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La Antártida, la última frontera¡Despertad! 2000 | 22 de julio
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La Antártida, la última frontera
DE NUESTRO CORRESPONSAL EN AUSTRALIA
EN ALGUNAS regiones de la Antártida puede hacer tanto frío que, según un escritor, “si dejamos caer una barra de acero, probablemente estalle como si fuera de vidrio, [...] y si sacamos un pez de un agujero practicado en el hielo, se congela totalmente en cinco segundos”. Dadas sus condiciones extremas y su belleza surrealista, despojada de todo ornamento —complementada a veces por los asombrosos espectáculos de la aurora austral—, la Antártida bien pudiera considerarse otro mundo.
Pero ciertamente es parte de este mundo. De hecho, se la ha comparado a un extenso laboratorio natural para el estudio de la Tierra y su atmósfera, así como de los cambios medioambientales que ocurren en nuestro planeta, incluidos los que se relacionan con las actividades del ser humano. Los estudios realizados a este respecto preocupan cada día más a los científicos, quienes han observado nuevos fenómenos inquietantes que indican que no todo va bien en las regiones del polo Sur. Pero veamos en primer lugar qué hace tan singular a la Antártida.
Para empezar, este continente —el más aislado del mundo— está lleno de contradicciones. Es hermosísimo y puro, pero muy inhóspito. Pese a ser el lugar más ventoso y frío del globo, es sumamente delicado y sensible. Aunque registra menos precipitaciones que los demás continentes, encierra en sus hielos el 70% del agua dulce del planeta. Su capa de hielo (de unos 2.200 metros de grosor medio) lo convierte en el continente más elevado (su altitud media es de 2.300 metros sobre el nivel del mar). Por su extensión es el quinto continente, pero no tiene ningún habitante permanente mayor que una mosca sin alas de poco más de un centímetro.
Casi una visita a Marte
Conforme nos adentramos en la Antártida, disminuyen las señales de vida, sobre todo al llegar a los valles desprovistos de hielo, o valles secos. Con una extensión de unos 3.000 kilómetros cuadrados, estos desiertos polares ocupan en su mayoría grandes altitudes de las cadenas Transantárticas, una serie de macizos que atraviesan el continente y superan en algunos puntos los 4.300 metros. Los ventarrones helados soplan por estos valles y barren rápidamente la nieve que haya podido caer. Para los científicos, estos valles son el equivalente terrestre más parecido a la superficie de Marte. Por ello, los consideraron lugares adecuados para probar el equipo espacial de la misión Viking que enviaron a Marte.
No obstante, hasta estos valles albergan vida. Dentro de las rocas porosas, en pequeñas bolsas de aire, habitan bacterias, algas y hongos excepcionalmente resistentes. Sobreviven con el menor rastro de humedad. Fuera de allí se halla el mundo surrealista de los ventifactos, rocas peladas cuyas extrañas formas y aspecto lustroso se deben a siglos y siglos de vientos implacables.
Recibe el nombre antes de ser descubierta
Las conjeturas sobre la existencia de una enorme masa continental al sur del planeta se remontan a la época de los antiguos filósofos griegos. Aristóteles, por ejemplo, postuló la necesidad de un continente austral que contrapesara las tierras conocidas del hemisferio norte. El libro Antarctica—Great Stories From the Frozen Continent (La Antártida: grandes relatos del continente helado) señala que “en vista de que el hemisferio norte está situado bajo la constelación de Árktos (la Osa Mayor), Aristóteles (384-322 a.C.) razonó que el territorio desconocido que existiese al sur debería ser Antarktikós, es decir, lo diametralmente opuesto”, o las antípodas. Por consiguiente, la Antártida goza de la distinción de haber recibido nombre unos dos mil años antes de su descubrimiento.
En 1772, el capitán James Cook (explorador británico) se hizo a la vela rumbo al sur en busca del hasta entonces hipotético continente meridional. Penetró en un mundo de islas azotadas por el viento y de grandes icebergs o, como los llamó él, “ínsulas de hielo”. “Algunas —escribió— tenían un perímetro de casi tres kilómetros y una altura de 20 metros; a pesar de todo, las olas del mar batían con tal violencia que lograban sobrepasarlas con mucho.” Lleno de resolución, Cook continuó hacia el sur, y el 17 de enero de 1773, su barco, el Resolution, y su acompañante, el Adventure, fueron las primeras embarcaciones de las que hay constancia que cruzaron el círculo polar antártico. Con férrea voluntad, Cook se abrió camino a través de la banquisa hasta quedar bloqueado. “No alcanzaba a ver nada en dirección sur más que hielo”, escribió en su diario de a bordo. De hecho, se hallaba a solo 120 kilómetros del suelo antártico cuando decidió regresar.
Así pues, ¿quién fue el primer ser humano en ver la Antártida? Sí, ¿quién puso pie en ella por primera vez? Hasta el día de hoy, nadie lo sabe con certeza. Bien pudieran haber sido balleneros o cazadores de focas, pues cuando Cook regresó a casa, los informes que dio acerca de la abundancia de focas, pingüinos y ballenas propiciaron una ansiosa carrera por llegar a esta región de la Tierra.
Hielo ensangrentado
Cook “se topó con lo que posiblemente fuera la mayor concentración de fauna del planeta, y fue el primero en anunciar al mundo su existencia”, escribió Alan Moorehead en su obra The Fatal Impact (El impacto mortífero). “Para los animales antárticos —añade Moorehead—, [aquello] supuso todo un holocausto.” El libro Antarctica—Great Stories From the Frozen Continent señala: “A finales del siglo XVIII, la caza de focas en el hemisferio sur había adquirido las características de la fiebre del oro. La insaciable demanda de pieles existente en China y Europa llevó enseguida a que se esquilmaran los lugares de caza [hasta entonces] conocidos, dejando a los cazadores con la desesperación de encontrar nuevos territorios que tuvieran colonias intactas”.
Una vez que los cazadores de focas arrasaron su fuente de ingresos, vinieron los balleneros a saquear los mares. “Nunca sabremos cuántas ballenas y focas mataron en el océano austral —escribe Moorehead—. ¿Serían diez millones o cincuenta millones? Las cifras pierden sentido, pues la matanza no se detuvo hasta que casi desapareció toda posible víctima.”
En la actualidad, sin embargo, las leyes internacionales protegen en su totalidad la flora y fauna antárticas. Además, la ausencia de predadores terrestres, unida a la abundancia de alimentos marinos, convierte la costa antártica en refugio veraniego de la fauna. Pero ya hay señales de un ataque más insidioso, que quizás logre eludir los acuerdos internacionales.
[Recuadro de la página 15]
POLOS OPUESTOS
A pesar de que el polo Norte y su hermano del sur tienen mucho en común, son dos “polos opuestos”, y no solo por la situación geográfica. Examinemos varias diferencias.
La región inmediata al polo Norte está constituida íntegramente por hielo y agua marina, mientras que el polo Sur se halla cerca del centro de un continente que es el quinto en extensión.
El polo Norte está rodeado por las tierras habitadas de Asia, Europa y Norteamérica, mientras que a la Antártida la circunda un vasto océano, el más tempestuoso del planeta.
En el círculo polar ártico viven decenas de miles de familias y millares de plantas y animales, pero a la Antártida ni un solo ser humano la considera su hogar, y sus únicas criaturas autóctonas son algas, bacterias, musgos, líquenes, dos especies de plantas florales y varias de insectos.
“A la Antártida se la ha llamado el continente oscilante —señala la Encyclopædia Britannica— porque cada año crecen y luego se repliegan sus hielos costeros.” En su punto máximo, la banquisa se adentra en el mar hasta 1.600 kilómetros. Esta expansión y contracción es seis veces más acusada que en la banquisa ártica, lo que implica una mayor influencia de la Antártida en el clima mundial.
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La Antártida, continente amenazado¡Despertad! 2000 | 22 de julio
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La Antártida, continente amenazado
CUANDO los astronautas contemplan la Tierra desde el espacio —señala el libro Antarctica: The Last Continent (La Antártida, el último continente)—, les llama particularmente la atención el casquete polar antártico, el cual, según su descripción, “es como una gran linterna blanca que irradia luz por toda la parte inferior del globo”.
Con 30.000.000 de kilómetros cúbicos de agua sólida, constituye una colosal máquina de hacer hielo a escala continental. La nieve que cae se compacta y solidifica para formar hielo, al que la gravedad obliga a fluir lentamente hacia la costa, donde penetra en el mar y crea enormes plataformas (véase el recuadro de la pág. 18).
La reducción de las plataformas de hielo
Pero en los últimos años se ha acelerado la fusión, con la consiguiente reducción de algunas plataformas y la desaparición de otras. En 1995 se desplomó una sección de aproximadamente 1.000 kilómetros cuadrados de la plataforma de Larsen, que tiene casi 1.000 kilómetros de longitud, la cual, según informes, se escindió formando miles de icebergs.
La única región afectada hasta la fecha por la recesión del hielo es la península antártica. Localizada a continuación de la cordillera de los Andes (Sudamérica), esta península con forma de ese ha registrado una subida de 2,5 °C en los últimos cincuenta años. El retroceso indicado posibilita la circunnavegación de la isla de James Ross, que antaño estaba rodeada de hielo, y ha ocasionado un drástico aumento de la vegetación.
Debido a que el deshielo se ha limitado a la península antártica, hay científicos que dudan que sea indicio del calentamiento del planeta. Sin embargo, según un estudio noruego, el hielo ártico también se está reduciendo. (Dado que el polo Norte no está situado sobre tierra firme, buena parte del agua sólida del ártico es marina.) De acuerdo con el citado estudio, todos estos cambios encajan con las predicciones de un calentamiento del globo.
Pero la Antártida no solo reacciona ante los cambios de temperatura. Se ha dicho de este continente que es, “en muchos aspectos, el motor vital del clima del mundo”. Siendo este el caso, los modelos climáticos tal vez se alteren si la Antártida sigue sufriendo cambios.
Entretanto, se ha formado sobre ella, a gran altura, un agujero en la capa de ozono que duplica el tamaño de Europa. El ozono, una variedad del oxígeno, protege la Tierra de la nociva radiación ultravioleta, que ocasiona lesiones en los ojos y cáncer de piel. En vista del aumento que ha habido en la radiación solar, los investigadores que trabajan en la Antártida se protegen la piel y llevan gafas de esquí o de sol con una capa reflectante especial para no sufrir daños oculares. El tiempo dirá hasta qué grado resulta afectada la fauna estacional de la zona.
Continente delicado: pise con cuidado
Este encabezamiento sería un buen letrero para recibir a quienes visitan la Antártida. ¿Por qué? Como indica la División Antártica Australiana, por varios motivos. Primero, las relaciones ecológicas simples que allí existen propician un ambiente sumamente sensible a las perturbaciones. Segundo, la vegetación crece con tal lentitud, que las pisadas sobre un lecho de musgo pudieran observarse hasta diez años después. Las plantas dañadas o debilitadas están a merced de fuertes vientos, capaces de destruir comunidades vegetales enteras. Tercero, el frío extremo hace que los desechos tarden décadas en descomponerse. Cuarto, el ser humano pudiera traer sin darse cuenta organismos microscópicos ajenos a este continente aislado y, por ende, vulnerable. Por último, los turistas y los científicos suelen frecuentar las franjas costeras, las zonas más propicias para la flora y la fauna. Puesto que estas regiones comprenden tan solo un 2% de la tierra firme, no cuesta entender que sería muy fácil que en poco tiempo se superpoblara la Antártida. De ahí que se suscite la pregunta de quién controla este enorme continente.
¿Quién manda en la Antártida?
Aunque hay siete naciones que reclaman para sí porciones del territorio, este posee la distinción, como conjunto, de no tener ni soberanía ni ciudadanos. “Es el único continente terrestre gobernado enteramente por un acuerdo internacional”, señala la División Antártica Australiana.
Con estas palabras se hace referencia al Tratado Antártico, que suscribieron doce gobiernos y que entró en vigor el 23 de junio de 1961. Hoy, el número de países participantes supera los cuarenta. El acuerdo persigue que la Antártida, “en interés de toda la humanidad [...] continúe utilizándose siempre exclusivamente para fines pacíficos y que no llegue a ser escenario u objeto de discordia internacional”.
En enero de 1998 entró en vigor el Protocolo de Protección Ambiental del Tratado Antártico. Este protocolo prohíbe las explotaciones mineras por un mínimo de cincuenta años. También designa como “reserva natural dedicada a la paz y la ciencia” todo el continente y sus ecosistemas marinos dependientes. Quedan vedadas las actividades militares, las pruebas de armamento y el almacenamiento de residuos nucleares. Hasta se proscriben los perros de trineo.
El Tratado Antártico ha sido aclamado como “ejemplo sin precedentes de cooperación internacional”. Pero quedan muchos problemas por resolver, entre ellos el de la soberanía. Por ejemplo, ¿quién velará por el cumplimiento del tratado y cómo? Y ¿de qué manera harán frente las naciones miembros al auge del turismo, potencial amenaza para la delicada ecología antártica? En los últimos años han llegado en barco a la Antártida más de siete mil turistas anuales, y se prevé que la cifra se duplique en breve.
Es posible que el futuro traiga otros desafíos. Por ejemplo, ¿qué sucedería si los científicos encontraran valiosos yacimientos mineros o petrolíferos? ¿Impediría el tratado la explotación comercial, con la consiguiente contaminación que suele acarrear? El Tratado Antártico, como los demás, es susceptible de alterarse. El artículo 12.° dice que “podrá ser modificado o enmendado, en cualquier momento, con el consentimiento unánime de las Partes Contratantes”.
Es patente que ningún tratado puede salvaguardar a la Antártida de los vertidos del mundo industrializado. Sería toda una lástima que la hermosa “linterna blanca” de la base del globo se contaminara a consecuencia de los abarcadores efectos de la codicia y la ignorancia del hombre. Causar daño a la Antártida resulta en perjuicio para la humanidad. La enseñanza fundamental que nos transmite este continente es que toda la Tierra, como el cuerpo humano, constituye un sistema interrelacionado, coordinado a la perfección por el Creador para el sostén de la vida y para nuestro disfrute.
[Ilustración y recuadro de la página 18]
¿QUÉ ES UNA PLATAFORMA DE HIELO?
Desde lugares altos en el interior de la Antártida, corrientes de hielo, producto de las nieves que han caído, se abren camino con dirección a la costa. Estas fluyen a una velocidad de hasta 800 metros por año, según recientes imágenes de radar obtenidas mediante satélites. Muchas de estas corrientes se unen, como si fueran afluentes, para constituir los glaciares, enormes ríos helados que, al llegar al mar, flotan en el agua y crean plataformas de hielo. La mayor de ellas, la de Ross (en la foto), que recibe hielo de al menos siete glaciares, iguala en extensión a Francia y alcanza en algunos puntos casi un kilómetro de espesor.a
En circunstancias normales, las plataformas no se repliegan. Cuanto más hielo aportan los glaciares a la plataforma, más se adentra su borde en el mar, como si fuera la pasta de dientes que sale al apretar el tubo. Con el tiempo se desgajarán grandes fragmentos: los icebergs. Algunos “alcanzan los 13.000 kilómetros cuadrados”, señala The World Book Encyclopedia. Sin embargo, las escisiones se han acelerado en los últimos años y las plataformas se han retraído, algunas hasta han desaparecido. Con todo, el nivel del mar no sube. ¿Por qué? Porque las plataformas ya se hallan a flote y desplazan su peso en el agua. Pero si los hielos que cubren la Antártida se derritieran, sería como vaciar en el océano 30.000.000 de ki- lómetros cúbicos de agua. El nivel de los mares subiría unos 65 metros.
[Nota]
a Estas plataformas no deben confundirse con las banquisas, cuyo origen son témpanos relativamente pequeños que se forman en el mar durante el invierno, cuando se congela el agua de la superficie. Dichos hielos se fusionan para formar las banquisas, mientras que en el verano ocurre el proceso contrario. Los icebergs no se originan de las banquisas, sino de las plataformas.
[Ilustración]
Enormes bloques de hielo se desprenden de la plataforma de hielo de Ross, que en este punto se eleva unos 60 metros sobre el nivel del mar
[Reconocimiento]
Tui De Roy
[Ilustración de la página 20]
Cría de foca de Weddell
[Reconocimiento]
Foto: Commander John Bortniak, NOAA Corps
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