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¿Se puede evitar el envejecimiento?¡Despertad! 2006 | mayo
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¿Se puede evitar el envejecimiento?
“Setenta son los años que vivimos; los más fuertes llegan hasta ochenta [...]. ¡Los años pronto pasan, lo mismo que nosotros!” (SALMO 90:10, VERSIÓN POPULAR.)
IMAGÍNESE lo que sería estar siempre en la flor de la vida, disfrutando de buena salud física y mental. ¿Le suena eso a fantasía? Pues bien, fíjese primero en este curioso dato: aunque algunas especies de loros viven cien años, los ratones difícilmente superan los tres. Tal diferencia en la duración de la vida ha llevado a algunos biólogos a la siguiente conclusión: debe haber una causa que explique el envejecimiento, y, si hay una causa, también puede haber una cura.
La búsqueda de un tratamiento eficaz contra el proceso del envejecimiento atrae inversiones de las compañías farmacéuticas. Y a quienes nacieron después de la II Guerra Mundial y ya rondan los 60 años, dicho proceso les toca muy de cerca, así que tienen gran interés por encontrar la manera de retrasarlo.
El estudio del envejecimiento se ha convertido en un asunto prioritario también para muchos investigadores de los campos de la genética, la biología molecular, la zoología y la gerontología. El libro Por qué envejecemos, de Steven Austad, dice: “Ahora se nota una tenue aunque palpable excitación en los encuentros de gerontólogos. Estamos descubriendo los procesos fundamentales del envejecimiento”.
Existen numerosas teorías acerca del envejecimiento. Una de ellas lo atribuye al desgaste natural, y otra, a la programación genética. Hay quienes piensan que la respuesta se halla en ambas teorías. ¿Cuánto se sabe realmente del envejecimiento? ¿Es realista esperar que se encuentre un tratamiento que lo combata?
[Ilustraciones y tabla de las páginas 2 y 3]
(Para ver el texto en su formato original, consulte la publicación)
DURACIÓN APROXIMADA DE LA VIDA
Abeja
90 días
↓
Ratón
3 años
↓
Perro
15 años
↓
Mono
30 años
↓
Caimán
50 años
↓
Elefante
70 años
↓
Ser humano
80 años
↓
Loro
100 años
↓
Tortuga gigante
150 años
↓
Secuoya gigante
3.000 años
↓
Pino de piñas erizadas
4.700 años
[Ilustración de la página 3]
Algunas especies de loros viven cien años; en contraste, los seres humanos viven unos ochenta.
Por eso, los investigadores se preguntan por qué envejecemos
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¿Por qué envejecemos?¡Despertad! 2006 | mayo
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¿Por qué envejecemos?
“Pocos son los días, y muchos los problemas, que vive el hombre nacido de mujer.” (JOB 14:1, NUEVA VERSIÓN INTERNACIONAL.)
QUIZÁ usted piense que es inevitable que los seres vivos se deterioren. Puesto que los automóviles y los electrodomésticos de uso diario con el tiempo dejan de funcionar, es fácil dar por supuesto que los animales envejecen y mueren por un proceso similar. Sin embargo, el profesor de Zoología Steven Austad explica: “Los organismos vivos difieren muchísimo de las máquinas. El carácter definidor fundamental de los seres vivos podría ser su capacidad de autorreparación”.
Aunque la forma en que el cuerpo se repara a sí mismo después de sufrir una lesión es maravillosa, las reparaciones que efectúa de manera rutinaria son, en cierto modo, aún más increíbles. Pensemos en los huesos, por ejemplo. La revista Investigación y Ciencia explica: “El hueso, de apariencia inerte, es, sin embargo, un tejido vivo, que se destruye y se renueva sin cesar en el curso de la vida entera. Tal regeneración supone una renovación completa del esqueleto cada 10 años”. Otros tejidos corporales se renuevan más a menudo. Algunas células de la piel, el hígado y los intestinos se reemplazan casi a diario. Cada segundo, nuestro organismo produce unos veinticinco millones de células de reemplazo. Si todos los tejidos del cuerpo no se repararan o reemplazaran de continuo, envejeceríamos en plena niñez.
Cuando los biólogos empezaron a estudiar las moléculas que componen las células vivas, aún se hizo más evidente la capacidad del organismo humano para regenerarse. A cada nueva célula de reemplazo se le dota de una copia del ADN, la molécula que contiene gran parte de la información necesaria para reproducir un cuerpo completo. Imagínese cuántas veces se habrá duplicado el ADN, y no solo en el caso suyo, sino en el de toda la humanidad a lo largo de la historia. Para comprender mejor lo increíble que esto resulta, piense en lo que sucedería si fotocopiara un documento y luego hiciera una copia de la copia resultante, y así sucesivamente. Sin duda las copias serían cada vez peores, hasta llegar a hacerse ilegibles. Afortunadamente, nuestro ADN no se deteriora ni se desgasta en las sucesivas divisiones de nuestras células. ¿Por qué? Porque las células tienen muchas maneras de reparar los errores que surgen al copiar el ADN. Si no fuera así, hace mucho que la humanidad habría dejado de existir.
Puesto que todas las partes del organismo —desde los componentes principales hasta las diminutas moléculas— tienen la mencionada capacidad de autorrepararse, el desgaste natural no explica del todo el envejecimiento. Los numerosos sistemas del cuerpo humano se regeneran o reemplazan a sí mismos por décadas, cada uno de una forma distinta y a un ritmo distinto. Entonces, ¿por qué empiezan a fallar todos ellos más o menos al mismo tiempo?
¿Está programado el envejecimiento?
¿Por qué vive el gato doméstico veinte años y sin embargo otro animal que tiene un tamaño parecido, la zarigüeya de Virginia, solo vive tres?a ¿Cómo se explica que el murciélago alcance entre 20 y 30 años de edad, y el ratón muera a los tres? ¿Por qué la tortuga gigante llega a los 150 años pero el elefante solo a 70? Factores tales como la dieta, el peso corporal, el tamaño del cerebro o el ritmo de vida no explican las diferencias de longevidad. La Encyclopædia Britannica dice: “Dentro del código genético se encuentran las instrucciones que determinan la edad límite de cada especie”. En efecto, la duración máxima de la vida está inscrita en los genes. Pero ¿qué lleva a que todas las funciones corporales comiencen a fallar al aproximarse dicho límite de edad?
John Medina, biólogo molecular, escribe: “Parece que hay unas señales misteriosas que se manifiestan en ciertos momentos y, sencillamente, les dicen a las células que abandonen sus funciones adultas normales”. También indica: “Hay genes que pueden decirles a las células, y a organismos enteros, que envejezcan y mueran”.
Podríamos comparar nuestro cuerpo a una empresa que marcha muy bien desde hace décadas pero cuya junta directiva repentinamente deja de contratar y preparar nuevo personal, ya no repara ni sustituye la maquinaria y cesa de efectuar el mantenimiento o las obras necesarias en las instalaciones. Seguro que en poco tiempo la empresa entrará en declive. La pregunta es: ¿por qué abandona la junta directiva su política anterior, que tan buenos resultados le ha dado hasta el momento? Los biólogos que estudian el envejecimiento se enfrentan a una cuestión parecida. El libro El reloj de la edad dice: “Uno de los mayores misterios de la investigación del envejecimiento es que las células dejen de duplicarse y vayan muriendo”.
¿Hay cura para la vejez?
Se ha dicho que el envejecimiento es “el más complejo de todos los problemas biológicos”. Tras décadas de ardua investigación, los científicos siguen sin descubrir su causa, y menos aún su cura. En el año 2004, la revista Scientific American publicó la siguiente advertencia de 51 especialistas en este campo: “Todavía no se ha demostrado que siquiera uno de los remedios que existen en el mercado retarde, detenga o invierta el proceso del envejecimiento humano”. Aunque la dieta y el ejercicio adecuados pueden mejorar la salud y disminuir el riesgo de morir prematuramente por enfermedad, no hay pruebas de que esos u otros factores retrasen el envejecimiento. Esto nos recuerda las siguientes palabras de Jesús, que aparecen en la Biblia: “¿Quién de ustedes, por medio de inquietarse, puede añadir un codo a la duración de su vida?” (Mateo 6:27).
John Medina resume así los progresos realizados en la búsqueda de un remedio contra el envejecimiento: “Para empezar, no sabemos en realidad por qué envejecemos. [...] Tras declarar la guerra al cáncer hace ya muchos años, no hemos encontrado todavía una cura. Y el envejecimiento es infinitamente más complicado que los mecanismos que se esconden tras el cáncer”.
Las investigaciones llevan a una conclusión fundamental
Las investigaciones sobre el funcionamiento de los seres vivos y las causas por las que envejecen no han truncado toda esperanza de prolongar la vida. Hay estudios que han llevado a algunos científicos a una inevitable conclusión que resulta fundamental para entender el envejecimiento. El bioquímico molecular Michael Behe escribe: “En las últimas cuatro décadas la bioquímica moderna ha develado los secretos de la célula. [...] El resultado de estos esfuerzos acumulativos para investigar la célula —para investigar la vida a nivel molecular— es un estridente, claro y penetrante grito de ‘¡Diseño!’”. En otras palabras: alguien inteligente diseñó los organismos vivos. Sin embargo, Behe no fue el primero en llegar a tal conclusión. Tras reflexionar en la estructura del cuerpo humano, un salmista de la antigüedad dijo: “De manera que inspira temor estoy maravillosamente hecho” (Salmo 139:14).
Si todos los seres vivos han sido diseñados, surge esta pregunta intrigante: ¿nos hizo el Creador para que viviéramos aproximadamente el mismo tiempo que muchos animales, o para que viviéramos más que ellos?
[Nota]
a La zarigüeya de Virginia, también llamada tlacuache y opossum común, es un marsupial que vive en Norteamérica.
[Comentario de la página 6]
‘ESTAMOS MARAVILLOSAMENTE HECHOS’
[Ilustración de las páginas 4 y 5]
¿Es el desgaste natural la causa del envejecimiento?
[Reconocimiento de la página 6]
ADN: foto: www.comstock.com
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¿Cuánto tiempo podemos vivir?¡Despertad! 2006 | mayo
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¿Cuánto tiempo podemos vivir?
“Que su carne se haga más fresca que en la juventud; que vuelva a los días de su vigor juvenil.” (JOB 33:25.)
CUANDO un perro muere a sus 10 ó 20 años de vida, probablemente ha hecho casi todo lo que se espera de los miembros de su especie: criar cachorros, perseguir gatos, enterrar huesos y proteger a su amo. Pero cuando un ser humano fallece a los 70 u 80 años de edad, solo ha utilizado una mínima parte de su potencial. Si le gustaba practicar deportes, es probable que haya destacado, a lo más, en uno o dos. Si le atraía la música, quizá haya llegado a dominar como máximo un par de instrumentos. Y si disfrutaba hablando con otras gentes en sus lenguas nativas, puede que haya conseguido hablar con soltura a lo sumo dos o tres idiomas. No hay duda de que si hubiera vivido más tiempo, habría tenido muchas más experiencias placenteras, como conocer más personas, descubrir cosas nuevas y acercarse más a Dios.
Tal vez usted se pregunte por qué dotaría Dios al hombre de una mente capaz de disfrutar de tantas cosas, para luego frustrarlo con una vida demasiado corta como para dedicarse a todas ellas. La brevedad de la existencia humana no parece encajar con el hecho evidente de que en la creación todo se hizo con un propósito. Puede que también se pregunte por qué crearía Dios al hombre con cualidades tan extraordinarias como la justicia y la compasión y, al mismo tiempo, con la tendencia a actuar mal.
Si usted viera un buen automóvil con una fea abolladura, ¿pensaría que esta forma parte de su diseño? Claro que no. Sin duda concluiría que en un principio el vehículo no era así, sino que salió de fábrica en buen estado y luego alguien le causó el desperfecto. De igual modo, cuando reflexionamos en el impresionante legado que constituye la vida humana, tenemos que deducir que en un principio no debió ser tal como la vemos ahora. La breve duración de nuestra vida y la tendencia a actuar mal son comparables a terribles abolladuras. Es obvio que alguien echó a perder el legado de la vida humana. Pero ¿quién fue? La Biblia señala a un claro culpable.
Si el hombre tenía en sus inicios la capacidad de vivir para siempre, ¿quién pudo haber dañado el legado que se transmitiría a todo individuo? Únicamente nuestro primer antepasado, aquel de quien todos provenimos. Cualquier otra persona tan solo podría haber dañado los genes de una parte de la humanidad, es decir, los de sus propios descendientes. La Palabra de Dios, la Biblia, concuerda con la anterior conclusión lógica al declarar: “Por medio de un solo hombre [Adán, el primer ser humano] el pecado entró en el mundo, y la muerte mediante el pecado, y así la muerte se extendió a todos los hombres” (Romanos 5:12). Por lo tanto, las Escrituras indican que fue Adán quien echó a perder nuestro legado. Ahora bien, ¿cómo era la vida humana al comienzo?
La vida humana tal como fue creada
Al decir que la muerte “entró en el mundo”, la Biblia da a entender que en un principio los seres humanos no tenían que morir. En su caso, la vejez y la muerte son consecuencia de la rebelión del primer hombre contra Dios. Los animales, en cambio, no fueron hechos para vivir eternamente (Génesis 3:21; 4:4; 9:3, 4).
A los seres humanos se nos creó distintos de los animales. Somos superiores a ellos, tal como los ángeles son superiores a nosotros (Hebreos 2:7). A diferencia de los animales, el hombre fue hecho “a la imagen de Dios” (Génesis 1:27). Además, la Biblia dice que Adán era “hijo de Dios”, pero no dice lo mismo de los animales (Lucas 3:38). Por consiguiente, tenemos buenas razones para creer que el hombre no está hecho para envejecer y morir. Dios no muere, así que no creó a sus hijos de manera que murieran (Habacuc 1:12; Romanos 8:20, 21).
Los registros históricos de las primeras generaciones de la humanidad arrojan más luz sobre cómo quería Dios que fuera la vida humana. En aquellos tiempos, la gente vivía siglos antes de envejecer. Adán, por ejemplo, llegó a los 930 años. Unas cuantas generaciones después, Sem, hijo de Noé, alcanzó solo los 600 años, y Arpaksad, nieto de Noé, 438 años (Génesis 5:5; 11:10-13).a Generaciones más tarde, Abrahán vivió 175 años (Génesis 25:7). Por lo visto, los efectos del pecado en la duración de la vida fueron progresivos: cuanto más se alejaba la humanidad del modelo original perfecto, menos tiempo vivía. Pero recordemos que el hombre fue hecho para vivir para siempre. La pregunta lógica es: ¿todavía quiere Dios que vivamos eternamente en la Tierra?
La liberación de la vejez
Jehová Dios había dicho que quien le desobedeciera y pecara lo pagaría con su propia vida. Por esta razón, no parecía haber esperanza alguna para los descendientes de Adán (Génesis 2:17). Sin embargo, las Sagradas Escrituras, inspiradas por Dios, ofrecieron la esperanza de que alguien nos redimiera, o librara, del proceso del envejecimiento. Leemos: “¡Líbralo de bajar al hoyo! ¡He hallado un rescate! Que su carne se haga más fresca que en la juventud; que vuelva a los días de su vigor juvenil” (Job 33:24, 25; Isaías 53:4, 12). En efecto, la Biblia presenta en estos versículos una maravillosa perspectiva: que alguien pagara un rescate para librarnos del proceso del envejecimiento.
Pero ¿quién podría pagar dicho rescate? Hacía falta algo mucho más valioso que todo el dinero del mundo. La Biblia dice respecto a los humanos imperfectos: “Ni uno de ellos puede de manera alguna redimir siquiera a un hermano, ni dar a Dios un rescate por él [...] para que todavía viva para siempre” (Salmo 49:7-9). Sin embargo, Jesucristo tenía algo más valioso que el dinero. Cuando estuvo en la Tierra, poseía vida humana perfecta porque, al ser hijo de Dios, fue protegido para que no heredara el pecado de Adán. Jesús dijo que había venido “para dar su alma en rescate en cambio por muchos”. También declaró: “He venido para que tengan vida, y la tengan en abundancia” (Mateo 20:28; Juan 10:10).
La esperanza de vivir para siempre fue uno de los temas principales de la predicación de Jesús. Su fiel apóstol Pedro le dijo en una ocasión: “Tú tienes dichos de vida eterna” (Juan 6:68). Pero ¿a qué se refiere la Biblia cuando habla de vida eterna?
Vida sin fin
La esperanza de los apóstoles de Jesús era disfrutar de vida sin fin en el cielo cuando formaran parte de su Reino (Lucas 22:29; Juan 14:3). No obstante, Jesús habló muchas veces del propósito de Dios para la Tierra (Mateo 5:5; 6:10; Lucas 23:43). Sus milagros y sus enseñanzas sobre la vida eterna confirmaron las promesas que Dios había hecho mucho antes mediante Isaías. Este profeta escribió: “Él realmente se tragará a la muerte para siempre, y el Señor Soberano Jehová ciertamente limpiará las lágrimas de todo rostro” (Isaías 25:8). Como vemos, la vida humana ya no consistirá en una breve juventud seguida de años de decadencia.
En el nuevo mundo de Dios, cuando los seres humanos fieles alcancen la perfección, ya no estarán sujetos al proceso del envejecimiento. La Biblia dice: “La creación misma también será libertada de la esclavitud a la corrupción y tendrá la gloriosa libertad de los hijos de Dios” (Romanos 8:21). ¡Imagínese! La gente nunca dejará de adquirir sabiduría y experiencia. Y con el paso de los siglos la vitalidad física de su juventud jamás menguará. ¿Llegará usted a ver ese día?
¿Cuánto tiempo vivirá usted?
Jesús indicó que, cuando llegara el día de juicio de Dios, la Tierra perdería una enorme cantidad de habitantes (Mateo 24:21, 22). Dijo: “Ancho y espacioso es el camino que conduce a la destrucción, y muchos son los que entran por él; mientras que angosta es la puerta y estrecho el camino que conduce a la vida, y pocos son los que la hallan” (Mateo 7:13, 14).
Para estar entre quienes disfrutarán de vida eterna, es preciso obtener el favor de Dios, y el primer paso para lograrlo es conocerlo a él. Jesús explicó: “Esto significa vida eterna, el que estén adquiriendo conocimiento de ti, el único Dios verdadero” (Juan 17:3). Es verdad que conocer bien a Dios exige esfuerzo, pero merece la pena. Para ganarse el pan diario también hay que esforzarse; sin embargo, Jesús comparó el conocimiento de Dios a alimento, y nos exhortó así: “Trabajen, no por el alimento que perece, sino por el alimento que permanece para vida eterna” (Juan 6:27). ¿No cree que vale la pena realizar cualquier esfuerzo que sea necesario para alcanzar la vida sin fin? (Mateo 16:26.)
Jesús dijo: “Tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo unigénito, para que todo el que ejerce fe en él no sea destruido, sino que tenga vida eterna” (Juan 3:16). De modo que la duración de su vida dependerá de cómo responda al amor de Dios.
[Nota]
a Hay quienes afirman que los años mencionados en estos relatos bíblicos son en realidad meses. No obstante, con relación a Arpaksad, por ejemplo, se dice que fue padre de Selah a los 35 años. Si ha de entenderse treinta y cinco meses, Arpaksad habría sido padre antes de cumplir tres años de edad, lo cual es claramente imposible. Por otra parte, los primeros capítulos de Génesis distinguen entre ciclos solares de años y ciclos lunares de meses (Génesis 1:14-16; 7:11).
[Comentario de la página 7]
AL CABO DE OCHENTA AÑOS DE VIDA, EL SER HUMANO SOLO HA UTILIZADO UNA MÍNIMA PARTE DE SU POTENCIAL
[Comentario de la página 8]
LOS SERES HUMANOS SOMOS SUPERIORES A LOS ANIMALES
[Ilustración de la página 7]
¿Forma parte del diseño del automóvil la abolladura?
[Ilustración de la página 9]
La Palabra de Dios dice que la gente volverá “a los días de su vigor juvenil”
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