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  • Abrahán: un hombre humilde
    La Atalaya 2012 | 1 de enero
    • Abrahán: un hombre humilde

      Abrahán está sentado a la sombra de su tienda protegiéndose del sofocante calor. A lo lejos ve acercarse a tres visitantes.a Sin dudarlo un momento, corre a mostrarles hospitalidad y los invita a quedarse a descansar. Aunque les ofrece “un pedazo de pan”, se encarga de que les preparen una elaborada comida compuesta por pan recién hecho, mantequilla, leche y carne de la mejor calidad. Con semejante banquete no solo demuestra ser muy hospitalario, sino también muy humilde, como veremos después (Génesis 18:1-8).

      ¿QUÉ ES LA HUMILDAD? Es una virtud totalmente contraria al orgullo y la vanidad. La persona humilde reconoce que todo el mundo le supera en algún aspecto (Filipenses 2:3). Además, acepta sugerencias de otros y está dispuesta a hacer por ellos tareas que algunos pudieran considerar serviles.

      ¿CÓMO MANIFESTÓ ABRAHÁN ESTA CUALIDAD? Sirvió a otros gustosamente. En la ocasión que se narra al comienzo, tan pronto como vio a los tres hombres, se puso a su servicio. Su esposa, Sara, de inmediato empezó a prepararles comida. Abrahán, por su parte, no se limitó a recibirlos e invitarlos a comer, sino que corrió a seleccionar un animal del rebaño para matarlo y les sirvió la comida. En vez de delegar estas humildes tareas en sus esclavos, fue él mismo quien las llevó a cabo. Para él no era una deshonra servir a los demás.

      Aceptó las sugerencias de quienes estaban a su cargo. Son muy pocas las conversaciones entre él y Sara que se registran en la Biblia. Aun así, en dos de esas ocasiones se dice que Abrahán puso en práctica las sugerencias que le hizo Sara (Génesis 16:2; 21:8-14). Y eso que una de ellas al principio le resultó “muy desagradable”. Sin embargo, cuando Jehová le dijo que era una buena sugerencia, Abrahán cedió humildemente y la aplicó.

      ¿QUÉ NOS ENSEÑA SU EJEMPLO? Que si de verdad somos humildes, estaremos dispuestos a servir a otros en todo lo posible. Seremos felices haciéndoles la vida más cómoda.

      Nuestra forma de responder a las sugerencias que recibimos también demuestra si somos humildes o no. Lo más sabio es agradecer esas ideas, y no rechazarlas simplemente porque no se nos ocurrieron a nosotros (Proverbios 15:22). A quienes más beneficia esta actitud abierta es a quienes ocupan puestos de responsabilidad. “Los años me han enseñado que un buen jefe hace que los demás no teman expresarle sus opiniones”, dice un experimentado supervisor llamado John. Y continúa: “Hay que ser humilde para reconocer que alguien que está por debajo de ti tiene una forma mejor de hacer las cosas. De modo que nadie —ni siquiera el jefe⁠— tiene el monopolio de las buenas ideas”.

      Así pues, si queremos ganarnos la aprobación de Jehová como hizo Abrahán, aceptemos las sugerencias de otros y realicemos tareas humildes por ellos. Recordemos que “Dios se opone a los altivos, pero da bondad inmerecida a los humildes” (1 Pedro 5:5).

      [Nota]

      a Aunque puede que Abrahán no lo supiera al principio, eran ángeles que le llevaban un mensaje de Dios (Hebreos 13:2).

  • Abrahán: un hombre de amor
    La Atalaya 2012 | 1 de enero
    • Abrahán: un hombre de amor

      Abrahán siente que el alma se le parte en dos. Su amada esposa, Sara, acaba de morir. ¡Cuántos buenos recuerdos deben venirle a la mente cuando se despide de ella por última vez! Es tanto el dolor que no puede contener el llanto (Génesis 23:1, 2). Sus lágrimas no son motivo de vergüenza; al contrario, son prueba de una de sus mayores virtudes: el amor.

      ¿QUÉ ES EL AMOR? Es un profundo sentimiento de afecto o apego hacia alguien. La persona que ama demuestra lo que siente mediante sus actos, aunque tenga que hacer sacrificios.

      ¿CÓMO MANIFESTÓ ABRAHÁN ESTA CUALIDAD? Dio pruebas de que amaba a su familia. Pese a tener muchas responsabilidades, nunca descuidó el bienestar espiritual y emocional de su familia. Jehová se dio cuenta de que Abrahán era un buen cabeza y se ocupaba de la espiritualidad de su familia (Génesis 18:19). De hecho, mencionó expresamente el amor que Abrahán sentía por su hijo. En una ocasión, hablando de Isaac, Jehová le dijo: “Tu hijo único a quien amas tanto” (Génesis 22:2).

      Otra prueba del amor de Abrahán por su familia fue su reacción ante la muerte de Sara. Él lloró por su querida esposa. No pensó que era vergonzoso que un hombre expresara abiertamente su desconsuelo. Desde luego, demostró una admirable combinación de fortaleza y ternura.

      Dio pruebas de que amaba a Dios. Toda su vida fue una prueba de ese amor. ¿Cómo? Recordemos las palabras de 1 Juan 5:3: “Esto es lo que el amor de Dios significa: que observemos sus mandamientos”. De acuerdo con esta definición, Abrahán fue un sobresaliente ejemplo de amor a Dios.

      Siempre que Jehová le mandaba algo, él obedecía de inmediato (Génesis 12:4; 17:22, 23; 21:12-14; 22:1-3). No importaba que la tarea fuera difícil o la razón por la que Dios quería que la realizara. Eso era lo de menos para Abrahán. Estaba dispuesto a hacer cualquier cosa que Dios le pidiera; para él era la oportunidad de demostrar el amor que le tenía.

      ¿QUÉ NOS ENSEÑA SU EJEMPLO? Que debemos manifestar cariño y afecto por otros, sobre todo si son parte de la familia. No queremos que las inquietudes de la vida nos absorban tanto que apenas dediquemos tiempo a nuestros seres más queridos.

      Otra cosa que aprendemos es que necesitamos cultivar amor sincero por Jehová. Ese amor puede ejercer una gran influencia en nuestra vida. Puede impulsarnos a hacer cambios en nuestra actitud, conducta y forma de hablar con tal de agradar a Dios (1 Pedro 1:14-16).

      Claro, no siempre es fácil obedecer los mandatos divinos. Pero podemos estar seguros de que aquel que ayudó a Abrahán —aquel que lo llamó “mi amigo”⁠— también nos apoyará a nosotros (Isaías 41:8). Su Palabra, la Biblia, promete: “Él los hará firmes, él los hará fuertes” (1 Pedro 5:10). Confiemos, por tanto, en la tranquilizadora promesa que nos hace Jehová, el Amigo de Abrahán.

      [Recuadro de la página 11]

      ¿Está mal que los hombres lloren?

      Tal vez haya muchos que así lo crean. Sin embargo, les sorprendería saber que en la Biblia se mencionan hombres fieles y fuertes que, como Abrahán, derramaron lágrimas en momentos difíciles. Entre ellos se encuentran José, David, el apóstol Pedro, los superintendentes de la congregación de Éfeso, y hasta Jesús mismo (Génesis 50:1; 2 Samuel 18:33; Lucas 22:61, 62; Juan 11:35; Hechos 20:36-38). Está claro que la Biblia no enseña que los hombres no deban llorar.

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