán y obedecerán aun a ellos.”
Por lo tanto, en el reino en el cual ejerce autoridad el “hijo del hombre,” él asocia consigo un grupo de compañeros en la gobernación. Pero, ¿quiénes son éstos?
Los antiguos judíos entendían que el “hijo del hombre” era el Mesías prometido. Puesto que a veces las Escrituras se refieren a los israelitas como los “santos” de Dios, se esperaba que un día el Mesías junto con compañeros israelitas llegarían a ser gobernantes mundiales. (Sal. 34:9; 89:5, 7) Thayer en su Greek-English Lexicon of the New Testament lo explica del siguiente modo: “Los judíos esperaban un reino que traería la mayor felicidad, el cual Dios establecería por medio del Mesías, levantando los muertos a la vida de nuevo y renovando la tierra y el cielo; y que en este reino ellos [los judíos] regirían para siempre sobre todas las naciones del mundo. A este reino se le llamaba el reino de Dios o el reino del Mesías.”
Sin embargo, había factores acerca del reino de Dios que los judíos no entendían. Cuando Jesús vino a la Tierra, habló a sus discípulos acerca del “secreto sagrado del reino de Dios.” (Mar. 4:11) En las Escrituras Griegas Cristianas inspiradas sobresalen prominentemente tres rasgos de ese “secreto sagrado”:
(1) El predicho “Hijo del hombre” es el unigénito celestial de Dios, quien vino a la Tierra como Jesucristo, murió en sacrificio como rescate por la humanidad pecaminosa y regresó al cielo.—Juan 1:14; 3:13; 1 Tim. 2:5, 6; 3:16.
(2) Los “santos” que gobiernan con Cristo serían llevados de la Tierra al cielo.—Luc. 22:28-30; Juan 14:1-3.
(3) Se elegirían los compañeros en la gobernación, no solo de entre los judíos naturales, sino de entre muchas otras naciones.—Efe. 3:3-6; Col. 1:26, 27.
¿Entrarán todos los “cristianos” al cielo para servir en ese reino? No, pues ya hemos aprendido que el reino tendrá súbditos terrestres. (Dan. 7:14, 27) Solo se lleva un número limitado al cielo para gobernar con el Hijo del hombre. A este respecto el apóstol Juan provee detalles importantes en el libro de Revelación:
“Y vi, y, ¡miren! el Cordero [Jesucristo] de pie sobre el monte Sión, y con él ciento cuarenta y cuatro mil que tienen escrito en sus frentes el nombre de él y el nombre de su Padre. . . . los ciento cuarenta y cuatro mil, que han sido comprados de la tierra. . . . Éstos fueron comprados de entre la humanidad como primicias para Dios y para el Cordero.”—Rev. 14:1-4; compare con Revelación 5:9, 10; 7:4.
Está claro, pues, que los que están de pie (o gobiernan) en el cielo con el Cordero, Jesucristo, no son todas las personas que llegan a ser cristianas y a obtener salvación eterna. Solo unas “primicias” participan en esa gobernación celestial. Todos los demás siervos fieles de Dios disfrutarán de vida eterna en perfección aquí en la Tierra.—Rev. 21:3, 4.
En vista de esta información bíblica, ¿qué es el reino de Dios que Jesús proclamó? Es el gobierno celestial que está compuesto de Jesucristo y “ciento cuarenta y cuatro mil” compañeros en la gobernación, o “coherederos con Cristo.” (Rom. 8:17) El reino del Mesías ‘vendrá’ por medio de tomar acción para remover el presente sistema de gobernación humana en la Tierra. (Sal. 2:7-9) Después de eso el gobierno de Dios se extenderá por todo el globo terráqueo. (Dan. 2:34, 44) ¡Qué deleitable expectativa!