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    Anuario de los testigos de Jehová 2009
    • PROGRESO EN SAMOA NORTEAMERICANA

      Antes de que su visado para entrar en Samoa y el de su esposa expiraran en 1954, Ron Sellars decidió solicitar la residencia en Samoa Norteamericana en vez de regresar a Australia. “Cuando hablé con el fiscal general de Samoa Norteamericana —escribe Ron— y este se enteró de que el gobierno samoano había denegado nuestras solicitudes del visado por motivos religiosos, dijo: ‘Señor Sellars, nosotros tenemos libertad religiosa en Samoa Norteamericana. Yo mismo me voy a encargar de que usted consiga su permiso de residencia’.”

      Ron y Dolly llegaron a Pago Pago (Samoa Norteamericana) el 5 de enero de 1954. Como condición para quedarse en el país, el fiscal general le pidió a Ron que pasara por su oficina regularmente para familiarizarse mejor con los testigos de Jehová. El resultado fue que tuvieron varias conversaciones bíblicas muy interesantes.

      Ese mismo mes, el fiscal general invitó a Ron y Dolly a cenar en su casa. Como también estaban invitados el sacerdote católico del pueblo y el pastor de la Sociedad Misionera de Londres, se entabló una animada conversación bíblica. “Antes de marcharnos —recuerda Ron—, el fiscal nos dio las gracias a todos por haber aceptado la invitación y dijo: ‘Bueno, creo que los señores Sellars ganaron la discusión esta noche’. Poco después recibimos el permiso de residencia permanente. Cuando el fiscal general nos informó que el gobierno aceptaría otras solicitudes de Testigos misioneros para entrar en el país, se lo comuniqué inmediatamente a la sucursal de Australia.”

      La primera persona que dedicó su vida a Jehová en Samoa Norteamericana fue un joven de 19 años originario de Tokelau llamado Ualesi (Wallace) Pedro. Lydia Pedro, una pariente suya que servía de precursora especial en Fiyi, le había dado un ejemplar del libro “Sea Dios veraz” al hermano mayor de Wallace cuando lo visitó en 1952. Wallace vio el libro en la casa de su hermano y lo estudió detenidamente.

      Ron y Dolly conocieron a la familia Pedro en 1954 y empezaron a dar clases de la Biblia al hermano y la hermana mayores de Wallace. Aunque Wallace creía en Jehová Dios, se resistía a unirse al estudio porque desconfiaba de la religión. Pero con el tiempo quedó convencido de que los testigos de Jehová tienen la verdad y empezó a asistir con regularidad a las reuniones en Fagatoga. Progresó rápidamente y el 30 de abril de 1955 se bautizó en el puerto de Pago Pago.

      Ya para enero de 1955, tan solo un año después de la llegada de Ron y Dolly, siete personas asistían a las reuniones que se celebraban en el humilde hogar del matrimonio, situado en Fagatoga. La casa tenía pocos muebles, de modo que todos se sentaban en el suelo. En poco tiempo, tres de aquellos estudiantes empezaron a acompañar a Ron y Dolly en el ministerio del campo. Aunque fueron comienzos muy modestos, enseguida se producirían importantes progresos.

      LLEGAN MISIONEROS DE GALAAD

      El 4 de febrero de 1955 llegaron a Samoa Norteamericana dos parejas de misioneros de Estados Unidos: Paul y Frances Evans, y Gordon y Patricia Scott. Se establecieron en el hogar misional de Fagatoga, que estaba en un vecindario con mucha actividad. Un superintendente de circuito llamado Leonard (Len) Helberg, que visitó Pago Pago ese año, describe así lo que vio:

      “El hogar misional era un apartamento grande que estaba encima de una tienda antigua. Cerca de allí, al otro lado de un riachuelo, había un bar frecuentado todas las noches por los marineros, que a veces terminaban en la calle peleándose. Cuando eso sucedía, llegaba el jefe de policía, un hombre pequeño pero fornido que se metía entre la multitud sin quitarse el cigarro de la boca repartiendo puñetazos indiscriminadamente. Desde el patio trasero se oían los sermones sobre el infierno que se pronunciaban en una iglesia cercana. Y desde el balcón del frente veíamos a la gente ir al banco una vez al mes para recibir su paga del gobierno. Los misioneros de otras iglesias llegaban de diferentes partes de la isla y caminaban entre la muchedumbre tratando desesperadamente de recolectar el diezmo antes de que se gastaran todo el dinero.”

      Rodeados de ese ambiente no era difícil encontrar personas interesadas en las cosas espirituales. “Un hermano que era misionero—relata Len— empezaba el día a las seis de la mañana dando clases bíblicas al dueño de una barbería que estaba frente al hogar misional, al otro lado de la plaza, antes de que este abriera su negocio. Después se iba a comprar el pan para el desayuno, pero antes también se sentaba con el panadero para enseñarle sobre la Biblia. Más adelante, durante el día, ese mismo hermano iba a la plaza del pueblo para ayudar a un grupo de presidiarios que querían conocer mejor la Biblia.” Al final de ese año, los misioneros dirigían 60 clases bíblicas con más de doscientas personas.

      “ESTA NOCHE HAY PELÍCULA GRATIS”

      Algo que logró aumentar el interés por la verdad bíblica fue la película La Sociedad del Nuevo Mundo en acción.e Este filme, el primero que producía la organización desde el “Foto-Drama de la Creación” (presentado cuarenta años antes), mostraba cómo llevamos a cabo nuestra obra mundial y cómo estamos organizados. En la visita de cuatro semanas que realizó en 1955 a Samoa Norteamericana, Len proyectó el documental quince veces. La asistencia total fue de 3.227 personas, un promedio de 215 por proyección.

      “Antes de la proyección —recuerda Len— recorríamos en automóvil las aldeas repartiendo invitaciones a todo el mundo. También decíamos en voz alta: ‘Esta noche hay película gratis’ e indicábamos el nombre de la población a la que debían ir.”

      La película causaba un gran impacto en la gente. Al final de la proyección, los asistentes siempre tenían muchas preguntas sobre los testigos de Jehová y sus enseñanzas. No esperaban a que alguien fuera a visitarlos en su hogar; ellos mismos iban al hogar misional. Los misioneros tuvieron que organizar varias clases bíblicas en diferentes partes de la casa al mismo tiempo. Cuando se marchaba un grupo de estudiantes, llegaba otro. “Durante muchos años —relata Ron Sellars—, la gente siguió relacionando a los testigos de Jehová con las cosas tan maravillosas que había visto en la película.”

      LA PERSISTENCIA DA RESULTADO

      Dos meses después de la visita de Len Helberg se formó en Fagatoga la primera congregación de los testigos de Jehová en Samoa Norteamericana. En un año pasaron de catorce publicadores a veintidós. Poco después llegaron dos precursores especiales de Australia: Fred y Shirley Wegener. Fred es actualmente miembro del Comité del País.

      Todos estos publicadores, precursores y misioneros eran predicadores celosos (Rom. 12:11). Len escribe: “Gracias a la persistencia de todos y al interés por la Biblia que había en la comunidad, para mediados de los sesenta en toda casa de Fagatoga se había llevado a cabo un estudio bíblico. Ya en aquel tiempo se visitaba a cada familia de la isla una vez al mes”.

      Esta campaña de predicación influyó en las creencias de la gente. Len dice: “Todos tenían claro que Dios quería que viviéramos para siempre en la Tierra, que el infierno no es un lugar de tortura y que los muertos están inconscientes. El pueblo no aprendió estas verdades bíblicas elementales gracias a su iglesia, sino gracias a los testigos de Jehová. Nosotros hablábamos con ellos personalmente y razonábamos con ellos usando su propia Biblia”.

      Sin embargo, como los vínculos religiosos y familiares eran muy fuertes, muy pocos ponían en práctica lo que aprendían. A otros no les gustaban las elevadas normas morales de los cristianos verdaderos y preferían la actitud sumamente tolerante de las iglesias. Con todo, hubo personas que actuaron como el comerciante viajero de la parábola de Jesús. Para ellas, la verdad era como una perla de gran valor, que no había que dejar escapar. Muchos isleños sinceros se pusieron con valor de parte de la verdad (Mat. 13:45, 46).

      PREDICACIÓN AL ESTILO SAMOANO

      “La predicación era un verdadero placer”, recuerda Caroline Pedro, una precursora canadiense que se casó en 1960 con Wallace Pedro. Explica: “Casi todo el mundo quería hablar de temas bíblicos. Era muy fácil comenzar estudios bíblicos, en los que, por cierto, estaba presente toda la familia.

      ”Recuerdo con mucho cariño la predicación en las aldeas más remotas. Cuando íbamos allí, los niños nos seguían de casa en casa y se quedaban escuchando atentamente nuestra presentación. Al despedirnos, salían corriendo hasta la siguiente casa para avisar que íbamos para allá. Hasta les decían a sus vecinos cuál era nuestro mensaje y qué textos bíblicos estábamos usando. Tuvimos que preparar diferentes presentaciones para que los niños no se nos adelantaran.”

      En la predicación, los hermanos siempre tenían presentes los buenos modales y las normas de cortesía del lugar (1 Cor. 9:20-23). Charles Pritchard, quien sirvió de misionero y actualmente es miembro del Comité de Sucursal de Nueva Zelanda, escribe lo siguiente: “Debido al cálido clima tropical, las casas típicas (llamadas fale) no tienen paredes. De modo que era bastante fácil ver si había alguien en casa. Pero se consideraba el colmo de la mala educación ponerse a hablar estando de pie o antes de que a uno lo hubieran invitado a entrar. Por eso nos quedábamos de pie en silencio al lado de las casas hasta que alguien nos viera. Cuando nos veían, ponían una esterilla limpia en el suelo de piedra de la casa. Esa era la forma de invitarnos a entrar. Primero teníamos que descalzarnos y luego sentarnos en la esterilla con las piernas cruzadas”. Para muchos misioneros era un suplicio estar mucho tiempo sentados en el suelo en esa posición. Al menos no estaba mal visto que el invitado estirara las piernas. Eso sí, tenía que cubrírselas totalmente, pues para los samoanos es muy ofensivo que alguien ponga los pies desnudos en dirección al dueño de la casa.

      John Rhodes, que durante veinte años fue misionero en las islas Samoa, señala: “La gente nos daba la bienvenida con mucha cortesía y nos decía que para ellos era un honor que les lleváramos el mensaje bíblico a su humilde hogar. Luego nos hacían preguntas personales. Les gustaba saber, por ejemplo, de dónde éramos, si teníamos hijos o dónde vivía nuestra familia”.

      Helen, la esposa de John, añade: “Cuando hablábamos con la gente, empleábamos expresiones formales. Queríamos tratar a los samoanos con la máxima dignidad y que ellos también respetaran nuestro mensaje bíblico”.

      “Estas presentaciones —dice Caroline Pedro— permitían que nosotros conociéramos mejor a la familia y ellos a nosotros. De esa manera nos resultaba más fácil ayudarlos espiritualmente.”

      Después de las presentaciones protocolarias, los hermanos podían hablar del mensaje del Reino sin ningún problema. “La gente escuchaba atentamente sin interrumpirnos —recuerda el ex misionero Robert Boies—. Cuando terminábamos, nos repetían muchas de las cosas que habíamos dicho; lo hacían para que viéramos que, para ellos, nuestro mensaje era importante.”

      Como la población conocía bastante bien la Biblia, era muy habitual entablar largas conversaciones sobre asuntos doctrinales. “Aquellas charlas me obligaron a mejorar mi comprensión de varios temas bíblicos”, reconoce Caroline Pedro. La mayoría de las personas aceptaban publicaciones. Con el tiempo, los publicadores aprendieron a distinguir entre simple curiosidad y verdadero interés en las cuestiones espirituales.

      Muchos de los que habían empezado a asistir a las reuniones estaban deseando salir a predicar. “Los samoanos se expresan muy bien en público —asegura John Rhodes—. De hecho, muchos estudiantes se ponían a hablar a los demás de su fe casi sin tener preparación. Aun así, los animábamos a seguir las sugerencias que habíamos recibido y a basarse en las Escrituras y no solo en sus dotes naturales de oratoria.” Aquella preparación produjo muchos evangelizadores eficaces.

  • Islas Samoa
    Anuario de los testigos de Jehová 2009
    • [Ilustración y recuadro de la página 87]

      He disfrutado muchísimo

      RONALD SELLARS

      AÑO DE NACIMIENTO 1922

      AÑO DE BAUTISMO 1940

      OTROS DATOS En 1953 llegó a Samoa para servir de precursor especial junto con su esposa, Olive (Dolly). En 1961 se graduó de Galaad. Actualmente es precursor especial en Samoa Norteamericana.

      CUANDO el gobierno de Samoa nos negó la renovación del visado, Dolly y yo nos fuimos a Samoa Norteamericana. El barco nos dejó en Pago Pago a las tres de la mañana. No había ni un alma. Éramos los únicos publicadores del país y solo teníamos 12 dólares en el bolsillo. Esa mañana, el padre de un muchacho que había estudiado la Biblia nos alojó en su vivienda. Dormíamos en un rincón de la única habitación que había. Solo una cortina nos separaba del resto. Aunque queríamos encontrar otro lugar donde vivir, enseguida nos pusimos a predicar, empezando por la vivienda de al lado.

      Al cabo de unas semanas conseguimos en Fagatoga un apartamento bastante grande encima de un almacén. Aunque no había ni un solo mueble, teníamos unas vistas impresionantes del pintoresco puerto de Pago Pago. El hermano Knorr nos había dicho: “Cuando vayan a las islas del Pacífico, es posible que tengan muy pocas comodidades. Hasta es posible que deban desarmar las cajas de las publicaciones y tenderlas en el suelo para dormir”. Eso fue precisamente lo que hicimos. Tardamos meses en reunir el dinero para hacernos una cama, una mesa y unas sillas. Aun así, estábamos muy contentos de tener un sitio al que llamar hogar.

      Aunque ya no cuento con la compañía de mi querida esposa, que falleció en 1985, todavía salgo a predicar casi todos los días. Cuando pienso en los más de cincuenta años que he pasado como precursor y misionero, solo puedo decir que he disfrutado muchísimo de mi servicio.

      [Ilustración y recuadro de la página 88]

      Me enseñaron a amar a Jehová

      WALLACE PEDRO

      AÑO DE NACIMIENTO 1935

      AÑO DE BAUTISMO 1955

      OTROS DATOS Fue la primera persona de Samoa Norteamericana que se bautizó. Él y su esposa, Caroline, fueron precursores antes de criar a su familia. Actualmente viven en Seattle (Washington, Estados Unidos).

      COMENCÉ a estudiar la Biblia siendo muy joven. Cuando empecé a predicar, mis padres me echaron de casa. Me quedé con lo puesto y tuve que irme a dormir a la playa. Recuerdo que le pedí a Jehová que me diera el valor necesario para servirle pasara lo que pasara.

      Al día siguiente, mientras estaba en la biblioteca de la escuela, entró de repente Paul Evans. Debió de ver que me pasaba algo, pues me dijo que fuera con él al hogar misional a charlar un rato. Los misioneros me acogieron y me trataron muy bien. Al año siguiente me bauticé.

      Cuando terminé mis estudios, me hice precursor y serví junto con los misioneros. Con el tiempo me casé con Caroline Hinsche, una dinámica precursora canadiense que había estado en Fiyi, y empezamos a servir de precursores especiales en Samoa Norteamericana.

      La actitud de mis padres cambió con el tiempo. Mi padre empezó a estudiar la Biblia antes de su muerte, y mi madre se bautizó a la edad de 72 años. Estoy muy agradecido a todos aquellos misioneros por el ejemplo tan bueno que me dieron. Me enseñaron a amar a Jehová, un amor que me ha sostenido hasta el día de hoy.

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