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¿Quién protege la fauna africana?¡Despertad! 1993 | 8 de noviembre
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¿Quién protege la fauna africana?
POR EL CORRESPONSAL DE ¡DESPERTAD! EN ÁFRICA DEL SUR
SE HAN hecho algunos comentarios crueles acerca de cómo ven los africanos su patrimonio fáunico. ‘No sienten un verdadero aprecio por él; simplemente lo ven como una fuente de alimento y de dinero’, dicen algunos visitantes. ¿Qué les ha llevado a tales conclusiones? Las reservas suelen estar llenas de turistas occidentales, y apenas acuden a ellas los naturales de la zona. En cierta ocasión, un jefe zulú de África del Sur explicó: “Hay dificultades para que los negros visiten las reservas de caza. Para nosotros, la conservación de la fauna es un lujo, y solo un puñado de negros tienen los medios económicos para disfrutarlo”.
A diferencia de sus antepasados, muchos africanos hoy crecen en barrios urbanos pobres, insalubres y hacinados, totalmente aislados de la fauna autóctona, y los que habitan las zonas rurales suelen hallarse abandonados y sumidos en la pobreza. “Solo los que tienen el estómago lleno pueden permitirse el lujo de conservar la fauna meramente por razones estéticas, culturales y educativas”, explicó cierto guarda de caza de un país del África occidental.
A pesar de estos factores negativos, la fauna es un motivo que predomina en el arte de África, como puede comprobarse en las tiendas de artesanía africana. Además, los hallazgos arqueológicos indican que los animales salvajes han sido tema de dicho arte desde tiempos remotos. ¿No demuestra ese hecho que en África también se valora la fauna desde el punto de vista estético?
Considere el caso de Abel y Rebecca, que han pasado varios períodos de vacaciones en reservas de caza del sur de África. Sin embargo, ambos se criaron en suburbios negros de África del Sur. El interés de Rebecca por la fauna nació como consecuencia de sus visitas a los parques zoológicos públicos de Johannesburgo y Pretoria. “De niña —explica ella—, solo veía animales salvajes cuando íbamos a esos zoológicos.”
El amor de Abel por la fauna empezó de otra manera. Solía pasar las vacaciones escolares con sus abuelos, que vivían en el campo. “Mi abuelo —comenta— me señalaba diferentes animales y me explicaba sus costumbres. Recuerdo que me hablaba del tejón abejero y de un ingenioso pajarillo, el indicador gorginegro, que por lo visto conduce a los animales hacia las colmenas.” Abel narra la fascinante experiencia que tuvo a la edad de 12 años:
“Un día, mientras paseábamos por el campo, mi abuelo me señaló un pajarillo que parecía llamarnos. Era un indicador gorginegro. Se puso a volar de arbusto en arbusto, y nosotros le seguimos durante más de media hora. Finalmente se posó sobre una rama y dejó de llamarnos. Mi abuelo dijo que la colmena debía estar cerca y que teníamos que buscarla. En efecto, pronto vimos unas abejas introducirse en un agujero que había debajo de una roca. Con mucho cuidado, mi abuelo sacó un poco de miel. A continuación partió un trozo del panal, que contenía algunas larvas, y lo colocó sobre la roca. Esta era su manera de dar las gracias al pajarillo por conducirnos a la colmena.”
Esta notable relación entre el hombre y el indicador gorginegro ha sido bien documentada por los ornitólogos. “Jamás olvidaré aquella experiencia —continúa Abel—. Hizo que deseara aprender más sobre la fauna.”
Un ex guerrero masai de Tanzania llamado Solomon ole Saibull, que posteriormente llegó a ser conservacionista fáunico, puso los asuntos en su debida perspectiva cuando explicó respetuosamente a cierto autor occidental: “Conozco a un buen número de africanos que no solo aprecian la rentabilidad de conservar la fauna, sino también los valores intangibles [...]. Son africanos que pueden sentarse y contemplar cómo la Naturaleza se manifiesta de maneras sutilmente distintas. El sol que se pone sobre las colinas de color malva, el exuberante paisaje con sus ríos y valles, la diversidad y abundancia de criaturas en total libertad: toda una multitud de fenómenos fascinantes. ¿Quién puede decir que este sentido de lo estético sea privativo de Europa y América?”.
En efecto, desde los humildes moradores de los suburbios negros hasta los científicos más cultos, ¿quién no se queda impresionado ante el patrimonio fáunico de África? Una estudiante alemana de Veterinaria que visitó recientemente África del Sur y el Parque Nacional de Kruger dijo: “Para mí, lo más interesante y seductor de este país son la naturaleza y la fauna. Como en Alemania tenemos poca variedad de animales grandes y poco espacio, la recreación en plena naturaleza y la conservación a semejante escala es algo que me resulta totalmente desconocido”.
Los turistas también se sienten atraídos a las enormes reservas de animales que hay en Botsuana, Namibia y Zimbabue. Sin embargo, la mayor concentración de animales grandes de África quizás se encuentre en el Parque Nacional del Serengeti (de Tanzania) y en la reserva de caza Masai Mara (de Kenia), así como en sus inmediaciones. Estos famosos parques lindan entre sí, y no hay cercas que impidan el libre movimiento de los animales. “Entre ambos —explica la revista International Wildlife—, los parques Serengeti y Mara mantienen una de las mayores poblaciones de animales del mundo: 1.700.000 ñus, 500.000 gacelas, 200.000 cebras y 18.000 alces africanos, además de una cantidad considerable de elefantes, leones y guepardos.”
John Ledger, director de la revista sudafricana Endangered Wildlife, visitó por primera vez Kenia en 1992 y describió lo que vio como ‘un sueño hecho realidad’. El Masai Mara —escribió— “debe ser como los paisajes de antaño que Cornwallis Harris [autor y cazador del siglo XIX] contempló mientras exploraba la región interior de África del Sur en los años veinte del siglo pasado. Prados ondulados, árboles espinosos dispersos y numerosos animales salvajes hasta donde alcanza la vista.”
La sombra de una gloria pasada
Lamentablemente, en gran parte de África hoy vemos muchos menos animales de los que vieron los pobladores europeos de siglos pasados. Por ejemplo, en 1824 se estableció el primer hombre blanco en lo que llegó a ser la colonia británica de Natal (actualmente una provincia de África del Sur). Había tantos animales en la pequeña colonia, que los trofeos de caza y otros productos relacionados constituían su principal comercio. En un solo año se exportaron desde el puerto de Durban hasta 62.000 pieles de ñu y de cebra, y en otro año singular se exportaron más de 19 toneladas de marfil. En poco tiempo la población blanca había aumentado a más de treinta mil personas, pero casi toda la caza había sido aniquilada. “Queda muy poca caza”, dijo en 1878 un magistrado de Natal.
La misma historia lamentable se repite en otras partes de África donde los gobiernos coloniales permitieron que continuara la exterminación de la fauna hasta bien entrado el siglo XX. Considere lo ocurrido en Angola, que obtuvo la independencia de Portugal en 1975. “El historial del anterior régimen colonial —escribe Michael Main en su libro Kalahari— no es impresionante. Con el fin de abrir el distrito de Huila para la ganadería, el famoso Diploma Legislativo Número 2242 del año 1950 declaró que la región era zona de caza no restringida. Como resultado tuvo lugar una matanza en masa de animales [...]. Prácticamente se eliminó todo mamífero grande. Se ha calculado que desaparecieron 1.000 rinocerontes negros, varios miles de jirafas y decenas de miles de ñus, cebras y búfalos cafres. El Diploma no se revocó en casi dos años y medio, pero para entonces el daño ya estaba hecho y no quedaban animales.”
¿En qué situación está la fauna africana hoy día, y qué futuro le aguarda?
[Fotografía en la página 4]
No hace mucho, en África del Sur se daba muerte anualmente a innumerables millares de animales salvajes para conseguir trofeos y pieles
[Reconocimiento]
Cortesía de Africana Museum, Johannesburgo
[Recuadro en la página 5]
La rentabilidad de las reservas de animales
Se calcula que la extensión total ocupada por las reservas de caza y los parques nacionales esparcidos por el vasto continente africano es de 850.000 kilómetros cuadrados, una superficie mucho mayor que la de Gran Bretaña y Alemania juntas.
En muchas de estas reservas de animales puede verse a los llamados cinco grandes: el elefante, el rinoceronte, el león, el leopardo y el búfalo cafre. Desde las majestuosas águilas que planean en los cielos hasta los humildes escarabajos peloteros que hacen rodar bolas de excremento a través de los caminos, existen numerosas criaturas que deslumbran al visitante.
Miles de turistas extranjeros aprecian la fauna africana, y todos los años dejan más de mil millones de dólares (E.U.A.) en los países que acogen a estos entusiastas de la fauna. Nadie puede negar que las reservas de animales son rentables.
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¿Hay espacio suficiente para el hombre y los animales?¡Despertad! 1993 | 8 de noviembre
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¿Hay espacio suficiente para el hombre y los animales?
¿POR qué disminuye la fauna en tantas partes de África? (Véase el recuadro de la página opuesta.) Hay quienes atribuyen la culpa al rápido crecimiento demográfico en el continente.
Algunas partes de África, especialmente las ciudades y sus alrededores, están superpobladas. Además, en las regiones rurales el ganado de muchos campesinos casi ha agotado los pastos. Considere, por ejemplo, las populosas regiones de Venda, Gazankulu y Kangwane, que rodean el Parque Nacional de Kruger. Estos estados negros se formaron durante la anterior política segregacionista sudafricana y su densidad demográfica oscila entre 70 y 100 personas por kilómetro cuadrado. Cruzar estas regiones para pasar unos días de vacaciones en el Parque Nacional de Kruger puede ser una experiencia inquietante. “Las comunidades que viven en las inmediaciones [...] son pobres, y la mayoría de los habitantes están desempleados y hambrientos”, explica el periódico sudafricano Sowetan. Otro periódico local, The Natal Witness, afirma: “En el interior de la valla los animales medran en la abundancia”.
Según informes recientes, las autoridades del Parque de Kruger tratan de hacer algo más para ayudar a las personas que viven en las proximidades. Pero ¿qué pasaría si se quitaran todas las vallas y no se restringiera la entrada a cazadores, ganaderos y pobladores? Los conservacionistas temen que con el tiempo se aniquilaría la mayor parte de la fauna, como ha sucedido en otros países.
Las reservas de caza bien administradas desempeñan un papel fundamental en la conservación de la fauna, en especial en regiones densamente pobladas. Además, pueden atraer el turismo extranjero y convertirse en una importante fuente de imprescindibles divisas. (Véase el recuadro de la página 5.) “Estas zonas —concluye el periodista africano Musa Zondi en el artículo del Sowetan ya citado— también proporcionan oportunidades de empleo a miles de personas, especialmente a las que viven en las inmediaciones. Además, este es nuestro patrimonio. No podríamos legar a nuestros hijos nada mejor que estos lugares.”
¿Es la superpoblación la única amenaza?
La explosión demográfica no es el único peligro que amenaza la fauna africana. Considere, por ejemplo, cuatro extensos países africanos limítrofes: Namibia, Botsuana, Angola y Zambia. Tienen una superficie combinada mayor que la India; sin embargo, la densidad demográfica es en conjunto de solo 6 personas por kilómetro cuadrado, no mucho en comparación con la densidad demográfica de países como Alemania, con 222 personas por kilómetro cuadrado; Gran Bretaña, con 236 por kilómetro cuadrado, y la India, con 275 por kilómetro cuadrado. En realidad, la densidad demográfica media de toda África —22 personas por kilómetro cuadrado— está muy por debajo de la media mundial, que es de 40 personas por kilómetro cuadrado.
“La población de África está aumentando con rapidez —admite el autor zambiano Richard Bell en el libro Conservation in Africa (La conservación en África)—, pero la densidad demográfica total todavía es relativamente baja, excepto en algunas concentraciones localizadas.”
Las enfermedades, las devastadoras sequías, las operaciones de caza furtiva internacional, las guerras civiles y el estado de abandono en que se encuentran los habitantes de las zonas rurales contribuyen a la disminución de la fauna africana.
El enfrentamiento entre la anterior Unión Soviética y Occidente resultó en conflictos por toda África, y ambos bandos enviaron masivamente armas ultramodernas al continente africano. Algunas de las armas automáticas muchas veces se han utilizado para matar animales a fin de alimentar a los soldados hambrientos y obtener más armas con la venta de colmillos de elefante, cuernos de rinoceronte y otros trofeos y productos relacionados. La rápida aniquilación de la fauna no terminó con el fin de la Guerra Fría. Las armas aún están en África. Respecto a la guerra civil de Angola, la revista Africa South dijo: “La caza furtiva, corriente ya durante la guerra, se ha intensificado desde el alto el fuego porque no se ha controlado a los combatientes desmovilizados”. La guerra se ha reanudado desde entonces.
Muchos cazadores furtivos arriesgan su vida por las enormes cantidades de dinero implicadas. “Un solo cuerno [de rinoceronte] puede venderse por 25.000 dólares (E.U.A.)”, comenta el periódico africano The Star. El Dr. Esmond Martin, un conservacionista, visitó un país asiático en 1988 y descubrió que el precio del kilogramo de cuerno de rinoceronte había aumentado en tres años de 1.532 dólares a 4.660 dólares.
¿Quién llegará primero?
Se han tomado medidas drásticas para atraer la atención pública hacia la amenaza provocada por la demanda de marfil y cuerno de rinoceronte. En julio de 1989, millones de telespectadores de todo el mundo vieron a Daniel arap Moi, presidente de Kenia, prender fuego a una pila de 12 toneladas de marfil cuyo valor se estimaba entre tres millones y seis millones de dólares. Se preguntó al Dr. Richard Leakey, director del proyecto para la conservación de la fauna salvaje en Kenia, cómo podía justificarse semejante pérdida. “No habríamos podido convencer a los estadounidenses, canadienses o japoneses para que dejaran de comprar marfil si hubiéramos continuado vendiéndolo”, respondió. En efecto, tales medidas motivaron a muchas personas a cooperar con una prohibición internacional del tráfico de marfil. La demanda de productos de marfil ha disminuido de manera perceptible.
La situación es diferente con respecto a los rinocerontes. Aunque el presidente de Kenia en 1990 prendió fuego a un montón de cuernos de rinoceronte, valorados en millones de dólares, la demanda continúa. (Véase el recuadro “Por qué es tan popular el cuerno de rinoceronte”, página 9.) A fin de proteger a la menguante población de rinocerontes, algunos países han recurrido a serrar los cuernos de estos animales. A veces se convierte en una desesperada carrera para ver quién llegará primero: los conservacionistas con su dardo inmovilizador, o el cazador furtivo con su mortífera arma automática.
Una nueva orientación del conservacionismo
Los cazadores y los conservacionistas occidentales desde hace mucho tiempo aprecian la habilidad de la gente del campo para rastrear animales. En efecto, muchos africanos poseen un extraordinario conocimiento de la fauna. “Mucho de este conocimiento —explica Lloyd Timberlake en su libro Africa in Crisis— se transmite por vía oral, y como los africanos dejan el campo para trasladarse a las ciudades, existe el peligro de que desaparezca. [...] De modo que el mundo corre el riesgo de perder lo que [...] la antropóloga Leslie Brownrigg ha denominado ‘muchos siglos-persona de investigación científica humana [la investigación acumulada en el transcurso de muchos siglos]’.”
En el pasado, cuando los gobiernos coloniales crearon parques nacionales, echaron a los nativos, que por siglos habían dependido de la fauna salvaje como fuente de alimento. En la actualidad, algunos gobiernos africanos están buscando la ayuda de estos granjeros por tanto tiempo olvidados. “En varias naciones del sur de África —informa el Instituto Worldwatch—, el estado ha cedido el control exclusivo de la fauna salvaje. A las comunidades rurales que viven en diez de las treinta y una Zonas de Control de Caza de Zambia se les han concedido ciertos derechos sobre la fauna; la caza furtiva ha disminuido mucho y, en consecuencia, las poblaciones de animales salvajes parece que se están recuperando.” También se han producido resultados positivos cuando los nativos de las zonas rurales han llevado a cabo sus propias medidas conservacionistas, como ha sucedido en el caso de los rinocerontes negros y los elefantes del desierto de Kaokoland (Namibia), en las reservas de caza de Kangwane (África del Sur) y en otros países africanos.
A pesar de esta prometedora tendencia, los conservacionistas siguen preocupados por el futuro. En el mejor de los casos, esta nueva dirección es solo una solución temporal. A la larga, el rápido aumento de la población humana sigue siendo una amenaza. “Se calcula que durante el próximo siglo —explica la revista U.S.News & World Report— la población humana aumentará en aproximadamente 5.000 millones, principalmente en los países en vías de desarrollo, que, no por coincidencia, son también los últimos refugios de fauna salvaje en el planeta.”
Cuando la población humana se adentra en los espacios naturales, se crea un conflicto entre el hombre y los animales. “Muchas especies de animales africanos grandes, como el elefante, el hipopótamo, el rinoceronte, el búfalo, el león y el cocodrilo, así como algunos de los antílopes, primates y cerdos más grandes, son incompatibles con la mayoría de las formas de explotación rural”, explica el libro Conservation in Africa.
En vista de que el hombre aparentemente no tiene la solución para la supervivencia a largo plazo de la fauna salvaje africana, ¿quién la tiene?
[Gráfico/Fotografías en la página 8]
(Para ver el texto en su formato original, consulte la publicación)
Cuadro comparativo del descenso de la población animal en el delta de Marromeu 1979-1990
2.720
1.000
1979 Cebras 1990
55.000
3.696
1979 Búfalos 1990
1.770
260
1979 Hipopótamos 1990
45.000
4.480
1979 Antílopes acuáticos 1990
[Reconocimiento]
Inferior izquierda: Safari-Zoo de Ramat-Gan, Tel Aviv
[Recuadro/Fotografías en la página 9]
Por qué es tan popular el cuerno de rinoceronte
“AGUA antifebril de cuerno de rinoceronte de la marca Tres Patas.” Según Daryl y Sharna Balfour, autores del libro Rhino (Rinoceronte), ese es el nombre de un popular medicamento que se vende en Malaysia. En la etiqueta de esta supuesta medicina aparece la siguiente explicación: “Este medicamento ha sido preparado cuidadosamente con los mejores cuernos de rinoceronte y fármacos antifebriles bajo la directa supervisión de especialistas. Este asombroso medicamento proporciona, como por arte de magia, alivio inmediato a los que padecen malaria, temperatura alta, fiebre que afecta el corazón y las cuatro extremidades, mareos climáticos, demencia, dolor de muelas, etc.”. (Las cursivas son nuestras.)
Estas creencias están muy extendidas en los países asiáticos. El cuerno de rinoceronte, líquido o en polvo, se puede conseguir fácilmente en muchas ciudades de Asia. Con la esperanza de contrarrestar su popularidad, Daryl y Sharna Balfour afirman: “Tomar una dosis de cuerno de rinoceronte tiene el mismo valor medicinal que comerse las uñas”.
En Yemen el cuerno de rinoceronte se aprecia por otra razón: para hacer empuñaduras de dagas. Durante la década de los setenta el país importó más de 22 toneladas de cuerno de rinoceronte, y es difícil encontrar un material adecuado que lo reemplace. “Los yemeníes —explican los mencionados autores— opinan que en lo que respecta a durabilidad y apariencia, no hay nada mejor que el cuerno de rinoceronte. [...] Cuanto más viejas son [las empuñaduras], mejor aspecto tienen, pues con el tiempo adquieren una traslucidez similar a la del ámbar.”
[Recuadro/Mapa en la página 7]
(Para ver el texto en su formato original, consulte la publicación)
Las reservas de caza africanas desempeñan un papel fundamental en la conservación de muchas especies
“Los búfalos han disminuido de 55.000 a menos de 4.000; los antílopes acuáticos, de 45.000 a menos de 5.000; las cebras, de 2.720 a unas 1.000, y los hipopótamos han pasado de 1.770 a unos 260.” (Según una comparación de dos recuentos aéreos llevados a cabo en 1979 y 1990 en el delta de la región de Marromeu [Mozambique] que se publicó en la revista African Wildlife de marzo/abril de 1992.)
“En 1981, unas cuarenta y cinco mil cebras migraron a través de los prados y las selvas [del norte de Botsuana]. Sin embargo, para 1991 solo unas siete mil completaron el mismo viaje.” (De la revista Getaway de noviembre de 1992, en un comentario sobre la videocinta de fauna Patterns in the Grass [Rayas en la hierba].)
“Durante nuestra visita [a Togo (África occidental)] encontramos una interesante e inesperada población de elefantes africanos de selva en la Reserva Natural de Fosse aux Lions [...]. Un censo aéreo realizado en marzo de 1991 arrojó un total de 130 animales. [...] [No obstante, en menos de un año] la cantidad ha bajado a 25.” (Informe publicado en la revista African Wildlife de marzo/abril de 1992.)
[Mapa]
ÁFRICA
MARRUECOS
SAHARA OCCIDENTAL
MAURITANIA
ARGELIA
MALÍ
TÚNEZ
LIBIA
NÍGER
NIGERIA
EGIPTO
CHAD
SUDÁN
YIBUTI
ETIOPÍA
REPÚBLICA CENTROAFRICANA
CAMERÚN
CONGO
Cabinda (Angola)
GABÓN
ZAIRE
UGANDA
KENIA
SOMALIA
TANZANIA
ANGOLA
ZAMBIA
MALAUI
NAMIBIA
ZIMBABUE
MOZAMBIQUE
BOTSUANA
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ÁFRICA DEL SUR
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GUINEA-BISSAU
GUINEA
BURKINA FASO
BENÍN
SIERRA LEONA
LIBERIA
CÔTE D’IVOIRE
GHANA
TOGO
GUINEA ECUATORIAL
RUANDA
BURUNDI
SUAZILANDIA
LESOTO
Mar Mediterráneo
Mar Rojo
Océano Índico
Regiones citadas en el artículo
Reserva Natural de Fosse aux Lions
Reserva de caza Masai Mara
Parque Nacional del Serengeti
Delta de Marromeu
Parque Nacional de Kruger
Principales parques nacionales
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