BIBLIOTECA EN LÍNEA Watchtower
Watchtower
BIBLIOTECA EN LÍNEA
Español
  • BIBLIA
  • PUBLICACIONES
  • REUNIONES
  • Los últimos días... ‘Habrá reinos contra reinos’
    ¡Despertad! 1988 | 8 de abril
    • Los últimos días... ‘Habrá reinos contra reinos’

      “El conflicto de naciones que tuvo lugar desde 1914 hasta 1918 no fue ningún ‘rumor intrascendente de otra guerra más’. Anunció un nuevo concepto de guerra: la primera guerra total de la experiencia humana. Su duración, intensidad y escala excedieron a todo lo que se había conocido hasta entonces o podía esperarse. Había llegado el día de la guerra global.” (The World in the Crucible [El mundo en el crisol], de Bernadotte E. Schmitt y Harold C. Vedeler.)

      LA GUERRA de 1914-1918 fue tan grande en lo tocante a destrucción y pérdida de vidas, que hasta el día de hoy todavía se encuentran en Francia monumentos dedicados a los caídos en La Grande Guerre, la Gran Guerra. El escritor norteamericano Ernest Hemingway la llamó “la carnicería más colosal, asesina y mal dirigida que jamás se ha producido en la Tierra”. La Gran Guerra recibió el nombre de primera guerra mundial cuando el mundo sufrió los horrores de la segunda guerra mundial (1939-1945).

      La primera guerra mundial fue distinta de las guerras anteriores en muchos aspectos. Imponentes ejércitos que superaban el millón de hombres se masacraron entre sí en los campos y bosques de la Europa occidental. La ametralladora impuso su dominio al segar largas ringleras de infantería en los campos de batalla. En su libro titulado War, Gwynne Dyer declara: “En dos meses [desde el comienzo de la guerra] murieron más de un millón de hombres. [...] Armas automáticas —artillería de tiro rápido y ametralladoras que disparaban seiscientas balas por minuto— llenaban el aire de una mortal lluvia de plomo”. El tanque, el submarino y el avión cambiaron el modo de pensar y las tácticas. Ahora la muerte caía del cielo y ascendía de las aguas.

      El uso de gases venenosos llevó al combate de trincheras hasta el límite del aguante, el sufrimiento y la degradación del hombre. La Gran Guerra también fue distinta en otro aspecto: “Esta fue la primera guerra en la que la cantidad de prisioneros ascendió a millones (8.400.000 en total), y su privación de libertad duró largos años”. (The World in the Crucible.) También fue la primera guerra que afectó a prácticamente toda la población civil, ya sea en la defensa y fabricación de armamento o como víctimas de la invasión y la batalla.

      Allá en 1914, los testigos de Jehová vieron en esa terrible guerra el comienzo del cumplimiento de las profecías de Jesús. Pero aún tenía que venir algo peor.

      La segunda guerra mundial... un poder destructivo singular

      Otra evidencia de que, aun desde un punto de vista humano, estos podrían ser los últimos días es la posibilidad que tiene el hombre de autodestruirse. En su discurso con motivo del Premio Nobel de la Paz, el doctor Bernard Lown dijo: “La segunda guerra mundial introdujo la guerra total, sin principios en los métodos, sin límite en la violencia y sin discriminación en las víctimas. Los hornos de Auschwitz y la incineración atómica de Hiroshima y Nagasaki grabaron un capítulo aún más funesto en la crónica de la brutalidad humana”.

      ¿Aprendió la humanidad compasión y misericordia de esta espantosa experiencia? Lown siguió diciendo: “La prolongada agonía que dejó tras sí 50 millones de muertos [cantidad casi equivalente a la población total de Gran Bretaña, Francia o Italia] no proveyó una base firme para conseguir un armisticio contra la barbarie. Al contrario, pronto surgieron en los arsenales armas genocidas capaces de destruir el equivalente a muchos miles de segundas guerras mundiales”. (Las cursivas son nuestras.)

      Es innegable que hemos visto “nación contra nación y reino contra reino”, y que el jinete del caballo de color de fuego del libro de Revelación ha diseminado el exterminio por toda la Tierra. (Mateo 24:7; Revelación 6:4.)

  • Los últimos días... Un rasgo distintivo
    ¡Despertad! 1988 | 8 de abril
    • Los últimos días... Un rasgo distintivo

      “La observación de Oppenheimer [físico que cooperó en el desarrollo de la bomba atómica] de que la historia cambió su curso en 1945 era acertada. Ninguna otra guerra importante podrá lucharse al estilo de la segunda guerra mundial.” (Weapons and Hope [Armas y esperanza], de Freeman Dyson.)

      EL USO de la bomba atómica en 1945 cambió el mundo. Señaló otro punto de viraje en la historia de la guerra. Así lo vio uno de los inventores de la bomba, Robert Oppenheimer. Cuando se llevó a cabo la explosión de prueba en Nuevo México, Oppenheimer citó unas palabras del texto sagrado hindú Bhagavad Gita: “Me he convertido en la muerte, el destructor de mundos”. Oppenheimer también declaró: “Los pueblos de este mundo tienen que unirse; de lo contrario, perecerán”.

      En 1949 un comité consultivo de científicos para la Comisión de Energía Atómica Estadounidense, entre quienes estaba Oppenheimer, previno contra el desarrollo de la bomba de hidrógeno, una bomba mucho más mortífera. Su informe decía: “Esta es una superarma, de una categoría totalmente distinta a la de la bomba atómica”. La razón era que el poder destructor de la bomba de hidrógeno podía multiplicarse mediante añadir una materia fusionable muy económica: el deuterio. En cuestión de cuatro años, la bomba atómica se había convertido en un simple juguete.

      Enrico Fermi e Isidor Rabi, también miembros de aquel comité consultivo, pronunciaron una advertencia todavía mucho más fuerte: “El hecho de que la destructividad de esta arma no conozca límites hace que su mera existencia y el conocimiento de su construcción sean un peligro para toda la humanidad. Desde todos los ángulos es forzosamente perniciosa”. (Las cursivas son nuestras.) Sabían que ahora el hombre podría autodestruirse. Su advertencia en contra del desarrollo de la bomba de hidrógeno fue pasada por alto.

      ‘Profecías del fin del mundo con base científica’

      El increíble poder de destrucción que el hombre tiene en la actualidad se ejemplifica en un hecho citado por el doctor Lown, copresidente de la Asociación Internacional de Médicos para la Prevención de la Guerra Nuclear: “La potencia del armamento de un solo submarino moderno es aproximadamente ocho veces mayor que la de todas las armas usadas durante la segunda guerra mundial, suficiente como para destruir toda ciudad importante del hemisferio Norte”. Sírvase notar que se trata del potencial destructivo de un solo submarino. Las grandes potencias tienen docenas de submarinos y buques de guerra provistos de armas nucleares. Si se suman a estas las armas de tierra y de aire, constituyen un total de más de 50.000 ojivas nucleares.

      ¿En qué época anterior de la historia ha tenido el hombre en sus manos ese impresionante y espantoso poder? El doctor Lown confiesa que todo período histórico ha tenido profetas cuyas advertencias no han sido escuchadas. ¿Cuál es la diferencia ahora? Él explica: “Nuestra era es la primera en la que las profecías del fin del mundo se derivan de una investigación científica objetiva”. Dice que si alguna vez hubiese una conflagración nuclear, “es pura arrogancia suponer que habría supervivientes humanos después de semejante catástrofe provocada por el hombre”.

      Aumenta la “angustia de naciones”

      En 1945 el hombre dejó salir de su lámpara mágica del conocimiento científico al genio malo de la guerra nuclear, y ya no tiene manera de volver a meterlo dentro jamás. El hombre puede destruir sus armas nucleares, pero, ¿cómo anulará el conocimiento que puede permitirle fabricarlas de nuevo en cualquier momento? Por consiguiente, lo que sucedió en Hiroshima y Nagasaki, aunado al desarrollo de armas supernucleares, ha aumentado desde 1945 la posibilidad de que se produzcan “grandes señales” del cielo y “escenas espantosas” para ‘angustia de naciones que no conocen la salida’. (Lucas 21:11, 25.)

      La angustia de naciones también se ha visto aumentada por nuestra capacidad de comunicación instantánea. Solo ha sido en este siglo XX cuando, debido a los modernos sistemas de comunicación (radio, televisión, ordenadores, satélites), la humanidad ha podido enterarse instantáneamente de guerras y desastres, propagándose así el temor y la angustia de naciones de una manera que nunca antes había sido posible. El mundo no solo se entera de esos sucesos, sino que, además, mediante la televisión puede contemplar las guerras y el derramamiento de sangre ¡en directo!

      Las huellas de la guerra

      En este año de 1988, millones de familias por todo el mundo han experimentado parte de la prueba de que estamos en los últimos días. ¿Cómo? Han perdido a uno o más seres queridos en las dos guerras mundiales o en uno de los demás conflictos importantes (Corea, Vietnam, Irak-Irán, Líbano, etc.) que han diezmado a la humanidad. Es posible que su familia sea una de las que puede recordar que ha perdido al padre, abuelo, tío, hermano o esposo. También ha habido millones de madres, abuelas, tías, hermanas y esposas que murieron en las guerras y en el Holocausto europeo.

      Además, durante nuestra generación los ejércitos han hecho estragos por toda Europa y el Lejano Oriente, violando y saqueando las poblaciones civiles. Por consiguiente, los supervivientes, en especial las mujeres, llevan marcadas hasta hoy las huellas del maltrato que sufrieron. ¿Se había hundido el hombre alguna vez antes en una degradación y brutalidad a tan gran escala?

      No hay duda de que el caballo apocalíptico de color de fuego, que simboliza la guerra y el degüello, y el caballo pálido de la muerte han estado pisoteando toda la Tierra desde 1914 de una manera sin precedente. (Revelación 6:4.)

  • Los últimos días... Hambre, plagas, contaminación... y predicación del Reino
    ¡Despertad! 1988 | 8 de abril
    • Los últimos días... Hambre, plagas, contaminación... y predicación del Reino

      “El hambre se presenta de otra forma. Es el hambre que día a día sufren más de 700 millones de personas. [...] Esta hambre, en gran parte invisible, mata cada año entre 18 y 20 millones de personas... más de dos veces la cantidad que murió anualmente durante la segunda guerra mundial.” (World Hunger—Twelve Myths [El hambre en el mundo: Doce mitos], de Frances Moore Lappé y Joseph Collins.)

      TAL como Jesús predijo, nuestra generación también ha tenido su porción de hambres y escaseces de alimentos, pero, en algunos casos, con menos justificación que las generaciones anteriores. ¿Por qué decimos esto? Porque la tecnología y los medios de comunicación y transporte modernos habrían tenido que convertir el hambre en una cosa del pasado. Sin embargo, los terratenientes y los políticos se han aprovechado de la gente, sin importar el sufrimiento que ello haya significado para los pobres y los que no tienen tierras.

      El hambre continúa angustiando a África. Recientemente, en septiembre de 1987, se dio la advertencia de que Etiopía estaba siendo asediada de nuevo a medida que “el hambre volvía a propagarse con rapidez en ese empobrecido país africano”, informó The New York Times. El anterior director de la campaña contra el hambre declaró: “Parece que ahora hay unos cinco millones de personas afectadas por el hambre, y no sabemos cuán grave puede ponerse la situación”.

      Al mismo tiempo, informes procedentes del vasto subcontinente indio pintan otro cuadro siniestro causado por la sequía. El ministro de Agricultura de esa nación dijo: “Aproximadamente el sesenta por ciento de la población total de nuestra nación será afectado por esta sequía”. Añadió que “esta cifra era mucho más elevada que los cálculos anteriores, y significaba que de los 780 millones de habitantes, se verían afectados unos 470 millones”. ¿Podemos realmente comprender esas cifras y el impacto que significan para la familia humana?

      Añadamos al constante ciclo de hambres, inundaciones y sequías el hambre que produjeron las dos guerras mundiales y su secuela. Como informó un escritor sobre la situación existente en 1945-1946, “como consecuencia de la guerra, hubo una escasez de alimento mundial, y la situación que reinaba en Europa [...] era catastrófica. Pronto habría una terrible hambre en partes de Rusia y Rumania, y miles de personas morirían de inanición en Grecia. Hasta en Gran Bretaña se iba a racionar el pan por primera vez en la historia de la nación”.

      Sí, el caballo negro del hambre, con su jinete ondeando unas balanzas, ha galopado por las naciones y todavía sigue hollando a la humanidad. (Revelación 6:5, 6.)

      Pestes y plagas

      Jesús profetizó que una parte de la señal de los últimos días serían las “pestes”. (Lucas 21:11.) ¿Ha experimentado nuestro siglo XX un aumento de pestes y plagas? Empezando con la gripe española, que atacó al final de la primera guerra mundial y se llevó unos 20 millones de vidas, la humanidad, al igual que en generaciones anteriores, ha padecido enfermedades. Pero hasta con los adelantos que se han visto en el campo de la ciencia y la medicina durante estos últimos días, las enfermedades y la muerte todavía siegan todos los años millones de víctimas.

      En el acaudalado mundo occidental, oímos constantes llamamientos para recaudar fondos a fin de remediar el cáncer, las enfermedades del corazón y el SIDA. Es cierto que todos los años cientos de miles de personas mueren de estas y otras enfermedades. Sin embargo, hay enfermedades que están barriendo anualmente a millones de personas en África, Asia y Latinoamérica.

      En su libro Mirage of Health (El espejismo de la salud), René Dubos escribió: “El paludismo, otras infecciones protozoarias e infestaciones de lombrices son la fuente del sufrimiento fisiológico y económico que existe en la mayoría de las zonas menos privilegiadas”. Como consecuencia, “anualmente millones y millones de seres humanos de Asia, África y Latinoamérica sufren y mueren de anquilostomiasis, tripanosomiasis africana o paludismo”. El sufrimiento causado por estas enfermedades no se mide solo por la cantidad de personas que mueren como resultado de ellas. Dubos dice: “Las enfermedades microbianas no han sido conquistadas”.

      Dubos continúa diciendo: “En contraste, el egoísmo [del hombre blanco] le hace dotar de encanto científico a cualquier descubrimiento relacionado con su propio bienestar”. De ahí el énfasis que reciben el cáncer y las enfermedades del corazón en el mundo occidental. Y no hay que olvidar las enfermedades de transmisión sexual. Una revista médica declara que, tan solo en Estados Unidos, todos los años hay aproximadamente tres millones de nuevos casos de gonorrea.

      No obstante, sea que examinemos el mundo desarrollado o el subdesarrollado, vemos evidencia del cabalgar del ‘caballo pálido’ que simboliza ‘la muerte y la plaga mortífera’, el cuarto caballo del Apocalipsis. (Revelación 6:8.)

Publicaciones en español (1950-2025)
Cerrar sesión
Iniciar sesión
  • Español
  • Compartir
  • Configuración
  • Copyright © 2025 Watch Tower Bible and Tract Society of Pennsylvania
  • Condiciones de uso
  • Política de privacidad
  • Configuración de privacidad
  • JW.ORG
  • Iniciar sesión
Compartir