-
Jehová proporcionó “poder que es más allá de lo normal”La Atalaya 2002 | 1 de enero
-
-
También en 1950 conocí a John Marks (Markopoulos), un ciudadano norteamericano muy respetado y espiritual. Era natural del sur de Albania, pero emigró a Estados Unidos, donde llegó a ser testigo de Jehová. Su presencia en Grecia se debía a que intentaba conseguir un visado para Albania, nación que en aquel tiempo se hallaba cerrada al mundo exterior bajo el más inflexible tipo de comunismo. A John le negaron la entrada al país a pesar de no haber visto a su familia desde 1936.
-
-
Jehová proporcionó “poder que es más allá de lo normal”La Atalaya 2002 | 1 de enero
-
-
Por ejemplo, un mensaje en clave que recibimos de Albania decía: “Oren al Señor por nosotros. Confiscación de publicaciones casa por casa. No se nos permite estudiar. Tres confinados”.
Así que en noviembre de 1960 iniciamos un recorrido de seis meses por aquellas tierras. Estaba claro que nos haría falta “poder que es más allá de lo normal” y que Dios nos diera valor, firmeza e ingenio para cumplir la misión (2 Corintios 4:7). El primer destino: Albania. Compramos un automóvil en París y nos dirigimos a Roma, donde solicitamos visados para ese país. Como solo mi esposo lo consiguió, yo proseguí el viaje hasta Atenas (Grecia) y lo esperé allá.
John entró al país a finales de febrero de 1961 y se quedó hasta los últimos días de marzo. Treinta hermanos se entrevistaron con él en Tirana. Les emocionó muchísimo recibir las publicaciones y el estímulo que tanto les hacían falta: no habían tenido ninguna visita del exterior en veinticuatro años.
A mi esposo le impresionó observar la integridad y el aguante de aquellos hermanos. Se enteró de que muchos habían perdido su empleo y estaban en prisión por no participar en las actividades del Estado comunista. Le enterneció sobre todo recibir de dos hermanos, ambos mayores de 80 años, un donativo para la obra de la predicación de unos 100 dólares, que habían estado ahorrando por años de sus escasas pensiones estatales.
El último día que John pasó en Albania fue el 30 de marzo de 1961, fecha de la Conmemoración de la muerte de Cristo, y él pronunció el discurso ante una concurrencia de treinta y siete personas. Al concluir, los hermanos sacaron de prisa a John por la puerta trasera y lo llevaron al puerto de Durazzo, donde abordó un barco mercante turco con rumbo a El Pireo (Grecia).
-
-
Jehová proporcionó “poder que es más allá de lo normal”La Atalaya 2002 | 1 de enero
-
-
Con el tiempo hubo que hacer un nuevo esfuerzo para comunicarse con los hermanos de Albania. Dado que la familia de mi esposo vivía allí, se me preguntó si estaría dispuesta a viajar al país. ¡Claro que iría!
Después de varios meses de insistencia, en mayo de 1986 conseguí un visado en la embajada de Albania en Atenas. Los diplomáticos me advirtieron severamente que no esperara recibir ninguna ayuda del exterior si me pasaba algo. Un agente de viajes se quedó pasmado cuando le pedí un pasaje de avión para Albania. Sin dejar que el miedo me detuviera, me hallé al poco tiempo a bordo del único vuelo semanal de Atenas a Tirana, en compañía de tan solo otros tres albaneses mayores que habían ido a Grecia por cuestiones de salud.
En cuanto aterrizó el avión, se me condujo a un cobertizo vacío que servía de aduana. El hermano y la hermana de mi esposo, a pesar de no ser testigos de Jehová, estaban dispuestos a ayudarme a establecer contacto con los pocos hermanos albaneses que había. Puesto que la ley les exigía informar de mi llegada al jefe de la comunidad, la policía me vigilaba muy de cerca; de modo que sugirieron que me quedara en su casa mientras ellos buscaban a dos Testigos que vivían en Tirana y los llevaban a donde yo estaba.
En aquel entonces se sabía de nueve cristianos dedicados en toda Albania. Los años de proscripción, persecución y estricta vigilancia los habían vuelto muy cautelosos y habían marcado sus rostros con profundas arrugas. Cuando me gané la confianza de los dos hermanos, su primera pregunta fue: “¿Dónde están las revistas La Atalaya?”. Durante años, no habían tenido más que dos libros antiguos, ni siquiera una Biblia.
Hablaron con todo detalle de las crueles medidas que el régimen había tomado contra ellos, y me contaron el caso de un querido hermano que se había resuelto a permanecer neutral durante ciertas votaciones políticas. Dado que el Estado ejercía un control absoluto, su decisión significaba que se privaría a la familia de toda ración alimenticia y que sus hijos casados, con sus respectivas familias, irían a prisión, a pesar de no tener nada que ver con sus creencias religiosas. Se dice que la noche antes de las votaciones, unos asustados parientes lo asesinaron, arrojaron su cuerpo en un pozo y luego dijeron que se había suicidado por miedo.
La pobreza de aquellos cristianos era desgarradora. Aun así, rechazaron el billete de 20 dólares que intenté darle a cada uno, diciendo: “Solo queremos alimento espiritual”. Aquellos queridos hermanos llevaban décadas bajo un régimen totalitario que había logrado convertir al ateísmo a la mayoría de sus ciudadanos, pese a lo cual su fe y su determinación eran tan firmes como las de cualquier otro Testigo del planeta. Cuando partí de Albania, dos semanas después, me había dejado una profunda huella la capacidad de Jehová de proporcionar “poder que es más allá de lo normal”, incluso en las circunstancias más difíciles.
Tuve el privilegio de volver a visitar Albania en 1989 y 1991. El número de adoradores de Jehová creció con rapidez al ir floreciendo la libertad religiosa y de expresión. El puñado de cristianos dedicados que había en 1986 asciende ahora a más de dos mil doscientos publicadores activos, entre quienes se cuenta Melpo, la hermana de mi esposo. ¿Se puede dudar de la bendición de Jehová sobre aquel grupo de cristianos fieles?
-