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  • Jehoás
    Perspicacia para comprender las Escrituras, volumen 2
    • Después de la muerte del fiel sumo sacerdote Jehoiadá a la edad de ciento treinta años, los príncipes del reino apartaron gradualmente al rey Jehoás y al pueblo de la adoración a Jehová, y los dirigieron a ídolos paganos y “postes sagrados” fálicos. Cuando Jehová levantó profetas para advertirles, rehusaron prestar atención. (2Cr 24:15-19.) Jehoás llegó a matar a Zacarías, el hijo de Jehoiadá, porque por medio de él Dios le había preguntado con reprobación: “¿Por qué están traspasando los mandamientos de Jehová?”. Las últimas palabras de Zacarías fueron: “Jehová lo vea y lo reclame”. (2Cr 24:20-22.)

  • Jehoiaquim
    Perspicacia para comprender las Escrituras, volumen 2
    • JEHOIAQUIM

      (posiblemente: Jehová Levanta).

      Uno de los últimos reyes de Judá, hijo de Josías y de Zebidá. Su nombre anterior era Eliaquim. (2Re 23:34, 36; 1Cr 3:15.) El mal gobierno de Jehoiaquim durante unos once años (628-618 a. E.C.) estuvo marcado por la injusticia, la opresión y el asesinato. (2Cr 36:5; Jer 22:17; 52:2.) Además, durante su reinado, las partidas merodeadoras de los caldeos, sirios, moabitas y ammonitas hostigaron a Judá. (2Re 24:2.)

      Tras la muerte del rey Josías, el pueblo de Judá por alguna razón nombró rey a Jehoacaz, el hermano más joven de Eliaquim. Unos tres meses más tarde, el faraón Nekoh (Nekó) tomó cautivo al rey Jehoacaz e hizo rey a Eliaquim, que entonces tenía veinticinco años, y le cambió el nombre al de Jehoiaquim. También impuso una cuantiosa multa al reino de Judá. El rey Jehoiaquim se valió de impuestos para obtener de sus súbditos la plata y el oro con los que pagar la multa. (2Re 23:34-36; 2Cr 36:3-5.) A pesar de la carga financiera que ya pesaba sobre el pueblo, Jehoiaquim planeó edificar un nuevo y lujoso palacio. Quizás con el fin de mantener el costo bajo, retuvo de manera opresiva el salario de los trabajadores. Como consecuencia, Jehová pronunció ayes sobre este gobernante inicuo por medio de Jeremías, indicando que tendría el entierro de un asno. (Jer 22:13-19.)

      A principios del reinado de Jehoiaquim, Jeremías advirtió que a menos que el pueblo se arrepintiera, Jerusalén y su templo serían destruidos. Después, se amenazó de muerte al profeta. Sin embargo, Ahiqam, un hombre prominente, salió en defensa de Jeremías y le salvó de recibir daño. Con anterioridad, una profecía similar pronunciada por Uriya había encolerizado a Jehoiaquim de tal manera que decidió matarlo. Aunque el temeroso Uriya huyó a Egipto, no escapó de la ira del rey: Jehoiaquim hizo que lo trajeran de regreso y lo mató con la espada. (Jer 26:1-24.)

      Durante el año cuarto de su reinado (625 a. E.C.), Jehoiaquim fue testigo de la derrota que Nabucodonosor infligió al faraón Nekó en una batalla por la dominación de Siria y Palestina. Esta batalla se peleó en Carquemis, junto al Éufrates, a más de 600 Km. al N. de Jerusalén. (Jer 46:1, 2.) En aquel mismo año, Jeremías empezó a dictar a su secretario Baruc las palabras de Jehová dirigidas contra Israel, Judá y todas las naciones, y a registrar los mensajes que habían empezado a expresarse desde el año decimotercero del reinado de Josías en adelante, cuando Jehoiaquim tenía unos seis años de edad. Casi un año después, en el noveno mes lunar (Kislev, que cae entre noviembre y diciembre), el rollo que contenía el mensaje dictado se leyó ante el rey Jehoiaquim. Tan pronto como Jehudí leyó tres o cuatro columnas-páginas, aquella sección fue cortada y arrojada al fuego que ardía en el brasero de la casa de invierno del rey. De esta forma se echó al fuego todo el rollo, sección por sección. Jehoiaquim no hizo caso cuando tres de sus príncipes le suplicaron que no quemase el rollo y se opuso en especial a las palabras proféticas que señalaban la desolación de Judá a manos del rey de Babilonia,

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