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Islas SamoaAnuario de los testigos de Jehová 2009
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Un superintendente de circuito llamado Leonard (Len) Helberg, que visitó Pago Pago ese año, describe así lo que vio:
“El hogar misional era un apartamento grande que estaba encima de una tienda antigua. Cerca de allí, al otro lado de un riachuelo, había un bar frecuentado todas las noches por los marineros, que a veces terminaban en la calle peleándose. Cuando eso sucedía, llegaba el jefe de policía, un hombre pequeño pero fornido que se metía entre la multitud sin quitarse el cigarro de la boca repartiendo puñetazos indiscriminadamente. Desde el patio trasero se oían los sermones sobre el infierno que se pronunciaban en una iglesia cercana. Y desde el balcón del frente veíamos a la gente ir al banco una vez al mes para recibir su paga del gobierno. Los misioneros de otras iglesias llegaban de diferentes partes de la isla y caminaban entre la muchedumbre tratando desesperadamente de recolectar el diezmo antes de que se gastaran todo el dinero.”
Rodeados de ese ambiente no era difícil encontrar personas interesadas en las cosas espirituales. “Un hermano que era misionero—relata Len— empezaba el día a las seis de la mañana dando clases bíblicas al dueño de una barbería que estaba frente al hogar misional, al otro lado de la plaza, antes de que este abriera su negocio. Después se iba a comprar el pan para el desayuno, pero antes también se sentaba con el panadero para enseñarle sobre la Biblia. Más adelante, durante el día, ese mismo hermano iba a la plaza del pueblo para ayudar a un grupo de presidiarios que querían conocer mejor la Biblia.”
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Islas SamoaAnuario de los testigos de Jehová 2009
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En la visita de cuatro semanas que realizó en 1955 a Samoa Norteamericana, Len proyectó el documental quince veces. La asistencia total fue de 3.227 personas, un promedio de 215 por proyección.
“Antes de la proyección —recuerda Len— recorríamos en automóvil las aldeas repartiendo invitaciones a todo el mundo. También decíamos en voz alta: ‘Esta noche hay película gratis’ e indicábamos el nombre de la población a la que debían ir.”
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Len escribe: “Gracias a la persistencia de todos y al interés por la Biblia que había en la comunidad, para mediados de los sesenta en toda casa de Fagatoga se había llevado a cabo un estudio bíblico. Ya en aquel tiempo se visitaba a cada familia de la isla una vez al mes”.
Esta campaña de predicación influyó en las creencias de la gente. Len dice: “Todos tenían claro que Dios quería que viviéramos para siempre en la Tierra, que el infierno no es un lugar de tortura y que los muertos están inconscientes. El pueblo no aprendió estas verdades bíblicas elementales gracias a su iglesia, sino gracias a los testigos de Jehová. Nosotros hablábamos con ellos personalmente y razonábamos con ellos usando su propia Biblia”.
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