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  • Sida: la epidemia continúa
    ¡Despertad! 1998 | 8 de noviembre
    • Sida: la epidemia continúa

      KAREN se crió en el oeste de Estados Unidos, y como testigo de Jehová, mantuvo unas normas morales elevadas durante toda su juventud.a En 1984, a los 23 años, se casó con Bill, un joven que se había hecho Testigo solo dos años antes. Su unión fue bendecida con dos hijos: un niño y una niña.

      Para 1991 el amor que se tenían se había hecho más profundo, y se sentían felices y satisfechos. A finales de ese año, a Bill le salió en la lengua una mancha blanca que no desaparecía, por lo que decidió ir al médico.

      Poco después, Karen y los niños se encontraban un día en el jardín, recogiendo hojas con el rastrillo. Bill se sentó en los escalones del porche y llamó a Karen para que se sentara a su lado. La rodeó con los brazos por la cintura y le dijo con lágrimas en los ojos que la amaba y que deseaba vivir con ella por toda la eternidad. Entonces, ¿a qué obedecían las lágrimas? El médico sospechaba que Bill se había infectado con el VIH, el virus del sida.

      La familia entera se hizo pruebas, y Bill y Karen salieron seropositivos. Por lo visto, Bill se había infectado antes de hacerse testigo de Jehová, y había transmitido la infección a Karen. En el caso de los niños, los resultados fueron negativos. Bill murió en menos de tres años. Karen dice: “No sé cómo expresar lo que se siente cuando ves al hombre que había sido tan apuesto, que amas y con el que quieres compartir la vida para siempre, consumirse lentamente y quedarse en la piel y los huesos. Pasé muchas noches llorando. Falleció tres meses antes de nuestro décimo aniversario de bodas. Fue un buen padre y un buen marido”.

      Un médico le dijo a Karen que ella también moriría pronto, pero aún está viva. No obstante, la infección ha progresado y ya se le ha manifestado el sida, aunque la enfermedad todavía se encuentra en las primeras fases.

      Karen es solo una de los aproximadamente treinta millones de seropositivos que tienen sida declarado, una cifra mayor a la de las poblaciones de Australia, Irlanda y Paraguay sumadas. Se estima que en África hay veintiún millones de enfermos de sida. Según los cálculos de las Naciones Unidas, para principios del siglo XXI esa cifra podría ascender a 40 millones de personas. Un informe de la ONU dice que el sida se ha convertido en una de las peores epidemias de la historia. El 1% de todas las personas del mundo que llevan una vida sexual activa y cuyas edades oscilan entre los 15 y los 49 años ya están infectadas con el VIH. De estas, solo 1 de cada 10 sabe que tiene el virus. En algunas partes de África, el 25% de los adultos son seropositivos.

      Desde que empezó la epidemia en 1981, han muerto de sida 11,7 millones de personas. Se calcula que tan solo en 1997 perecieron 2,3 millones. Pero hay nuevas razones para ser optimistas tocante a la batalla contra el sida. La cantidad de casos nuevos en las naciones prósperas ha disminuido en los últimos años. Además, una serie de fármacos prometedores ofrecen la esperanza de gozar de mejor salud y de una vida más larga.

      ¿Cómo puede uno protegerse contra el sida? ¿Cuáles son los últimos adelantos en cuanto a tratamiento y vacunas? ¿Se erradicará algún día esta enfermedad? En los siguientes artículos se responde a estas preguntas.

  • Sida: cómo combatirlo
    ¡Despertad! 1998 | 8 de noviembre
    • Sida: cómo combatirlo

      ACTUALMENTE no existe ninguna cura para el sida, y no parece probable que la ciencia médica encuentre una pronto. Si bien los nuevos tratamientos demoran el progreso de la enfermedad, es mucho mejor evitar la infección en primer lugar. Pero antes de hablar de la prevención, veamos de qué maneras se contagia el virus del sida (VIH) y de cuáles no.

      Hay cuatro vías de transmisión básicas: 1) las agujas o jeringuillas contaminadas, 2) las relaciones sexuales —vaginales, anales u orales— con una persona infectada, 3) las transfusiones de sangre o hemoderivados (aunque este riesgo se ha reducido mucho en los países desarrollados, donde la sangre es objeto de rigurosos controles sanitarios para detectar los anticuerpos del VIH) y 4) de madre seropositiva a hijo, durante el embarazo, el parto o la lactancia.

      Según el Centro para el Control y la Prevención de la Enfermedad, de Estados Unidos (CDC), los conocimientos científicos actuales indican que: 1) el sida no se contagia como un resfriado o la gripe, 2) no se contrae sentándose junto a un enfermo de sida, ni tocándolo o abrazándolo, 3) no se contrae consumiendo alimentos manipulados, preparados o servidos por una persona infectada y 4) no se transmite en los contactos cotidianos: retretes, teléfonos, ropa, platos, cubiertos y vasos. Además, el CDC dice que el virus tampoco se transmite por la picadura de mosquitos ni de ningún otro insecto.

      Claves para la prevención

      El virus del sida acecha en la sangre de las personas infectadas. Cuando un seropositivo recibe una inyección, puede quedar algo de sangre infectada en la aguja o en la jeringa. Si se utiliza la misma aguja para inyectar a otra persona, existe el peligro de contagio. Siempre que tenga dudas sobre la aguja o la jeringa que un médico o una enfermera vaya a utilizar con usted, no vacile en preguntar. Está en su derecho, su vida está en juego.

      El virus del sida también se encuentra en el semen o las secreciones vaginales de las personas infectadas. De ahí que, a modo de prevención, el CDC recomiende lo siguiente: “La abstinencia es la única protección segura. Si opta por tener relaciones sexuales, espere hasta iniciar una relación de fidelidad mutua y duradera —como el matrimonio— con alguien que no esté infectado”.

      Dése cuenta de que para que una persona esté protegida, debe mantener una “relación de fidelidad mutua”. Si uno es fiel, pero su pareja no lo es, ya no hay protección. Esta difícil situación se les presenta a menudo a las mujeres que viven en sociedades donde el hombre las domina tanto en el campo sexual como en el económico. Hay países donde a las mujeres ni siquiera se les permite hablar de sexo con un hombre, mucho menos negociar prácticas sexuales más seguras.

      Pero no todas ellas están indefensas. Un estudio llevado a cabo en cierto país de África occidental indicó que algunas mujeres con independencia económica pudieron, sin consecuencias violentas, evitar las relaciones sexuales con su cónyuge infectado. En Nueva Jersey (E.U.A.), ciertas mujeres se negaron a tener relaciones si el hombre no quería utilizar preservativo. Por supuesto, aunque los preservativos de goma pueden proteger del sida y otras enfermedades de transmisión sexual, deben usarse correctamente y cada vez que se tenga coito.

      Cuándo hacerse la prueba

      Karen, mencionada en el artículo anterior, no hubiera podido hacer mucho para protegerse. Su marido se infectó varios años antes de casarse con ella, y el matrimonio tuvo lugar en un tiempo en que tanto la epidemia como las pruebas del sida estaban en sus comienzos. Pero actualmente dichas pruebas son ya habituales en algunos países. Por tanto, si alguien piensa que puede estar infectado con el VIH, es recomendable que se haga la prueba antes de iniciar un noviazgo. Karen aconseja lo siguiente: “Escoja bien a su cónyuge. Una mala elección puede costarle muy cara, hasta la propia vida”.

      En los casos de adulterio, la prueba del sida contribuye a proteger al cónyuge inocente. Dado que el VIH tal vez no se detecte hasta seis meses después de la infección, es conveniente realizar varias pruebas. En caso de reanudarse las relaciones sexuales (lo que indicaría que se ha perdonado al cónyuge adúltero), el uso de preservativos puede ofrecer cierta protección.

      ¿Cómo puede ayudar la educación?

      Cabe mencionar que aunque la Biblia se escribió mucho antes de que apareciera el sida, acatar sus principios ayuda a protegerse de la enfermedad. Por ejemplo, la Biblia condena las relaciones sexuales fuera del matrimonio, exige fidelidad entre los cónyuges y dice que los cristianos solo deben casarse con alguien que también aplique en su vida los principios bíblicos (1 Corintios 7:39; Hebreos 13:4). Además, prohíbe todo tipo de abuso de sustancias adictivas e introducir sangre en el cuerpo, todo lo cual contamina el organismo (Hechos 15:20; 2 Corintios 7:1).

      Es prudente informarse de los riesgos y peligros que pudiera entrañar el contacto con personas seropositivas. La educación en el campo del sida prepara a la gente para protegerse contra dicha enfermedad.

      La Liga de Acción contra el Sida dice: “En la mayoría de los casos el sida es evitable. Hasta que se descubra una cura, la educación es la mejor defensa [comunitaria] contra el sida, y de momento, la única” (cursivas nuestras). Es bueno que los padres hablen abiertamente del tema entre sí y con sus hijos.

      ¿Qué tratamientos existen?

      Desde el contagio del VIH hasta que aparecen los síntomas de la enfermedad suelen transcurrir entre seis y diez años. Durante ese período se libra una batalla dentro del cuerpo. Los virus se multiplican y matan células del sistema inmunológico. Las células inmunitarias se defienden, pero, con el tiempo, como cada día aparecen miles de millones de virus adicionales, llega el momento en que el sistema inmunológico ya no puede resistir más.

      Con el fin de ayudar al sistema inmunológico se han desarrollado diversos fármacos, como AZT, DDI y DDC, denominados así debido a la complejidad de sus nombres. Hubo quienes creían que con ellos se conseguirían grandes beneficios y hasta posiblemente una cura, pero sus esperanzas quedaron pronto truncadas. Estos fármacos no solo pierden su efectividad con el tiempo, sino que también provocan efectos secundarios peligrosos en algunas personas: reducción de la cantidad de células sanguíneas, problemas de coagulación y daños en los nervios de las manos y los pies.

      Ahora ha llegado un nuevo tipo de fármacos: los inhibidores de la proteasa. Los médicos los recetan junto con otros medicamentos antivirales en combinaciones de tres. Las pruebas indican que aunque dicha terapia triple no mata el virus, sí detiene, o casi detiene, su multiplicación en el organismo.

      La terapia triple ha logrado mejorar considerablemente la salud de los pacientes. Sin embargo, los expertos creen que produce mejores efectos si se administra en las primeras etapas de la infección con el VIH, antes de que aparezcan síntomas. Parece ser que de esa manera se puede evitar, quizás indefinidamente, que los infectados desarrollen el sida. Dado que el tratamiento es nuevo, queda aún por verse cuánto tiempo será capaz de controlar la infección.

      La terapia triple resulta cara. El coste medio de tres fármacos antivirales, más las pruebas de laboratorio, es de 12.000 dólares al año. Aparte de esa carga económica, el paciente sometido a dicho tratamiento tiene que ir muchas veces a la nevera, pues los medicamentos deben guardarse en un lugar frío. Normalmente la persona tiene que tomar ciertas pastillas dos veces al día, y otras tres veces al día. Unas deben tomarse con el estómago vacío, y otras con el estómago lleno. El tratamiento se complica aún más cuando adicionalmente hay que tomar medicamentos para combatir las otras muchas infecciones que el paciente de sida es propenso a contraer.

      A los médicos les preocupa mucho lo que pudiera suceder si el enfermo descontinuara la terapia triple. Los virus volverían a multiplicarse sin freno, y aquellos que hubieran sobrevivido al tratamiento podrían ser resistentes a los fármacos que la persona había tomado anteriormente para combatirlos. Las cepas farmacorresistentes serían más difíciles de tratar. Además, estos supervirus podrían transmitirse a otras personas.

      ¿Son las vacunas la solución?

      Algunos investigadores especializados en el sida creen que la clave para detener la epidemia mundial está en una vacuna segura y efectiva. Las vacunas eficaces contra la fiebre amarilla, el sarampión, las paperas y la rubéola se hacen utilizando virus debilitados. Normalmente, cuando se introduce en el organismo una versión debilitada de cierto virus, el sistema inmunológico no solo responde para destruirlo, sino que también fabrica defensas con el fin de frustrar cualquier invasión por parte del verdadero virus.

      Según dos experimentos recientes llevados a cabo con monos, en el caso del VIH existe el problema de que incluso el virus debilitado puede hacerse letal. En otras palabras, la vacuna contra el sida podría provocar la enfermedad.

      La búsqueda de una vacuna ha ocasionado muchas decepciones y frustraciones. A pesar de las decenas de mezclas experimentales que sin duda habrían matado a otros virus, el VIH continúa ileso. Es más, dado que muta, constituye un blanco difícil de alcanzar. (En la actualidad hay por lo menos diez cepas de VIH en el mundo.) Para agravar el problema, el virus ataca directamente a aquellas células inmunitarias que la vacuna debe reunir como mecanismo de defensa.

      El factor económico también dificulta la investigación. Existe “poco sentido de obligación por parte de la industria privada”, indicó la Iniciativa Internacional para una Vacuna contra el Sida, con sede en la ciudad de Washington (E.U.A.). La razón de ello se achacó a que se temía que una vacuna no produciría ganancias, dado que mayormente se comercializaría en países menos desarrollados.

      A pesar de las dificultades, los investigadores continúan estudiando la manera de encontrar una vacuna eficaz. Pero, de momento, no parece probable que se cuente pronto con una vacuna. Y cuando por fin salga del laboratorio una que sea prometedora, comenzará la tarea laboriosa, cara y potencialmente peligrosa de probarla en seres humanos.

      [Recuadro de la página 5]

      ¿Quiénes se están infectando con el VIH?

      Cada día se infectan en el mundo unas dieciséis mil personas. Se dice que más del noventa por ciento viven en países en vías de desarrollo. Aproximadamente 1 de cada 10 infectados es menor de 15 años. De los restantes, más del cuarenta por ciento son mujeres y más de la mitad se encuentran en edades comprendidas entre los 15 y los 24 años (Organización Mundial de la Salud y el Programa Conjunto de las Naciones Unidas sobre el VIH/SIDA).

      [Recuadro de la página 7]

      ¿Cómo se distingue a los infectados?

      Con solo mirar a una persona no puede saberse si está infectada o no. Aunque los portadores asintomáticos del VIH tal vez parezcan sanos, pueden transmitir el virus. ¿Puede uno confiar en la palabra de alguien que asegura no estar infectado? No necesariamente. Muchos seropositivos no saben que lo son, y los que sí lo saben tal vez lo mantengan en secreto, o mientan al respecto. Una encuesta llevada a cabo en Estados Unidos reveló que 4 de cada 10 seropositivos no informaban de su estado a sus parejas sexuales.

      [Ilustración y recuadro de la página 6]

      La relación entre el VIH y el sida

      El VIH (virus de inmunodeficiencia humana) es el virus que destruye lentamente el sistema inmunológico, el mecanismo de defensa del organismo. Se llama sida (síndrome de inmunodeficiencia adquirida) a la fase final y mortal de la infección con el VIH. En este estadio el VIH ha afectado gravemente el sistema inmunológico, con lo que el paciente queda indefenso ante las infecciones que dicho sistema normalmente combatiría.

      [Reconocimiento]

      CDC, Atlanta, Ga.

  • Sida: ¿qué esperanza hay para el futuro?
    ¡Despertad! 1998 | 8 de noviembre
    • Sida: ¿qué esperanza hay para el futuro?

      APARTE de la falta de medicamentos para curar o prevenir la infección con el VIH, hay otros factores que dificultan la lucha contra el sida. Uno de ellos es que muchas personas prefieren correr el riesgo de infectarse antes que cambiar su forma de vida. En Estados Unidos, por ejemplo, ha descendido el número de personas que han desarrollado sida con todas sus manifestaciones, pero el índice de infectados ha permanecido constante. Según la agencia de noticias Associated Press, la razón es que “muchas personas no hacen caso de las advertencias sobre prevención”.

      En las naciones en vías de desarrollo, donde se dice que viven el 93% de los infectados con el VIH, hay otros problemas para combatir el sida. Muchas de esas naciones son demasiado pobres para siquiera prestar los servicios sanitarios básicos. Aunque en dichos países se pudiera acceder a los nuevos fármacos, lo cual no es posible en la mayoría de ellos, el precio de un año de tratamiento sería superior a lo que muchos de sus habitantes ganan en toda su vida.

      Ahora bien, imaginémonos que se descubriera un fármaco nuevo y barato que realmente pudiera curar la enfermedad. ¿Llegaría a todos los que lo necesitan? Probablemente no. Según datos del UNICEF (Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia), todos los años mueren unos cuatro millones de niños a causa de cinco enfermedades que pueden evitarse con vacunas baratas que ya existen.

      ¿Y qué hay de los infectados que viven en los países donde no les es posible conseguir fármacos para el tratamiento? Ruth Mota, de Programas de Salud Internacionales, con sede en Santa Cruz (California, E.U.A.), ha ayudado a organizar programas de prevención contra el VIH y de cuidado de los afectados en decenas de países en desarrollo. Ella dice: “Según mi experiencia, una actitud positiva es tan importante como el acceso a la medicación. Conozco a personas que han vivido con el VIH entre diez y quince años, y que nunca se han medicado. Los fármacos son beneficiosos, pero la curación implica mucho más que introducir sustancias químicas en el organismo. Abarca actitud, ayuda social, espiritualidad y nutrición”.

      Habrá una solución

      ¿Hay razón para creer que algún día se erradicará el sida? Sí, la hay. La mejor esperanza se encuentra en las palabras del padrenuestro. En esa oración, recogida en el libro bíblico de Mateo, rogamos que se haga la voluntad de Dios en la Tierra como se hace en el cielo (Mateo 6:9, 10). No es la voluntad de Dios que el ser humano padezca enfermedades permanentemente. Dios contestará esa oración. Y al hacerlo, no solo pondrá fin al sida, sino a todas las demás enfermedades que plagan a la humanidad. Entonces, “ningún residente dirá: ‘Estoy enfermo’” (Isaías 33:24).

      Entretanto, la mejor estrategia es prevenir la infección. Para muchas enfermedades hay dos opciones: prevenirlas o tratar de curarlas. En el caso del sida, la segunda opción no existe. Es posible prevenirlo, pero de momento no se puede curar. ¿Por qué correr riesgos que pongan en peligro su vida? Obviamente, vale más prevenir que no poder curar.

      [Comentario de la página 9]

      “La curación implica mucho más que introducir sustancias químicas en el organismo. Abarca actitud, ayuda social, espiritualidad y nutrición.”—Ruth Mota

      [Ilustración y recuadro de la página 9]

      “La congregación fue maravillosa”

      El apóstol Pablo instó a sus hermanos cristianos a reaccionar de la siguiente manera: “Obremos lo que es bueno para con todos, pero especialmente para con los que están relacionados con nosotros en la fe” (Gálatas 6:10). La madre de Karen, mencionada en el primer artículo, nos cuenta cómo respondieron los testigos de Jehová de la congregación de Karen y Bill cuando se enteraron de que ambos eran seropositivos: “La congregación fue maravillosa. Cuando Bill contrajo pulmonía, Karen también estaba enferma y se le hacía muy difícil atenderle y cuidar además a los niños. Los hermanos les limpiaron la casa, les repararon el auto y les lavaron la ropa. Les ayudaron a solucionar ciertos asuntos legales y a trasladarse a otra casa. Les hicieron la compra y la comida. Fue un verdadero derroche de ayuda emocional, espiritual y material”.

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