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¿Quién gobernará el mundo?Prestemos atención a las profecías de Daniel
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La educación que le impartió Aristóteles se vio truncada de repente, pues en 340 a.E.C., a la edad de 16 años, volvió a Pella para gobernar Macedonia en ausencia de su padre. El príncipe heredero se destacó de inmediato por sus hazañas militares. Para satisfacción de su padre, sofocó enérgicamente la sublevación de la tribu tracia de los medas, tomó al asalto su principal ciudad y puso a esta el nombre de Alejandrópolis en honor a sí mismo.
SE LANZA A LA CONQUISTA
Alejandro heredó el trono de Macedonia a los 20 años de edad, tras el asesinato de Filipo, en 336 a.E.C. En la primavera de 334 a.E.C. entró en Asia por el Helesponto (ahora el estrecho de los Dardanelos) y se lanzó a una campaña de conquistas con un ejército pequeño, pero eficiente, de 30.000 soldados de infantería y 5.000 de caballería, al que acompañaban ingenieros, topógrafos, arquitectos, científicos e historiadores.
La primera victoria de Alejandro sobre los persas tuvo como escenario el río Gránico, en el extremo noroeste de Asia Menor (la actual Turquía). Aquel invierno conquistó la zona occidental de la península. La segunda batalla decisiva contra los persas tuvo lugar el otoño siguiente, en Isos, en el extremo sudeste de Asia Menor, donde el poderoso monarca persa Darío III salió al encuentro de Alejandro con un ejército de alrededor de medio millón de hombres. Darío, excesivamente confiado, llevó consigo a su madre, su esposa y otros miembros de su familia para que presenciaran lo que debía haber sido una victoria espectacular. Pero los persas no se esperaban el repentino y vehemente ataque de los macedonios. Las fuerzas de Alejandro aplastaron al ejército persa, y en su huida Darío abandonó a su familia en manos de su oponente.
En vez de perseguir a los fugitivos persas, Alejandro se dirigió hacia el sur bordeando el Mediterráneo y conquistando las bases de la poderosa flota persa. La ciudad insular de Tiro, sin embargo, resistió el asalto. Decidido a conquistarla, Alejandro comenzó un asedio de siete meses, durante el cual le llegó la ya mencionada oferta de paz de Darío. Los términos de esta eran tan ventajosos que se dice que Parmenio, consejero de confianza de Alejandro, dijo: “Yo, si fuera Alejandro, aceptaría”. Pero el joven general respondió: “Yo también, si fuera Parmenio”. Alejandro no quiso negociar, prosiguió el asedio y, en julio del año 332 a.E.C., demolió a aquella orgullosa señora del mar.
Tras perdonar a Jerusalén, que se rindió a él, siguió avanzando hacia el sur y conquistó Gaza. Egipto, cansado del dominio persa, lo acogió como su libertador. En Menfis, Alejandro ofreció sacrificios al toro Apis, lo que le granjeó las simpatías de los sacerdotes egipcios. Además, fundó la ciudad de Alejandría, que posteriormente rivalizaría con Atenas como foco cultural y que todavía lleva su nombre.
A continuación, se volvió hacia el nordeste y atravesó Palestina en dirección al río Tigris. Su tercera batalla importante contra los persas se libró en el año 331 a.E.C., en Gaugamela, no muy lejos de las ruinas de Nínive, donde los 47.000 hombres de Alejandro se impusieron a un ejército persa reorganizado de al menos doscientos cincuenta mil soldados. Darío huyó, y más tarde sus propios hombres lo asesinaron.
Eufórico con la victoria, Alejandro se volvió hacia el sur y tomó la capital de invierno de los persas, Babilonia, y luego las capitales de Susa y Persépolis, apoderándose del inmenso tesoro persa y quemando el gran palacio de Jerjes. Por último, una capital más, Ecbátana, cayó en su poder. El veloz conquistador subyugó a continuación el resto de los dominios persas y avanzó hacia el este hasta el mismo río Indo, en el actual Paquistán.
Al otro lado del Indo, en la región limítrofe de la provincia persa de Taxila, Alejandro encontró un temible rival en el monarca indio Poros, contra quien sostuvo, en junio de 326 a.E.C., su cuarta y última batalla de importancia. El ejército de 35.000 soldados de Poros contaba con 200 elefantes que aterrorizaron a los caballos de los macedonios. Tras una lucha feroz y sangrienta, los efectivos de Alejandro prevalecieron. Poros se rindió y se convirtió en su aliado.
Habían pasado más de ocho años desde que el ejército macedonio entrara en Asia, y los soldados acusaban el cansancio y la nostalgia. Extenuados por la encarnizada batalla contra Poros, querían volver a casa. Aunque reacio al principio, Alejandro acabó doblegándose a los deseos de sus hombres. Grecia ciertamente se había convertido en la potencia mundial, y las colonias que se establecieron en las tierras conquistadas favorecieron la propagación del idioma y la cultura griegos por todo el imperio.
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[Mapa de la página 157]
(Para ver el texto en su formato original, consulte la publicación)
CONQUISTAS DE ALEJANDRO
MACEDONIA
Babilonia
EGIPTO
Río Indo
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[Ilustración a toda plana de la página 156]
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