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    • “Dejaron de poner objeciones y le dieron gloria a Dios” (Hechos 11:1-18)

      15, 16. ¿Por qué se pusieron a criticar a Pedro algunos discípulos de origen judío, y qué explicaciones les dio?

      15 Seguro que Pedro tenía muchas ganas de contarles a los hermanos que un grupo de incircuncisos “había aceptado la palabra de Dios”. Así que se fue a Jerusalén, pero parece que la noticia llegó antes que él. En cuanto puso un pie en la ciudad, “los defensores de la circuncisión se pusieron a criticarlo”. Estaban escandalizados y empezaron a decirle: “Entraste en la casa de hombres que no están circuncidados y comiste con ellos” (Hech. 11:1-3). En el fondo, lo que les molestaba no era que los gentiles se hubieran hecho discípulos de Cristo. Ellos afirmaban que, para que Jehová los aceptara, debían obedecer sí o sí la Ley mosaica, lo que incluía circuncidarse. Es obvio que a muchos discípulos de origen judío les costaba trabajo dejar atrás la Ley.

      16 ¿Qué explicaciones les dio Pedro? En Hechos 11:4-16 mencionó cuatro motivos por los que estaba seguro de que Jehová lo había guiado. Primero, había tenido una visión de parte de Dios (versículos 4 a 10). Segundo, Jehová le había dado una orden mediante el espíritu (versículos 11 y 12). Tercero, un ángel había visitado a Cornelio (versículos 13 y 14). Y, cuarto, los gentiles habían recibido espíritu santo (versículos 15 y 16). Concluyó con un razonamiento aplastante: “Si Dios les estaba dando a ellos el mismo regalo [el espíritu santo] que nos dio a nosotros, que hemos creído en el Señor Jesucristo, ¿quién era yo para oponerme a Dios?” (Hech. 11:17).

      17, 18. a) ¿En qué sentido la explicación de Pedro puso a prueba a los discípulos de origen judío? b) ¿Por qué no siempre es fácil mantener la unidad en la congregación, y qué preguntas deberíamos hacernos?

      17 Tras escuchar lo que Pedro les explicó, aquellos discípulos de origen judío tuvieron que tomar una decisión: ¿vencerían sus prejuicios y aceptarían en la congregación a los gentiles recién bautizados? El relato da la respuesta: “Al oír todo esto, ellos [los apóstoles y otros hermanos] dejaron de poner objeciones y le dieron gloria a Dios. Dijeron: ‘¡Así que Dios también le ha dado a gente de las naciones la oportunidad de arrepentirse para recibir vida!’” (Hech. 11:18). Su buena actitud mantuvo la unidad de la congregación.

      18 En la actualidad, mantener la unidad en la congregación no siempre es fácil. Los siervos de Dios provenimos “de todas las naciones, tribus, pueblos y lenguas”, de modo que en muchas congregaciones hay hermanos de distintos orígenes, razas y culturas (Apoc. 7:9). Por eso, hacemos bien en preguntarnos: “¿He arrancado de mi corazón cualquier prejuicio que pueda tener? ¿Estoy decidido a impedir que las actitudes de este mundo —como el orgullo de raza, nación, idioma o cultura— influyan en mi manera de tratar a los hermanos y divida a la congregación?”. Recordemos el error que cometió Pedro (es decir, Cefas) unos años después de la conversión de los primeros gentiles: se dejó influir por los prejuicios de otros y “se separó” de los cristianos incircuncisos, y Pablo tuvo que corregirlo (Gál. 2:11-14). Así pues, tengamos siempre mucho cuidado con la trampa del prejuicio.

      “Un gran número de personas se hicieron creyentes” (Hechos 11:19-26a)

      19. ¿A quiénes empezaron a predicarles los discípulos de Jesús en Antioquía, y qué pasó?

      19 Ahora que sabían lo que Dios quería, ¿comenzaron los discípulos de Jesús a predicarles a los incircuncisos? Sí. Veamos lo que pasó más tarde en Antioquía de Siria.d En esta ciudad, había buenas relaciones entre los gentiles y los muchos judíos que vivían allí, así que ese era el lugar ideal para predicarles a los gentiles. Y allí fue donde algunos discípulos de origen judío empezaron a predicarles “a las personas de habla griega”, tanto a circuncisos como a incircuncisos (Hech. 11:20). Con la bendición de Jehová, “un gran número de personas se hicieron creyentes” (Hech. 11:21).

      ANTIOQUÍA DE SIRIA

      Esta ciudad estaba situada junto al río Orontes. Siguiendo el río, a unos 30 kilómetros (18 millas) estaba el puerto mediterráneo de Seleucia (Hech. 13:4). Viajando hacia el sur, a unos 550 kilómetros (350 millas) estaba Jerusalén. Antioquía fue fundada por Seleuco I Nicátor —el primer emperador del Imperio seléucida— en el año 300 antes de nuestra era. Como Antioquía era la capital de este Imperio, no tardó en convertirse en una ciudad muy importante. En el año 64 antes de nuestra era, el general Pompeyo conquistó Siria y la hizo provincia romana, pero Antioquía siguió siendo su capital. Para el siglo primero, en el Imperio romano solo Roma y Alejandría eran más grandes y prósperas.

      Antioquía era un centro político y comercial. Por ella pasaban las mercancías de toda Siria para exportarlas a los demás países del mar Mediterráneo. Un comentarista bíblico señaló: “Debido a su situación entre el mundo urbanizado del Mediterráneo y el desierto oriental, era aún más cosmopolita que la mayoría de las ciudades helenistas”. Además, allí vivían muchos judíos, y Flavio Josefo dice que ellos “convirtieron a muchos griegos a su religión”.

      20, 21. ¿Cómo demostró Bernabé que era humilde, y cómo podemos imitarlo en nuestro ministerio?

      20 ¿Quién se encargaría de atender los “campos blancos” de Antioquía? La congregación de Jerusalén envió a Bernabé. Pero había tanta gente que quería escuchar las buenas noticias que él solo no daba abasto. ¿Y quién mejor para ayudarlo que Saulo, el futuro apóstol a las naciones? (Hech. 9:15; Rom. 1:5). Lejos de verlo como a un posible rival, Bernabé fue humilde y reconoció que necesitaba ayuda. Él mismo fue a buscarlo a Tarso y luego estuvieron un año juntos edificando a los discípulos de Antioquía (Hech. 11:22-26a).

      21 ¿Cómo podemos demostrar humildad en nuestro ministerio? Reconociendo que a veces necesitamos ayuda. Todos tenemos nuestros puntos fuertes y débiles. Por ejemplo, a algunos se les da muy bien predicar informalmente o de casa en casa, pero les cuesta trabajo hacer revisitas y empezar cursos bíblicos. Si vemos que necesitamos trabajar en una determinada faceta, tomemos la iniciativa y busquemos ayuda. Así seremos mejores maestros y nos sentiremos más felices (1 Cor. 9:26).

      “Decidieron enviarles ayuda [...] a los hermanos” (Hechos 11:26b-30)

      22, 23. ¿Cómo demostraron los cristianos de Antioquía que de verdad querían a sus hermanos, y cómo seguimos hoy su ejemplo los cristianos?

      22 El relato sigue diciendo: “Fue en Antioquía donde, por dirección divina, a los discípulos se les llamó cristianos por primera vez” (Hech. 11:26b). Ese nombre, que el propio Dios eligió, describe bien a quienes viven como Cristo enseñó. Ahora bien, ¿llegarían a quererse como hermanos los cristianos gentiles y los de origen judío? Para saberlo, veamos lo que sucedió alrededor del año 46, cuando hubo una época de hambre.e Los periodos de hambre eran especialmente difíciles para los pobres, porque no tenían ahorros ni reservas de alimentos. Al parecer, en aquel momento esa era la situación de muchos cristianos de origen judío que vivían en Judea. Cuando los hermanos de Antioquía se enteraron, todos —tanto judíos como gentiles— “decidieron enviarles ayuda” (Hech. 11:29). ¡Se nota que los querían de verdad!

      23 Hoy pasa lo mismo: cuando nos enteramos de que nuestros hermanos necesitan ayuda, hacemos todo lo posible por dársela, incluso si viven en otro país. Los Comités de Sucursal organizan rápidamente Comités de Socorro para atender a los afectados por huracanes, terremotos, tsunamis y otros desastres naturales. Así demostramos que de verdad nos queremos como hermanos (Juan 13:34, 35; 1 Juan 3:17).

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    Demos “un testimonio completo sobre el Reino de Dios”
    • d Vea el recuadro “Antioquía de Siria”.

      e Según el historiador judío Josefo, esta “época de gran hambre” tuvo lugar durante el reinado del emperador Claudio (41-54 e. c.).

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