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  • ¿Deberíamos romper?
  • ¡Despertad! 1988
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¡Despertad! 1988
g88 22/7 págs. 12-14

Los jóvenes preguntan...

¿Deberíamos romper?

“Llevamos saliendo juntos desde julio, y ya hablamos de casarnos. Pero tengo tantas dudas sobre él...”

A MEDIDA que unas relaciones románticas se acercan al momento crucial en que hay que tomar una decisión, no es raro que surjan dudas. El matrimonio es una institución honorable para los cristianos, y no debe tomarse a la ligera. (Hebreos 13:4.) Y aunque puede resultar en que una pareja se ‘regocije’, también puede acarrear “problemas adicionales”. (Proverbios 5:18; 1 Corintios 7:28, La Biblia al Día.) Existen, por lo tanto, buenas razones para no precipitarse a la hora de contraer matrimonio.

A veces, sin embargo, no se trata de un simple nerviosismo natural; las dudas surgen como consecuencia de defectos serios que se ven en la otra persona o en las relaciones en sí. Si estás preparado para asumir las responsabilidades del matrimonio y te ves acosado por tales dudas, ¿qué deberías hacer?

“Siempre estamos discutiendo”

Esta es una preocupación común de las parejas que cortejan. No obstante, muchos piensan que no hay que preocuparse por una riña entre enamorados. Es cierto que hasta personas que se quieren a veces pueden estar en desacuerdo... y quizás alterarse bastante. (Compárese con Génesis 30:2; Hechos 15:39.) Pero si se discrepa en casi todo, si todas las discusiones terminan a gritos o si las relaciones no son más que un ciclo interminable de romper y hacer las paces, ¡cuidado! Es posible que eso sea señal de una grave falta de madurez espiritual o emocional por parte de uno de los dos, o de ambos. A los cristianos se les dice que desechen actitudes de “ira, cólera [...], habla injuriosa”. (Colosenses 3:8.)

Una encuesta llevada a cabo entre 400 médicos reveló que el estar constantemente discutiendo es una clara indicación de “falta de preparación emocional para el matrimonio”, y hasta quizás revele “incompatibilidad entre la pareja”. El doctor Judson T. Landis advierte también que el “pelear [...] es premonitorio de lo que puede esperarse en el matrimonio”.a

No es oro todo lo que reluce

El descubrir ciertas características molestas en la manera de ser de la persona con quien sales puede ser otra causa de preocupación. Cuando dos personas empiezan a conocerse, lo natural es que traten de esconder sus debilidades y procuren ser amables y consideradas. Pero tarde o temprano se manifiesta “la persona secreta del corazón”. (1 Pedro 3:4.) Quizás empieces a observar indicios preocupantes de egoísmo, falta de madurez, disposición caprichosa, terquedad... y hasta violencia.

Lo que descubras puede ser lo suficientemente grave como para que te cuestiones si quieres pasar el resto de tu vida con esa persona. “Tengo tantas dudas sobre él como consecuencia de su pasado [conducta cuestionable] y de las cosas que han estado sucediendo desde que salimos juntos —dijo una joven acerca de su acompañante—. Durante todo el tiempo que llevamos saliendo juntos, nunca ha manifestado autodominio.” ¿Cuánta seguridad ofrece el casarse con un hombre que no tiene “autodominio”?

Sin embargo, en su determinación por lograr que ciertas relaciones continúen a toda costa, muchos pasan por alto o tratan de justificar los defectos más obvios.

Hacer la vista gorda

¿Por qué son tantos los que hacen la vista gorda cuando se trata de las faltas de la persona de quien se han enamorado? Puesto que los cristianos verdaderos consideran las relaciones amorosas muy en serio —y así debe ser—, hay quienes piensan que están obligados a casarse con la persona con la que salen. Quizás les asuste tener que enfrentarse con ella y herir sus sentimientos. Otros temen no poder encontrar a nadie más con quien casarse.

Sin embargo, ninguna de estas razones es suficientemente buena como para prolongar unas relaciones llenas de problemas. Por un lado, aunque hay que respetar las opiniones y los sentimientos de los demás, tú eres quien va a tener que vivir con el cónyuge que hayas seleccionado y con las consecuencias de esta selección. El propósito de salir con una persona es analizar la posibilidad de casarse con ella; no existe la misma obligación que hay en el matrimonio. Si un cristiano comienza unas relaciones de buena fe, no está obligado a continuarlas si comprueba que no van bien. Tampoco es sabio ni amoroso que escondas tus dudas de la persona con la que proyectas casarte.

Hay que recordar también que esa no es la única persona dentro de la congregación cristiana con la que puedes casarte, sino que hay otras varias entre las que puedes encontrar tu futuro cónyuge. La Biblia nos insta a ‘no vigilar con interés personal solo nuestros propios asuntos’; por eso, ¿no sería impropio y egoísta prolongar unas relaciones que se están deteriorando por pensar que ‘quizás no encuentre a nadie más’? (Filipenses 2:4.) Por consiguiente, es importante que la pareja se encare a sus problemas, no que los evada.

Ten “los ojos en la cabeza”

Salomón dijo: “Respecto al sabio, tiene los ojos en la cabeza; pero el estúpido va andando en pura oscuridad”. (Eclesiastés 2:14.) El que una pareja ignore defectos obvios en sus relaciones equivale a andar “en pura oscuridad”. La persona sabia, por el contrario, “tiene los ojos en la cabeza” y ve las cosas de manera clara y objetiva. Considera si su cónyuge en perspectiva está a la altura de las normas bíblicas.

Por ejemplo: ¿hay evidencia de que esa mujer llegará a ser una esposa sumisa y capaz? (Proverbios 31:10-31.) O ¿hay evidencia de que ese hombre mostrará amor abnegado y será un buen proveedor? (Efesios 5:28, 29; 1 Timoteo 5:8.) Cualquiera es capaz de afirmar que es un siervo celoso de Dios, pero ¿puede respaldar con obras la fe que afirma tener? (Santiago 2:17, 18.) “Los últimos diez años han sido [...] muy desgraciados —dijo una joven que se casó con un hombre que no producía esas obras—. Terminé casándome con alguien [...] que no amaba a Jehová como yo.”

El que investigues en publicaciones basadas en la Biblia que tratan el tema del matrimonio podrá ayudarte a conseguir el punto de vista de Dios sobre este tema. Además, tus padres quizás te puedan ayudar a mirar con ojos imparciales a la persona que sale contigo. “Llevé a una muchacha a casa —recuerda un joven—, y mi madre dijo: ‘Mira, no puedo decir que no me guste, pero veo en ella algo extraño. Es como si tuviese algo que esconder’.” El joven no hizo caso de las observaciones de su madre. Pero más tarde descubrió, para consternación suya, que la chica sí tenía algo que esconder... comportamiento inmoral, y admitió: “Mi madre es muy observadora”.

Aclara tus dudas

El que una pareja se encare a sus problemas es solo el comienzo. Si llevas mucho tiempo saliendo con alguien y estás emocionalmente unido a esa persona, no te apresures a dar las relaciones por terminadas solo porque hayas descubierto que dicha persona no es perfecta. “Todos tropezamos muchas veces”, recuerda la Biblia. (Santiago 3:2.) Por lo tanto, ningún cónyuge será perfecto. (Romanos 3:23.) Si miras los asuntos de manera objetiva, quizás llegues a la conclusión de que puedes vivir con las faltas de esa persona.

Pero ¿y si no puedes vivir con ellas? El romper quizás todavía sea una decisión prematura. En primer lugar, debe haber entre ambos “habla confidencial” y un esfuerzo por aclarar las dudas. (Proverbios 15:22.) Lejos de resultar en una ruptura, una conversación franca quizás revele que esas relaciones pueden desarrollarse aún más en el futuro. Un matrimonio de éxito se edifica sobre la confianza. ¿No sería sabio tratar de establecer un patrón de comunicación honrada antes de entrar en el vínculo matrimonial? El poder solucionar problemas es señal de que la relación se ve con madurez.

Si existe el problema de que están constantemente discutiendo, dos personas que se quieren pueden tratar de determinar juntas los puntos en que discrepan. ¿Existen diferencias importantes en sus metas o puntos de vista? ¿O han sido malentendidos? ¿Pudiera ser sencillamente una cuestión de que ambos aprendan a ‘refrenar su espíritu’ y zanjar los asuntos con más calma? (Proverbios 25:28.) Si a uno le preocupan ciertos rasgos irritantes de la personalidad del otro, ¿admite humildemente la otra persona sus debilidades y se muestra deseosa de mejorar? ¿O tienes tú que ser menos sensible o susceptible? (Eclesiastés 7:9.) ‘Soportarse el uno al otro en amor’ es fundamental para un buen matrimonio. (Efesios 4:2.)

Si el tratar estos asuntos solo resulta en que las relaciones entre ambos se hagan aún más tirantes, no pases por alto que estas son señales claras de que el contraer matrimonio muy posiblemente resultaría en desastre. (Proverbios 22:3.) No es probable que las cosas mejoren después de que te cases. El romper puede que sea lo mejor para ambos. Por otro lado, cuando dos personas que se quieren afrontan sus dificultades, es muy posible que con ello estén colocando el fundamento para un matrimonio maduro y permanente.

[Nota a pie de página]

a Esto también parece aplicar cuando hay violencia durante el noviazgo. Un estudio efectuado con 82 esposas maltratadas descubrió que “el 30% de ellas se había casado con alguien que ya las había maltratado durante el noviazgo”.

[Comentario en la página 14]

El reñir constantemente es una clara indicación de que en el fondo las relaciones no van bien

[Fotografía en la página 13]

Hay quienes tratan de pasar por alto o justificar defectos obvios de personalidad

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