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  • ¿Qué implica la sumisión de la esposa?
    ¡Despertad! 1996 | 8 de diciembre
    • Examinemos el relato bíblico de Abigail. Fue una mujer que actuó con prudencia, aunque contra los deseos de Nabal, su acaudalado esposo. Pese a que los seguidores de David, a quien Dios había elegido para que fuera rey de Israel, habían tratado bien a Nabal, este “les gritó reprensiones”. David, enardecido por la ingratitud de Nabal, se dispuso a derramar sangre. Abigail se percató de que toda su casa estaba amenazada. Sin embargo, su actuación logró apaciguar a David. ¿Cómo? (1 Samuel 25:2-35.)

      Abigail reconoció ante él que Nabal era un ‘hombre que no servía para nada’ y le proporcionó los víveres que este le había negado. Normalmente, no está bien que un cónyuge divulgue las faltas del otro. ¿Pecó Abigail de rebelde al hablar y proceder de aquel modo? No, pues trataba de salvar a Nabal y a su casa. Ni siquiera se insinúa que acostumbrara ser irrespetuosa o independiente. Tampoco había indicado el quisquilloso Nabal que estuviera descontento con la forma en que le ayudaba a administrar sus extensas propiedades. Pero en aquellos momentos de crisis la prudencia exigía que Abigail tomara la iniciativa. Además, la Biblia elogia su manera de obrar. (1 Samuel 25:3, 25, 32, 33.)

  • ¿Qué implica la sumisión de la esposa?
    ¡Despertad! 1996 | 8 de diciembre
    • No sería conveniente, por tanto, que en nombre de la sumisión se presione a una esposa a hacer algo que sepa que es muy imprudente, o que contravenga los principios religiosos. Tampoco debería infundirse un sentimiento de culpa en la mujer que, como Abigail y Sara, tomara la iniciativa en algún asunto esencial.

      La sumisión de la mujer no significa que siempre tenga que satisfacer todos los deseos del marido. ¿De qué dependerá esto? Si los principios justos están en juego, la esposa tendrá que discrepar de su cónyuge. Aun así, debe mostrar, en general, un espíritu de sujeción piadosa.

      Por supuesto, la mujer no debe pasar por alto los deseos de su cónyuge por terquedad, rencor u otros malos motivos. Ha de tener discernimiento y, como Abigail, ser “buena en cuanto a discreción”. (1 Samuel 25:3.)

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