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“Aunque murió, todavía habla”La Atalaya 2013 | 1 de enero
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Inspirado por Dios, el apóstol Pablo dijo lo siguiente sobre Abel: “Por [medio de] ella, aunque murió, todavía habla” (Hebreos 11:4). ¿Por medio de qué sigue hablando? Por medio de su fe. Abel fue el primer ser humano que cultivó esa hermosa cualidad. Tuvo una fe tan ferviente y profunda que su ejemplo continúa vivo. Si estudiamos su ejemplo y nos esforzamos por imitarlo, es como si él realmente nos estuviera hablando.
Pero ¿qué podemos aprender de Abel y su fe si se dice tan poco de él en la Biblia? Veamos.
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“Aunque murió, todavía habla”La Atalaya 2013 | 1 de enero
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¿DE DÓNDE OBTUVO SU FE ABEL?
Al ir creciendo los dos muchachos, Adán seguramente les enseñó a efectuar los trabajos necesarios para alimentar y cuidar a la familia. Caín optó por la agricultura y Abel se hizo pastor de ovejas.
Pero Abel hizo algo mucho más importante: con los años fue cultivando fe, esa hermosa cualidad de la que después escribió el apóstol Pablo. ¿De dónde obtuvo la fe en Jehová si no la veía en ningún ser humano? Su fe posiblemente se asentaba sobre tres sólidas bases. Analicémoslas.
La creación de Jehová.
Es cierto que Jehová había pronunciado una maldición contra el suelo, el cual produciría espinos y cardos y sería muy difícil de cultivar. Aun así, la tierra daba con generosidad para el sustento de la familia de Abel. Además, Dios no maldijo a las aves, los peces y demás animales; ni las montañas, los lagos, los ríos y los mares; ni el cielo, las nubes, el Sol, la Luna y las estrellas. Dondequiera que Abel miraba, veía prueba del profundo amor y la inmensa sabiduría y bondad de Jehová Dios, el Creador de todas las cosas (Romanos 1:20). Y cada vez que meditaba agradecido en la creación y las cualidades de Dios, su fe se fortalecía.
Seguramente Abel dedicó tiempo a reflexionar en asuntos espirituales. Imagíneselo cuidando de su rebaño. La vida de un pastor exigía caminar mucho. Conducía a sus mansas ovejas por montañas y valles, a través de ríos..., siempre buscando la hierba más verde, los mejores abrevaderos y los lugares de descanso más protegidos. Las ovejas parecían ser las más indefensas de todas las criaturas de Dios, como si hubiesen sido creadas con la necesidad de que el hombre las guiara y protegiera. ¿Se daba cuenta Abel de que él también necesitaba guía, protección y cuidado de Alguien mucho más sabio y poderoso que cualquier ser humano? Seguro que en sus oraciones incluía reflexiones de este tipo, y con ello su fe siguió aumentando.
Contemplar la creación dio a Abel base sólida para tener fe en un Creador amoroso
Las promesas de Jehová.
Adán y Eva tuvieron que haberles contado a sus hijos lo que ocurrió en el jardín de Edén y por qué fueron expulsados de allí. Así que Abel tenía mucho en que meditar.
Jehová dijo que el suelo estaría maldecido, y Abel podía ver claramente el cumplimiento de esas palabras en los espinos y cardos que crecían. Jehová predijo, además, que Eva sufriría dolores en los embarazos y los partos. Y seguro que cada vez que Eva iba a tener un hijo, Abel se daba cuenta de que esa predicción también se cumplía. Jehová previó que Eva sentiría una necesidad desequilibrada de recibir la atención y el amor de su esposo, y que Adán, a su vez, la dominaría. Y no hay duda de que Abel presenció en más de una ocasión esta lamentable realidad. Vez tras vez comprobó que todo lo que Jehová dice se cumple. Por tanto, disponía de buenas razones para tener fe en la promesa de Dios sobre la “descendencia” que un día corregiría los males que se originaron en el jardín de Edén (Génesis 3:15-19).
Los siervos de Jehová.
Dentro de su familia, Abel no encontró a nadie que fuera un buen ejemplo. Pero los seres humanos no eran las únicas criaturas inteligentes que había en la Tierra en aquel tiempo. Cuando Adán y Eva fueron expulsados del jardín de Edén, Jehová se aseguró de que ni ellos ni ninguno de sus descendientes pudieran entrar en aquel Paraíso terrenal. Para vigilar la entrada, apostó allí a unos querubines —ángeles de muy alto rango— y “la hoja llameante de una espada” que giraba continuamente (Génesis 3:24).
Imagínese a Abel, de niño, mirando a aquellos querubines materializados en cuerpos humanos. No hay duda de que la apariencia de esos ángeles reflejaba su inmenso poder. Y la espada que echaba llamas y giraba sin cesar también sería sobrecogedora. ¿Vio alguna vez que los querubines se aburrieran y abandonaran su puesto? No. Día y noche, año tras año, década tras década..., aquellas inteligentes y poderosas criaturas se mantuvieron en su lugar. Abel pudo ver que Jehová Dios tenía siervos justos y perseverantes. En los querubines vio una clase de lealtad y obediencia a Jehová que no veía en su familia. Seguro que el ejemplo de estos ángeles fortaleció su fe.
Durante toda su vida, Abel vio que los querubines eran siervos leales y obedientes de Jehová
Al meditar en la creación, las promesas divinas y el ejemplo de los siervos de Dios, la fe de Abel se fortalecía cada vez más. ¡Cuánto aprendemos de él! Es como si nos estuviera hablando. Y ¡qué animador puede ser para los jóvenes saber que es posible llegar a tener verdadera fe en Jehová Dios, sin importar lo que haga su familia! Con las maravillas de la creación que nos rodean, la Biblia completa a nuestra disposición y un sinnúmero de ejemplos humanos de fe, ¿qué impide que tengamos una fe sólida?
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