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¿De qué magnitud es la amenaza?¡Despertad! 2003 | 22 de octubre
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¿De qué magnitud es la amenaza?
EN OCTUBRE de 1997, una bebé de tres semanas de edad llamada Hollie Mullin contrajo una infección en el oído. En vista de que no mejoraba, su médico le recetó al cabo de unos días un antibiótico nuevo, que supuestamente la curaría sin dificultad. Pero no fue así, pues la infección reaparecía al final de cada tratamiento.
En su primer año de vida, Hollie fue tratada en diecisiete ocasiones con distintos antibióticos. Al cumplir veintiún meses tuvo su peor recaída. Después de administrarle por vía intravenosa durante catorce días un antibiótico que constituía su última esperanza, la infección cedió por fin.
Cada vez se dan más casos como este, y no solo entre niños y ancianos. Gente de todas las edades enferma e incluso muere a causa de infecciones que antes se curaban fácilmente con antibióticos. De hecho, en la década de 1950, los microbios resistentes a los medicamentos comenzaron a representar un verdadero problema en algunos hospitales. Más tarde, en los años sesenta y setenta, tales microbios afectaron también a la comunidad en general.
Con el tiempo, los investigadores en el campo de la medicina señalaron a la utilización excesiva de antibióticos en humanos y animales como la causa principal del aumento de microbios resistentes a estos fármacos. En 1978, uno de tales investigadores indicó que el empleo de antibióticos estaba “fuera de control”. Por eso, en los años noventa comenzaron a aparecer por todo el mundo titulares como “Llegan los supermicrobios”, “Los supermicrobios toman posiciones” y “Fármacos peligrosos: el abuso de antibióticos provoca la aparición de supermicrobios”.
¿Puro sensacionalismo? Según algunas respetadas organizaciones médicas, no lo es. En un informe sobre enfermedades infecciosas publicado en el año 2000, la entonces directora general de la Organización Mundial de la Salud (OMS) señaló: “En el alba de un nuevo milenio, la humanidad se enfrenta con otra crisis. Enfermedades antes curables [...] están ahora armad[a]s de la crecientemente impenetrable resistencia a los antimicrobianos”.
¿Cuánta gravedad reviste la crisis? “Este fenómeno inquietante [la farmacorresistencia de los microbios] está reduciendo las posibilidades de tratar las enfermedades infecciosas”, informó la OMS. Varias autoridades en la materia incluso aseguran que la humanidad está retrocediendo a la época en que no había antibióticos para curar las infecciones.
¿Cómo han podido los microorganismos resistentes a los fármacos presentar batalla a los brillantes avances científicos y, de hecho, colonizar el mundo? ¿Es posible hacer algo para protegernos a nosotros mismos o a los demás? Y ¿cómo se pondrá fin a la amenaza de los microbios resistentes a los antibióticos? Los siguientes artículos ofrecen algunas respuestas.
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El regreso de los microbios: por qué se han vuelto resistentes¡Despertad! 2003 | 22 de octubre
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El regreso de los microbios: por qué se han vuelto resistentes
TODO parece indicar que los virus, las bacterias, los protozoos y los hongos, así como otros microorganismos, han existido desde que comenzó la vida en la Tierra. Aunque constituyen las formas de vida más simples que habitan nuestro planeta, su increíble adaptabilidad les permite sobrevivir donde ningún otro ser puede hacerlo. Por ejemplo, se encuentran tanto en las abrasadoras fuentes termales de los lechos marinos como en las gélidas aguas del océano Ártico. En la actualidad, estos microbios repelen con éxito el ataque más intenso de su historia: el de los fármacos antimicrobianos.
Hace cien años se sabía que algunos microorganismos, o microbios, causaban determinadas enfermedades, pero nadie había oído hablar de medicinas capaces de combatirlos. Cuando alguien contraía una grave infección, los médicos poco podían hacer salvo brindarle apoyo moral. El sistema inmunológico del enfermo tenía que vencer la infección por sí mismo. Si sus defensas no estaban fuertes, las consecuencias eran a menudo trágicas. La gente moría incluso por un pequeño rasguño infectado.
Es lógico, pues, que el descubrimiento de los primeros medicamentos antimicrobianos seguros —los antibióticos— revolucionara el mundo de la medicina.a El empleo terapéutico de las sulfamidas en la década de 1930 y de sustancias como la penicilina y la estreptomicina en los años cuarenta dio paso a un aluvión de descubrimientos en las décadas subsiguientes. Para los años noventa, el arsenal de antibióticos incluía unos ciento cincuenta compuestos, agrupados en quince familias.
Expectativas frustradas
En las décadas de 1950 y 1960 hubo quienes comenzaron a celebrar la victoria sobre las infecciones. Algunos microbiólogos incluso creyeron que dichas dolencias pronto serían un mero y triste recuerdo. En 1969, el director general de Salud Pública de Estados Unidos declaró ante el Congreso que en breve la humanidad podría “olvidarse para siempre de las enfermedades infecciosas”. En 1972, el premio Nobel Macfarlane Burnet, en colaboración con David White, escribió: “El pronóstico más probable sobre el futuro de las enfermedades infecciosas es que lo van a tener muy negro”. En efecto, algunos pensaron que tales afecciones podrían eliminarse de una vez por todas.
Al creer que las infecciones habían sido derrotadas, se generalizó un exceso de confianza. Una enfermera familiarizada con la grave amenaza que constituían los microbios antes de la aparición de los antibióticos observó que algunas colegas jóvenes habían descuidado las normas básicas de higiene. Cuando les recordó que se lavaran las manos, le contestaron: “No se preocupe, ahora tenemos antibióticos”.
Sin embargo, la dependencia y el abuso de los antibióticos han tenido consecuencias desastrosas. Las enfermedades infecciosas han persistido y, peor aún, se han convertido en la principal causa de muerte del mundo. Otros factores que han contribuido a la propagación de tales afecciones son el caos de la guerra, el aumento de la desnutrición en los países en desarrollo, la falta de agua limpia, las malas condiciones higiénicas, los rápidos medios de transporte internacional y el cambio climático mundial.
Bacterias resistentes
La increíble resistencia de los microbios comunes se ha convertido en un grave problema, algo que poca gente esperaba. Sin embargo, en retrospectiva, debería haberse previsto que estos microorganismos terminarían por hacerse inmunes a los medicamentos. ¿Por qué? Veamos, por ejemplo, lo que sucedió con el DDT, insecticida descubierto a mediados de los años cuarenta.b Los lecheros aplaudieron el invento, ya que las moscas desaparecían en cuanto se aplicaba el veneno. Sin embargo, unas cuantas moscas sobrevivieron, y las siguientes generaciones heredaron la inmunidad contra el DDT. En poco tiempo, estos insectos inmunizados se multiplicaron por millares.
Incluso antes de que se utilizara el DDT, y de que la penicilina saliera a la venta en 1944, las bacterias patógenas ya habían dado muestras de su prodigioso arsenal defensivo. El doctor Alexander Fleming, descubridor de la penicilina, conocía el problema. En su laboratorio observó cómo sucesivas generaciones de Staphylococcus aureus —bacteria que medra en los hospitales— desarrollaban una pared celular cada vez más resistente al medicamento que él había descubierto.
Hace ya unos sesenta años, las observaciones del doctor Fleming lo motivaron a dar la advertencia de que las bacterias dañinas de una persona infectada podían hacerse inmunes a la penicilina. De modo que si las dosis de antibiótico no mataban suficientes bacterias, las generaciones sucesivas de tales microbios serían resistentes al medicamento y se multiplicarían. Por consiguiente, la enfermedad resurgiría, pero entonces la penicilina no podría curarla.
El libro The Antibiotic Paradox (La paradoja de los antibióticos) comenta: “Las predicciones de Fleming se cumplieron de un modo mucho más devastador del que jamás imaginó”. ¿Cómo ha podido suceder? Pues bien, en algunas cepas de bacterias, los genes —los planos en miniatura contenidos en el ADN— producen enzimas que anulan la penicilina. Por tal razón, a menudo es inútil incluso la administración prolongada de este medicamento, lo cual ha supuesto, sin duda, un duro golpe.
En un intento por ganar la batalla contra las enfermedades infecciosas, desde 1940 hasta 1970 salieron con regularidad al mercado nuevos antibióticos. También se descubrieron algunos en las décadas de 1980 y 1990. Estos nuevos antibacterianos podían curar infecciones ocasionadas por microbios resistentes a fármacos anteriores. Pero en cuanto pasaban varios años, surgían cepas de bacterias que desafiaban también a estos últimos productos.
Los científicos han descubierto que el sistema de defensa de las bacterias es asombrosamente ingenioso. Por ejemplo, son capaces de modificar su pared celular a fin de impedir que penetre el antibiótico o alterar su funcionamiento para que no logre matarlas. Por otro lado, las bacterias pueden expulsarlo tan pronto entra o sencillamente anular sus efectos descomponiéndolo.
Dado que el uso de antibióticos ha aumentado, las cepas de bacterias resistentes se han multiplicado y propagado. ¿Quiere decir eso que los antibióticos son un completo fracaso? No, al menos en la mayoría de los casos. Si uno de ellos no cura cierta infección, por lo general lo logra otro. La resistencia de los microbios ha constituido un verdadero problema, pero hasta el día de hoy se ha podido controlar.
Resistencia a varios fármacos
Con el tiempo, los científicos descubrieron con horror que las bacterias intercambian genes entre ellas. Al principio se creyó que eso solo sucedía entre bacterias de la misma clase, pero luego se hallaron los mismos genes resistentes en bacterias completamente diferentes. Por medio de tales intercambios, distintos tipos de bacterias se han hecho inmunes a muchos medicamentos de uso común.
Por si fuera poco, estudios realizados en los años noventa revelaron que algunas bacterias pueden desarrollar resistencia por sí mismas. Incluso en presencia de un solo antibiótico, algunas se hacen inmunes a varios fármacos, tanto naturales como sintéticos.
Perspectivas nada halagüeñas
Aunque la mayoría de los antibióticos todavía suelen funcionar, ¿lo harán en el futuro? El libro The Antibiotic Paradox señala: “Ya no podemos esperar que una infección se cure con el primer antibiótico que tomamos”. Y añade: “En algunas partes del mundo, el que haya un número limitado de antibióticos equivale a que no haya ninguno que sea eficaz. [...] La gente sufre y muere a causa de enfermedades que, según las predicciones de hace cincuenta años, iban a ser eliminadas de la faz de la Tierra”.
Las bacterias no son los únicos microbios que se han hecho resistentes a las medicinas. Los virus, al igual que los hongos y otros diminutos parásitos, han demostrado una enorme adaptabilidad, de modo que han surgido cepas que amenazan con frustrar todos nuestros esfuerzos por descubrir y producir fármacos capaces de combatirlos.
Entonces, ¿qué puede hacerse? ¿Es posible eliminar, o al menos contener, la farmacorresistencia de los microbios? ¿Cómo pueden los antibióticos y otros antimicrobianos seguir combatiendo con éxito los gérmenes en un mundo cada vez más acuciado por las enfermedades infecciosas?
[Notas]
a El término antibiótico se utiliza comúnmente para referirse a aquellos fármacos que combaten las bacterias. La palabra antimicrobiano es más general y abarca todos aquellos medicamentos que batallan contra los microbios patógenos, sean estos virus, bacterias, hongos o diminutos parásitos.
b Los insecticidas son venenos, pero también lo son los medicamentos. Ambos han resultado ser útiles y a la vez perjudiciales. Aunque los antibióticos matan las bacterias dañinas, también eliminan las beneficiosas.
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Cuando los microbios no hagan daño¡Despertad! 2003 | 22 de octubre
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Cuando los microbios no hagan daño
LOS microorganismos son esenciales para la vida. Constituyen una parte considerable del suelo y de nosotros mismos. Como indica el recuadro “Tipos de microbios” (pág. 7), “en nuestro cuerpo habitan billones” de bacterias, la mayoría de las cuales son beneficiosas —de hecho, indispensables— para la salud. Aunque son relativamente pocas las que provocan enfermedades, podemos estar seguros de que en un futuro ninguna hará daño a nadie.
Antes de identificar el medio por el que se eliminarán los efectos perjudiciales de los gérmenes, veamos qué se está haciendo en la actualidad para combatir los agentes infecciosos. Además de leer el recuadro titulado “Qué puede hacer”, observe cómo luchan los profesionales de la salud contra los microbios resistentes.
Estrategias a nivel mundial
En un informe del año 2000 sobre las enfermedades infecciosas titulado “Contengamos la resistencia microbiana”, la doctora Gro Harlem Brundtland, ex directora general de la OMS, menciona las medidas adoptadas para combatir este problema, así como la necesidad de diseñar “una estrategia mundial para contener la resistencia” de los gérmenes. También recomienda que se forjen “alianzas entre todos los prestadores de asistencia sanitaria”, y recalca: “Tenemos la oportunidad de desplegar un esfuerzo monumental contra las enfermedades infecciosas”.
En el año 2001, la OMS presentó un documento titulado “Estrategia mundial de la OMS para contener la resistencia a los antimicrobianos”. Dicho informe, dirigido tanto al personal médico como al público en general, propone un plan concebido para dar respuesta a los siguientes interrogantes: “¿qué hay que hacer? y ¿cómo hacerlo?”. Entre sus objetivos se encuentran el de enseñar a la comunidad a prevenir las infecciones y a utilizar debidamente los antibióticos y otros antimicrobianos.
Dicho documento también anima a los trabajadores de la salud —médicos y enfermeras, así como al resto del personal de los hospitales y las residencias de ancianos— a tomar mejores medidas para evitar la propagación de las enfermedades. Lamentablemente, algunos estudios han revelado que un gran número de los profesionales en este campo todavía olvida lavarse las manos o cambiarse los guantes antes y después del contacto con cada paciente.
Algunos estudios también indican que los médicos prescriben antibióticos innecesariamente. Esto se debe en parte a que mucha gente presiona a los doctores para que se los recete pensando que así se curará antes, y estos acceden solo para complacer a sus pacientes. Además, no suelen dedicar tiempo a educarlos ni cuentan con los medios necesarios para identificar el agente infeccioso que los aqueja. A veces, los médicos prescriben antibióticos más nuevos, pero son más caros y de espectro más amplio, lo cual también agrava el problema de la farmacorresistencia.
El informe de la OMS también recomienda que haya cooperación entre hospitales, sistemas nacionales de salud, productores de alimentos, compañías farmacéuticas y legisladores para combatir la amenaza mundial de los microbios resistentes a los medicamentos. Pero ¿funcionará este plan de acción?
Algunos obstáculos
La estrategia mundial de la OMS alude a un importante obstáculo para resolver los problemas de salud: el dinero. Como dice la Biblia, “el amor al dinero es raíz de toda suerte de cosas perjudiciales” (1 Timoteo 6:9, 10). La OMS hace la siguiente exhortación: “También habrá que considerar la interacción con la industria farmacéutica, incluso el control apropiado del acceso de los representantes de dicha industria al personal clínico y el monitoreo de los programas educacionales auspiciados por la industria para los proveedores de atención de la salud”.
Las compañías farmacéuticas han ofrecido con insistencia sus productos a los médicos y ahora también los presentan al público por medio de los anuncios televisivos. Esto ha contribuido, según parece, al uso excesivo de medicamentos, lo cual, a su vez, ha sido un factor determinante en la proliferación de los microbios farmacorresistentes.
En su capítulo sobre la administración de antimicrobianos a los animales destinados al consumo humano, el informe de la OMS señala: “En algunos países, [el] 40% o [más] del ingreso de los veterinarios está constituido por la venta de medicamentos, de modo que no hay incentivos para limitar el uso de antimicrobianos”. Hay abundancia de pruebas de que la aparición y multiplicación de microbios resistentes se debe al uso desmedido de antibióticos.
La producción de estos fármacos es, de hecho, increíble. Tan solo en Estados Unidos, por ejemplo, se fabrican anualmente unos veinte millones de kilos. De toda la producción mundial, únicamente la mitad está destinada a las personas; el resto se rocía sobre los cultivos o se da a los animales. Es común que se añadan antibióticos al alimento de los animales destinados al consumo con el fin de acelerar su crecimiento.
El papel de los gobiernos
Es muy significativa la siguiente declaración, recogida en el resumen oficial del mencionado informe de la OMS: “Gran parte de la responsabilidad de la aplicación de la estrategia recaerá en cada uno de los países. Los gobiernos tienen que desempeñar un papel decisivo”.
Hay que admitir que algunos estados han elaborado programas a fin de contener la farmacorresistencia. Dichos programas, que hacen hincapié en la colaboración dentro y fuera de las fronteras nacionales, incluyen las siguientes medidas: llevar mejor registro del consumo de antimicrobianos así como de los microbios que presentan resistencia; aumentar el control de las infecciones; asegurarse de que se dé a los antimicrobianos un uso apropiado en el campo de la medicina y de la agricultura; investigar para comprender mejor la resistencia, y crear nuevos medicamentos. Un informe de la OMS sobre enfermedades infecciosas publicado en el año 2000 no es muy optimista a este respecto. ¿Por qué?
Dicho informe subraya “la falta de voluntad política de los gobiernos, cuyas prioridades quizás no [tengan que ver con la] salud pública”. Y añade: “Las enfermedades, y por lo tanto la resistencia, también prosperan en situaciones de disturbio civil, pobreza, migración masiva y degradación del medio ambiente, en las cuales un gran número de personas quedan expuestas a enfermedades infecciosas”. Lamentablemente, los gobiernos humanos nunca han podido solucionar estos problemas.
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Cuando los microbios no hagan daño¡Despertad! 2003 | 22 de octubre
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[Recuadro de la página 9]
Qué puede hacer
¿Qué puede hacer usted para minimizar la amenaza de los microbios resistentes a los medicamentos? La OMS bosquejó en primer lugar algunas medidas para reducir los casos de enfermedad y la propagación de las infecciones, y en segundo lugar explicó cómo utilizar los antimicrobianos adecuadamente.
Como es lógico, el mejor modo de reducir las infecciones y su propagación es haciendo lo necesario para mantener una buena salud. ¿Cómo evitar, pues, caer enfermo?
Medidas para no enfermarse
1. Trate por todos los medios de alimentarse bien, hacer suficiente ejercicio y tener un buen descanso.
2. Cuide su higiene. Los especialistas han dicho una y otra vez que lavarse las manos es el modo más sencillo y eficaz de no contraer ni transmitir enfermedades.
3. Asegúrese de que los alimentos que consume la familia estén en buen estado. Recuerde sobre todo que las manos, así como las superficies donde se prepara la comida, han de estar limpias. Cerciórese también de que esté limpia el agua que emplea para lavarse las manos y enjuagar los alimentos. Puesto que los microbios medran en la comida, sirva la carne cuando esté bien hecha. Almacene y refrigere los alimentos apropiadamente.
4. Si en su país los insectos voladores transmiten graves enfermedades, procure no salir mucho de casa por la noche ni a primeras horas de la mañana —pues entonces los insectos están más activos—, y utilice siempre mosquiteros.
5. Las vacunas pueden preparar su sistema inmunológico para combatir algunos microbios que sean comunes donde usted vive.
El empleo de los antibióticos
1. Consulte a un profesional de la salud antes de comprar o tomar cualquier antibiótico. Las ofertas de medicamentos dirigidas al consumidor a menudo benefician más al vendedor que al comprador.
2. No presione a su médico para que le prescriba antibióticos. Tal vez se los recete solo por temor a perder un paciente. Los resfriados, por ejemplo, son causados por virus, de modo que los antibióticos no curan esta dolencia. Tomarlos cuando se tiene un virus puede eliminar las bacterias beneficiosas y permitir que se multipliquen las más resistentes.
3. No insista en tomar los medicamentos más nuevos; puede que no sea lo mejor en su caso y que, para colmo, tenga que pagar más de lo necesario.
4. Obtenga información confiable sobre cualquier medicina que vaya a tomar. Averigüe para qué sirve, cuáles son los efectos secundarios, cómo interactúa con otros fármacos y si presenta peligros para su salud.
5. Cuando realmente es necesario tomar antibióticos, por lo general se recomienda acabar el tratamiento, aunque uno se sienta mejor antes de ingerir todas las dosis prescritas. Las últimas dosis sirven para asegurarse de que desaparezca la infección.
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