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¿Cómo empezó la vida en la Tierra?¡Despertad! 1987 | 22 de enero
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Lo que se dice de la atmósfera primitiva
Lo primero que se necesitaba era que en la Tierra primitiva hubiera una atmósfera que, al ser bombardeada por descargas eléctricas atmosféricas o rayos ultravioleta o por otras fuentes de energía, produjera moléculas sencillas necesarias para la vida. En 1953 Stanley Miller hizo un informe sobre un experimento de ese tipo. Seleccionó una atmósfera rica en hidrógeno para la Tierra primitiva, hizo pasar por ella una chispa eléctrica, y produjo dos aminoácidos sencillos de los 20 que se necesitan para componer proteínas1. Sin embargo, nadie sabe cómo era la atmósfera de la Tierra primitiva2. ¿Por qué escogió esta Miller? Confesó prejuicio a favor de ella porque era la única en que “tiene lugar la síntesis de compuestos de interés biológico”3.
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¿Cómo empezó la vida en la Tierra?¡Despertad! 1987 | 22 de enero
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Miller usó una chispa para quebrar las sustancias químicas sencillas de su atmósfera de modo que se formaran aminoácidos. ¡Pero esta chispa hubiera quebrado con mucha más rapidez los aminoácidos! Por eso, de nuevo Miller preparó su experimento según lo que se proponía: Construyó en su aparato una trampa para almacenar los ácidos tan pronto como se formaran, salvándolos de la chispa. Sin embargo, algunos científicos alegan que en la Tierra primitiva los aminoácidos habrían escapado del efecto de las descargas eléctricas y los rayos ultravioleta precipitándose en el océano. Así tratan de salvar la sopa los evolucionistas.
Pero es en vano, por varias razones. Los aminoácidos no son estables en el agua, y en el océano antiguo existirían solamente en cantidades insignificantes. Si alguna vez hubiera existido la sopa orgánica, algunos de sus compuestos habrían sido atrapados en las rocas sedimentarias, pero a pesar de 20 años de búsqueda “las rocas más antiguas no han arrojado ninguna prueba de que existiera una sopa prebiótica”. Sin embargo, “la existencia de una sopa prebiótica es de importancia crítica”. De modo que “es [...] sacudidor darse cuenta de que no hay absolutamente ninguna prueba positiva de su existencia”6.
Las probabilidades de que se formara una proteína
Aceptemos que existiera la sopa que la naturaleza no acepta. Millones de aminoácidos en la sopa, centenares de diferentes clases, aproximadamente la mitad de ellos en forma levógira (“zurdos”) y la otra mitad en forma dextrógira (“derechos”). ¿Se conectarían ahora los aminoácidos en largas cadenas para producir proteínas? ¿Serían seleccionadas por azar solo las 20 clases que se necesitarían de entre los centenares de clases que habría en la sopa? Y de estas 20 clases, ¿seleccionaría el azar solo las formas “zurdas” que se hallan en los organismos vivientes? ¿Y entonces las pondría en el orden correcto para cada proteína distinta, y en la forma exacta que se requeriría para cada una7? Solo por un milagro.
Una proteína típica tiene unos cien aminoácidos y contiene muchos miles de átomos. En sus procesos vitales una célula viva usa unas 200.000 proteínas. Dos mil de ellas son enzimas, proteínas especiales sin las cuales la célula no puede sobrevivir. ¿Cuántas probabilidades hay de que estas enzimas se formen al azar en la sopa, si se tuviera la sopa? Una probabilidad contra 1040.000. Esto es 1 seguido por 40.000 ceros. Si se escribiera esa cifra con todos sus ceros, el número llenaría 14 páginas de esta revista. O, puesto de otra manera, la probabilidad es igual a lanzar unos dados y conseguir que el número seis salga 50.000 veces seguidas. Y eso es solo para 2.000 de las 200.000 que se necesitan para una célula viviente8. Por eso, para conseguirlas todas, ¡haga que el seis le salga otros 5.000.000 de veces de corrido!
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