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El dilema del aborto: ¿Se consigue algo destruyendo sesenta millones de vidas?¡Despertad! 1993 | 22 de mayo
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El dilema del aborto: ¿Se consigue algo destruyendo sesenta millones de vidas?
CONFUNDIDA, asustada y llorosa, una muchacha de 15 años contempla a su amigo alejarse indignado. La insultó por haber quedado embarazada. Ella creía que estaban enamorados.
Una mujer se desespera al darse cuenta de que está embarazada de su sexto hijo. Su esposo no tiene trabajo y sus hijos se acuestan con hambre todas las noches. ¿Cómo van a atender a otro hijo?
“No podía haber llegado en peor momento”, explica a su médico una mujer muy bien vestida. Por fin se ha sacado el título de Ingeniería, y se encuentra a punto de empezar su nueva carrera. Su esposo es abogado y está completamente absorto en su trabajo. ¿De dónde sacarían el tiempo para cuidar de un bebé?
Estas personas viven en mundos diferentes y se encaran a dilemas distintos, pero optan por la misma solución: el aborto.
El aborto es una de las cuestiones más candentes de esta década, y ha encendido violentos debates en los campos político, social, médico y teológico. En Estados Unidos, los grupos “pro vida” abanderan los derechos del nasciturus (el concebido, pero todavía no nacido). Los grupos “pro elección” insisten en las prerrogativas de la libertad y el derecho de la mujer a decidir. Los unos luchan contra los otros en las elecciones, los tribunales, las iglesias y hasta en las calles.
Millones de personas se ven atrapadas en esta lucha, confundidas por los argumentos apasionados de cada bando. Los mismos términos “pro elección” y “pro vida” se escogieron con cuidado para ganarse el favor de los indecisos. En esta época en la que se idolatra la libertad, ¿quién no estaría a favor de la libertad de elección? Pero, por otra parte, ¿quién no estaría a favor de la vida? A los manifestantes de los grupos “pro elección” se les puede ver blandiendo perchas de alambre con las que simbolizan las muertes de mujeres oprimidas que se someten a abortos ilegales peligrosos. Los grupos “pro vida” enseñan tarros con fetos abortados como macabro recordatorio de los millones de niños no nacidos a los que se da muerte.
Toda esta tragedia relacionada con la muerte se describe muy bien en un libro de Laurence H. Tribe titulado Abortion: The Clash of Absolutes (Aborto: criterios contrapuestos): “Muchos de los que enseguida piensan en el feto como un ser humano concreto, que le dan mucha importancia y lloran, casi se olvidan de la mujer que lo lleva en su vientre y de la difícil situación por la que atraviesa. [...] Muchos otros, que enseguida piensan en la mujer y su cuerpo, que claman por el derecho de esta a controlar su destino, casi se olvidan del feto que lleva en el vientre y no consideran la vida que se ha concebido como algo real”.
Este año, en el fragor de esta guerra moral, la batalla por los derechos de unos y otros resultará en la muerte de entre 50 millones y 60 millones de criaturas no nacidas.
¿De qué lado está usted en esta cuestión emocional? ¿Cómo respondería a las siguientes preguntas clave?: ¿Está justificado el aborto en cualquier circunstancia? ¿Cuándo comienza la vida? Y hay otra pregunta fundamental, aunque pocas veces formulada: ¿Cómo ve el aborto el Creador de la vida y de las facultades reproductivas?
La historia del aborto es muy larga. En las antiguas Grecia y Roma constituía una práctica común. Durante la Edad Media y el Renacimiento, en Europa se consideraba permisible durante el plazo en que la madre no sentía los movimientos del feto, es decir, cuando no sentía que llevaba una vida en la matriz. Pero con la revolución sexual la situación se agravó: se produjeron millones de embarazos no deseados.
La década de los sesenta relanzó el movimiento feminista, una de cuyas piedras de fundamento es el llamado derecho a una maternidad libre y responsable. Hay quienes defienden el derecho al aborto cuando el embarazo ha sido consecuencia de un delito de violación o incesto, o cuando corre peligro la salud de la madre. Actualmente la tecnología médica permite ver el interior de la matriz con el fin de detectar posibles defectos de la criatura y hasta su sexo. Además, hay embarazos que se interrumpen sobre la base del pronóstico pesimista de un médico. Por otra parte, una mujer que tenga más de cuarenta años puede considerar la posibilidad de un aborto por la preocupación de que la criatura nazca con graves taras físicas o psíquicas.
En los países pobres, muchas mujeres que tienen acceso limitado a los métodos anticonceptivos piensan que no pueden mantener a más hijos. Y algunas mujeres embarazadas se van al límite de la definición de “pro elección” y deciden abortar porque creen que el embarazo se ha producido en un tiempo inoportuno o porque se enteran del sexo de la criatura y no es el que prefieren.
Muchas de las agrias discusiones suscitadas por este conflicto tienen que ver con la cuestión de cuándo comienza la vida. Pocas personas ponen en duda que el óvulo fertilizado esté vivo. La pregunta es: ¿está vivo como qué?, ¿como un mero tejido, o es un ser humano? ¿Puede decirse que una bellota sea un roble? Entonces, ¿es un feto una persona? ¿Tiene derechos civiles? La polémica es interminable. ¡Qué ironía es que en un mismo hospital haya médicos que trabajen arduamente por salvar la vida de un bebé prematuro y, sin embargo, pongan fin a la vida de un feto de las mismas semanas! Al parecer, la ley les permite matar a una criatura mientras se encuentra dentro de la matriz, pero si el bebé está fuera, ese mismo acto se consideraría asesinato.
Las que más luchan por la legalización del aborto son las feministas “liberadas” que no tienen ningún obstáculo para acceder a cualquier método anticonceptivo a fin de impedir en primer lugar que se produzca un embarazo. Reivindican con gran vehemencia lo que denominan “derecho a una maternidad libre y responsable”, cuando lo cierto es que ya han hecho uso de su facultad de concebir y reproducirse. Lo que en realidad quieren es el derecho a deshacer lo que han iniciado. ¿Cómo lo justifican? “Se trata de mi cuerpo”, dicen. Pero ¿es solo su cuerpo?
Madre: “Se trata de mi cuerpo”
Bebé: “¡No! Se trata del mío”
La obra Abortion—A Citizens’ Guide to the Issues (Orientación para el ciudadano sobre la problemática del aborto) dice que, durante las doce primeras semanas del embarazo, “la minúscula cantidad de tejido se encuentra en un estado gelatinoso y es muy fácil de eliminar”. ¿Puede decirse con propiedad que el aborto no es más que un acto de “eliminar una pequeña masa de tejido” o “de poner término al producto de la concepción”? ¿No serán más bien expresiones endulzadas para que la amarga verdad resulte más admisible y tranquilizar las conciencias perturbadas?
Esa pequeña masa de tejido no deseada es una vida que crece y se desarrolla, y que cuenta con su propio juego de cromosomas. A modo de autobiografía profética, estos narran la historia detallada de una persona individual y única en proceso de formación. El célebre profesor e investigador A. W. Liley, especializado en Fetología, explica: “Biológicamente, en ningún momento podemos estar de acuerdo con la opinión de que el feto no es más que un apéndice de la madre. Genéticamente la madre y la criatura son individuos distintos desde la misma concepción”.
Comportamiento irresponsable
Sin embargo, el acceso libre al aborto ha hecho que muchas personas no hayan visto la necesidad de evitar una concepción no deseada. Prefieren recurrir al aborto como solución antes que poner los medios para evitar un “accidente”.
De acuerdo con las estadísticas, en este siglo los niños entran antes en la pubertad. Por consiguiente, los niños y las niñas pueden tener hijos a una edad más temprana. ¿Se les ha explicado la grave responsabilidad que conlleva ese privilegio? El estadounidense medio —hombre o mujer— pierde su virginidad hacia los 16 años, y uno de cada cinco la pierde antes de los 13 años. Una tercera parte de los hombres y las mujeres casados tiene una aventura amorosa o la ha tenido en el pasado. El aborto goza de aceptación entre los que llevan una vida promiscua. La situación es muy parecida a la que se plantea cuando se oyen esporádicamente voces que piden que se legalice la prostitución para detener la propagación del sida. Es cierto que la legalización del aborto quizás haya logrado que la intervención suponga menos riesgos para la mujer, pero ha repercutido mucho en crear un ambiente propicio para el florecimiento de enfermedades morales.
¿Víctimas de actos de violencia o de las circunstancias?
Debe hacerse hincapié en que, según los estudios efectuados, los embarazos por violación son sumamente raros. En una encuesta llevada a cabo entre 3.500 víctimas de una serie consecutiva de violaciones ocurridas en Minneapolis (E.U.A.), no se encontró ni un solo caso de embarazo. De los 86.000 abortos practicados en la antigua Checoslovaquia, solo 22 fueron por violación. De modo que solo un pequeño porcentaje de las mujeres que quieren abortar lo hacen porque han sido víctimas de violación o de incesto.
¿Y si se diese la espantosa predicción de que la criatura nacerá con terribles deformidades y defectos de carácter irreversible? Algunos médicos aconsejan rápidamente un aborto ante la primera señal de este tipo de problema. ¿Pueden estar absolutamente seguros del diagnóstico? Muchos padres están en posición de atestiguar que esas horribles profecías pueden ser infundadas, y tienen hijos felices y saludables que lo demuestran. Otros tienen hijos considerados subnormales, pero se sienten igualmente felices de ser padres. De hecho, en Estados Unidos tan solo un 1% de las mujeres que quieren abortar lo hacen porque se les ha dicho que el feto puede tener algún defecto.
No obstante, en el tiempo que le ha tomado leer este artículo, han muerto centenares de criaturas no nacidas. ¿Dónde está sucediendo esto? ¿Y qué efectos produce en la vida de los implicados?
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El trágico balance del aborto¡Despertad! 1993 | 22 de mayo
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El trágico balance del aborto
TODOS los años mueren entre 50 millones y 60 millones de no nacidos como consecuencia de abortos provocados. ¿Es usted capaz de asimilar semejante cifra? Sería como borrar del mapa la entera población de las islas Hawai todas las semanas.
Resulta difícil recopilar cifras exactas, pues la mayoría de los gobiernos no guardan un registro meticuloso del número de abortos que se practican. Y en los lugares donde el aborto es ilegal o únicamente se permite en ciertas circunstancias, los investigadores solo pueden aventurar cifras aproximadas. De todas formas, la situación mundial con respecto al aborto es, más o menos, la siguiente:
En Estados Unidos el aborto es la segunda intervención quirúrgica más común, después de la amigdalectomía. Se practican más de un millón y medio de abortos al año. La gran mayoría de las mujeres, cuatro de cada cinco, no están casadas. Las solteras interrumpieron dos veces más embarazos de los que llevaron a término, mientras que, como promedio, las casadas llevaron a término diez veces más embarazos de los que interrumpieron.
En América Central y del Sur, donde los países son principalmente católicos, existen las leyes sobre el aborto más restrictivas del mundo. Aun así, proliferan los abortos ilegales, que suponen graves riesgos para la salud de la madre. Por ejemplo, el año pasado las mujeres brasileñas se sometieron a unos 4.000.000 de abortos, y más de 400.000 de ellas tuvieron que recibir tratamiento médico debido a las complicaciones que se presentaron. En Latinoamérica se interrumpen alrededor de una cuarta parte de todos los embarazos.
Al otro lado del Atlántico, en el continente africano, las leyes también son rigurosas. Las lesiones y muertes son comunes, especialmente en los casos de mujeres pobres que recurren a la ayuda de personas que practican abortos ilegalmente.
En la legislación de muchos países de Oriente Medio existen leyes estrictas sobre el aborto, pero todavía hay muchas mujeres que lo solicitan, y lo consiguen, si pueden pagar las elevadas cantidades que se les piden por la intervención.
La mayor parte de Europa occidental permite que se practiquen algunos abortos, siendo los países escandinavos los más liberales. El Servicio Nacional de Sanidad de Gran Bretaña guarda un registro de todos los abortos practicados desde su legalización, en 1967, y ha podido comprobar que, además de duplicarse el número de abortos, han aumentado los nacimientos de hijos ilegítimos, las enfermedades de transmisión sexual, la prostitución y una multitud de trastornos relacionados con la procreación.
Europa oriental se encuentra actualmente en un proceso de cambio, y lo mismo sucede con las leyes sobre el aborto que existen en esos países. Se calcula que en lo que fue la Unión Soviética se practican anualmente 11 millones de abortos, una de las cifras más elevadas del mundo. Dada la escasez de anticonceptivos y la pobre situación económica, en esa región la mujer media sufre de seis a nueve interrupciones voluntarias del embarazo a lo largo de su vida.
En Europa oriental la tendencia general es hacia la liberalización. Un ejemplo gráfico lo tenemos en Rumania, donde el anterior régimen prohibió enérgicamente el aborto y los métodos anticonceptivos a fin de fomentar un aumento de población. A las mujeres se las obligaba a tener por lo menos cuatro hijos, y para 1988 los orfanatos rumanos desbordaban de niños abandonados. Por consiguiente, desde que el gobierno revolucionario de 1989 eliminó las restricciones sobre el aborto, tres de cada cuatro embarazos terminan en aborto provocado, la tasa más elevada de toda Europa.
Asia es el continente donde se practican más interrupciones voluntarias del embarazo. La República Popular China, con su norma de un solo hijo y los abortos obligatorios, encabeza la lista con 14 millones de abortos anuales. En Japón las mujeres decoran estatuillas con baberos y juguetes en memoria de los hijos que han abortado. Como la posición general es de gran recelo a las píldoras anticonceptivas, el aborto es el principal método de planificación familiar que utilizan.
En toda Asia, y en particular en la India, la tecnología médica ha creado una situación embarazosa para las activistas en pro de los derechos de la mujer. Técnicas como la amniocentesis y el ultrasonido pueden utilizarse para saber el sexo de una criatura en las primeras fases del embarazo. Desde tiempos remotos, la cultura oriental ha valorado más a los hijos que a las hijas. De modo que en los lugares donde es fácil recurrir al aborto y los procedimientos para averiguar el sexo del feto están disponibles, se aborta gran cantidad de fetos de sexo femenino, con lo que se desequilibra la proporción de niños y niñas que nacen. Por eso, el movimiento feminista se encuentra en la paradójica posición de, en realidad, exigir el derecho de la mujer a abortar fetos de sexo femenino.
En Asia, donde se prefieren los hijos varones, los médicos practican miles de abortos de fetos de sexo femenino
Lo que siente una madre
Como en el caso de otros procedimientos médicos, el aborto conlleva cierta medida de riesgo y dolor. Durante el embarazo, el cuello de la matriz, o cuello uterino, se mantiene bien cerrado para que la criatura esté protegida. Debido a ello, la dilatación y la inserción de instrumentos puede resultar dolorosa y causar lesiones. Para el método de succión a veces se necesitan unos treinta minutos, y durante ese tiempo algunas mujeres pueden experimentar un dolor de moderado a intenso y calambres. Con el método salino se provoca un parto prematuro, algunas veces con la ayuda de las prostaglandinas, sustancias inductoras del parto. Las contracciones pueden durar horas o hasta días y pueden ser dolorosas y extenuantes en sentido emocional.
Entre las complicaciones inmediatas del aborto cabe mencionar las siguientes: hemorragia, lesiones o desgarrones en el cuello uterino, perforación del útero, coágulos de sangre, reacción a la anestesia, convulsiones, fiebre, escalofríos y vómitos. Existe un gran peligro de infección, sobre todo si se quedan dentro de la matriz partes del feto o de la placenta. El aborto incompleto es bastante común, y puede ser necesaria una operación quirúrgica para completar el vaciamiento uterino o hasta la extirpación del propio útero. Unos estudios gubernamentales llevados a cabo en Estados Unidos, Gran Bretaña y la anterior Checoslovaquia indican que los abortos provocados incrementan considerablemente las posibilidades futuras de esterilidad, embarazo tubárico, abortos espontáneos, partos prematuros y defectos congénitos.
C. Everett Koop, anterior director general de Sanidad de Estados Unidos, dijo que nadie había hecho “un estudio sobre la reacción emocional o los sentimientos de culpa de la mujer que se ha sometido a un aborto voluntario y ahora desea desesperadamente un hijo que no puede tener”.
Los estudios sobre el aborto deberían haber incluido en sus grupos de control a jóvenes cristianas castas que permanecen vírgenes porque respetan las leyes de Dios y la vida. Se habría visto que estas jóvenes gozan de relaciones más sanas, un mayor grado de amor propio y paz mental permanente.
Lo que siente un no nacido
¿Qué siente un no nacido que está cobijado y protegido en el cálido ambiente de la matriz de su madre cuando de pronto se ve atacado por una fuerza mortífera? Solo podemos imaginárnoslo, pues ninguno podrá contarlo jamás.
La mayoría de los abortos se practican durante las primeras doce semanas de vida. Para entonces el pequeño feto ya ensaya movimientos de respiración e ingestión, y su corazón palpita. Puede doblar los deditos de los pies, cerrar las manos, dar volteretas en su ambiente líquido... y sentir dolor.
Muchos fetos son arrancados de la matriz de su madre, aspirados por un tubo de vacío con borde afilado y depositados en un tarro. Este procedimiento se denomina aspiración a vacío, o método de succión. La potente succión (veintinueve veces más potente que la de una aspiradora doméstica) desgarra el pequeño cuerpecillo. Otros fetos son abortados por dilatación y legrado, acción de raspar la mucosa uterina con una cucharilla cortante con la que se hace pedazos al feto.
A los fetos de más de dieciséis semanas se les puede dar muerte mediante el método salino, o de envenenamiento ocasionado por sal. Una larga aguja perfora la bolsa de aguas, extrae parte del líquido amniótico y lo reemplaza con una solución concentrada de sal. A medida que el feto va tragando y respirando, sus delicados pulmones se llenan con la solución tóxica, y él empieza a forcejear y contorsionarse. El efecto cáustico del veneno quema la capa superior de piel y deja el cuerpecito en carne viva y consumido. Quizás empiece a producirse una hemorragia cerebral. Al cabo de unas horas puede sobrevenirle una muerte dolorosa, aunque en ocasiones el feto se expulsa alrededor de un día después y la criatura aún está viva pero moribunda.
Si el feto está demasiado desarrollado para darle muerte con estos métodos u otros similares, queda una opción: la histerotomía, una operación cesárea con un propósito muy distinto: poner fin a una vida en lugar de salvarla. Se abre el abdomen de la madre quirúrgicamente y se extrae a la criatura, casi siempre viva. Puede que incluso llore. Pero hay que dejarla morir. A algunas se les provoca deliberadamente la muerte por asfixia, ahogamiento u otros métodos.
Lo que siente un médico
Durante siglos los médicos han adoptado los valores expresados en el respetado juramento hipocrático, que dice en parte: “No daré ninguna droga letal a nadie, aunque me la pidan, ni sugeriré un tal uso, y del mismo modo, tampoco a ninguna mujer daré pesario abortivo, sino que, a lo largo de mi vida, ejerceré mi arte pura y santamente”.
¿A qué luchas éticas se enfrentan los médicos que ponen fin a una vida dentro de la matriz? El Dr. George Flesh contesta así: “Los primeros abortos que practiqué, como interno y residente, no me causaron ninguna angustia emocional. [...] Empecé a sentir el descontento después de muchos centenares de abortos. [...] ¿Por qué cambié? Cuando comenzaba la práctica médica, acudió a mí un matrimonio pidiéndome la interrupción del embarazo. Como la paciente tenía el cuello uterino muy rígido, no podía dilatárselo para practicarle el aborto. Le dije que dejara pasar una semana hasta que estuviese menos rígido y que regresara. El matrimonio volvió y me dijo que habían cambiado de opinión. Siete meses después asistí a aquella mujer en el parto de su hijo.
”Años más tarde jugué con el pequeño Jeffrey en la piscina del club de tenis del que sus padres y yo éramos socios. Era un niño precioso y feliz. Me horrorizó pensar que lo que me había impedido acabar con la perspectiva de vida de Jeffrey había sido tan solo un obstáculo técnico. [...] Opino que hacer pedazos el feto desarrollado, desmembrándolo, solo porque lo pida la madre, es un acto de depravación que la sociedad no debería permitir.”
En Estados Unidos, cuatro de cada cinco mujeres que quieren abortar no están casadas
Una enfermera que dejó de tomar parte en abortos explicó lo siguiente respecto a lo que hacía en una clínica especializada: “Una de nuestras tareas consistía en contar las partes. [...] Si la muchacha vuelve a su casa con trozos de la criatura todavía en la matriz, pueden presentarse graves complicaciones. Yo tomaba las partes y las revisaba bien para asegurarme de que hubiese dos brazos, dos piernas, un torso, una cabeza. [...] Tengo cuatro hijos. [...] Existía un gran conflicto entre mi vida profesional y mi vida privada que no podía conciliar. [...] La práctica del aborto es una profesión difícil”.
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La vida, un regalo que atesorar¡Despertad! 1993 | 22 de mayo
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La vida, un regalo que atesorar
CUANDO Jehová Dios concedió a la familia humana el privilegio de tener hijos, le hizo un gran regalo. Nacería una hermosa criatura a quien recibiría con los brazos abiertos una pareja feliz que se amaría y que estaría preparada para atesorar y cuidar este pequeño ser, fruto de su unión matrimonial. El gozo en el seno familiar sería grande a medida que el niño creciese.
Pero el pecado de Adán y Eva tuvo trágicas consecuencias para las criaturas que nacerían a los seres humanos. Como resultado del pecado, nuestra primera madre recibió la maldición de dar a luz hijos con angustia y dolor físico. Y el ambiente pecaminoso en que nacieron sus hijos hizo que la maternidad planteara una serie de graves problemas. Por consiguiente, no es de sorprender que en el complejo mundo actual la idea de tener un hijo muchas veces no sea causa de alegría. Ahora bien, ¿cómo ve el Creador al no nacido? ¿Ha variado de opinión con los cambios de criterio que ha habido en cuestiones de moralidad? En absoluto. Su modo de ver a las criaturas no nacidas del mundo y el interés que siente por ellas permanecen inmutables.
Las Escrituras dejan claro que dentro de la madre se desarrolla un ser humano individual y único. La vida comienza en la concepción. El hecho de venir al mundo solo permite que el hombre pueda ver la criatura que Dios ya ha visto. Ezequiel habla de “cada hijo que abría la matriz”. (Ezequiel 20:26.) Job hace referencia a “las puertas del vientre de mi madre”, y llama a los abortos “niños que no han visto la luz”. (Job 3:10, 16.)
Fíjese en el tierno interés que Jehová Dios siente por esa delicada vida que crece en la matriz. Dijo a Jeremías: “Antes de estar formándote en el vientre, te conocí; y antes que procedieras a salir de la matriz, te santifiqué”. (Jeremías 1:5.) David dijo: “Mis huesos no estuvieron escondidos de ti cuando fui hecho en secreto, cuando fui tejido en las partes más bajas de la tierra. Tus ojos vieron hasta mi embrión”. (Salmo 139:15, 16.) Job llama a Dios “Aquel que me hizo en el vientre”, que procedió “a prepararnos en la matriz”. (Job 31:15.)
¿Pero es que Dios no se preocupa por la desesperada mujer embarazada que no quiere ese hijo? El Creador se da cuenta mejor que nadie de las serias responsabilidades vinculadas a la maternidad. Si una mujer embarazada decidiera quedarse con su hijito por respeto a los santos requisitos de Dios a pesar de lo difícil de las circunstancias, ¿no bendeciría él su decisión? La madre podría, y debería, pedir a Dios en oración ayuda para criar bien a su hijo y hacer de él una persona feliz. En las páginas de su Palabra, Dios ya ha proporcionado los mejores consejos disponibles sobre la crianza de los hijos. Si se aplican los principios bíblicos en la vida de familia, los resultados serán magníficos. Las alegrías y las recompensas de criar hijos devotos superan cualquier sacrificio que se haya tenido que hacer para lograrlo, como atestiguaría cualquier madre que se sienta orgullosa de sus hijos.
¿Ve Jehová la situación de otra forma si la criatura es producto de una violación o de relaciones incestuosas? Aunque esos actos contra la futura madre constituyen un delito, la criatura no tiene la culpa. Acabar con su vida es solo contrarrestar un acto de violencia con otro. Jehová comprende el trauma emocional que sufren tales víctimas, pero puede ayudar tanto a la madre como al niño a sobrellevar las secuelas con equilibrio.
¿Y si un médico le dice a una mujer que llevar a término su embarazo podría poner en peligro su vida? El Dr. Alan Guttmacher comentó: “Hoy día, casi toda mujer embarazada puede sobrevivir a su estado de gestación a menos que padezca alguna enfermedad mortal, como el cáncer o la leucemia, y en ese caso, es improbable que el aborto pueda prolongar su vida, y mucho menos salvársela”. The Encyclopedia Americana dice: “Como la mayoría de las mujeres pueden llevar a término su embarazo aun padeciendo graves problemas médicos, son pocos los abortos que necesitan practicarse para proteger la salud de la madre. La mayoría de los abortos son para evitar tener un hijo”. De modo que esas situaciones extremas se presentan muy pocas veces. Sin embargo, si efectivamente se plantease esa situación en el momento del parto, entonces serían los padres de la criatura quienes deberían decidir entre la vida de la madre o la del niño. Es decisión suya.
¿No es natural que el Creador de la vida haya establecido pautas claras con respecto al uso de nuestras facultades reproductivas? A sus ojos, crear una vida que no se tenga la intención de cuidar constituye un pecado semejante al de quitar una vida.
Es indudable que el debate continuará hasta el fin de este sistema. Pero en lo que respecta al Creador de la vida, Jehová Dios, y a los que respetan sus leyes, la cuestión no ofrece la menor duda. La vida es preciosa, es una dádiva que se ha de cuidar y atesorar desde su mismo comienzo.
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¿Tienen la solución estas religiones?¡Despertad! 1993 | 22 de mayo
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¿Tienen la solución estas religiones?
AL VERSE ante el dilema moral que suscita el aborto, muchas personas buscan la guía de sus directores espirituales. ¿Qué opinan ellos?
La Iglesia Católica adopta una posición firme en contra del aborto y enseña que la vida comienza en la concepción. Algunos sacerdotes que están metidos en la política piden al Papa que excomulgue a los políticos católicos que se pronuncian a favor del aborto. Sin embargo, muchos católicos defienden el aborto y piden una liberalización.
La Iglesia Presbiteriana de Estados Unidos dice que el 46% de sus pastores “no cree que la Biblia enseñe que el aborto está mal”. La postura oficial de dicha Iglesia es proabortista.
El decimosexto Sínodo General de la Iglesia Unida de Cristo resolvió que ‘apoya el derecho de los hombres y las mujeres a disponer de servicios adecuados de planificación familiar y a contar entre sus opciones con el aborto legal practicado por profesionales cualificados’.
La Iglesia Luterana Evangélica dice que el aborto “debería verse como un último recurso”; de todas formas, se niega a calificar el aborto de “pecado” o a decir que “la vida comienza en la concepción”.
La Asamblea Bautista del Sur es firmemente antiabortista. Pero la Iglesia Bautista de Estados Unidos dice: “Estamos divididos en cuanto a la política particular de la Iglesia ante el Estado con respecto al aborto. Por consiguiente, reconocemos la libertad que tiene cada individuo de abogar por una política pública sobre el aborto que refleje sus propias creencias”.
El judaísmo está dividido. La rama ortodoxa adopta una postura en gran medida antiabortista, mientras que la rama reformada y la corriente conservadora están en su mayor parte a favor del aborto.
El islam permite el aborto por cualquier razón durante los primeros cuarenta días de vida, pero a partir de entonces solo lo permite si el embarazo supone un peligro para la vida de la madre. El Hadiz dice que el feto está “cuarenta días en forma de una semilla, luego es un coágulo de sangre durante un período similar, después se convierte en un pedacito de carne durante un período similar, más tarde [...] se le envía el ángel que le insufla el aliento de vida”.
El sintoísmo no adopta ninguna postura oficial al respecto, sino que lo deja a la decisión de cada uno.
Los hindúes, los budistas y los sijs enseñan una doctrina de respeto general a la vida. Pero no se envuelven en debates por la cuestión del aborto, pues creen en la reencarnación; según ellos, el aborto no hace más que enviar a la criatura no nacida a otra vida.
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