Contenta de estar viva
“¡CUÁNTO me alegro de estar viva!”, dijo con entusiasmo Bernice, una saludable niña de nueve años que vive en el sur de Alemania. Y tiene una buena razón para alegrarse.
Mientras Bernice se hallaba en la matriz de su madre, su hermana enfermó. Se le diagnosticó rubéola. La madre se asustó muchísimo, pues esta enfermedad es contagiosa y se puede transmitir a una criatura durante el período de gestación, causándole graves malformaciones.
Después de analizar muestras de sangre, el médico recomendó con insistencia la interrupción del embarazo, ya que estaba convencido de que tanto la madre como la criatura habían contraído rubéola. Además, los análisis indicaban que había muchas probabilidades de que el bebé naciera con serias deformidades.
No obstante, los padres, que eran testigos de Jehová, creían que el aborto atentaba contra las leyes de Dios, y rechazaron ese procedimiento. A pesar de ello, el doctor insistió, describiendo las espantosas consecuencias que esa decisión podía acarrear. Señaló los problemas implicados en la crianza de un niño gravemente incapacitado. Pero los padres se mantuvieron firmes y explicaron el punto de vista bíblico acerca del aborto. Estaban preparados para encararse a cualquier situación que pudiera surgir y dar su amor a la criatura, prescindiendo de lo que sucediera.
El médico quedó muy impresionado y admitió que él tampoco era partidario del aborto, pues creía que no era correcto desde el punto de vista moral. Pero se veía obligado a exponer claramente los hechos y las consecuencias.
Nueve años más tarde, Bernice, una niña normal y saludable, tuvo que ir al médico. Un análisis de sangre reveló que nunca había tenido rubéola. Al parecer, el diagnóstico que se había hecho antes de su nacimiento estaba equivocado. ¡Menos mal que sus padres permanecieron firmes en su creencia! No es de extrañar que Bernice diga: “¡Cuánto me alegro de estar viva!”.