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La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1997
w97 1/2 pág. 29

Preguntas de los lectores

Según algunos reportajes periodísticos hay hospitales que guardan la placenta y el cordón umbilical después del parto para extraer ciertos componentes de la sangre que queda en ellos. ¿Debería preocupar esto al cristiano?

En muchos lugares, no se hace nada de lo mencionado, de modo que los cristianos no tienen que preocuparse. Si una cristiana tiene buenas razones para creer que se sigue tal procedimiento en el hospital donde va a dar a luz, sería apropiado simplemente que indique al médico que desea que se deshagan de la placenta y el cordón umbilical, que no los utilicen de ningún modo.

Diversos productos médicos son de origen biológico, ya sea animal o humano. Por ejemplo, de la orina de las yeguas preñadas extraen ciertas hormonas. De la sangre del caballo se obtenía el suero del tétanos, y la gammaglobulina para combatir ciertas enfermedades se ha extraído por mucho tiempo de la sangre que hay en las placentas humanas. Algunos hospitales se quedaban con las placentas y las congelaban, y más tarde las recogían los laboratorios farmacéuticos, de modo que esta sangre, rica en anticuerpos, podía procesarse para extraer la gammaglobulina.

Más recientemente, algunos investigadores han sostenido que han logrado buenos resultados al utilizar la sangre de la placenta para tratar un determinado tipo de leucemia, y se ha teorizado con que esa sangre podría ser útil en el tratamiento de algunas enfermedades del sistema inmunológico o para sustituir los trasplantes de médula ósea. Por ello, se ha dado cierta publicidad a algunos casos de padres que han hecho que se extraiga la sangre de la placenta, se congele y almacene por si pudiera ser de utilidad para tratar a su hijo en el futuro.

Es difícil que los cristianos verdaderos, que guían su manera de pensar por la ley perfecta de Dios, caigan en esa comercialización de la sangre de la placenta. El Creador considera sagrada la sangre, que representa la vida que él nos ha dado. El único empleo de la sangre que él autorizó fue en los oficios que se hacían en el altar, relacionados con los sacrificios. (Levítico 17:10-12; compárese con Romanos 3:25; 5:8; Efesios 1:7.) En caso contrario, había que derramar en el suelo la sangre de la criatura que se degollaba, deshacerse de ella. (Levítico 17:13; Deuteronomio 12:15, 16.)

Cuando los cristianos cazan un animal o matan un pollo o un cerdo doméstico, desangran el animal y tiran la sangre. No tienen que derramarla literalmente en el suelo, pues la idea es que se tire la sangre, en lugar de darle algún otro uso.

Los cristianos que están hospitalizados entienden que los productos biológicos que se sacan de su cuerpo se tiran, se trate de desechos corporales, tejido enfermo o sangre. Claro está, un médico podría querer hacer algunas pruebas primero, como un análisis de orina, un examen patológico de tejido tumoral o análisis de sangre. Pero después se desharían de estos según la normativa vigente en el país. Normalmente no es necesario que el paciente especifique su deseo, pues es razonable y prudente desde el punto de vista médico desechar esos productos biológicos. Si un paciente tiene razones válidas para dudar de que se sigue tal práctica generalizada, podría mencionárselo al médico en cuestión, alegando que por razones religiosas desea que el hospital se deshaga de esos productos.

No obstante, como se dijo, será raro que un paciente deba preocuparse por este punto, pues en muchos de los lugares ni siquiera se contempla esta recuperación y uso de la placenta u otros productos biológicos, mucho menos se practica habitualmente.

El artículo “Aborrezcamos lo que es inicuo”, de La Atalaya del 1 de enero de 1997, parecía centrarse en la pedofilia. ¿Cómo se define esta práctica?

El Diccionario enciclopédico Salvat universal define paidofilia (pedofilia) como “perversión sexual, consistente en la elección de niños como objeto para satisfacer los impulsos sexuales”. En Deuteronomio 23:17, 18 se condenan algunos aspectos de esta práctica. En ese pasaje Dios condenó hacerse un prostituto de templo (“o: ‘bardaje’, un muchacho mantenido con propósitos de perversión sexual”, nota). Estos versículos también prohíben que se introduzca el precio de “un perro” (“probablemente un pederasta; alguien que practica la cópula anal, especialmente con un muchacho”, nota) en “la casa de Jehová”. Estos textos y referencias seculares establecen que lo que La Atalaya analizaba era el caso de que un adulto abusara sexualmente de un niño, incluidos los tocamientos.

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