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  • Las trágicas consecuencias de la infidelidad
    ¡Despertad! 1999 | 22 de abril
    • “¿Será la reconciliación el remedio en nuestro caso? —quizás se pregunte usted—, ¿o debo obtener el divorcio?” Sobre todo si la relación matrimonial ha sido tirante, podría resultar muy tentador apresurarse a concluir que el divorcio es la solución a los problemas. “Después de todo —tal vez razone—, la Biblia autoriza el divorcio en caso de infidelidad conyugal.” (Mateo 19:9.) Por otro lado, puede que concluya que la Biblia no hace hincapié en el divorcio y, por lo tanto, considere que es mejor reconciliarse y reconstruir y consolidar el matrimonio.

      Divorciarse o no del cónyuge infiel es una decisión personal. Sin embargo, ¿cómo saber qué camino tomar? En primer lugar, sírvase examinar algunos de los factores que le ayudarán a determinar si es posible la reconciliación.

  • ¿Es posible la reconciliación?
    ¡Despertad! 1999 | 22 de abril
    • ¿Es posible la reconciliación?

      “Es fácil iniciar los trámites del divorcio de manera impulsiva —observa el libro Couples in Crisis (Matrimonios en crisis)— y, sin embargo, debe haber muchos matrimonios que en esencia valen la pena y que podrían salir airosos si resolvieran los problemas.”

      ESTE comentario armoniza con una antiquísima enseñanza de Jesucristo sobre el divorcio. Aunque él dijo que al cónyuge inocente le está permitido obtener el divorcio en caso de infidelidad, no indicó que fuera una obligación hacerlo (Mateo 19:3-9). Puede que el cónyuge fiel tenga razones para intentar salvar su matrimonio. Quizás el transgresor aún ame a su esposa,a o tal vez sea un marido y un padre cariñoso que mantiene debidamente a su familia. Teniendo en cuenta sus propias necesidades y las de sus hijos, el cónyuge fiel puede optar por la reconciliación en vez del divorcio. De ser así, ¿qué factores debe considerar, y cómo puede superar las dificultades que entraña la reconstrucción del matrimonio?

      Ante todo, cabe indicar que ni el divorcio ni la reconciliación son fáciles. Tampoco el simple hecho de perdonar al cónyuge adúltero soluciona los problemas de fondo de la pareja. Por lo general, para salvar un matrimonio se necesita un dolorosísimo examen de conciencia, comunicación franca y mucho empeño. Los esposos a menudo subestiman el tiempo y el esfuerzo que exige rehacer un matrimonio dañado. Con todo, muchos han perseverado y han sido recompensados con una unión estable.

      Interrogantes que deben contestarse

      Para tomar una decisión bien fundada, el cónyuge fiel debe aclarar sus sentimientos y saber qué posibilidades de elección tiene. Podría reflexionar sobre las siguientes preguntas: ¿Desea él volver? ¿Ha terminado definitivamente la relación adúltera, o se muestra reacio a hacerlo de inmediato? ¿Ha dicho que lo siente? En ese caso, ¿se ha arrepentido sinceramente y siente remordimientos por lo que hizo, o tiende a culparme de su falta? ¿En verdad lamenta el daño que ha causado, o solo está acongojado porque su relación ilícita ha salido a la luz y se ha visto malograda?

      ¿Y qué ocurrirá en el futuro? ¿Ha empezado a rectificar las actitudes y acciones que lo condujeron al adulterio? ¿Está firmemente resuelto a no volver a cometer el mal, o todavía tiende a coquetear y a formar lazos emocionales indebidos con personas del sexo opuesto? (Mateo 5:27, 28.) ¿Se ha comprometido del todo a rehacer el matrimonio? Si es así, ¿qué está haciendo a tal efecto? Las respuestas apropiadas a estos interrogantes pueden servir de base para creer que es posible restaurar el matrimonio.

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