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  • El contraataque de los microbios
    ¡Despertad! 1996 | 22 de febrero
    • Las limitaciones de la ciencia médica

      Otras causas del resurgimiento de enfermedades infecciosas tienen que ver con la propia ciencia médica. Muchas bacterias se han hecho resistentes a antibióticos que en el pasado eran efectivos. Irónicamente, estos mismos contribuyeron a crear tal situación. Por ejemplo, si un antibiótico mata únicamente el 99% de las bacterias patógenas de un individuo infectado, el 1% sobreviviente puede multiplicarse como una cepa robusta de mala hierba en un campo recién arado.

      Cuando los pacientes no terminan un tratamiento de antibióticos prescrito por el médico, la situación se agrava. Los enfermos a menudo dejan de tomarse las tabletas en cuanto se sienten mejor. Aunque acabe con los microbios más débiles, los más fuertes sobreviven y se multiplican imperceptiblemente. En el lapso de unas semanas la enfermedad recurre, pero esta vez es más difícil, o hasta imposible, de curar con medicamentos. Cuando las cepas de microbios farmacorresistentes se transmiten a otras personas, el resultado es un problema de salud pública.

      Los expertos de la OMS afirmaron recientemente: “La resistencia [a los antibióticos y a otros antimicrobianos] está haciéndose endémica en muchos países y la polifarmacorresistencia está dejando a los médicos prácticamente sin recursos de tratamiento para una cantidad cada vez mayor de enfermedades. Se calcula que tan solo en los hospitales de todo el mundo ocurren diariamente un millón de infecciones bacterianas, la mayoría de ellas farmacorresistentes”.

      Las transfusiones sanguíneas, que a partir de la segunda guerra mundial se han empleado con mayor frecuencia, han contribuido también a la diseminación de enfermedades infecciosas. Pese a los esfuerzos de la ciencia por mantener la sangre libre de microbios, las transfusiones sanguíneas han propagado de forma considerable la hepatitis, el citomegalovirus, las bacterias resistentes a los antibióticos, el paludismo, la fiebre amarilla, la enfermedad de Chagas, el sida y muchas otras enfermedades mortíferas.

  • El contraataque de los microbios
    ¡Despertad! 1996 | 22 de febrero
    • Cuando los microbios contraatacan

      Bernard Dixon comentó en 1994 que la bacteria es un microbio tan diminuto que “pesa solo 0,00000000001 gramos. Una ballena azul pesa unos 100.000.000 de gramos. Pero la bacteria puede matar a una ballena”.

      Una de las bacterias más temidas en los hospitales es la de las cepas farmacorresistentes del Staphylococcus aureus. Estos gérmenes aquejan a las personas enfermas y débiles, causándoles infecciones sanguíneas letales, neumonías y choques sépticos. Según cierta estadística, este estafilococo mata a unas sesenta mil personas anualmente en Estados Unidos, más de las que mueren por causa de accidentes automovilísticos. En el decurso de los años han surgido cepas tan resistentes a los antibióticos que para 1988 solo uno de ellos podía contenerla: la vancomicina. Sin embargo, poco después empezaron a llegar informes de todo el mundo de cepas resistentes a este antibiótico.

      Incluso cuando los antibióticos actúan como se ha previsto, pueden presentarse otras dificultades. A mediados de 1993, Joan Ray fue internada en un hospital de Estados Unidos para someterla a una operación de rutina. Ella esperaba volver a casa en cuestión de días. En vez de eso tuvo que permanecer en el hospital trescientos veintidós días, a causa, principalmente, de infecciones postoperatorias. Los médicos combatieron las infecciones con dosis fuertes de antibióticos, incluida la vancomicina, pero las bacterias contraatacaban. Joan recuerda: “No podía mover las manos ni los pies. [...] Ni siquiera podía sostener un libro para leer”.

      Los facultativos se esforzaron por comprender por qué, después de meses de tratamiento con antibióticos, Joan seguía enferma. Los análisis clínicos mostraron que además de la infección estafilocócica, Joan hospedaba otra bacteria: un enterococo resistente a la vancomicina. Como su nombre lo sugiere, este microorganismo no fue afectado por la vancomicina, y también parecía inmune a los demás antibióticos.

      Los médicos se dieron cuenta de algo que los dejó atónitos. La bacteria no solo era resistente a los fármacos, sino que, contrario a lo que ellos esperaban, se valía de la vancomicina para sobrevivir. El médico de Joan, un especialista en enfermedades infecciosas, explicó: “[La bacteria] necesitaba la vancomicina para reproducirse. Puede decirse, en cierto modo, que la vancomicina la estaba alimentando”.

      Cuando los doctores dejaron de administrar el fármaco, la bacteria murió y Joan se recuperó.

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