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Jehová nunca nos abandonóLa Atalaya 1996 | 1 de enero
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Predicamos pese al antagonismo
En 1925 tomó las riendas del poder Ahmed Bey Zogú, que en 1928 se proclamó rey con el nombre de Zogú I y cuyo reinado se prolongó hasta 1939. El ministro de Derechos Humanos de su gobierno aprobó nuestra obra cristiana. Aun así, tuvimos dificultades, pues Musa Juka, ministro del Interior y fiel aliado del Pontífice romano, dio reconocimiento legal solo a tres confesiones: la musulmana, la ortodoxa y la católica. Por ende, la policía trató de incautarse de nuestros libros y detener la predicación, pero fracasó.
En los años treinta visité a menudo Berat, importante ciudad albanesa desde donde Mihal Sveci dirigía la obra. Se organizaron recorridos de predicación por todo el país. En cierta ocasión me enviaron dos semanas a Shkodër, población en la que distribuí muchas publicaciones. En 1935 fletamos un autobús para predicar en la localidad de Këlcyrë. Luego hubo un viaje más extenso por las poblaciones de Përmet, Leskovik, Ersekë, Korcë, Pogradec y Elbasan. Acabamos en Tirana, justo a tiempo para celebrar la Conmemoración de la muerte de Cristo.
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Jehová nunca nos abandonóLa Atalaya 1996 | 1 de enero
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Regresamos a nuestra aldea natal
En 1947 volví con mi familia a Mbreshtan. Poco después, una fría tarde de diciembre, me citaron en la oficina de la Sigurimi (policía secreta). “¿Sabe por qué le hemos hecho venir?”, preguntó el oficial.
—Supongo que porque han oído acusaciones contra mí —respondí—. Pero como la Biblia dice que el mundo nos odiaría, no me extrañan nada las acusaciones. (Juan 15:18, 19.)
—No me salga ahora con la Biblia —replicó con brusquedad—. Le voy a dar una buena paliza.
Aunque el agente y sus hombres se marcharon, me ordenaron quedarme fuera, al frío. Al rato me llamaron de la oficina y me ordenaron dejar de celebrar reuniones en casa. “¿Cuántas personas viven en su aldea?”, preguntó.
—Ciento veinte —repuse.
—¿De qué religión son?
—Ortodoxos albanos.
—¿Y usted?
—Testigo de Jehová.
—¿Ciento veinte personas toman un camino y usted otro? —Me ordenaron prender velas en la iglesia. Como les dije que no lo haría, me apalearon. Acabaron soltándome como a la una de la madrugada.
Dejamos de recibir publicaciones
Al finalizar la II Guerra Mundial, volvimos a recibir La Atalaya por correo, pero con el tiempo cesó el reparto. Una noche la policía secreta me citó a las diez. “Ha llegado una revista en griego —me dijeron— y nos gustaría que nos explicase de qué trata.”
—No soy experto en griego —repliqué—. Mi vecino lo domina mejor que yo. Tal vez él pueda ayudarlos.
—No. Queremos que usted nos dé una explicación —dijo un policía sacando varias revistas La Atalaya en griego.
—¡Ah, sí! Son mías —exclamé—. Claro que puedo darles una explicación. Verán, estas revistas vienen de Brooklyn, de la sede mundial que tienen los testigos de Jehová en Nueva York. Yo soy Testigo. Pero parece que la dirección estaba mal. Tendría que haber recibido las revistas yo, y no ustedes.
No quisieron dármelas, y desde aquel momento hasta 1991, más de cuarenta años después, ya no recibimos publicaciones bíblicas en Albania. Durante todos esos años seguimos predicando con la Biblia como única ayuda. En 1949 se encarceló a unos veinte Testigos, algunos de los cuales recibieron condenas de cinco años.
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